Informar y prevenir en psicoanálisis: aporte desde el tratamiento freudiano de la histeria | Topía

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Informar y prevenir en psicoanálisis: aporte desde el tratamiento freudiano de la histeria

 

Introducción y algo de contexto

Este artículo surge a partir de una experiencia de trabajo en Atención Primaria de la Salud en una localidad rural de la provincia de Tucumán durante el año 2018.[1] El equipo -compuesto por dos residentes de psicología y dos de psiquiatría- orientó la intervención, a partir del pedido del hospital local y de la comunidad, al trabajo preventivo en el último año de una escuela pública secundaria.

Los/las adolescentes fueron quienes decidieron sobre qué iba a tratarse el espacio. Y después de un encuentro inicial, eligieron trabajar sobre sexualidad. La consigna buscó, desde un principio, favorecer la aparición y circulación de mitos y creencias en relación a la sexualidad -en lugar de brindar información desde el principio-, a fin de no tapar las verdades singulares de cada sujeto. Aparecen entonces, ideas y afirmaciones que desde la lógica científico-racional se encuentran erradas, son falsas o inexactas.

El objetivo de este artículo será pensar qué estatuto puede darse a estas “ideas erradas” desde el psicoanálisis. Y, sobre todo, qué puede hacerse con ellas.  

 

La gestión de las verdades

Si bien desde la episteme médico-científica las afirmaciones de estos adolescentes son un error -algo que debe ser corregido o suprimido por su carácter falso-, desde el psicoanálisis toma un carácter diferente.

Y es que la lógica científica trabaja con un sujeto distinto, un sujeto que responde al paradigma cartesiano de la plena conciencia. Esta concepción modernista centrada en la razón, supone como condición para que algo exista la capacidad de ser cognoscible. Es decir, no hay nada por fuera de la posibilidad de ser pensado. Aquello que es consciente es lo que detenta el privilegio de ser.

Freud (1915) produce un quiebre en relación a este paradigma cuando plantea la existencia de “algo” que escapa a la lógica de Descartes. Nuestras acciones, pero no solo ellas sino también nuestro entendimiento, y la forma en la que percibimos las emociones (y en definitiva el mundo), están sobre-determinadas, o al menos en pugna constante con una instancia oscura de la que no sabemos nada.

Cuando Freud descarta la teoría de que en el origen de la neurosis se encontraba un trauma real que posteriormente devenía en síntoma, para darle paso a una hipótesis donde el lugar central lo tenía la fantasía, lo que hace es redoblar la apuesta y volver a descentrar la perspectiva de lo humano (Freud, 1897). La verdad pasa a ser una verdad. Así advierte, a modo de indicación técnica, que el análisis debe trabajar con la realidad psíquica y no con una supuesta realidad objetiva, que, si es que existe, poco dice sobre el sujeto (Freud, 1917).

Es en los terrenos de la sexualidad y de la muerte donde se encuentra el campo privilegiado para la producción del mito (¿qué es la religión sino la más acabada producción mítica sobre sexualidad y muerte?)

Informarle al histérico/a sobre el origen traumático de su síntoma, lo cual hizo a través del método de la hipnosis en los albores de su teoría, no tenía mayor resultado, en tanto suponía la imposición de una verdad que el sujeto no estaba dispuesto a escuchar. El desafío entonces, fue cómo hacer que escuche algo de su verdad, cómo hacer para restituir la ruptura provocada por lo innombrable de la representación traumática en el psiquismo.

Es en los terrenos de la sexualidad y de la muerte donde se encuentra el campo privilegiado para la producción del mito (¿qué es la religión sino la más acabada producción mítica sobre sexualidad y muerte?). Y es que, para que algo surja a nivel del mito, la verdad que encarna debe ser disruptiva, traumática. No se hace mito de cualquier cosa, sino solo de aquello que no puede ser nombrado.

Ante esto la respuesta se bifurcará a partir de los dos paradigmas antes mencionados, con sus correspondientes concepciones de sujeto. Se puede pensar en el mito como un error e intentar corregirlo con información, entonces podríamos organizar una charla informativa con folletería y argumentar desde el plano de la razón el por qué, por ejemplo, el hecho de que una mujer se quede en la casa mientras el hombre trabaja es una construcción social contingente y no una disposición natural necesaria; o podríamos explicar por qué un varón no previene una enfermedad de transmisión sexual solamente lavándose los genitales después del acto sexual.[2]

Los programas preventivos suelen dejar por fuera lo que no entienden, lo que rebalsa al sujeto cognitivo: el goce, la pulsión de muerte. Cuestiones centrales para el psicoanálisis

Sin embargo, se nos impone pensar si esto será suficiente. ¿No vivimos acaso en la era de la información, donde la “verdad” adquiere como característica principal la disponibilidad? ¿No podemos saber casi cualquier cosa con solo tocar una pantalla? Es en esta contradicción donde la linealidad del sujeto cartesiano, en el que la conciencia es condición de entendimiento, se resquebraja. Algo parece haber en el medio, donde la verdad se pluraliza a partir de la relatividad del significante.

Los programas preventivos suelen dejar por fuera lo que no entienden, lo que rebalsa al sujeto cognitivo: el goce, la pulsión de muerte. Cuestiones centrales para el psicoanálisis, que propone un sujeto que, no solo va más allá de lo cognoscible, sino que su esencia esta en aquello que no se quiere poder (o no se puede querer) entender ni decir.

Desde el psicoanálisis entonces el mito no es descartable, no es una mentira ni tampoco una falacia, sino todo lo contrario, es una verdad para el sujeto, dice algo de su subjetividad, de su conflictiva y de lo que no quiere saber. La prevención, por lo tanto, si es encarada desde esta concepción ética deberá permitir el despliegue significante que dé cuenta de cuál es el lugar del sujeto en un Otro. En otras palabras, qué lo lleva a posicionarse de un modo determinado y no de otra manera en relación a las verdades compartidas.

Sabemos que los lugares que ocupa cada género en la sociedad son construcciones histórico-culturales, que si una mujer se viste de determinada manera no está necesariamente enviando un mensaje a los machos alfas de su especie

“Las mujeres son más vagas, por eso pueden tomarse un año sabático cuando terminan la escuela si quieren. Nosotros no” decía un adolescente en referencia a qué es lo que esperaban estar haciendo el año siguiente al dejar la escuela. Otro afirmaba “si una mujer sale con una pollera corta es porque está esperando levantar”. Una estudiante al tratar el tema de las enfermedades de transmisión sexual refería: “Una mujer con SIDA no puede ser madre, no está bien, el bebé no tiene la culpa”.

Ahora bien, sabemos que los lugares que ocupa cada género en la sociedad son construcciones histórico-culturales, que si una mujer se viste de determinada manera no está necesariamente enviando un mensaje a los machos alfas de su especie, y que una persona puede tener VIH y sin embargo no transmitírselo a su hijo, así como que hablar de culpa en relación al SIDA conlleva el prejuicio hacia la libertad sexual y la imposición de un pago por ello. Sin embargo, al trabajar desde el psicoanálisis, queda claro que brindar esta información de entrada no sería más que no escuchar aquello que hace más de cien años señalaba Freud cuando compartía su fracaso en el tratamiento de la histeria a partir de la hipnosis. Sería la imposición de la verdad cognoscible por sobre una verdad, la del sujeto.

En el contexto del antagonismo entre las exigencias pulsionales y las restricciones culturales, Freud (1937) propone tres imposibles: gobernar, educar y analizar. Imposibles en tanto siempre hay un resto que resiste. El psicoanálisis al menos trabaja con este inalcanzable, y en ese punto tiene una ventaja con respecto a los otros dos: sabe de su impotencia.

Si bien en el abordaje preventivo es necesaria una concepción amplia del sujeto, que aborde sus determinaciones, resistencias y modos particulares de goce; así también se debe reconocer las propias limitaciones en cuanto imposible.

Educar (donde situamos el acto de dar información) no es suficiente, cualquiera que haya transitado el sistema educativo puede dar testimonio de ello. Sin embargo, no por esto deja de ser fundamental. Tanto como repensar las estructuras que cimientan nuestras resistencias, es imprescindible el tránsito en aquello que entendemos por sistema educativo; no solo porque no todo resiste, sino también por la necesidad de moverse en un circuito de verdades compartidas que favorezcan un lazo posible y también, ¿por qué no?, que estén a disposición para ser ignoradas.

 

A modo de cierre

Definitivamente el trabajo preventivo, más todavía con adolescentes, implica el accionar desde múltiples aristas a fin de abordar a un sujeto multifacético y escurridizo, que nada quiere saber sobre la interpelación de sus modos de goce. Por lo que el trabajo apunta entonces a utilizar la información no sólo como fuente de conocimiento y circulación de verdades compartidas, sino también como excusa para poder escuchar que hay detrás del enunciado y, devolver así, algo que confronte y permita cuestionar las propias certezas.

Si pensamos a la prevención entonces a medio camino entre educar y analizar (y también, ¿Por qué no?, de gobernar), decanta una posible respuesta a las preguntas iniciales. En tanto imposible, siempre habrá un resto al que la acción preventiva no pueda llegar. Lo decible y lo indecible se mezclan en un juego de pluralidad de sujetos, donde la labor será generar condiciones para alojar las múltiples verdades que allí conviven.

Benjamín Azar Bon
Psicólogo, becario doctoral de CONICET
Benjazar88 [at] gmail.com ()

Foto: Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs. somosmafia.com

Bibliografía

Freud, S. (1937). Análisis terminable e interminable. Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires.

Freud, S. (1897). Carta 69. Obras completas, Vol. 1. Buenos Aires, Amorrortu.

Freud, S. (1915). Lo inconsciente, en Obras completas, vol. 14. Buenos Aires, Amorrortu.

Freud, S. (1917). Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal. Obras completas, vol. 7. Bs. As., Amorrortu.

[1] Trabajo que tuvo lugar en el contexto del cuarto año de la Residencia de Psicología Clínica con sede en el Hospital J.M. Obarrio.

[2] Ejemplos tomados del trabajo con adolescentes en la escuela secundaria antes mencionada

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Articulo publicado en
Enero / 2021