“Yo no sé indicar dónde se sitúan en este desarrollo las grandes divinidades maternas que quizá precedieron universalmente a los dioses paternos”.
Sigmund Freud, Tótem y Tabú
¿Y si no fue así?
Este artículo se pregunta sobre uno de los pilares de la teoría psicoanalítica: las ideas que Freud despliega en Tótem y Tabú. Allí fundamenta a la organización social como consecuencia del asesinato del padre de la horda. De esa alianza fraterna que acomete el parricidio Freud hilvana el inicio del sistema patriarcal, el sentimiento de culpa, el tabú del incesto y la manera en que se establece la exogamia. Para Freud los descubrimientos que hallaban, tanto él como los primeros y apasionados psicoanalistas, en sus pacientes le daba pie a las ideas del capítulo: “El retorno del totemismo en la infancia”.
Dicha articulación dio pie a innumerables desarrollos que han ayudado a sostener la cuestión del padre a nivel de un dogma incuestionable. Ante la gravedad que esta imposición dogmática impuso, e insiste en que se repita sin cuestionamientos, anima este artículo una pregunta: ¿Existe alguna posibilidad de encontrar en Argentina alguna cultura cuyos rastros permitan poner en cuestión esa hipótesis de Sigmund Freud, es decir, que muestre otra explicación de cómo se estableció el patriarcado?
Nos alienta el haber dado con una cultura que nos da otra versión de cómo y por qué se organizó el patriarcado, la misma ha dejado un mito que cuenta que no hubo parricidio, sino asesinato masivo de mujeres.
Los selk´man
Los selk´man desaparecieron en el siglo XX víctimas del genocidio que los blancos realizaron cuando llegaron a la Isla Grande de Tierra del Fuego. Nos legaron una rica herencia cultural, de ella nos interesa el ritual de iniciación de los varones denominado Hain, que cuenta el supuesto pasaje de la cultura matrilineal a la patrilineal que, dentro de la cosmogonía selk´man, fundamentaba el patriarcado.[1]
Pese a vivir en una isla los selk´man no eran navegantes. Parientes de los tehuelches del continente, no se sabe cómo arribaron a la Isla Grande, llegaron y andaban de a pie: “La cultura de estos cazadores-recolectores ocupa un lugar de privilegio en el registro antropológico por razones de peso. Primero por tratarse de una cultura prístina, es decir, que surge (…) de una sola fuente desde los tiempos más remotos, la de la tradición cazadora-recolectora, fuente primaria de todas las culturas humanas (…) tuvieron muy poco contactos con los blancos hasta 1880, cuando se inició la colonización de su isla de modo que la memoria e incluso la experiencia de los que sobrevivieron se remontaban a una época en que la cultura estaba casi intacta”.[2] Se comprenderá entonces el valor que le otorgamos a la herencia cultural de un grupo con más de 11.000 años de antigüedad, que vivió como en el paleolítico hasta finales del siglo XIX.
Vivían en familias que podían tener entre 30/40 integrantes, en territorios claramente delimitados denominados haruwen, cada individuo pertenecía a un linaje patrilineal y a un territorio.
Chapman sostiene que eran poblaciones que no pasaban hambre: “el hábitat de los selk´man, aunque situado en el extremo austral del hemisferio, no era una región marginal, pobre en recursos, sino más bien favorable para este género de vida pues había sustentado poblaciones durante más de diez mil años (…) no era pues un lugar de refugio que limitara la expresión cultural de sus habitantes”.[3] Eran parte de la variada dieta: el guanaco, el zorro, el lobo marino, la grasa y carne de ballena, roedores tucu tucu, aves y peces, más diversos vegetales.
Organización social
Gusinde señalaba que los “... miembros de cada familia, más exactamente: hombre, mujer e hijos, constituyen en el sostenimiento de la casa una cerrada comunidad de trabajo, que existe y labora con independencia de las demás. No hay diferencias de clases bajo el punto de vista del trabajo, ni bajo otras consideraciones, así como tampoco se encuentran sometidos los miembros de la tribu a una autoridad superior común”.[4]
La sociedad selk'man no habría contado con jefes u órganos de autoridad como consejo de ancianos, etc. Pese a ello existía una jerarquía -chamanes, sabios y profetas- que ocupaban los hombres.
Trabajo
Existía una división sexual del trabajo. Las mujeres estaban al cuidado de los hijos, realizar cestos, curtir cueros, recolectar raíces y huevos, cazar roedores, pescar con lanzas en lagunas pequeñas y cargar con todos los elementos del campamento cuando se trasladaban de un lugar a otro.
La actividad central de los hombres era la caza, para la misma era necesario saber construir y manejar el arco y la flecha, conocer las costumbres de las presas, aprender a adiestrar perros, seguir huellas y preparar emboscadas, eran los que trozaban y repartían la carne.
Tenían una técnica para conservar alimentos durante, por lo menos, cuatro semanas. Gusinde hace notar que: “La ayuda mutua espontánea libera a todos de la preocupación por el futuro y del esfuerzo por conservar de una manera especial determinadas cantidades de alimentos”[5]. Esta sociabilidad, donde cada familia se proveía a sí misma, no perdía de vista que su pertenencia al linaje establecía la colaboración entre sus integrantes. Además era una cultura altamente competitiva y guerrera.
El mito
Chapman afirma que la posibilidad de que las mujeres tomaran el poder era considerado por los varones como un peligro inminente. Estaban convencidos de que debían sostener a toda costa la alianza entre hombres, se obligaban a mantener el secreto de cómo los hombres habían logrado dominarlas: “En la época hoowin (tiempo mítico), las mujeres gobernaban sin piedad a los hombres. Los obligaban no sólo a cazar y a proveer lo necesario para la subsistencia, sino también a ocuparse de los niños y a desempeñar todas las tareas domésticas. Los hombres vivían en medio del terror y el sometimiento. (…) las mujeres se reunían solas (…) A ellos no les era permitido sentarse en el círculo de las mujeres cuando éstas deliberaban. (…) Las mujeres temían que (los hombres) se rebelaran y dejaran de obedecerles (…) se les ocurrió engañar y atemorizar a los hombres disfrazándose de espíritus: “inventaron” la ceremonia del Hain”.[6]
Los hombres eran más fuertes y estaban armados, de comprender la situación se hubieran rebelado y asesinado a las mujeres. Era necesario que los varones aceptaran a estos espíritus caprichosos y tiránicos -que no eran otras que las propias mujeres de la comunidad disfrazadas muy elaboradamente- que supuestamente surgían desde el centro de la tierra o bajaban del cielo a la gran choza ritual.
Mientras los hombres creían en el Hain, proveían a los “espíritus” de la choza ritual toda la comida que se les pedía, dentro ella las mujeres se divertían y se burlaban de la ingenuidad masculina. Todo iba bien hasta que Sol pasó por la choza y observó la verdad: que los espíritus eran las mujeres disfrazadas y que estaban ensayando las próximas escenas para atemorizar a los hombres. No hizo falta más para que Sol comprendiera que todo era una farsa teatral para mantener sojuzgados a los hombres.
Los varones se organizaron y rebelaron. Organizaron la matanza de todas las mujeres, excepto las pequeñas. A éstas las criaron bajo el mismo mito del Hain que contaría la historia al revés, en ella los hombres encarnarían a los espíritus.
Las mujeres criadas bajo el terror a este relato mítico creerían a pie juntillas en él y vivirían sometidas a estos espíritus crueles y caprichosos del Hain. De descubrir la verdad serían asesinadas sin dilación. A partir de ese momento los hombres disfrazados se recluirían en la choza grande para generar allí las representaciones teatrales que aterrorizarían a los niños y las mujeres.
Una vez terminado todo el ritual al iniciado se le revelaba toda la verdad, al quitarse los disfraces, los mayores le mostraban que tales espíritus no existían. Lo conminaban a guardar el secreto, de no hacerlo podía ser asesinado.
El mito mostraba cómo y por qué los hombres se rebelaron contra las mujeres, fundamentaba el que la tierra se heredara por vía de los varones y el por qué nunca debía permitirse que las mujeres tomaran decisiones importantes. De lo anterior se desprende el profundo temor a las mujeres que tenían los varones selk´man y cómo este miedo cohesionó a los varones.
Vemos así cómo, en esta cultura patriarcal, el ritual de pasaje de los varones es de central importancia, dado que sobre el mismo gira la condición de la dominación masculina y la salida exogámica. El ritual soldaba al joven al poder masculino. Pero no era lo único, también ordenaba asuntos dentro de la alianza entre varones.
Sexualidad y Hain
El Hain marcaba el pasaje a la adultez, se trataba de dejar la infancia y ganar el derecho a tener una familia propia. Era la forma en que los mayores iban tolerando la inclusión y competencia de las nuevas camadas de varones. Así la sexualidad adulta está vinculada a obligaciones:
a) Se debe saber sostener como cazador a la familia.
b) Es necesario preservar entre los hombres los secretos que se transmiten durante el Hain.
c) Hay que mantener el dominio sobre las mujeres, en especial sobre la propia esposa.
d) Establece cómo elegir una esposa, es decir da las pautas exogámicas.
Conclusiones
El Hain era un tiempo de sociabilidad de características extraordinarias. Su organización y preparación demuestra que se trataba de una institución cultural importantísima, tanto desde el punto de vista social como de la transmisión ideológica que producía al servicio del patriarcado.
Como mito, el Hain, nos plantea un primer asunto: si efectivamente ese matriarcado existió o no. Nada de lo que conocemos hasta ahora permite afirmarlo. Lo que es evidente es que los hombres selk´man proyectaron su terror en las mujeres y que el mismo fue la base de su alianza para mantener férreamente la dominación masculina.
Por lo anterior es necesario que nos detengamos en la hipótesis freudiana sobre el padre de la horda primitiva: “… un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen (…) Un día los hermanos expulsados de se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda primitiva”[7]. En esta cultura del paleolítico no se observa un padre mítico cuyo asesinato unió a los varones. Sino que se temía el poder de las mujeres, en el Hain originario eran ellas las que disfrutan en grupo, se burlaban de los varones y los sometían. Es decir todos los temores de los varones se concentran en el grupo de mujeres. Es contra ese poder que los hombres se rebelan y fundan su alianza. Se unen por este asesinato masivo de mujeres. Van contra todas y esto será el secreto primordial que permitirá la dominación patriarcal.
El terror a las mujeres de los varones se expresa en el espíritu más temido: Xalpen (la luna) que tenía características terribles: insaciable, siempre con hambre, con capacidad de matar introduciendo enfermedades espirituales a sus enemigos, etc. Según Chapman hasta el final los selk´man temían a dicho espíritu.
Incesto
En el tiempo mítico la venganza a la alianza secreta de mujeres requiere, para ser efectiva, la eliminación de todas ellas y establece un tiempo donde los hombres criaron a las niñas pequeñas para luego convertirlas en sus esposas, no es muy difícil allí inferir un momento incestuoso entre padres e hijas, el que sobrevendrá luego de una férrea disciplina impuesta por los varones. Esta situación también pone en cuestión una idea de Freud: “Es interesante poner de relieve que las primeras limitaciones producidas por la introducción de las clases matrimoniales afectaron la libertad sexual de la generación más joven, vale decir previnieron el incesto entre hermano y hermana, y entre hijos varones con su madre, mientras que el incesto entre padre e hija fue evitado sólo más tarde mediante una extensión”.[8]
Siguiendo el Hain como consecuencia del asesinato de las mujeres, las niñas pasan a manos de los hombres y se abre así un tiempo mítico incestuoso entre los padres y las hijas.
Los selk´man nos han dejado un sinnúmero de señales para seguir indagando, y habiendo estado “a la vuelta de la esquina” nos invitan a pensar sobre los orígenes, fundamento y reproducción del dogma paterno, en el caso puntual del psicoanálisis pone absolutamente en duda al padre de la horda freudiano. Nos hace poner el foco en otro posible inicio de la cultura patriarcal y, de haber existido, muestra que el asesinato primordial no fue contra el padre de la horda sino que se realizó contra la alianza de todas las mujeres.
César Hazaki
Psicoanalista
cesar.hazaki [at] topia.com.ar
Notas
[1] Seguiremos las investigaciones Anne Chapman y Martín Gusinde.
[2] A. Chapman, Fin de un mundo, Editorial Zagier & Urruty Publications, Buenos Aires, 2008.
[3] Idem. anterior.
[4] Idem. anterior.
[5] A. Chapman, Hain, Editorial Zagier & Urruty Publications, Buenos Aires, 2008.
[6]Idem. anterior.
[7] Freud, S., Tótem y Tabú, Obras Completas, tomo XIII. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980.
[8]Idem. anterior.