Tener que quedarnos en casa por cierto periodo de tiempo puede hacernos sentir afortunados. Un tiempo para desconectarnos de los deberes cotidianos y disfrutar del ocio y la soledad que abren ese espacio necesario para “estar en barbecho”2, ese limbo sin presiones tan fértil para la creatividad. O también la oportunidad para el encuentro o re-encuentro amoroso en parejas con cierta estabilidad en las que esos tiempos resultan escasos o esquivos. Si bien he tenido la oportunidad de escuchar a algunas personas que han transcurrido los días de aislamiento social preventivo y obligatorio en esta clave, muchas personas, en especial adolescentes, lo han vivido como una imposición insoportable y han tenido que crear diversas estrategias para hacer frente a esta situación no esperada, ni querida y que se fue prologando a lo largo del tiempo, con los consiguientes efectos traumáticos. La ilusión claustrofílica3 de muchos adolescentes si bien en un primer momento se afianzó, devino en claustrofobia, se produjo un divorcio en el maridaje casi perfecto con su Smartphone, el encierro obligado comenzó a provocar sus efectos en la subjetividad. También en muchas parejas que tuvieron que convivir bajo el mismo techo durante veinticuatro horas diarias vienen produciéndose crisis cuando no, separaciones.
¿Cómo ha transcurrido el aislamiento preventivo a causa de la pandemia de adolescentes y jóvenes que no cumplen con los cánones de la cis-heteronormatividad?
En este contexto que no pretende ser exhaustivo ¿qué les sucede a aquellas personas cuyo objeto de deseo no es el prescripto social y familiarmente? ¿Cómo ha transcurrido el aislamiento preventivo a causa de la pandemia de adolescentes y jóvenes que no cumplen con los cánones de la cis-heteronormatividad? En términos de Monique Wittig y Adrienne Rich podríamos decir, jóvenes que no cumplen los lineamientos de un régimen socio-político para el cual la cis-heterosexualidad es obligatoria -y recompensada- a través de diversos dispositivos que operan de modo difuso y reticular.
Enumeraré algunas situaciones que he podido acompañar durante este tiempo. En primer lugar, la situación cambia si se trata de jóvenes que han dado a conocer su orientación sexual a su entorno cercano y en el caso de haberlo hecho, varía según cómo ha sido recibida esta información -con mayor o menor aceptación- a si estamos frente a jóvenes que aun la mantienen en secreto, una importante parte de su vida permanece “tapada”, guardada en un placar, “enclosetada” y ahora, con la cuarentena, en otro “placar” superpuesto que es la casa familiar.4
Las personas que deciden permanecer “tapadas” por miedo a las violencias de sus familias o de la sociedad a veces llegan a una “solución” de compromiso que consiste en tener una doble vida
Las personas que deciden permanecer “tapadas” por miedo a las violencias de sus familias o de la sociedad a veces llegan a una “solución” de compromiso que consiste en tener una doble vida. Una es la que se vive en el “placar”, es decir, elaborando una teatralidad5 que aparenta que se cumple con el mandato heteronormativo, ocultando su orientación sexual a determinadas personas y/o en determinados escenarios para no ser discriminada o injuriada. La segunda es la que se vive “afuera”, con la pareja y/o las amistades, donde se expresa y oxigena el “verdadero self”6, donde prima la espontaneidad y la libertad para expresarse. La cuarentena ha abolido en muchos casos esta “segunda vida” y es en este contexto donde las personas con sexualidades disidentes pueden sentirse asfixiadas en su vida cotidiana. A esto se suma la dificultad de continuar con otros espacios conseguidos como el psicoterapéutico, donde si bien se puede continuar con el trabajo comenzado en forma presencial, en las “sesiones” a distancia, la “polifonía” del encuentro analítico también se estrecha al perderse algunos de los registros de la experiencia psicoterapéutica.7
La cuarentena ha abolido en muchos casos esta “segunda vida” y es en este contexto donde las personas con sexualidades disidentes pueden sentirse asfixiadas en su vida cotidiana
Algunas viñetas
Oriundo de un pueblo del interior de Argentina estaba viviendo en Buenos Aires hacía dos años ya que había comenzado a estudiar en la universidad. Justo antes de comenzar el aislamiento preventivo y obligatorio, se cancelaron las clases y debió volver a su pueblo a vivir con sus padres y con ello, el espacio psicoterapéutico que había comenzado seis meses antes. Otra vez en su dormitorio de la adolescencia, dejó literalmente de “ser gay”, se “convirtió” en otra persona. Un joven sensible que volvió a montarse la “careta” del hijo “con muchas novias pero que es muy reservado” (frase que suelen utilizar sus padres para referirse a él ante otras personas). No quería hacer llamadas, ni mandar audios por miedo a ser escuchado ya que su casa familiar es muy pequeña; aceptó que siguiéramos las “sesiones” por mensajes de texto, que luego borraba.
Yo como analista me preguntaba cómo podría funcionar un dispositivo que consistía en una serie de pequeños textos que iban y venían, y sin el soporte de la presencia -ni del cuerpo, ni de la imagen en una pantalla, ni de la voz al otro lado del teléfono-, que tan importante había resultado para Brian los meses previos de trabajo analítico.
Con el regreso a la casa de sus padres, no solo vivía en un confinamiento social, sino también de silencio. La vía de expresión que pudo ir encontrando fue a través de la escritura. Dos veces por semana intercambiaba mensajes de texto conmigo aludiendo muchas veces a cuestiones que habíamos trabajado de forma presencial y en ese ir y venir de mensajes le propuse que pudiera comenzar a escribir lo que se convirtió en su “diario de cuarentena” y que luego él decidió ir publicándolo en un blog con un seudónimo. Según me iba contando, allí comenzó a recibir mensajes de otras personas contando también sus experiencias. “Nunca me imaginé que hubiera tantos pibes y pibas de mi edad que estuvieran viviendo cosas parecidas, hasta recibo mensajes de chicos de otros países.” Y me mandaba algunas capturas de pantalla con algunos de esos mensajes. Si bien no era un momento donde pudiera derribar los silenciosos muros del placar familiar, pudo con la escritura, agrietarlos, abriendo una ventana a través de la cual poder expresarse. No todos los mensajes que recibía eran tan “empáticos”, le impactó mucho un mensaje que recibió tildándolo de “cobarde” e instándolo a enfrentar a sus padres. Algo así como un forzamiento a “salir del placar” que era reflejo del imperativo a permanecer en él por parte de la dinámica familiar. Los imperativos a “salir” o “permanecer” quedan del mismo lado, mandatos que se desentienden de los tiempos y necesidades de Brian. Pudo darse cuenta que ese mensaje le impactó tanto porque tenía la misma lógica de los decires parentales.
Existen otros bloqueos o “confinamientos” no tan concretos o no tan visiblemente obscenos pero no por eso menos eficaces. Los “enclosetamientos” o placares simbólicos: creativo, expresivo o incluso lo que podríamos denominar “sexualidad confinada en el amor”
Hijx de un matrimonio con bajos recursos socioeconómicos, su madre lx había llevado a la consulta por comer muy poco. Luego de unos meses de tratamiento presencial se pudo ubicar que esa “inapetencia” escondía una profunda tristeza porque Karina no se sentía cómodx con su cuerpo. Explorando esa “incomodidad” comienza a aparecer una idea de que se siente varón y que le gustaría llamarse Elías, un nombre que siempre le gustó. “Idea” que no se presenta como convicción o certeza sino como un bascular entre identificarse genéricamente como varón o como una “lesbiana masculina” (sic). El título que elegí para esta viñeta da cuenta de esa oscilación, de esa búsqueda de identidad donde descarta identificarse con el “no binarismo”. Al comenzar el aislamiento preventivo, prefirió interrumpir el tratamiento hasta tanto se pudiera volver a una modalidad presencial. Luego de tres meses me llama por teléfono muy angustiadx, y acordamos una entrevista vía skype. Manifiesta no aguantar más la convivencia con sus padres que aprovechan cualquier mención a cuestiones de diversidad sexual en la televisión para hacer comentarios discriminatorios. Relata varias situaciones en las que sea el padre o sea la madre se refieren a personas de la televisión como “putazo”, “reverenda torta”, “perversos de los que hay que cuidarse”, “depravadas”, etc. “Desde que les conté que me gustan las mujeres y que a veces me siento varón, no dejan de hacer comentarios y chistes homofóbicos, me lo hacen a propósito.” “También dicen ‘esa gente nunca va a ser feliz’” (muy angustiadx y llorando). Le digo que me parecía necesario tener una entrevista con sus padres porque consideraba cruel y grave lo que estaba sucediendo, aceptó aliviadx. También aquí me preguntaba qué eficacia podría tener una entrevista con esta pareja parental -que había entrevistado solo una vez al principio del tratamiento- a través de una pantalla. Resultó ser que por la actividad escolar de sus dos hijxs tenían en la casa una computadora con zoom así que logramos coordinar una entrevista a través de dicha plataforma. Al comenzar la entrevista manifestaron su preocupación porque “Karina está muy a la defensiva, se victimiza mucho, llora por cualquier cosa… nos odia…” Percibo que quienes están a la defensiva son ellos, así que no cuestiono sus aseveraciones, y les digo que yo también estaba muy preocupado porque veía que su hija estaba muy angustiada y que estaba sufriendo y que ese era el motivo de la entrevista. Cómo podíamos ayudarla y acompañarla. De a poco comienzan a hablar de sus propios temores y fantasmas. Y también de lo que esperaban de la “nena”. “Yo soy muy bruto, no entiendo de estas cosas modernas, y a veces digo cosas que a ella le hacen mal.” “Yo también soy chapada a la antigua, y no me doy cuenta, aparte no sé que van a pensar los vecinos, la van a discriminar…”
A-: Si los vecinos discriminan o no, creo que es otro problema, el tema es cuando Karina se siente discriminada por sus propios padres. Entiendo que para ustedes debe ser muy difícil dejar de lado las expectativas que tenían puestas en ella y enfrentar los cambios y las dudas que Karina o Elías -aun no sabemos- tiene sobre su identidad. Pero el maltrato o la discriminación no va a ser que su identidad se defina hacia un lado o hacia otro, que su orientación sexual sea una u otra, en todo caso lo que va a producir es que lo oculte, se encierre y lo viva con mucho sufrimiento.” Fue una entrevista compleja ya que a la vez, por momentos el audio no era del todo claro, pero un efecto produjo, ya que en entrevistas posteriores Karina/Elías manifestó no sentirse atacadx por sus padres. Se hacía necesaria una intervención con lxs padres para que Elías/Karina pudiera suspender el imperativo de precisar una u otra definición y atravesar la experiencia de una no definición el tiempo que su subjetividad lo requiriera.
Se presenta cuatro meses antes de comenzar la cuarentena diciendo que ella ama personas, pero que desde que conoció a Belén le es fiel a ella. “Podría decirse que ahora estoy lesbiana.” Desde que se suspendieron las clases su madre que la había encontrado un año antes besándose con una chica en su habitación comenzó con una insistencia inusitada a “vigilar” con quien chateaba o hacía video llamadas, y si descubría que estaba hablando con Belén, la atacaba con violencia verbal y alguna vez hasta física. Situaciones que había dejado atrás porque el espacio escolar y social le brindaba una vía de escape o de alivio a esa convivencia asfixiante. Durante el aislamiento social preventivo continuamos por diversidad de plataformas dependiendo la semana, a veces por teléfono desde la terraza de la casa ya que no quería que su madre supiera que ella estaba “yendo” al psicólogo porque “dice que es para los locos”. Si bien una de las posibilidades era pedir la intervención del servicio local de protección de derechos por las situaciones de violencia, Tatiana no quería y siempre decía “a mi mamá le preocupa mucho el qué dirán” (…) “siempre se hace la buena delante del resto de la familia y los vecinos”, fue así que en su espacio pudo pensar una estrategia que fue “denunciar” a su madre ante la familia paterna. “Mi abuela y mis tíos no sabían nada de los insultos de mi mamá, así que cuando me animé a contarles, la llamaron, no sé qué le dijeron porque yo no escuché, pero ahora de golpe está re cariñosa, y me pregunta por qué le dije esas cosas a la familia de mi papá.” Aquí lo que quedaba encerrado bajo siete llaves no era tanto la orientación sexual de Tatiana sino la violencia (lesbofóbica) de su madre, que al sacarla del placar y exponerla ante la familia paterna, logra morigerarla.
Está en tratamiento hace un año y ya había logrado salir de la casa paterna. Con la cuarentena cierra la pensión estudiantil donde estaba viviendo y debe volver a vivir allí. Si bien había debido irse luego de revelarle a su padre su homosexualidad por la actitud agresiva y beligerante con la que había reaccionado, desde que se había ido, el vínculo había mejorado notablemente. Pablo tenía la esperanza de relacionarse con su padre de un modo más afectuoso. No fue así. Afortunadamente para Pablo no interrumpió su trabajo, ya que continuó bajo la modalidad de home office, esto le permitió no depender económicamente de él. A medida que fueron pasando los días, su padre se fue poniendo cada vez más controlador, entraba repentinamente a su habitación, le preguntaba con quién hablaba, desconectaba internet por la noche. El punto culminante fue que en medio de su trabajo desde casa -pensando su padre que estaba hablando con “un hombre”- irrumpió en su dormitorio, le sacó el teléfono para escuchar con quien estaba hablando. “En mi casa no quiero trolos.” En esa situación el joven se sentía doblemente atrapado “no puedo salir de mi casa por la pandemia, y de mi dormitorio por mi papá”. Pablo tenía algo de dinero ahorrado por su trabajo así que usó su espacio terapéutico para elaborar una estrategia de salida de ese doble confinamiento opresivo. Primero realizó una búsqueda en la que encontró una pensión estudiantil en la que lo aceptarían, luego sacó un permiso para circular por situación de urgencia poniendo como motivo “violencia familiar homofóbica”. El día que se fue, su padre le pedía que no se fuera, diciéndole “vos no querés a la familia,… por favor no te vayas…” “Está bien que seas homosexual, pero vos siempre tenés que hablar todo el tiempo de eso.”
El placar no solo supone el acto del sujeto de “taparse” o “esconderse”, sino también el complementario que le cabe al contexto, a la sociedad, a la familia; que se “oculte” que se “tape” lo que no se quiere ver.
Estas situaciones dan cuenta de algunos contextos que aun hoy siguen produciendo padecimientos concretos a las personas por no cumplir con los mandatos cis-heteronormativos.8 No son los únicos. Existen además otros bloqueos o “confinamientos” no tan concretos o no tan visiblemente obscenos pero no por eso menos eficaces. Los “enclosetamientos” o placares simbólicos: creativo, expresivo o incluso lo que podríamos denominar “sexualidad confinada en el amor”. Por ejemplo, un joven a quien a llamaré Dani, si bien vivía abiertamente su orientación sexual, podía tener relaciones sexuales con varones solo si “estaba enamorado”, otro tipo de acercamiento sexual lo rechazaba por considerarlo degradante, entonces podía pasar meses sin tener ningún contacto sexual esperando enamorarse, las “relaciones sexuales sin amor” las calificaba como “promiscuas” (sic).
Como decía al comienzo, el dispositivo cis-heteronormativo actúa de forma difusa y reticular y su eficiencia y eficacia está dada también por el polimorfismo de sus expresiones.
Notas
1. Estoy fuera (del placar), luego existo.
2. Se trata de un concepto ligado a los fenómenos transicionales creado por Masud Khan aludiendo metafóricamente a una práctica en la agricultura que se refiere a dejar la tierra sin sembrar durante un cierto periodo de tiempo (un año o más) para que se regenere. “El estar en barbecho es un estado transitorio de experiencia, un modo de emparentarse con una quietud despierta y con una conciencia receptiva y ligera”, Khan, Masud (1977), “Estar en barbecho” en AA.VV., Donald W.Winnicott, Ed. Trieb, Buenos Aires, 1978.
3. Es decir, el “amor”, la atracción por el encierro. El fenómeno que vincula tecnología, adolescencia y claustrofilia lo desarrolla César Hazaki en varios de sus artículos, ver entre otros: Hazaki, César, “Planeta Cyborg”, Revista Topía Nº 89, Agosto 2020; “El cyborg, la claustrofilia y el dron”, Revista Topía Nº 75, Noviembre 2015.
4. En otros artículos previos he desarrollado la dinámica de “visibles” y “tapados” y los efectos de mantener la expresión de la propia sexualidad en el “placar”. Barzani, Carlos: “La homosexualidad a la luz de los mitos sociales”, Buenos Aires, Octubre 2000, disponible en https://www.topia.com.ar/articulos/la-homosexualidad-la-luz-de-los-mitos... “Psicoanálisis y abordaje de la homo-lesbofobia”, Revista Topía Nº 87, Noviembre 2019.
5. Ver Barzani, Carlos, Actualidad de Erotismo y Pornografía, Editorial Topía, 2015, p. 80.
6. Cf. Winnicott, D.W. (1960): “La distorsión del yo en términos de self verdadero y falso” en Los procesos de maduración y el ambiente facilitador, trad.: J.Piatigorsky, Paidós, Buenos Aires, 1996, 182-199.
7. Ver Vainer, Alejandro, “Tres preludios sobre la clínica psicoanalítica en la pandemia” en este mismo número.
8. Plus de padecimiento (o “malestar sobrante” diría Silvia Bleichmar -derivado del concepto de “represión sobrante” de Marcuse-) que se anuda a las condiciones específicas de existencia y subjetivación (en una sociedad cis-heteronormativa y patriarcal -sumadas a las generadas por el capitalismo tardío-). Cf. Bleichmar, Silvia (1997), “Acerca del malestar sobrante” en La subjetividad en riesgo, 2ª edición, Ed. Topía, Buenos Aires, 2009 y Marcuse, Herbert (1953), Eros y civilización, Sarpe, Madrid, 1983.
Carlos Alberto Barzani
Psicoanalista
carlos.barzani [at] topia.com.ar