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Variaciones sobre la angustia. Sueños y angustias en pandemia

 

Me pareció oír una voz que gritaba: “¡No dormirás más!... ¡Macbeth ha asesinado el sueño!”. ¡El inocente sueño, el sueño que entreteje la enmarañada seda floja de los cuidados!... ¡El sueño, muerte de la vida de cada día, baño reparador del duro trabajo, bálsamo de las almas heridas, segundo servicio en la mesa de la gran Naturaleza, principal alimento del festín de la vida!... 
William Shakespeare. Macbeth, Acto 2, Escena 2. Obras Completas (Madrid: Aguilar,2003)

Primera

“La pandemia me afectó mal, me analicé muchos años y he ido tratando de pilotear mi locura, pero la angustia me gana, ahora me la empecé a agarrar con el cuerpo… Es que de un día para el otro me quedé sin trabajo. El otro día me dio un ataque con mi marido y le tiré la ropa afuera de casa porque miraba el celular mientras tomábamos café.”

Segunda

“Por primera vez en mi vida voy a pasar las Pascuas sola, la incertidumbre me mata… ¿y si me contagio y me muero? La muerte por covid es en soledad. Y si no los veo más a mis nietos… ¿Cuándo voy a volver a tener un abrazo? Estoy muy angustiada… quiero escapar de mí misma…”

Tercera

“La incertidumbre me desespera. Todo lo que había armado para transitar la jubilación se destruyó, y me falta muy poco para jubilarme. Estoy de muy mal humor casi todo el tiempo, me enojo por cualquier cosa, me siento muy angustiado, me cuesta dormir. Me siento excluido de la comunidad a la que siempre me sentí pertenecer. La situación de encierro me ha ido desgastando.”

Variaciones sobre la angustia, durante el primer año de pandemia.

La presencia constante de la muerte como peligro inminente o mencionada en el número de muertos diarios, la angustia frente a la muerte propia o a la de seres queridos, el miedo al contagio, la posibilidad o la pérdida real de los trabajos, el hacinamiento o la soledad y la ausencia de las condiciones habituales que permiten el procesamiento espontáneo de los traumatismos -los encuentros con familia, amigos, la ausencia de la presencia de los cuerpos, devenidos amenazas-, los efectos que tuvo en adolescentes y niños el prolongado período sin clases, fueron todas circunstancias que contribuyeron a provocar intensidades de angustia que pudimos ir mensurando y a las que pudimos ir otorgando sentidos a medida que fuimos pensando, procesando metabólicamente este acontecimiento inédito.

A lo largo de la historia de la humanidad, las epidemias -incluso la de gripe española que en 1918 se llevó la vida de 50 millones de personas (incluso una de las hijas de Freud)- son antecedentes de la actual pandemia por covid. Pero ésta presenta algo novedoso: ocurre en el siglo XXI cuando la humanidad creía dominados muchos de los peligros que la amenazaban otrora, convirtiéndose así en un ataque más al narcisismo humano, como lo fueron aquellos que mentaba Freud: el desmantelamiento del heliocentrismo, el darwinismo y el descubrimiento del inconsciente. La vivencia de desamparo se hizo carne, el encontrarnos a merced de elementos que ponen en evidencia lo que muchas veces se trata de desmentir, la vulnerabilidad humana frente a la muerte, la enfermedad y lo inesperado.

El psicoanálisis y sus practicantes han acompañado y trabajado desde los comienzos del siglo XX aliviando los sufrimientos como efecto de catástrofes sociales, guerras, proponiendo una instancia de metabolización de los traumatismos.

(La crisis de angustia) es un modo particular de presentación de la angustia como estallido, indicando un dolor psíquico que no logra aún transformarse en sufrimiento

La noción de crisis de angustia no tiene entrada en el tomo XXIV de la obra Freudiana. Sin embargo, los psicoanalistas la empleamos descriptivamente para referirnos a un modo particular de presentación de la angustia como estallido, indicando un dolor psíquico que no logra aún transformarse en sufrimiento, o sufrimientos que por no tener fin en el tiempo toman el carácter de lo cuantitativo casi en estado puro, deviniendo alarido, grito, en un intento de alivio subjetivo. Vale decir, estamos frente a uno de los efectos de un traumatismo psíquico.

La angustia “que desemboca en algo incontrolado, indomeñable: es el ataque de angustia, o la angustia que se desarrolla en ataque”, dice Laplanche y plantea la diferencia con la angustia como preparación angustiada, “que permite al sujeto prever el peligro y prepararse para él.”1

En las breves variaciones que relaté, el miedo ocupa un lugar: como primer tiempo de ligazón de la angustia. Respecto de la tríada que Freud trabaja en la Conferencia 25ª de 19162: espanto, angustia y miedo, Laplanche analiza el par angustia-espanto, subrayando la impreparación, la idea de desbordamiento. Dice: “Ser desbordado es ser sumergido y ser sorprendido; eventualmente es quedar sumergido porque uno fue sorprendido, porque uno ha sido tomado por donde no lo esperaba.”3 El espanto es una suerte de derrota subjetiva que “signa la victoria de ese factor económico porque nada ha preparado al sujeto para ese desbordamiento, nada ha podido ser simbolizado o “presimbolizado” por él, prevenido, aunque solo fuera por una señal”. Así, por poco simbólica que sea la angustia como señal, al menos marca algo, un límite; pero cuando ni siquiera hay angustia, entonces es -según este autor- el reino de lo “económico puro”. Para agregar más adelante que “traumatismo y espanto” son solidarios. La crisis o ataque de angustia es la expresión del espanto.

Vale decir, que la falta de respondiente simbólico frente a determinado hecho vivenciado-percibido, ubica al espanto en la génesis del traumatismo.

La teoría del origen traumático de toda neurosis requiere de los dos tiempos consabidos. En algunos de los breves relatos, el encierro y la soledad operaron como segundo tiempo del trauma en términos de inductores en la activación de escenas infantiles que se encontraban “olvidadas”, pero que no perdieron por ello, cuando resurgieron, su altísimo voltaje emocional, -según lo observado en una paciente- en quien aparecieron esas escenas como asociaciones a una pesadilla que le había generado una angustia desbordante.

La virtualidad facilitó en un sentido la aparición de esos recuerdos, virtualidad sostenida a la vez por la presencia de mi mirada, tal como la paciente dijo: que pudo hablar de esas escenas porque sabía que estaba siendo mirada. Es decir, que la soledad y el aislamiento operaron como activadores de “elementos representacionales”, a la vez que la virtualidad en transferencia propició el proceso elaborativo.

Mi trabajo como analista se dirigió más que nunca a producir ligazones de aquellos elementos representacionales que operaban traumáticamente, atacando al yo que respondía con angustia, el sentimiento más desligado de todos

Tanto los pacientes que continuaron sus análisis de modo remoto como aquellos que consultaron durante la cuarentena referían el sentimiento de angustia. A veces al modo de episodios con sintomatología que comprometía el cuerpo y otras bajo formas más elaboradas, aunque no por ello menos atacantes.

El trabajo sobre los sueños en análisis, pese a los cambios en las condiciones de nuestra práctica, no deben ser dejados de lado, ya que contribuyen de un modo “regio” al propósito de la elaboración de los traumatismos

Mi trabajo como analista se dirigió más que nunca a producir ligazones de aquellos elementos representacionales que operaban traumáticamente, atacando al yo que respondía con angustia, el sentimiento más desligado de todos. La angustia es la desorganización del afecto, el afecto más primordial, más cercano a una excitación y que se descarga de manera no específica.

El trabajo sobre los sueños en análisis, pese a los cambios en las condiciones de nuestra práctica, no deben ser dejados de lado, ya que contribuyen de un modo “regio” al propósito de la elaboración de los traumatismos.

El aparato psíquico efectúa un silencioso trabajo de ligazón frente a las desarticulaciones que producen los traumatismos. Este “modelo” está presente en la obra de Freud desde el “Proyecto”. Los investimentos colaterales son esa forma de ligazón entre representaciones que permiten transformar la cantidad en cualidad produciendo complejizaciones en la psique. El trabajo analítico desde la perspectiva metapsicológica también propicia establecer ligazones o nuevos ensamblajes frente a lo desligado por efecto de traumatismos. La durcharbeiten, traducida como perlaboración, supone ese trabajo de ligazón y metabolización.

El trabajo del sueño, es privilegiado como proceso de elaboración espontánea con el que cuenta el aparato psíquico

La noción de trabajo (arbeit) en psicoanálisis, deviene concepto en la medida en que alude a procesos intrapsíquicos fundamentales: trabajo del sueño, trabajo de duelo, trabajo de perlaboración, trabajo entre las representaciones, con las representaciones y a través de ellas.

En este sentido el trabajo del sueño, es privilegiado como proceso de elaboración espontánea con el que cuenta el aparato psíquico.

El trabajo del sueño puede recapturar algunos de esos elementos que no han sido capturados por las redes representacionales del yo y entramarlos en circuitos representacionales deseantes.

El sueño soñado como tal está perdido, sus imágenes se evanescen en el olvido o se perpetúan en el recuerdo. El relato del sueño ya no pertenece al sueño. Freud nos recuerda que “a veces los seres humanos solían soñar antes de que existiera un psicoanálisis”4 y que “es por completo ajeno al sueño el propósito de cobrar valor dentro del análisis.”5

El sueño no es comunicación, no es el relato del sueño, es formación de compromiso y cumple funciones intrapsíquicas fundamentales. No es el inconsciente. Sus contenidos son en su mayoría de origen preconsciente, pero también el sueño recaptura elementos inconscientes en forma de escenas infantiles o de formas representacionales cercanas a la inscripción, a la huella mnémica, posibles de ser transcriptas en el sueño. Ese núcleo que se sustrae a la comunicación da cuenta del realismo del inconsciente, dirá J Laplanche.6

Freud le asigna al sueño dos funciones intrapsíquicas, en la obra canónica, “La interpretación de los sueños” dice: “...el sueño es en todos los casos un cumplimiento de deseo porque es una operación del sistema Icc, que no conoce en su trabajo ninguna otra meta que el cumplimiento de deseos ni dispone de otras fuerzas que no sean las mociones de deseo.”7

En 1920 en “Más allá del principio del placer”8, al referirse a los sueños en las neurosis traumáticas, Freud le asigna al sueño la función de intentar entramar en circuitos deseantes elementos del vivenciar traumático que habían quedado desligados por efecto del traumatismo, en un movimiento que va del más allá del principio del placer a un más acá del principio del placer. El trabajo del sueño ofrece figurabilidad a esos elementos.

Ambas perspectivas se complementan y pueden aparecer hasta en un mismo sueño.

Durante la cuarentena pude observar que mis pacientes soñaban más, relataban más sueños. Investigaciones realizadas por neurofisiólogos daban cuenta del mismo fenómeno.

En el libro “El tercer Reich de los sueños”9, Charlotte Beradt, joven periodista, transcribe los sueños que recopiló en decenas de entrevistas en Berlín entre 1933-1939. El libro fue publicado 30 años después de aquella recolección de sueños. Si bien Beradt toma el contenido manifiesto de los sueños, observa cómo la necesidad de contar los sueños se ve incrementada en esos tiempos donde el terror amenaza mientras los sueños capturan elementos del espacio público y sus repercusiones en el campo de la subjetividad. Beradt entrevista gente común que le relata sus sueños y sus pesadillas. Dice Pontalis refiriéndose a este libro: El espacio del sueño ese espacio que juzgamos el más privado, el más secreto, al que, a veces de manera muy imprecisa, solo nosotros tenemos acceso, está invadido. Lejos de acoger nuestros deseos y nuestras nostalgias, aparece como el lugar de una persecución interna. El envoltorio protector del sueño está desgarrado, atravesado: el enemigo está en el lugar, ocupa todo el lugar… El perseguidor resulta ser algo más que un inquilino abusivo, se ha transformado en nuestro propietario, se ha apropiado hasta de la poca libertad que nos quedaba. Sólo nos permite una cosa: soñar con él.”10 Pero en este soñar con el enemigo, el psiquismo resiste al arrasamiento de la angustia sin nombre y al traumatismo cotidiano enlazando esos elementos en redes deseantes a través del trabajo onírico.

Mis pacientes, aún aquellos que no solían relatar sueños, comenzaron a hacerlo profusamente.

Una paciente me decía recostada en el respaldo de su cama mientras la sesión transcurría por videollamada: “No paro de soñar… de soñar pesadillas…” A través de las asociaciones que va enhebrando a los diversos elementos de sus sueños van surgiendo recuerdos, retazos de escenas de infancia, escenas de intensidad dramática que no había recordado hasta ese momento. Mientras los sueños de angustia se suceden, siente un activamiento momentáneo de una enfermedad autoinmune de larga data por lo que se agrava su hipoacusia. Su sensación de aislamiento es extrema en ese momento, teme no poder escuchar más música a la que ama. Relata escenas en las que su hipoacusia hace que no entienda nada de lo que sucede a su alrededor, antes eran encuentros familiares presenciales en los que el sentimiento de exclusión era lo que destacaba y durante la pandemia algún encuentro por zoom culminó en una crisis de llanto y angustia porque no entendía nada de lo que hablaban. La paciente habla en inglés en ciertos momentos de sus sesiones, “es el idioma de los afectos” para ella.

Un sueño: relata que soñó con la escalera de una casa que había tenido su hermana. “Stair way to nowhere”. Ve venir un tipo con actitud seductora, se angustia, quiere correr, no puede y se despierta.

Recuerda que en una oportunidad en que su padre había viajado por negocios, su madre trajo dos hombres a la casa, uno de ellos la tomó a su hermana sobre sus rodillas y la miraba a ella de un modo que la asustó, ella agarró a su hermanita y subió corriendo las escaleras de la casa y se escondieron en su habitación. La madre permitía que eso pasara en su presencia. Los hombres durmieron dos noches en la casa y uno de ellos en la cama de su madre. Recuerda el terror que sintió y que se encerraban con la hermana en su cuarto, al que uno de los hombres intentó entrar. En la sesión siguiente me pregunta si pude soportar su relato, me cuenta que nunca lo había hablado con nadie, ni en sus análisis anteriores, tenía terror de espantarme y que la rechazara por sus intensidades. Recuerdo a Semprun en el libro La escritura o la vida. Me dice que me lo pudo contar porque con la pantalla la estoy mirando y ella a mí, no como en el consultorio que no nos estamos mirando a los ojos. Me sorprendió que la pantalla pudiera tener ese efecto propiciador de un momento de alto voltaje transferencial que condujo al proceso de ensamblaje de la ausencia de mirada hacia las miradas que la aterraron, vehiculizado por mi mirada atenta y conmovida.

Más adelante afirmaba que los intensos sufrimientos y vivencias de extremo desamparo vividas en su infancia le dejaron heridas profundas en su cuerpo. Mientras escribo estas líneas, pienso que hace tiempo que no tiene recrudecimientos de sus enfermedades autoinmunes, lo que ocurría con cierta frecuencia hasta ahora y que alguna vez hasta pusieron en riesgo su vida.

Los sueños le han permitido recapturar escenas traumáticas, algunas reprimidas y otras que estuvieron hace mucho tiempo presentes en su recuerdo, y lograr ciertos modos de ligazón con producciones novedosas y un cambio en los modos de deriva de los investimentos.

Magdalena Echegaray
Psicoanalista
maechegaray [at] hotmail.com 

Notas

1. Laplanche J., La angustia. Problemáticas I, Amorrortu Editores, 1988.

2. Freud S. (1916-17), Conferencias de Introducción al psicoanálisis, “Conferencia 25”, T. XVI. A.E.

3. Laplanche J., op. cit.

4. Freud S. (1923[1922]), “Observaciones sobre la teoría y práctica de la interpretación de los sueños”, T. XIX., A E.

5. Freud S., op. cit.

6. Laplanche J., La cubeta. Trascendencia de la transferencia. Problemáticas V, 1990.

7. Freud S., La interpretación de los sueños, T. V, A.E.

8. Freud S., “Más allá del principio del placer”, T. XVIII, A.E.

9. Beradt Ch., El tercer Reich de los sueños, Lom Ediciones, 2019.

10. Pontalis J.B., Al margen de las noches, Paidós, 2011.

 

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Articulo publicado en
Abril / 2022