1.
Zito Lema mantiene un diálogo interminable con Enrique Pichon Rivière. El otro es el cuerpo de un pez que nunca alcanza.
Pichon Rivière es una ficción teórica de Vicente: su deseo de conjugar psicoanálisis, poesía, locura, política. En Luz en la selva, Pichon no es sólo un nombre propio, sino el obrar de una existencia que vive en infinitos relatos.
Vicente Zito Lema supo ver en Pichon Rivière una reserva en la que sobreviven circunstancias veladas de nuestro imaginario cultural. No es lo mismo crear un mito que cuidar un secreto: en el primer caso, se compone un personaje heroico y excepcional; en el segundo, se resguarda un modo de pensar. Los que cultivan un mito alimentan un ideal seguro, los que guardan secretos atesoran un saber falible.
2.
Varias generaciones fueron marcadas por un libro: Conversaciones con Enrique Pichon Rivière. Sobre arte y locura (1975). El texto se puede leer como diálogo entre un maestro y un discípulo o como encuentro entre amigos. Muchos soñamos pertenecer a esa mínima comunidad de solitarios.
Escribe Maurice Blanchot a propósito de George Bataille: “La amistad, esa relación sin dependencia, sin episodio y donde, no obstante, cabe toda la sencillez de la vida, pasa por el reconocimiento de la extrañeza común que no nos permite hablar de nuestros amigos, sino sólo hablarles, no hacer de ellos un tema de conversación (o de artículos), sino el movimiento del acuerdo del que, hablándonos, reservan, incluso en la mayor familiaridad, la distancia infinita, esa separación fundamental a partir de la cual lo que separa, se convierte en relación”.
La amistad conviene al pensamiento cuando no es ejercicio de subordinación ni práctica de dominio. La amistad interesa como incidencia de la separación que nos aproxima.
En el libro de Zito Lema, Pichon no es figura literaria ni objeto biográfico, es llamado de lo ausente. Ausencia no es cualquier cosa que falta, sino la falta que hace hueco, que atrae, que provoca historias.
3.
Se lee en este libro: “Fue en aquella época cuando conocí el secreto de nuestra familia. Una tarde, en la caída del sol y mientras el viento cálido del norte movía ligeramente las palmeras, mi padre, contemplando con orgullo la casa reconstruida, me contó que mis tres hermanos y mis dos hermanas eran hijos de su primera esposa, muerta en Lyon. Él me hablaba y yo iba matando hormigas con pies descalzos; cuando no tuve más hormigas cerca, lloré”.
Vicente narra el secreto de la familia de Pichon Rivière. Las familias son sociedades que siempre ocultan algo. El secreto es un muro imaginario, estuche seguro, ficción de interioridad, destino cifrado.
Es Pichon Rivière quien advierte la relación entre secreto familiar y locura. Percibe que algo silenciado anida en la vida como un sufrimiento para siempre. Imagina al loco como alcahuete de lo no dicho en el grupo. Alcahuete como delator y denunciante del sufrimiento de todos. No como correveidile, sino como el que no puede escapar, ni dejar de ver, ni dejar de decir, aún cuando no sabe lo que está diciendo.
La intimidad necesita del secreto, de la delimitación de una zona de posesión. Quizás se tiene una vida cuando se tiene un secreto.
Las historias acalladas relatan secretos de honor, secretos de amor, secretos sucios. El secreto sucio, a veces, es una crueldad que se guarda como amenaza o peligro pendiente. Se suele asociar el secreto con un ocultamiento vergonzoso, se dice: “cada uno carga con algo inconfensable”.
El secreto del padre, no interesa tanto como historia callada, sino como sitio alrededor del cual se construyen identidades; espacios de reserva, ficciones.
El secreto del padre es una cita. A veces de amor. Todo amor es secreto porque la pregunta de por qué nos amamos no tiene respuesta cierta y porque la complicidad de los amantes no se deja ver ante testigos.
Se lee en este libro que nadie conoce el secreto del padre: las razones de ese peregrinaje que los arrojó de este lado del mar. Dice Joaquín Pichon Rivière: “Y no se olvide que los hijos nunca supieron el motivo profundo de esa decisión”.
El secreto familiar puede pensarse como posesión, como valor que se tiene, se guarda y se trasmite entre los de la misma sangre. El secreto familiar puede pensarse también como escondite o como saber que no se divulga.
El secreto no interesa como hecho histórico que se oculta (muerte de un ser querido, persecución política, asesinato, suicidio, decisión misteriosa, acto moral repudiable), sino como lo inaccesible mismo, en tanto agujero de una historia que, por eso, es narrada a partir de un comienzo siempre incierto.
4.
La muerte es el secreto de nuestra corta existencia.
Se lee en este libro un poema de Pichon escrito en 1924 que vincula el secreto con la muerte. El texto se llama Conocimiento de la muerte, dice: “Yo te saludo / Querido, pequeño y viejo / Cementerio de mi ciudad / Donde aprendí a jugar / Con los muertos / Ahí es donde quise / Revelarme el secreto de / Nuestra corta existencia”.
La muerte es el secreto: nadie regresa a contar ese viaje o existencia en la inexistencia. Nadie, o los fantasmas que son criaturas que no pueden entrar, del todo, en la muerte. La muerte es el secreto de la vida: que vamos a morir significa que urge vivir.
5.Secretario: Si no suponemos al secretario como empleado que nos ayuda en asuntos engorrosos y desagradables que nos quitan tiempo, podemos pensar que un secretario es la persona a la que se le confía un secreto o la custodia de un recuerdo amenazado por el olvido.
Lacan, en el Seminario Las Psicosis, destaca el lugar del analista como secretario del que sufre, lo dice así: “Aparentemente nos contentaremos con hacer de secretarios del alienado. Habitualmente se emplea esta expresión para reprochar a los alienistas su impotencia. Pues bien, no sólo nos haremos sus secretarios, sino que tomaremos su relato al pie de la letra; precisamente lo que siempre se consideró que debía evitarse”.
Se dijo que Zito Lema supo ser el secretario de Fijman. La posición de secretario es la de la hospitalidad: con la palabra desguarnecida del otro, con su sufrimiento sin recepción, con los cuerpos que buscan sosiego. Zito Lema recogió poemas de Fijman que naufragaban en el delirio, atendió a sus palabras sobrevivientes, las transcribió en unidades de papel legibles para todos. Y lo acompañó, todo el tiempo, confiado en su saber.
6.
Se lee en este libro: “Nos alejábamos más y más de la ciudades y su gente, siguiendo los impulsos de mi padre, a quien nadie interrogaba, acaso porque intuíamos que él tampoco tenía conciencia de sus pasos, que lo llevaban de su Francia natal a un lugar que en mi imaginación de niño se presentaba como el fin del mundo”.
La novela de Vicente Zito Lema narra la decisión de un padre.
A veces todas las preguntas de la vida se condensan en una: ¿qué hiciste de tu vida, papá? Ser hijo significa cargar ese interrogante suave y eterno, bordear esa frontera, tener su vida como un límite posible.
La selva guarda el secreto del padre, su destierro inexplicable y su deseo de asomarse hasta el fin del mundo.
Se lee en este libro: “Después de la selva comienza el infierno”. O se lee: “Aunque el puerto sea el infierno, lo maravilloso del alma es su viaje”.
La selva es antesala del infierno y viaje del alma. La selva es también la pregunta de la civilización anonadada. La selva es el territorio explorado por Rudyard Kipling, la presencia que sorprende a Jack London y el sueño utópico de Horacio Quiroga. La selva es el mito del hombre natural de Martí y de la filosofía de Emerson. La literatura de la selva (como la del mar, de Herman Melville o Josep Conrad) es la escritura que busca recuperar la furia apaciguada por la cultura.
Se lee en este libro que la selva es espacio aventura e impulsos, reserva de lo imaginario, lugar de fascinación y exuberancia, desmesura, belleza y pasión.
Para Zito Lema la selva es el viaje: lo maravilloso no es adentrarse en la selva sino la experiencia del estar en viaje, el trayecto imprevisible, la travesía humana.
7.
Se lee en este libro “Le anticipo que mi vida ha estado rodeada de acontecimientos muy extraños. Es como si alguien me hubiera dado un empujón poniéndome de frente al misterio”.
Vicente Zito Lema sabe rodear el misterio: no reduce al otro a una explicación, no transforma su vida en un relato cifrado, respeta su existencia irreducible, piensa su pasado como modo, todavía desconocido, de habitar el porvenir.
Si no se piensa el porvenir como encuentro futuro con lo que sucederá, porvenir es un llamado a lo venidero. La vida no como mandato imperativo, sino como invitación.
Zito Lema sabe que si el acertijo se construye como juego en el que se oculta lo conocido dándolo a entender con signos y ambigüedades, el misterio es lo imposible de conocer. Un enigma está para ser resuelto, un misterio para ser vivido. Zito Lema no cede ante la excitación descifrable del enigma, resguarda el encanto del misterio.
Practica la novela y la antropología poética a la vez. No se trata de una ficción desencarnada ni de una arqueología y tampoco de un procedimiento detectivesco, la escritura de Zito Lema desea lo que no sabe, lo que nunca sabrá .
8.
Se lee en este libro: “No te olvides, el hombre es una palabra soñada”. Vicente Zito Lema imagina un nuevo comienzo para el psicoanálisis en la Argentina en la lengua guaraní. El joven Enrique escucha en la selva una voz que lo incita a animarse a entrar en el alma de los hombres. En guaraní, el mismo vocablo dice alma y dice palabra. Allí el joven Enrique intuye que “La enfermedad es una mala tristeza que se come el alma”. Vicente comenta: “Se dice que la palabra para ellos es la propia vida...Pichon responde: “Más aún, la palabra los engendra...”.
9.
Se lee en este libro la paradoja de la inmovilidad: inmovilizar a la bestia o inmovilizarse ante la bestia. La bestia es la muerte y la bestia es el deseo. La astucia de inmovilizar a otro o la astucia de inmovilizarme ante otro.
Se lee en este libro: “Mi padre nos había enseñado a distinguir los yacarés, siguiendo su nariz por fuera del agua, y a inmovilizarlos poniéndoles una rama firme en la boca y dejándoles así trabada la mandíbula. Yo lo hice una sola vez, duró una eternidad. Era una caverna oscura colmada de dientes, puse el palo, cerré los ojos, saqué mi mano, y cuando me alejé buscando tranquilizar mi corazón, sentí que el sol era un dios que me protegía”.
O se lee en este libro: “Una noche me vi encandilado por los ojos de un puma. El miedo me hacía transpirar y a la vez estaba feliz, fascinado. No escapé, ni grité, ni pedí auxilio. Me quedé rígido y tuve suerte. El puma me olfateó, dio varias vueltas a mí alrededor y se marchó con su enorme cola golpeando el polvo. Fue un polvo frío, de alguna lejana estrella, que se pegó en el sudor de mi cara, y supe, de allí en más, que siempre sería posible una estrategia para entablar la perpetua partida con la Parca, esa diosa sin ombligo, como escucharía decir a la gente del lugar”.
Ante el peligro, ensaya la inmovilidad como fuga. No intenta el mínimo acto de defensa o ataque. Pichon relata que esa experiencia una vez le sirvió para contener la furia agresiva de un paciente asustado.
10.
Este libro se compone como una antropología teatral poética. Vicente Zito Lema explica así la intención: “Es un género transdisciplinario, donde hay formas de la poética, de la ciencia y del periodismo. Es un espacio interdisciplinario, donde se conjugan todas las pasiones y razones que viven en mí”.
Un espacio de convergencias: el poeta, el novelista, el dramaturgo, el entrevistador, el conversador, el político. Pone a la vista los secretos de su trabajo: las fuentes, las influencias, las pesquisas, sus compromisos ideológicos, sus preferencias. En esta novela se reúnen poemas, ensayos breves, entrevistas, historias de vida, informes periodísticos, comunicaciones personales, citas, clases orales.
11.
Vicente Zito Lema escucha a Jacobo Fijman caminando en los patios del hospicio: “hemos entrado en la piel del otro, sea por la fe, o por la poesía”.
El secreto de la alteridad no reside tanto en ponerse en la piel de otro como en poder sentirse un extraño en la propia piel.
Tal vez ponerse en la piel del otro sea hacer la experiencia de lo ajeno, sentir el empuje que nos arroja más allá de nuestro límite.
Ponerse en la piel del otro no como disfraz o máscara disponible para vivir en otra existencia, sino como efervescencia, como desprendimiento de sí, como hervor de una identidad gaseosa.
Ponerse en la piel del otro no como empatía o modo de conocimiento del semejante, sino como experiencia de la extrañeza.
Ponerse en la piel del otro como sobrepasarse, pero no como abuso del otro, sino como posibilidad de rebasar, excederse de sí, aventajarse.
Aunque, a veces, es cierto que, tras esa consigna, uno se repite o se duplica siendo el mismo bajo otra piel.
Ponerse en la piel del otro, quizás, como intención nunca lograda, como experiencia de desconocimiento.
Ponerse en la piel del otro como ejercicio de una ausencia.
Una proposición freudiana afirma que uno no se psicoanaliza para conocerse, sino para desconocerse.
Ponerse en la piel del otro, entonces, como arrogancia partida.
12.
Se lee en este libro que “La muerte es la madre de Dios”.
13.
La escritura de Zito Lema es la obstinada invención de una heroicidad que padece: sus héroes son hermosos y desamparados, delirantes y conversadores, artistas y luchadores, hermanos desaparecidos.
No hay héroe sin idealización, de ahí que las palabras que vienen son: hazaña, proeza, valentía, excepcionalidad, fortaleza, inmortalidad. El ideal puede ser paraíso cerrado de la fascinación que nos inmoviliza o puede ser movimiento hacia lo que nunca se alcanza.
Los héroes de Zito Lema no se caracterizan por acciones extraordinarias, trascienden sus nombres propios para pasar a ser figuras de una historia colectiva, criaturas emparentadas con el sufrimiento y la muerte. Tienen en común la inclinación hacia la justicia y el haber querido hacer en sus vidas algo por otros.
Si el héroe idealizado se impone a través de la divinización del origen, la solicitud de un mito sagrado o su poder incuestionable, el héroe imperfecto e incompleto es tocado por la vida de un modo contradictorio y borroso.
En un diálogo con Fijman, pone a la vista la sensibilidad apenada en la que construye el espacio heroico. La fascinación dolorida no es celda de los hechizados, sino perplejidad de los que son testigos de secretos lastimados.
Zito Lema pregunta a Fijman por Lautréamont. Fijman responde que por fortuna pudo dejar de parecerse a ese loco perverso, a ese hombre pésimo, a ese innoble monstruo vicioso, a ese lobo roedor. Pero, cuando le recuerda que ese hombre sufrió mucho y le confía la importancia que tuvo en su vida leer Los cantos de Maldoror, Fijman agrega: “Voy a decirle algo que lo hará pensar. Es un secreto que he mantenido hasta hoy. Yo, a pesar de todo, quiero al conde Lautréamont y lo voy a ayudar. Y él me conoce. Como juez he tenido que verlo. Me pidió que no lo olvidara, que intercediera por él ante Dios, que es mi amigo. Hace un tiempo nos encontramos en otra región. Cuando lo vi, estaba como despojándose del sueño, con agua y con algas, pero no con peces. Los peces se habían ido. Se mantenía muy quieto, acostado en el mar. Yo caminaba sobre las aguas y lo llamé: “Lautréamont, Lautréamont –le dije- soy Fijman”. Él se acercó y dijo que me quería, que seríamos muy amigos ahora en el mar, porque los dos habíamos sufrido sobre la tierra. Pero no lloramos, nos abrazamos y permanecimos una eternidad en silencio”.
El secreto del héroe desgarrado es que, en su desamparo, se sabe próximo e íntimo de todos lo que sufren.
14.
Se lee en Espiral del Cielo, el poema que cierra este libro: “...llévanos de la mano al prostíbulo de Goya, / donde leíste a Freud sentado en un cajón / de manzanas / entre perfumes y olores de sexo en movimiento / y fundaste el socialismo / sin prejuicios / ni censura en la boca fundadora...”.
Zito Lema sabe que la selva, el burdel y el consultorio son sitios de la exuberancia y la soledad. Ayuda a pensar la ocurrencia atribuida a Pichon Rivière que dice que el psicoanalista es el cafishio de la angustia .
Presenta al psicoanálisis como lectura en el salón de un prostíbulo. En ese espacio de crueldad y apropiación de mujeres, en ese local machista y conservador, en ese sitio de sufrimiento moral, de noches, sudores y alcoholes. Sede impensada para un club de fútbol en la que también se fundó el partido socialista de Goya.
La idea del prostíbulo como espacio elegido para leer las obras de Freud, aproxima a Pichon con Arlt. En sus Memorias, Elías Castelnuovo, sugiere que Roberto Arlt leía a Freud como afrodisíaco: “Las cuestiones del sexo también lo apasionaban profundamente. Era difícil que no anduviera corriendo detrás de alguna pollera. Cuanto más leía a Freud, asimismo, en vez de aplacar su fuego erótico, lo incrementaba más todavía. Era como echarle un fósforo a un tanque de nafta. Tenía una marcada predilección por las mujeres raras”.
Tal vez, el psicoanálisis haya sido la fantasía erótica más intensa del siglo veinte: la narrativa del amor prohibido, del amor perfecto, del amor eterno. Y las neurosis hayan sido protestas de eróticas desenfrenadas.
La ocurrencia que dice que el psicoanalista es el cafishio de la angustia anticipa un mundo en el que la angustia ha dejado de ser la gran educadora del alma, para pasar a ser la invencible bestia muda que nos goza.
15.
Se lee en el poema que cierra este libro: “Te has convertido en tu propio padre; / dulce y maligno, como todo padre / hieres y reparas”.Y dice más adelante: “Padre de tantos que no conociste y ni siquiera / imaginaste”.
El texto de Zito Lema comienza con la decisión de un padre que cruza el océano en 1910 y termina con la muerte de ese hombre y la llegada de su hijo, Enrique, desde Goya a Buenos Aires, en 1925.
Heredar al padre significa guardar su secreto: la construcción de su reserva, su empecinado silencio.
Zito Lema no sólo revive lo que dijo Pichon, intenta decir lo no dicho, lo insinuado, lo que tal vez estuvo por decir.
No abusa del recuerdo ni de la repetición de esa vida ajena. No relata los sueños de otro sino sus propias pesadillas, en las que se encuentra, solo, ante el secreto de su padre muerto.
Se lee en este libro: “Yo, que no era mi padre pero quería serlo, más de una noche he soñado -¡ah!, los sueños...- que una mano monstruosa me alzaba en mi cama y me llevaba por los aires a galope tendido, para arrojarme finalmente en medio de una hoguera, tan alta que su fuego se mezclaba con la luna”.
Se lee en este libro también: “En el medio de la noche, y algunas veces hasta en la siesta, yo soñaba con Dios, que era un perro negro, inmenso, con ojos rojos, ojos de sangre revuelta por la ira, que amenazaba con llevarse a mi padre para sentarlo a su lado”.
No somos hijos de nosotros mismos, somos hijos de otros. Pero el secreto de la existencia, sin embargo, es nacerse uno mismo. No se trata de negar al padre, sino de partir de él. Nacerse a la vida que está por delante y más allá de su presencia primera.
16.
Un artículo breve de Freud publicado en 1909 se llama La novela familiar de los neuróticos.
La expresión novela familiar alude a una historia inventada sobre los padres que sirve para sostener un ideal de felicidad o representar la nostalgia de una edad dichosa de la que rehusamos desprendernos. Se trata de una fantasía que da soporte a un gran ego infantil.
Una cosa es tener o no tener padre y otra cosa es la necesidad de inventarse un padre a la medida de una ilusión grandiosa.
La idea surge en el contexto de las indagaciones de Otto Rank sobre el mito del nacimiento del héroe y las diferentes poéticas infantiles sobre el fantasma de origen.
Se lee en el libro de Zito Lema que puede pensarse “la exaltación del paraíso perdido, como una forma de resguardarnos de un presente que desdeñamos”.
Pichon podría ser la historia neurótica del psicoanálisis en la Argentina. La idealización de un padre heroico, la prueba de sangre de algunos o el linaje de otros.
Recuerdo que Oscar Masotta, al presentarse en Paris en 1975, escribe: “Hubo en Buenos Aires -él no ha muerto- una panacea para muchas demandas de saber: mi querido doctor Enrique Pichon Rivière”. Y tras decir que lo importante del psicoanálisis en la Argentina había partido de sus enseñanzas, continúa: “¿Quién no recuerda cuando Pichon decía que el secreto de un esquizofrénico es aquello de lo que en la familia no se habla, o que había que seguir sus pistas, pero para interpretarlo como una charada? Su vida era una verdadera deriva y de alguna manera siempre se tenía que ver con ella. Tenía algo de la imagen del Santo al que se le perdona todo y al que algunos espiábamos qué era lo que no se lo podía perdonar. Un Santo al que se le caerían demasiados objetos a en su tambaleante camino. Su seducción era su generosidad: siempre pareció desear el objeto de la demanda del otro. En una época en la que mi propia deriva me acerca a la suya, me preguntaba yo por qué le gustaría tener más de un encendedor en los bolsillos y regalarlos. En un país sin tradición cultural asentada y una capital sobresofisticada, pero sin defensa contra la entrada masiva de información (…), un psicoanalista como Pichon Rivière, dotado además de una sólida formación psiquiátrica (por su formación se lo comparaba algunas veces a Lacan), no dejaba de parecerse a los médicos del lejano oeste o de la hambrienta campiña irlandesa que tiene que hacerlo todo: extraer una bala, asistir un parto, dar masajes, operar amígdalas, enterrar a la gente”.
No se trata de consagrarlo como héroe, persona de especial virtud y ejemplo. Compararlo con Lacan o idealizar sus desvíos y caminos tambaleantes, tampoco mistificar al que vino de Europa y se internó en la selva. Zito Lema guarda sin estridencias el secreto de un padre.
17.
Se lee en este libro que Pichon Rivière recibe Una temporada en el infierno de Rimbaud. La dedicatoria escrita por su padre dice: “Para Enrique, que buscará su temporada en otros cielos”.
Rimbaud, que se siente, en ese texto, un desterrado en Europa, escribe: “Si poseyera antecedentes en un punto cualquiera de la historia de Francia…Pero no; nada. No ignora que siempre he sido de raza inferior. Soy de raza inferior por toda la eternidad. Mi jornada está cumplida: abandono Europa. Sí; tengo los ojos cerrado a vuestra luz. Soy una fiera, un negro. Lo más sagaz es abandonar este continente en donde ronda la locura”.
Pero la locura ronda en todas partes, las temporadas no terminan nunca y la mezcla de los cielos con los infiernos se llama angustia.
18.
Vicente Zito Lema narra la historia del héroe herido.
También se podría sugerir que Pichon Rivière es la invención de otros discípulos y amigos: Bauleo, Ulloa, Moffatt, Fiasché, Ana Quiroga, Kesselman.
El hombre del bosque (2004) de Nicole Kassell es una película en la que un hombre carga con un secreto terrible. “¿Qué es lo peor que has hecho en tu vida?”, pregunta el muchacho solitario a una mujer que apenas conoce luego de hacer el amor. Ella piensa un poco y responde “Acostarme con el marido de mi mejor amiga”, entonces él dice lo suyo: “Abusé de niñas”. Una película de Hitchcock, Mi secreto me condena, relata la heroicidad de un sacerdote que guarda el secreto de confesión de un crimen por el cual él mismo será acusado. La idea de secreto está en todas partes. El secreto sumario ordenado por un juez. Informe secreto sobre la corrupción en el país. Se veía en secreto con una mujer casada. Al revelar la identidad de su paciente, faltó al secreto profesional. Su marido pertenece al servicio secreto, pero ella no lo sabe. El secreto para mantenerme joven es tomar mucha agua. Secreto de confesión. El secreto bancario suizo. Voto secreto. Escribe un diario secreto. Vivió huyendo de su secreto. El secreto de mi felicidad es hacer siempre lo que quiero. Hicieron un pacto secreto para suicidarse. Quiso mantener en secreto la identidad del padre de su hijo. Es un secreto a voces que la engaña. Un sitio para que la gente cuente sus secretos en forma anónima. Revelan el secreto del orgasmo: estaría en hacer el amor con los pies helados.
El Libro de la Selva o El libro de las tierras vírgenes (1894) es un conjunto de relatos ambientados en épocas del colonialismo inglés, escritos por Rudyard Kipling sobre la selva india. El llamado de la selva, de Jack London cuenta la historia de un perro que vivía en un hogar apacible, secuestrado por unos traficantes, en la época de la fiebre del oro en Canadá, para llevarlo a trabajar al Ártico. Comienza con este epígrafe “Nostalgias inmemoriales de nomadismo brotan / debilitando la esclavitud del hábito; / de su sueño invernal despierta otra vez, / feroz, la tensión salvaje”. Cuentos de la selva de Horacio Quiroga es un libro de relatos protagonizados por animales y ambientados en la selva de Misiones. El cultivo del algodón en el Chaco aproxima a Quiroga con el padre de Pichon Rivière: ambos fracasan en esa empresa. La idea de hombre natural, que Martí toma de Emerson, reivindica la naturaleza salvaje frente a la tradición cultural europea, considerada artificial y destructiva de impulsos vitales. La selva como estado de rebeldía.
Una curiosidad sobre la enseñanza paterna y la familia de los cocodrilos. Una parábola sobre la atracción que hace daño y la imposibilidad de soportar el deseo de Otro. Lacan, en el Seminario El reverso del psicoanálisis (11 de Marzo de 1970), improvisa una figura sencilla para ilustrar lo que piensa sobre el deseo de la madre y la metáfora paterna, dice: “El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que se pueda soportar tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y se cierra la boca. Eso es el deseo de la madre. Entonces, traté de explicar que había algo tranquilizador...Hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia, en la boca, y eso la contiene, la traba. Es lo que se llama falo. Es el palo que te protege si, de repente, eso se cierra... Así fue, como en este nivel, hable de la metáfora paterna.”.
Se podría seguir la construcción del héroe imperfecto en diferentes obras de Zito Lema, en sus piezas de teatro Mater (sobre la lucha de las Madres por sus hijos desaparecidos), Gurka (sobre los jóvenes de la guerra de Malvinas), Sombras nada más y La Pasión del Piquetero (que recuerdan, entre otros, a los asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki). O en los habitantes de todos los hospicios o en la memoria de los combatientes a los que dedica sus poemas (sus amigos Urondo, Conti, Ortega Peña). En los diálogos con Jacobo Fijman o en las conversaciones con Enrique Pichon Rivière.
Cafishio significa proxeneta, el que se beneficia de la prostitución de otra persona; lo mismo que rufián, el que trafica mujeres. “Yo te quiero como un hombre, yo te quise buenamente / sin alardes de cafishio ni desplantes de matón”. Celedonio Flores, Chapaleando barro. Además de este poema y de la literatura de Arlt, se podría rastrear la lógica del espacio prostibular en las novelas Juntacadáveres (1964) de Juan Carlos Onetti y en La casa verde (1966) de Vargas Llosa.
Citado por Germán García en “El psicoanálisis y los debates culturales”.