En este artículo nos proponemos establecer una aproximación al concepto de interseccionalidad, con la finalidad de poder articularlo con la clínica psicoanalítica. Para ello, llevaremos a cabo un análisis detallado del caso de la joven homosexual de Freud, utilizando como fuente los artículos del caso freudiano Sobre la psicogénesis de la homosexualidad femenina (1920) y Sidonie Csillag, la joven homosexual de Freud de las biógrafas Rieder, I. & Voigt, D (2004). Sostenemos que la incorporación de este enfoque permitirá una comprensión más profunda y matizada para la escucha psicoanalítica.
A partir de los 90 ́ empieza a visibilizarse movimientos de mujeres indígenas y afrodescendientes que planteaban críticas al feminismo urbano y blanco-mestizo hegemónico hasta entonces, al señalar la necesidad de articular las relaciones de género con las relaciones de raza y colonialidad
El concepto interseccionalidad sirve para definir la búsqueda y el análisis de la imbricación entre diversas categorías, inicialmente las de género, sexo y raza. Este enfoque teórico-metodológico y político, se ha ido complejizando para incorporar otras categorías de análisis como la orientación sexual, posición de clase, étnica, discapacidad, entre otras variables que impactan sobre las condiciones de vida de las personas. Para Viveros Vigoya (2016) desde hace algunos años “la interseccionalidad se ha convertido en la expresión utilizada para designar la perspectiva teórica y metodológica que busca dar cuenta de la percepción cruzada o imbricada de las relaciones de poder” (p. 2).
La interseccionalidad no se considera un enfoque novedoso dentro del feminismo contemporáneo, sino que podemos rastrear sus orígenes en el siglo XIX. En Francia, Olympia de Gouges plantea una comparación entre la dominación colonial y la dominación patriarcal, estableciendo analogías entre las mujeres y los esclavos. En el contexto latinoamericano poscolonial, algunas escritoras y artistas ponen de manifiesto la presencia de estas intersecciones. En la literatura peruana se ha reconocido el lugar pionero de las denuncias realizadas en 1899 por Clorinda Matto de Turner en su libro Aves sin nido. Este texto revela los abusos sexuales perpetrados por gobernadores y curas locales sobre las mujeres indígenas, señalando la vulnerabilidad que generaba en este contexto su condición étnico-racial y de género. En Brasil, ha tenido un gran reconocimiento e impacto el famoso cuadro cubista de Tarsila do Amaral, que representa a una mujer negra desnuda con los labios y los senos hipertrofiados, y ha sido interpretado como una alegoría del lugar de las nodrizas negras en la sociedad brasileña (Vidal, 2011). Ambos ejemplos revelan la mirada crítica de algunas mujeres hacia las élites latinoamericanas sobre las opresiones de raza, género y clase vividas por las mujeres indígenas y negras. Ya en el siglo XX, desde el Manifiesto de la Colectiva del Río Combahee, uno de los grupos más reconocidos del feminismo negro de la década de 1960, plantean en su declaración las bases de lo que luego se iban a considerar como los pilares del paradigma interseccional: “la necesidad de enfrentar un conjunto variado de opresiones al tiempo sin jerarquizar ninguna” (Viveros Vigoya, 2016, p.5).
En América Latina, la discusión sobre el sujeto del feminismo comienza en la década de 1980, cuando las mujeres de color y lesbianas — desde los feminismos disidentes — cuestionan que el movimiento feminista focaliza su lucha en torno a la mujer blanca y heterosexual, sin considerar que otras subjetividades pueden ser víctima del racismo y del heterosexismo. A partir de los 90 ́ empieza a visibilizarse movimientos de mujeres indígenas y afrodescendientes “que planteaban críticas al feminismo urbano y blanco-mestizo hegemónico hasta entonces, al señalar la necesidad de articular las relaciones de género con las relaciones de raza y colonialidad” (Viveros Vigoya, 2016, p. 13).
El concepto interseccionalidad sirve para definir la búsqueda y el análisis de la imbricación entre diversas categorías, inicialmente las de género, sexo y raza.
Destacamos que, si bien encontramos antecedentes de este enfoque en América Latina, la denominación y la sistematización del concepto es importado desde Estados Unidos. El mismo es propuesto por la abogada afroestadounidense Kimberlé Crenshaw en el año 1989, en el marco de la discusión de un caso legal, con el objetivo de hacer evidente la invisibilidad jurídica de las múltiples dimensiones de opresión experimentadas por las trabajadoras negras. “Kimberlé Crenshaw ha aclarado que su aplicación de la interseccionalidad ha sido y continúa siendo contextual y práctica, y que su pretensión nunca fue crear una teoría de la opresión general, sino un concepto de uso práctico para analizar omisiones jurídicas y desigualdades concretas” (Viveros Vigoya, 2016, p. 5).
A los fines de este trabajo, proponemos distinguir los estudios del enfoque interseccional en dos grandes grupos: por un lado, aquellos centrados en la interseccionalidad estructural, que se refiere a cómo estas intersecciones de identidad se incorporan en el análisis estructural, permitiendo entender el modo en que los sistemas de opresión y privilegio operan a nivel macro. Por otro lado, la interseccionalidad aplicada se refiere a cómo se utiliza en un contexto específico o caso determinado. Este enfoque permite entender cómo las intersecciones de identidad afectan a las experiencias individuales de opresión y privilegio. Por ejemplo, en el ámbito judicial, la interseccionalidad puede ser utilizada para entender cómo las identidades cruzadas de una persona pueden influir en su acceso a la justicia. Para Patricia Hill Collins (2000), la interseccionalidad requiere abordar cuestiones tanto macrosociológicas como microsociológicas. “Cuando esta articulación de opresiones considera los efectos de las estructuras de desigualdad social en las vidas individuales y se produce en procesos microsociales, se designa interseccionality; cuando se refiere a fenómenos macrosociales que interrogan la manera en que están implicados los sistemas de poder en la producción, organización y mantenimiento de las desigualdades, se llama interlocking systems of oppression” (Viveros Vigoya, 2016, p. 6). En resumen, mientras que la interseccionalidad estructural se enfoca en los sistemas de opresión y privilegio a nivel macro, la interseccionalidad aplicada se enfoca en cómo estos sistemas afectan a las personas a nivel micro en contextos específicos.
Podemos establecer una analogía entre la distinción de La mujer como modelo hegemónico y objeto universal de ciertos feminismos, conceptualización desarrollada por Ana María Fernández en su obra La mujer de la ilusión (1993) y, por otro lado, considerar a las mujeres en plural, para ampliar la mirada sobre la interacción dinámica de los distintos sistemas de opresión y privilegio, así como la variedad de experiencias subjetivas, principalmente de mujeres pobres y racializadas. Del mismo modo, intentamos romper con la idea de El paciente —varón, blanco, cisheterosexual, europeo— como sujeto universal desde donde se produjo el corpus teórico clásico del psicoanálisis para abrir interrogantes respecto de las singularidades de otras subjetividades fugadas de la hegemonía. En este sentido, sostenemos que la incorporación del enfoque interseccional a la lectura clínica en psicoanálisis opera como una valiosa herramienta de análisis. Para ensayar un ejemplo de esta lectura, elegimos tomar el caso de la joven homosexual de Freud.
En el artículo Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina (1920), Freud expone sus concepciones acerca de la sexualidad femenina en general y de la homosexualidad femenina en particular. Toma a Sidonie Csillag como paciente, a sus dieciocho años de edad, por pedido del padre tras fracasar en su intento de dominar, mediante severas medidas disciplinarias, la perturbación manifiesta de la joven. Cabe aclarar que no estamos frente a un análisis propiamente dicho, puesto que la muchacha no estaba enferma y tampoco existía en ella una demanda de análisis, cuestión que tampoco pudo construirse a lo largo de los encuentros. La paciente no padece por motivaciones internas, y por lo tanto la tarea “no consistía en solucionar un conflicto neurótico, sino en trasportar una variante de la organización genital sexual a otra” (Freud, 1920, p. 144). Entonces, el objeto de esta exploración analítica fue eliminar la inversión genital u homosexualidad de la joven. Tras su fracaso en el tratamiento, Freud concluye que “no es misión del psicoanálisis solucionar el problema de la homosexualidad. Tiene que conformarse con revelar los mecanismos psíquicos que han llevado a decidir la elección de objeto, y rastrear desde ahí los caminos que llevan hasta las disposiciones pulsionales” (p. 163). En este sentido, es interesante considerar que Freud no propone en ningún momento una pregunta que le permita pensar el pasaje del motivo de consulta a la razón de análisis. Siguiendo a Bleichmar (2001), sostenemos que “hay una distancia entre el motivo de consulta y la razón de análisis: aquello que justifica, que da razón de ser, a la instalación de un tipo de dispositivo generado para iniciar un proceso capaz de constituir un sujeto de análisis. La justificación, en sentido normativo (ético, diría Lacan) de la elección de un modo de ejercicio de la práctica está determinado por algo de otro orden que el motivo de consulta, aun cuando lo incluya (p.2).
En América Latina, la discusión sobre el sujeto del feminismo comienza en la década de 1980, cuando las mujeres de color y lesbianas cuestionan que el movimiento feminista focalice su lucha en torno a la mujer blanca y heterosexual.
En el caso de la joven homosexual, el motivo de consulta radica en la preocupación del padre respecto a la homosexualidad de la joven, siendo este quien la lleva al consultorio de Freud. Sin embargo, la paciente no relata ni reconoce manifestar ningún conflicto con su orientación deseante, por el contrario, habla de ello y se muestra abiertamente por las calles de Viena con su amada. Aquí se le presenta a Freud la dificultad de no poder ir más allá de la preocupación manifestada por el padre para poder instalar una pregunta que dé cuenta de la especificidad de aquello que a la paciente le genera algún tipo de padecimiento. En este punto, sería interesante establecer la comparación sobre cómo se presenta el intento de suicidio en el artículo freudiano y cómo es recordado por la joven homosexual en sus memorias. Según Freud (1920), aquel día en el que el padre se topa por la calle con Sidonie en compañía de su amada, “pasó al lado de ellas con una mirada colérica que nada bueno anunciaba. Y tras eso, enseguida, la muchacha escapó y se precipitó por encima del muro a las vías del ferrocarril metropolitano que pasaba allí abajo” (p. 142). Mientras que, en sus memorias, la joven recuerda que “su padre no parece haberse percatado de ella, al contrario, acaba de subirse a la eléctrica que acaba de parar” (p.26). Entre la sorpresa y el temor por la duda respecto a la posibilidad de haber sido descubiertas, se desata una discusión entre las amantes, razón por la cual la baronesa decide ponerle fin a la relación. “Mientras tanto llegó a la estación de tranvía Kettenbrückengasse, y de pronto sabe muy bien lo que tiene que hacer. Sin vacilar ni un segundo, se dirige a la baranda, debajo de la cual, en lo profundo, yacen las vías del tren. Es la única solución. En casa, su padre la castigaría con severidad extrema, y la amada no la quiere más…¿Para qué seguir entonces?” (p.27). En suma, el motivo de padecimiento narrado por Freud está restringido a la decepción que la situación supondría para su padre, sin tener en cuenta, lo planteado por ella en sus memorias, donde se agrega el componente de sufrimiento producido por el rechazo de la amada. Este escenario nos invita a reflexionar: ¿por qué falta esa pieza en el relato del caso freudiano? ¿Será que a Freud no le parece relevante y decide no ponerlo o fue la propia paciente la que elige no compartirlo con su analista? Asumiendo que cualquier ensayo de respuesta tiene carácter hipotético, encontramos en el ejercicio de la pregunta una búsqueda relevante para el establecimiento del estatuto del sufrimiento de la paciente.
Durante el tiempo que duró el tratamiento con Freud, Sidonie Csillag sufrió severamente por su relación con la cocotte; padecimiento que nunca tuvo lugar en los encuentros con el analista. Con el foco en revertir su orientación deseante homosexual, la escucha analítica queda restringida a este aspecto, sin poder abrir el juego a interrogar los tipos de objetos sobre los cuales recae la elección de la paciente, siendo estos productores de sufrimiento e incapaces de brindarle algún tipo de garantía amorosa. Concebida por su madre como una rival y recibiendo un trato mucho más hostil que sus hermanos, estos modos de enlace a objetos de estas características podrían asociarse a las carencias primarias que esta joven tuvo en el vínculo con su madre, siendo esto lo que la lleva a repetir la búsqueda en un objeto de aquello que no logró obtener de su objeto primario.
Esta hipótesis podría ser un punto de partida para el análisis y el desmarañamiento de su elección neurótica, teniendo presente la importancia de definir con precisión las condiciones de inicio de un análisis. Como estrategia para la cura debemos “tornar válidas las acciones conducentes a dar una racionalidad a la práctica que pueda conducir a la transformación no sólo del motivo actual de sufrimiento sino de aquello que en gran parte lo determina, pero no se agota en él” (Bleichmar, 2001, p.1). En este sentido, para realizar un diagnóstico acerca de la causa del padecimiento psíquico de un sujeto y poner en práctica las herramientas para transformarlo, no basta con conocer los conceptos psicoanalíticos específicos: hay que articular de qué modo, en la singularidad de cada caso, las categorías psicopatológicas se ven influidas por las variabilidades del contexto histórico, político y socioeconómico donde se constituye esa subjetividad. En este punto, nos parece importante introducir dos categorías solidarias con la perspectiva interseccional: la constitución del psiquismo y la producción de subjetividad. Bleichmar (1999) define a la primera categoría como las variables “cuya permanencia trascienden ciertos modelos sociales e históricos y pueden ser cercadas en el campo específico conceptual de pertenencia” (p.2). Mientras que la segunda categoría remite “al lugar donde se articulan los enunciados sociales respecto del yo". Refiere a la variabilidad de aspectos históricos, sociales y culturales que dentro del marco político incide sobre la subjetividad. Tomando esta distinción, no podemos ignorar que los enunciados históricos tienen incidencia en los sujetos y en el modo en que éstos se constituyen. Propician determinados destinos de pulsión y procuran el gobierno de estos sobre el ejercicio de la sexualidad mediante la pautación y el disciplinamiento de las formas de placer. En este sentido, el modo de comprender la Psicopatología no puede ser ajeno a los discursos presentes en una época determinada, ya que la misma es el resultado del efecto del comercio entre los sistemas —parafraseando a Freud (1914)—, es decir, de las relaciones existentes entre lo reprimido y las representaciones morales, éticas y estéticas del Yo oficial. Esto implica, necesariamente, que para poder comprender los orígenes de la neurosis y trabajar con ella es fundamental pensar el modo mediante el cual el Yo, en tanto masa ideativa constituida a partir de los discursos de una época determinada, se relaciona con el Inconsciente.
Sostenemos que la incorporación del enfoque interseccional a la lectura clínica en psicoanálisis opera como una valiosa herramienta de análisis.
Volviendo a nuestro caso, la ausencia de las categorías mencionadas a lo largo de este artículo no hace posible tener en cuenta la articulación entre las múltiples variables intervinientes en el sufrimiento de la paciente. Dentro de aquellas relativas a la producción de subjetividad: Sidonie es una joven blanca de la alta burguesía vienesa, es lesbiana en una sociedad heteronormativa, siendo digno de destacar que “las relaciones lesbianas en esa época están prohibidas en Austria y son equiparadas a la sodomía con animales” (Rieder & Voigt, 2004, p. 78), considerada por el artículo 129 “b” como impudicia contraria a la naturaleza. A su vez, pertenece a la comunidad judía; rasgo en común con Freud que no supo ser utilizado como señuelo para instalar una transferencia positiva que motorice el análisis. Por otra parte, en lo relativo a la constitución del psiquismo podríamos decir que se trata de una paciente neurótica: lo que implica que se ha instalado la represión, sus sistemas psíquicos funcionan en conflicto, con un Yo en oposición a lo reprimido y con un ideal del Yo que dista mucho del deber ser propuesto por la época. Para su entorno, y especialmente para el padre, Sidonie está enferma, mientras que ella vive su orientación deseante con total libertad, siendo su única preocupación la posibilidad de defraudar a su padre por ello. Frente a este contexto, resulta paradójico que, si bien Freud pudo descapturarse de la norma de su tiempo planteando en Tres ensayos (1905) que la pulsión no viene enlazada al objeto, sino que este se le coordina a posteriori, la heterosexualidad obligatoria como régimen político sigue operando en su escucha como teorización flotante. La interpretación de que el deseo que la paciente manifiesta por mujeres mayores radica en un deseo de ser madre como único modo de acceso a una feminidad planteada en términos hegemónicos, reproduce un mandato de maternidad y está fundado en un pensamiento blanco, heterocentrado, androcéntrico, familiarista y eurocentrista. En este sentido, el heterocentrismo es una de las dimensiones ideológicas del régimen de heterosexualidad obligatoria que implica un obstáculo a la hora de elaborar una teoría que permita el cercamiento del objeto que se pretende estudiar.
Según Hugo Bleichmar (1997) en el psicoanálisis coexisten dos grandes tendencias acerca de cómo abordar el campo específico de investigación sobre el inconsciente. Una de ellas, a la que resultaría válido denominar doctrinal-especulativa, se caracteriza por tomar unas pocas categorías muy abarcativas, donde lo central viene dado por querer describir la complejidad a partir de categorías de tal grado de abstracción que lo que sucede en el interior de esa complejidad es desatendido. Frente a este tipo de pensamiento simplificante, se halla lo que se ha dado en llamar el pensamiento complejo (Morin, 1977), que busca entender los sistemas en base a la articulación de componentes, la cual no responde a propiedades ahistóricas, sino que se produce mediante procesos caracterizados por transformaciones, a partir de las cuales se crean propiedades emergentes. “Pensamiento complejo que adquiere como forma de particularización en el estudio del psiquismo lo que se conoce como modularidad, concepción que establece que el funcionamiento del mismo no depende de unos principios uniformes que trascenderían a todas las partes sino de la articulación compleja de sistemas de componentes cada uno con su propia estructura, contenidos y leyes de funcionamiento” (Bleichmar, 1997, p14). En este contexto, esta perspectiva se centra en la singularidad y complejidad del objeto de estudio específico que se pretende analizar, distanciándose de la aplicación de categorías generales a casos particulares. De esta manera, el modo de abordaje del objeto que realiza el Psicoanálisis bajo esta concepción puede integrarse y enriquecerse mediante la aplicación del concepto de interseccionalidad. En este sentido, la escucha analítica se nutre de este enfoque para no quedar restringida a conceptos de su propio campo sino poder comprender —sin jerarquizar— las intersecciones entrelazadas y la complejidad de las variables que participan en la determinación de un tipo particular de padecimiento psíquico.
En el transcurso de este análisis hemos explorado las definiciones y usos del enfoque interseccional, ensayando su aplicación al caso clínico de la joven homosexual de Freud. Para concluir, destacamos que no alcanza con preguntar si se trata de una teoría, de una perspectiva, o de una categoría analítica, sino que es preciso formular interrogantes en función de nuestro objeto de estudio. Recordemos que cualquier discurso emancipador, incluido el psicoanalítico, está sujeto a la tendencia de adoptar una posición hegemónica, dando origen a un campo del saber que inevitablemente conlleva exclusiones y omisiones. Valoramos la advertencia de Viveros Vigoya (2016) sobre que “la pregunta sobre quién produce el conocimiento, qué conocimiento es válido y quién tiene el poder para decidir estas cuestiones sigue teniendo pertinencia en un campo de conocimiento que no está por encima ni por fuera de las asimetrías en la producción y circulación del conocimiento ni en la participación y representación políticas” (p. 14). Al hacerlo, no solo enriquecemos nuestra comprensión del psiquismo y de los modos de padecimiento subjetivo, sino que también contribuimos a desmantelar las barreras invisibles que perpetúan las desigualdades. En última instancia, el diálogo entre el psicoanálisis y los estudios de género, nos insta a mirar más allá de las superficies aparentes y a explorar las intersecciones profundas donde se entrelazan la mente y la sociedad, desafiándonos a construir un entendimiento más inclusivo y enriquecedor de la experiencia humana.
Gimena Abasto
Licenciada en Psicología. Psicoanalista
gimenaabasto [at] gmail.com
Milagros Müller
Licenciada en Psicología. Psicoanalista
milagrosmuller57 [at] gmail.com
Bleichmar H. (1997) Introducción: El reduccionismo en Psicoanálisis, en Avances en Psicoterapia Psicoanalítica. Madrid: Paidós.
Bleichmar, S. (1999). Entre la producción de subjetividad y la constitución del psiquismo. Revista ateneo Psicoanalítico “Subjetividad y propuestas identificatorias, n°2. Recuperado de: http://www.silviableichmar.com/framesilvia.htm.
Bleichmar, S. (2001). Del motivo de consulta a la razón de análisis. Revista Actualidad Psicológica, Nº 287, 1 - 4.
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1920). Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. Buenos Aires: Amorrortu.
Morin, E. (1977). Introducción al pensamiento complejo. España: Gedisa.
Rieder, I. & Voigt, D. (2004) Sidonie Csillag. La “joven homosexual” de Freud. Buenos Aires: El cuenco de Plata.
Vidal, E. (2011). Trayectoria de una obra: ‘A negra’ (1923) de Tarsila do Amaral. Una revolución icónica. Dossier thématique: Brésil, questions sur le modernisme. Artelogie.
Viveros Vigoya, M. (2016). La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación. Universidad Nacional de Colombia. Recuperado en https://www.elsevier.es/es-revista-debate-feminista-378-articulo-la-interseccionalidad-una-aproximacion-situada-S0188947816300603