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A 100 años de Más allá del principio de placer

 
“La muerte es la compañera del Amor; juntos rigen el mundo” Editorial Revista Topía #89 agosto/2020

Con sus efectos en la producción de síntomas de lo negativo, la pandemia pone en evidencia la importancia que tiene el concepto de pulsión de muerte en la teoría y la clínica psicoanalítica. De allí que es necesario hacer nuevas lecturas de la obra donde Freud comienza a enunciar este concepto en 1920.

Hace 100 años aparecía la pandemia conocida como Gripe Española. La cifra de muertos fue tres o cuatro veces superior a la que había dejado la Gran Guerra: murieron más de 50 millones de personas.2

En Más allá del principio de placer (1920)… la “muerte” se transforma en una pulsión que se encuentra desde el momento en que nace el sujeto y de la cual surgen la agresión y la destructividad como consecuencia de su condición pulsional

 

En esa época Freud sufrió un duro golpe con la muerte de Sophie, su hija preferida, afectada por la epidemia. Desde los primeros síntomas hasta su fallecimiento pasaron solo cinco días; Freud y su esposa se enteraron de su muerte dos días después. En una carta a Pfister escribe: “Aunque estuvimos preocupados durante un par de días, manteníamos la esperanza, pero juzgar desde la distancia es muy difícil. Y esta distancia debía seguir siendo distancia, no pudimos partir inmediatamente, como habíamos previsto después de las primeras noticias alarmantes, porque no había ningún tren, ni siquiera para una situación de emergencia. La evidente brutalidad de nuestros tiempos pesa sobre nosotros. Mañana la cremarán.” Freud y su esposa no pudieron asistir al funeral de su hija.

Al poco tiempo a Freud le descubren un cáncer en la boca; la enfermedad lo acompañará el resto de sus días. Sin embargo, el golpe más duro fue tres años después; el segundo hijo de Sophie, su nieto murió de tuberculosis. Su desconsuelo fue tremendo: algo quedó roto, perdió su impulso vital. El golpe fue tremendo.

Si la sexualidad se transforma en una pulsión es para sacarla del ámbito exclusivo de la genitalidad y abarcar todas las áreas del sujeto

En estas circunstancias publica una de sus obras fundamentales: Más allá del principio de placer. Sería absurdo pretender -como plantean algunas psicoanalistas- que esa obra, donde modifica sustancialmente la teoría y la clínica psicoanalítica, es hija de la Gran Guerra y fundamentalmente del duelo por su hija.

Fue el propio Freud quien, cuando termina el libro, le pide a Eitingon que dejara constancia que ya había redactado el texto cuando su hija tenía buena salud. Luego le escribe a Jones -su futuro biógrafo-: “Yo mismo, por cierto, habría subrayado la conexión entre la muerte de la hija y los conceptos de Más allá… en cualquier estudio analítico sobre otra persona. Pero, así y todo, se trata de un equívoco. El Más allá… fue escrito en 1919, cuando mi hija era joven y vigorosa; ella murió en 1920. En septiembre de 1919 dejé el manuscrito del pequeño libro a algunos amigos de Berlín, para que hicieran una lectura atenta; faltaba solo la parte sobre la mortalidad o inmortalidad de los protozoarios. Lo verosímil no siempre es la verdad.” En realidad, fueron consideraciones teóricas las que lo llevaron a producir este texto. Entre otras cuestiones, el concepto de narcisismo planteaba lo inadecuado de la división pulsional anterior. La lógica de la libido narcisista exigía una modificación metapsicológica importante.3

 

El concepto de pulsión de muerte

Este concepto fue presentado por primera vez por Sabina Spielrein en 1911 cuando describe como “agresivos” los componentes sádicos de la pulsión sexual.4 Freud reconoce su rechazo inicial a esta idea, aunque comienza a darse cuenta que existe un más allá del territorio donde impera el principio de placer. Esto lo descubre a partir de cuatro manifestaciones psíquicas que intenta explicar.5 Veamos.

La primera es producto de la Gran Guerra: son las “neurosis traumáticas” y, su correlato, los “sueños traumáticos” que el soñante repite constantemente. Este síntoma es producto de un aflujo excesivo de excitación que anula el principio de placer.

La segunda es el juego infantil. El motor del juego es la compulsión a la repetición que, al crear un espacio que soporte la emergencia de la pulsión de muerte, permite que se coloque al servicio de la vida. Que la pulsión de muerte sea el motor de una acción que lleva a la pulsión de vida es una idea bastante extraña e inquietante. En el texto Freud describe el juego del pequeño Hans -su nieto- acerca de un padre que se va a la guerra y muere; una madre que lo deja solo gran parte del día y que finalmente fallece cuando el niño tiene cinco años. Lo que enfatiza Freud en este juego -que llama del Fort-Da- es que el niño pudo crear lo que denomino su propio espacio-soporte. Es de suponer que esto se debió a una buena relación con la madre en los primeros años de vida, la cual, al poder soportar la emergencia del desvalimiento primario, que todo niño tiene al nacer, pudo dar el amor necesario para que aquél pudiera continuar el desarrollo de su constitución como sujeto.6

La muerte, al transformarse en una pulsión, no queda ceñida a la muerte real, definitiva -que por otro lado no es competencia del psicoanálisis- sino que está presente de entrada en todo sujeto humano

En este sentido este juego plantea la problemática de la compulsión a la repetición, es decir, de la pulsión de muerte. Podría decirse que es un juego prototipo en tanto aparece la importancia de la acción para generar una primera actividad en la que se incluyen la fantasía, la palabra y el movimiento corporal, desde las cuales el niño va creando su propio espacio-soporte. Como tal, nos remite a los orígenes, a esa “primera muerte” de la cual provenimos y de la que sólo podemos dar cuenta a partir de las vivencias propias del estado fusional.

La tercera tiene que ver con la “neurosis de destino” donde la repetición se manifiesta en aquellas personas “que dan la impresión de que un destino las persigue, de una orientación demoníaca de la vida.”

Y, por último, la cuarta es la “neurosis de transferencia” donde en la práctica analítica el sujeto repite situaciones displacenteras que, en tanto sea posible crear un espacio soporte en la transferencia-contratransferencia, permitirá la elaboración de los recuerdos traumáticos.

 

La muerte como pulsión

El concepto de “muerte” estuvo presente en la teoría desde los inicios de su formulación, aunque no siempre sin expresar dificultades y contradicciones.7 Si cuando hablo de “muerte” en la teoría me estuviera refiriendo al momento en que señala la cesación de la vida, nada tendría para decir. A lo que me refiero es a esa muerte trabajada por la vida que está presente en el individuo desde que nace.

Su presencia ominosa nos remite a la primera muerte que señala el desvalimiento originario que aparece con nuestro nacimiento

Hay muchos textos que articulan esta idea, pero es en Más allá del principio de placer (1920) donde enuncia su posición definitiva; allí la “muerte” se transforma en una pulsión que se encuentra desde el momento en que nace el sujeto y de la cual surgen la agresión y la destructividad como consecuencia de su condición pulsional. La “naturalidad” de la muerte a la manera de una Ananké, al tomar la forma de una pulsión, está señalando que si bien es un atributo necesario del hombre va a depender del otro par pulsional, el Eros, la pulsión de vida. Existen dos momentos en la vida de una persona que se le escapan; su nacimiento y su muerte. De lo que sí se debe dar cuenta es de las vicisitudes que ambas tienen en el transcurso de la vida: esta es la problemática que intenta dilucidar Freud.

En la primera formulación sobre la teoría pulsional Freud va a oponer pulsiones sexuales a pulsiones de autoconservación. Amor y hambre: lo real va a aparecer bajo la forma de necesidad. En la segunda formulación opone pulsiones sexuales y pulsiones de muerte donde lo real toma forma de pulsión de muerte, pero para desmentir esa necesidad: amor y odio.

En Más allá del principio de placer (1920) da nuevamente una vuelta de tuerca a la teoría de las pulsiones. Pues si en Tres ensayos de teoría sexual (1905) plantea un cuerpo diferente del descripto por la anatomía, ya que la conformación de su geografía se encuentra en los desplazamientos y condensaciones que rigen el proceso primario, en este texto habla del límite de esta geografía impuesto por un organismo que es finito. Si en un primer momento señala que a la anatomía humana debe entendérsela desde un aparato psíquico cuyas leyes describe y define un cuerpo fundado en el deseo inconsciente, en este segundo momento indica que ese cuerpo debe dar cuenta de un organismo que lleva desde un comienzo, su propia destrucción. La muerte real (esto es una redundancia, ya que toda muerte es real) aparece bajo la forma de una pulsión (Todestrieb) que, en el psiquismo, se traduce como compulsión a la repetición.

En Tres ensayos de teoría sexual (1905) la sexualidad toma la forma de una pulsión para desmentir un desarrollo “natural” dado de entrada y para siempre en el sujeto. En Más allá del principio de placer (1920) realiza el mismo camino con la muerte, la cual, al tomar las características de una pulsión, tampoco tiene un desarrollo “natural” a la manera de una “Ananké” (“estaba escrito”, “era el destino”), si no que depende de los encuentros y desencuentros con el otro par pulsional, el eros: “Esta acción conjugada y contraria de las dos pulsiones básicas produce toda la variedad de las manifestaciones de la vida.”8

El interjuego pulsional, en el cual la pulsión de muerte (todestrieb) tiene la función de desligar (entbindung), de desestructurar, en oposición a las pulsiones de vida, al Eros que tiende a ligar

Si la sexualidad se transforma en una pulsión es para sacarla del ámbito exclusivo de la genitalidad y abarcar todas las áreas del sujeto. Es por ello que en esta segunda clasificación de las pulsiones, la pulsión sexual se transforma en pulsión de vida o Eros, pero no -como piensan algunos autores- para relativizar el peso de lo sexual, si no para reafirmar que lo sexual irrumpe en todas las manifestaciones del individuo: “Pero en lo que atañe a la ‘extensión’ del concepto de sexualidad, que el análisis de los niños y de los llamados perversos hace necesaria, todos cuanto miran con desdén al psicoanálisis desde su encumbrada posición deberían advertir cuán próxima se encuentra esa sexualidad ampliada del psicoanálisis al Eros del divino Platón.”9

Puede decirse que Freud realiza el mismo desarrollo en relación a la muerte, en tanto ésta, al transformarse en una pulsión, no queda ceñida a la muerte real, definitiva -que por otro lado no es competencia del psicoanálisis- sino que está presente de entrada en todo sujeto humano.10 Es que si el psicoanálisis va construyendo su teoría alrededor de la sexualidad, es para dar cuenta de ese agujero, esa grieta, ese silencio que representa la pulsión de muerte, cuyos efectos intentará explicar Freud al introducir este concepto en 1920. Es decir, la tendencia del sujeto al sufrimiento y el dolor, el autocastigo, el fracaso al triunfar, el masoquismo, las expectativas catastróficas, el suicidio, en última instancia la insistencia por lo displacentero.

 

El desorden entrópico de la pulsión de muerte

En Más allá del principio de placer (1920) Freud se propone abandonar posiciones propias, las cuales, por otro lado, intenta rescatar desde una perspectiva diferente.

Es importante destacar cuatro ideas que permiten comprender el lugar que tiene en la teoría y en la clínica el concepto de pulsión de muerte:

1º) Cuando Freud dice que “la vida está entre dos muertes” nos está hablando de la presencia de la muerte; pero no de la muerte final de la que nada podemos decir, sino como su presencia ominosa nos remite a la primera muerte que señala el desvalimiento originario que aparece con nuestro nacimiento. Esta es la muerte que se manifiesta como pulsión que nos lleva a la sensación de fragilidad que produce diferentes síntomas individuales y sociales.

2º) Su relación con la agresión, en especial la autoagresión, y los efectos que ésta produce en el individuo.

3º) El principio de Nirvana, que señala la tendencia del aparato psíquico a reducir a cero toda magnitud de excitación de origen interno y externo. Lo que implica volver al estado inorgánico en el que la pulsión de muerte se manifiesta como una negación del tiempo. Su manifestación en el psiquismo se encuentra en la compulsión a la repetición.

4º) El interjuego pulsional, en el cual la pulsión de muerte (todestrieb) tiene la función de desligar (entbindung), de desestructurar, en oposición a las pulsiones de vida, al Eros que tiende a ligar (bindung), a estructurar, a “conjugar lo orgánico en unidades mayores”.

No pretendo resumir todo el texto; lo que quiero es destacar algunas cuestiones. Freud llega a elaborar el concepto de pulsión de muerte a partir del lugar que van ocupando dentro de la teoría las tendencias hostiles y agresivas.

No le alcanza solamente con la fuerza de la pulsión sexual; intenta explicar otra pulsión que dé cuenta de la agresión, de la destructividad, de la tendencia a poseer y dominar. En un texto posterior -ya afirmado en esta convicción- expresa: “En efecto, a los niñitos no les gusta oír que se les mencione la inclinación innata del ser humano al ‘mal’, a la agresión, la destrucción y, con ellas también a la crueldad”, para enfatizar más adelante que “...la inclinación agresiva es una disposición pulsional autónoma, originaria, del ser humano.”11

Pero es en relación al sadismo y al masoquismo donde puede advertirse el desarrollo que Freud realiza para entender los componentes agresivos que existen en el individuo, pues, como indica, “Sadismo y masoquismo ocupan una posición particular entre las perversiones, pues la oposición entre la actividad y pasividad que está en su base pertenece a las características universales de la vida sexual.”12 Freud va a determinar la estructura sadomasoquista en su forma definitiva en El problema económico del masoquismo (1924).13

El desorden entrópico de la pulsión de muerte juega en beneficio de la creación del orden de la pulsión de vida. Este es el descubrimiento freudiano: que la pulsión de muerte da sentido a la pulsión de vida

Algunos autores (M. Schur14, E. Jones15, etc.) hablan de la pulsión de muerte como de una especulación de Freud.16 Tal afirmación procede de la primera frase del capítulo IV de Más allá del principio de placer (1920), en donde dice: “... lo que sigue es especulación, a menudo de largo vuelo, que cada cual estimará o desdeñará de acuerdo a su posición subjetiva. Es además un intento de explorar consecuentemente una idea, por curiosidad de saber a dónde lleva.” A posteriori se sabe adónde lo llevó a Freud esta idea: la pulsión de muerte se articula dentro de la teoría psicoanalítica como un concepto fundamental para entender procesos que llevan a la persona a insistir en lo displacentero.

¿Por qué Freud, en este momento de la teoría, cuando muchos conceptos estaban ya afirmados, todavía hablaba de “especulación psicoanalítica”? Si se toman en cuenta las características de su estilo de escritura que señalan las tensiones que aparecen a lo largo de su obra, realizada en una cultura marcada por una concepción positivista, y su intento de romper con ella, creemos encontrar que Freud, al hablar de “especulación”, se está refiriendo a que su teoría no constituye una descripción directa de la realidad. Ya que trata -en todo caso- de construir una teoría que dé cuenta de una realidad.

En este sentido la pulsión de muerte únicamente puede ser reconocida en términos teóricos, de especulación, ya que solo se manifiesta a través de la pulsión de vida. Es que, como dice Freud en una carta a Einstein: “Acaso tenga usted la impresión de que nuestras teorías constituyen una suerte de mitología, y en tal caso ni siquiera una mitología alegre... Pero ¿no desemboca toda ciencia natural en una mitología de esta índole? ¿Les va a ustedes de otro modo en la física hoy?”17

A mi entender, en Más allá del principio de placer (1920) y con la introducción de este dualismo pulsional, Freud señala un organismo-cuerpo indisolublemente ligados, pero respondiendo a leyes diferentes. El organismo funciona a partir de las leyes de la anatomofisiología, pero éstas sólo pueden entenderse en el ser humano, en la medida en que se comprenda que este organismo se constituye en un cuerpo que está “sobredeterminado” por el deseo inconsciente.18

En este sentido planteo el cuerpo como lugar del inconsciente. Desde este cuerpo habla el sujeto para dar cuenta de cómo se articula el mismo con su historia personal en una cultura determinada cuya red de significaciones va a hallarse atendiendo a las leyes que rigen el aparato psíquico.

Dice Freud: “Di el siguiente paso en Más allá del principio de placer (1920), cuando por primera vez caí en la cuenta de la compulsión a la repetición y del carácter conservador de la vida pulsional. Partiendo de especulaciones acerca del comienzo de la vida y de paralelos biológicos, extraje la conclusión de que además de la pulsión a conservar la sustancia viva y reunirla en unidades cada vez mayores, debía de haber otra pulsión, opuesta a ella, que pugnará por disolver esas unidades y reconducirlas al estado inorgánico inicial... Vale decir: junto a Eros, una pulsión de muerte; y la acción eficaz conjugada y contrapuesta de ambas permitirá explicar los fenómenos de la vida.” Y agrega más adelante: “El supuesto de la pulsión de muerte o de destrucción tropezó con resistencias aún dentro de círculos analíticos; sé que muchas veces se prefiere atribuir todo lo que se encuentra de amenaza y hostilidad en el amor a una bipolaridad originaria de su naturaleza misma. Al comienzo yo había sustentado sólo de manera tentativa las concepciones aquí desarrolladas, pero en el curso del tiempo han adquirido tal poder sobre mí que ya no puedo pensar de otro modo... Opino que en lo teórico son incomparablemente más útiles que cualesquiera otras posibles: traen aparejadas esa simplificación sin descuido ni forzamiento de los hechos a que aspiramos en el trabajo científico... Admito que en el sadismo y el masoquismo hemos tenido siempre ante nuestros ojos las exteriorizaciones de la pulsión de destrucción, dirigida hacia afuera y hacia adentro, con fuerte liga de erotismo; pero ya no comprendo que podamos pasar por alto la ubicuidad de la agresión y destrucción no eróticas, y dejemos de asignarle la posición que se merece en la interpretación de la vida. En efecto, la manía de destrucción dirigida hacia adentro se sustrae casi siempre de la percepción cuando no está coloreada de erotismo.”19

En este sentido, cuando Freud desarrolla el concepto de pulsión de muerte plantea que el mismo se expresa en el inconsciente a través de la compulsión a la repetición. Éste lleva al sujeto a colocarse en situaciones dolorosas, repitiendo experiencias no recordadas de su pasado, pero que refieren a su presente. Al explicar este comportamiento Freud dice que son una serie de fenómenos en los que aparece una inercia de la vida orgánica que se manifiesta por una tendencia a volver a lo inorgánico. La compulsión a la repetición puede quedar en un permanente repetir o permitir, tal como se da en un tratamiento analítico a partir de la transferencia, la posibilidad de reconstruir secuencias temporales del pasado, borrando las lagunas mnémicas producidas por la represión. En este sentido la pulsión de muerte que está inscripta en la pulsión de vida puede tender a la muerte o ponerse al servicio de la vida. Por ello el desorden entrópico de la pulsión de muerte juega en beneficio de la creación del orden de la pulsión de vida. Este es el descubrimiento freudiano: que la pulsión de muerte da sentido a la pulsión de vida. Es así como un tratamiento analítico implica la posibilidad de utilizar la fuerza de la muerte como pulsión al servicio de la vida.

Si para el psicoanálisis el cuerpo se constituye como lugar del inconsciente, es para señalarnos las leyes que lo rigen, pero también el límite que nos impone lo real, ya que no todo es simbolizable. Por ejemplo, no podemos interpretar desde la castración edípica la muerte de un paciente con cáncer o las vicisitudes que atraviesa un niño abandonado que roba para poder alimentarse.

La pulsión de muerte se escucha desde la pulsión de vida; es por ello que la compulsión a la repetición por un lado está al servicio de Eros, de esta manera intenta reintegrar al individuo. Pero por otro lado, trae a la pulsión de muerte que actúa en silencio y produce efectos en la vida del sujeto.

Eros y pulsión de muerte. Estructuración-desestructuración, heterogeneidad-homogeneidad; en definitiva, prohibición y deseo.

Ya que repetir es traer el pasado al presente donde Eros trata de reemplazar la repetición por el recuerdo y la pulsión de muerte quedará en un permanente repetir.

 

Notas

1.Freud, entrevista con Georges Viereck en Gay, Peter, Freud. Una vida de nuestro tiempo, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1995.
2.En relación a la pandemia actual ver Carpintero, Enrique (Compilador), El año de la peste. Produciendo pensamiento crítico, Introducción “La crisis de la pandemia llevó a la crisis del espacio llamado posmoderno”, Editorial Topía, Buenos Aires, 2020, PDF de descarga libre y gratuita en www.topia.com.ar
3.Rodrigué, Emilio, Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996.
4.Volnovich, Juan Carlos, “Sabina Spielrein: expropiación intelectual en la historia del psicoanálisis”, revista Topía Nº 64, abril de 2012 en ww.topia.com.ar
5. Rodrigué, Emilio, op. cit.
6. Gay, Peter, op. cit.
7.Los desarrollos que se realizan a continuación se pueden encontrar en Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, editorial Topía, Buenos Aires,1999.
8. Freud, Sigmund, “Esquema del psicoanálisis”, Amorrortu editores, O.C. tomo VII, Buenos Aires, 1978.
9. Freud, Sigmund, Prólogo a la cuarta edición de “Tres ensayos de teoría sexual”, Amorrortu editores, O.C., tomo VII, Buenos Aires, 1978, p. 121.
10. Algunos autores reemplazan la expresión “pulsión de muerte” por “Thánatos”. E. Jones, en Vida y obra de Sigmund Freud, dice al respecto: “No deja de ser un poco extraño que Freud nunca, ni aún en conversaciones, haya usado el término Thánatos, que desde entonces se ha hecho tan popular... Al principio usó los términos “instinto de muerte” e “instinto destructivo” en forma indiscriminada y alternada, pero en su discusión con Einstein acerca de la guerra hizo la distinción de que el primero se dirige contra la misma persona y el segundo, derivado de él, va dirigido al exterior. Stekel, en 1909, había usado el término Thánatos para significar un deseo de muerte, pero fue Federn quien le otorgó su significación actual.” (Jones E. Vida y obra de Sigmund Freud, Editorial Nova, Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos Aires, 1962, tomo II, p. 293.) Creo conveniente usar el término “pulsión de muerte” ya que éste alude a esa insistencia de lo real, en contraposición al mito individual que nos señala el Eros, la pulsión de vida.
11. Freud, Sigmund, “El malestar en la cultura”, Amorrortu editores, O.C., tomo XXI, Buenos Aires, 1986, pp. 116 y 117.
12. Freud, Sigmund, “Tres ensayos de teoría sexual”, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, O.C., tomo VII, p. 144.
13. Freud, Sigmund, “El problema económico del masoquismo”, Amorrortu editores., Buenos Aires, 1979, O.C., tomo XIX, p. 170.
14. Schur, M., Sigmund Freud. Enfermedad y muerte en su vida y en su obra, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1980.
15. Jones, Ernst, Vida y obra de Sigmund Freud, Editorial Nova y Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos Aires, 1959.
16. M. Schur en la obra citada anteriormente dice: “Las formulaciones de Freud sobre el instinto de muerte y la compulsión a la repetición estuvieron determinados, parcialmente, por un incesante intento de ‘elaborar’ sus supersticiones obsesivas y de reconciliarse con el problema de la muerte, tratándola como un problema científico. Si es así, podemos comprender que el razonamiento mediante el cual Freud llegó a este concepto no alcanzará su infalible nivel habitual de lógica y de poder de convicción. La ‘lógica’ de los conflictos inconscientes puede ser expresada en una obra de arte -y muchos pasajes de Más allá del principio de placer están escritos en admirable amenidad y dominio de la lengua alemana-, pero esta lógica inconsciente va en contra de la lógica ‘sabia’ de la investigación científica. Op. cit.; p. 510 Tomo II.
La lectura de este párrafo me exime de mayores comentarios en relación a negar la importancia que en la teoría psicoanalítica tiene el concepto de pulsión de muerte. Solamente diré que, si explicamos esta parte de la teoría como producto de la lógica inconsciente de Freud para refutarla, la totalidad de la teoría -también producto de la lógica inconsciente de Freud, como el autor intenta demostrar en el texto- debería refutarse.
17. Freud, Sigmund, “¿Por qué la guerra? (Einstein y Freud)” (1933-1932) Carta de Freud a Einstein, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, O.C., tomo XXII, p. 194.
18. Utilizo el concepto, que denomino corposubjetividad, el cual alude a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación. En este sentido, definimos el cuerpo como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto. Por ello, el cuerpo como metáfora de la subjetividad, se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. Desde aquí hablamos de corposubjetividad donde se establece el anudamiento de tres espacios (psíquico, orgánico y cultural) que tienen leyes específicas al constituirse en aparatos productores de subjetividad: el aparato psíquico, con las leyes del proceso primario y secundario; el aparato orgánico, con las leyes de la físico-química y la anátomo-fisiología; el aparato cultural, con las leyes económicas, políticas y sociales.
De esta manera entendemos que toda producción de subjetividad es corporal en el interior de una determinada organización histórico-social. Es decir, toda subjetividad da cuenta de la singularidad de un sujeto en el interior de un sistema de relaciones de producción que constituye el espacio en el que se dan las relaciones sociales en las que -como dice Spinoza- los cuerpos afectan y son afectados por otros cuerpos en el interior del colectivo social. Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, editorial Topía. Buenos Aires, 2014.
19. Freud, Sigmund, “El malestar en la cultura”, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, O.C., tomo XXI, pp. 114, 115 y 116. El subrayado es mío.

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Agosto / 2020