Dicen que el nuevo lugar es más limpio que este, un espacio cerrado y diáfano donde nada podrá esconderse ni hacernos daño. Lo llaman la ciudad transparente (…) no se trata de un refugio temporal sino de una ciudad segura en la que comenzar de nuevo… hemos follado un par de veces desde que dijeron que tendríamos que irnos, no sabemos si se podrá follar en la ciudad transparente.
Rendición, Ray Loriga
Cuando me echaron del trabajo, el director de la empresa recibió un salario 800 veces superior al mío. Creo que, ante algo así, refugiarse en el videogame Elfscape es una respuesta bastante cuerda. Satisfacemos una necesidad psicológica humana básica, la de sentir que servimos para algo, que somos útiles.
El Nix, Natham Hill
“-Yo… yo casi no lo sé, señor, en este momento… por lo menos sé quién era yo cuando me levanté esta mañana, pero parece que debo haber cambiado varias veces desde entonces”.
Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carol
La posmodernidad, el capitalismo tardío, la muerte de los grandes relatos y el fin de la historia han dado muestra cabal de su enorme eficacia a favor del proceso de propagación y fundamentación del consumismo y el individualismo. En definitiva el darwinismo social, ese que pide más emprendedores individuales y menos ciudadanos. Que venera el éxito y desea la muerte del que no puede cumplir con esa religión del triunfo.
El Planeta Cyborg es la parada actual del tren bala de las sociedades impulsadas por el laboratorio tecnocientífico capitalista
Quienes se opusieron, ejerciendo la navaja del pensamiento crítico, debieron debatir contra esas definiciones hegemónicas del capitalismo tardío. Hoy sabemos que la posmodernidad quedó mal herida con la crisis capitalista de las hipotecas del 2008 y que la pandemia del coronavirus es su canto del cisne. Pero de ninguna manera, nos apresuramos a decir, se trata de la defunción del capitalismo.
Proponemos llamar Planeta Cyborg al proceso pos pandemia. Tratar de observar lo que vendrá a la salida de las cuarentenas. Planeta Cyborg es un puerto que abarca la Tierra. El Planeta Cyborg es la parada actual del tren bala de las sociedades impulsadas por el laboratorio tecnocientífico capitalista. La pandemia de coronavirus vino como un jinete del apocalipsis, trajo cambios que debemos desentrañar. Algunos de ellos, seguramente, serán para que nada cambie, siguiendo la paradoja de Lampedusa: “Cambiar todo, para que nada cambie”. Invitarán a que la humanidad se conforme y no se rebele. Ante esta nueva e inesperada actualidad que plantean tanto la pandemia como la cuarentena hay aspectos que nos interesa poner bajo la lupa:
Primero: Las conclusiones que sacarán las clases dominantes al servicio de sus intereses. Ya sabemos que el capitalismo no puede hacer otra cosa que tender a la monopolización y que el desarrollo imparable de internet le dio un gran impulso en esa dirección: “Debido a su dinamismo, a la economía digital se la presenta como un ideal que puede legitimar más ampliamente el capitalismo contemporáneo.”1 Está claro que una sociedad mundial digitalizada que volatiliza hasta el papel moneda de las naciones -el bitcoin por ejemplo- promueve y necesita más habitantes cyborgs. Los construye, como la sociedad medieval necesitaba herreros. No se trata hoy de un artesano por pueblo y por especialidad, sino de multitudes de usuarios con sus prótesis comunicativas perfectamente adosadas a su cuerpo. La mayoría de los usuarios-cyborgs hacen una adaptación acrítica del modo productivo reinante. Que es lo contrario a lo que Pichon-Rivière reclamó siempre: una adaptación crítica a la sociedad, ejercida y dirigida por el pensamiento crítico. Algo que ocurrió siempre cuando se dieron cambios sociales significativos.
El poder siempre tiene el objetivo de que el miedo se internalice para inclinar al sujeto a la obediencia. Miedo que está acechando detrás de las políticas de seducción del electorado: “El lema de todos los dirigentes en la historia del mundo: hacer temer, en vez de hacer comprender nunca nada, esa es seguramente la mejor forma de hacerse obedecer.”2 En el Planeta Cyborg se consolidó definitivamente el usuario universal y las elites gobernantes tenderán a mantenerlo dentro de esa condición.
El usuario-cyborg fue como un lector protagonista de libros de la serie Elige tu Propia Aventura. Creyendo que con su accionar podía cambiar su historia a su antojo
Segundo: El notable efecto de las cuarentenas globales, las que mantuvieron a casi cuatro mil millones de personas encerradas en su casa o en su barrio. Sin necesidad de ejércitos o fuerzas policiales patrullando el globo terráqueo.
Nos encontramos con la primera cuarentena preventiva de la historia, la que fue obedecida sin resistencia, y en el caso que no existiera fue exigida por la población. Esto implicó una renuncia a la vida cotidiana, a las remuneraciones, a los encuentros sociales, los encuentros sexuales, las reuniones familiares, la vida al aire libre, el concurrir a espectáculos, seguramente impulsados por el carácter siniestro del coronavirus. Pese a que sabemos que cuando aparece la peste, se modifican radicalmente los usos y costumbres de las colectividades, es necesario entender este fenómeno histórico donde la gente actúa en forma tan distinta a las conocidas hasta hoy. Una experiencia única en el devenir humano, nunca existió ningún poder, ni aun el más dictatorial, que lograra tamaño control social que permitiese contener y vigilar a tanta gente. Se impone preguntarnos qué lo hizo posible.
La claustrofilia del usuario-cyborg ya era su manera de vivir en la sociedad previa. Encerrado sobre sí, ese usuario estaba convencido de que el espacio social era peligroso y que la relación social estaba mediatizada por la placenta mediática (el celofán comunicativo que envuelve el mundo, que le permitió al hombre por primera vez envolver el globo). Las máquinas de comunicar habían preparado a los individuos a que el encierro estaba lleno de placeres comunicativos, todo podía realizarse por internet. El habitante de la sociedad global aceptó muy rápidamente volverse sobre sí y creer en que esto era sinónimo de una vida cómoda y segura.
Demos una mirada hacia al momento en el que estábamos parados antes de que el caballo de la peste volviera a pasearse por el mundo. Es decir, ver cómo funcionaba la sociedad que el usuario-cyborg habitaba. Cuáles eran los lazos que lo unían a la misma.
El proceso veloz y dinámico que fue marcando la economía de plataformas, ahora lo vemos más claro, necesitó el maridaje perfecto entre la técnica y el cuerpo de los hombres. Para eso se constituyó una nueva manera de ser y estar de los humanos en este mundo: los usuarios-cyborgs3 hibridados a sus Smartphones. Bajo estas condiciones el usuario-cyborg se hizo absolutamente transparente, se convirtió en un productor independiente para las redes sociales que reclamaba urgentes “me gusta”, es decir, ser mirado y valorado. La extimidad4 hizo que la vida fuese expuesta sin pudor alguno buscando un: “Me Gusta”. Estricta consecuencia del tiempo nanosegundo en que vivimos, la fragilidad narcisista aparecía envuelta en esa ampliación del mundo que los Smartphones prometían. Las pandemias de depresión y de obesidad infantil eran algunos de sus indicadores.
Vamos a salir de la cuarentena con la convicción de estar en un Planeta Cyborg que puede controlar más y más a los habitantes del mismo
Los algoritmos no han parado de decodificar los deseos de cada usuario, los diminutos chips introducidos secretamente en los enseres domésticos -TV, heladeras, lavarropas, etc.- los chips incorporados al cuerpo hacen cada vez más creíble para muchos el ideal transhumano de vivir en y por las máquinas. La pasión por estar conectados fue absorbida por las enormes multinacionales que dominan internet, su minería de datos permitía, y permite, aceitar y mejorar el capitalismo. El consumismo se consolidaba por medio de las ofertas que llegaban al celular para alimentar el “Llame Ya” las veinticuatro horas del día,5 en definitiva, la virtualidad primero debilitó la vida real y luego tomó el poder: la vida virtual se hizo hegemónica.
El usuario-cyborg fue como un lector protagonista de libros de la serie Elige tu Propia Aventura. Creyendo que con su accionar podía cambiar su historia a su antojo. En realidad, como en esa famosa serie de libros para adolescentes, funcionó de acuerdo a alguno de los siete o más finales que ya estaban previstos por el autor.
Pero el proyecto de las grandes empresas era mucho mayor y más abarcador. No era, ni es un juego de niños. Por eso alejaron cada vez más la posibilidad de que internet fuese una red democrática y horizontal como en sus inicios. Así montado el escenario del Show Time, el usuario-cyborg se regodeó en la claustrofilia, la hizo su forma de vivir. El encierro en las máquinas era un cómodo estar en la habitación, el cordón umbilical con la placenta mediática lo proveía sin solución de continuidad de imágenes y contactos. La nueva realidad de internet prometía hasta abolir la muerte.
Tenía a su disposición dispositivos que ensalzaban la posibilidad de tener el mundo adosado a su mano, cada vez más pequeños y potentes, como consecuencia, como en un acto de predestinación, no existía mucho margen para que el pensamiento mágico no creciera ante tanto desarrollo tecnológico. El Smartphone se convirtió en el fetiche por excelencia.
El usuario-cyborg quedó a merced de lo que Éric Sadin denomina la irresistible expansión del liberalismo digital.6 La minería de los big data desnudaron las pepitas de oro de cada usuario, para llevarlas hacia el consumismo en todas las formas que éste se pudiese desarrollar. No solo la minería fue realizada por la actividad de los algoritmos, sino que el entusiasmo del usuario-cyborg produjo infinidad de datos que entregó ingenuamente a las multinacionales. Y lo hizo por enamoramiento, por la fascinación que el estar conectado a la red le produjo. Un claro ejemplo de este entusiasmo va permitiendo que a los trabajadores en muchas empresas se les coloque chips debajo de su piel para abrir y cerrar puertas, prender luces, aparatos, etc. del lugar de trabajo. En este último caso estamos en presencia de un ritual de iniciación dirigido y promovido por las patronales: con cada empleado que se coloca el chip, se realiza una fiesta en la empresa.
Dependerá de los rebeldes, de los que no aceptan esta obediencia y servidumbre, poner el Planeta Cyborg que dominan los ricos, patas para arriba
En síntesis, el usuario-cyborg para poder hibridar, para que la prótesis comunicativa ingresara en su cuerpo, tuvo que dar todo de sí a los intereses económicos de la enorme transformación que el capitalismo venía produciendo. El usuario-cyborg está moldeado por y para la economía digital: “La economía digital se está volviendo el modelo hegemónico. Las ciudades tienen que volverse inteligentes, los negocios deben ser disruptivos, los trabajadores tienen que ser flexibles.”7
Esta es la otra cara que nos interesaba mostrar, sumarla a la gran cantidad de trabajos que hablan de la pospandemia. Pensar en el otro motor que a nuestro entender, facilitó la aceptación de la cuarentena. En los cuatro mil millones de personas habitaba la promesa de que los fetiches comunicativos nos salvarían de los riesgos personales y familiares de los largos encierros. Se internaron como los cristianos primitivos a las catacumbas, convencidos de que sus amuletos, rosarios o cruces, los llevarían a buen puerto pese a la pandemia reinante. La experiencia demuestra que no fue así, el enclaustramiento no se resuelve usando fetiches que mantengan un halo mágico de protección. No solo eso, sino que por primera vez comienza a fisurarse una parte de la relación del usuario con su Smartphone.
- Lo que estamos viendo, en los países que tienen mayor cantidad de muertos por Covid19, es que las ganas de juntarse supera los cuidados que se recomiendan tener. Que la peste no está derrotada, ni mucho menos. Que el horizonte de la vacuna no está próximo, pese a los avances en la investigación.
- Que las empresas que han cantado loas a la libertad de empresa, a la reducción del Estado, a la propiedad privada como una biblia, no han dudado en pedir socorros de los Estados, como hicieron los bancos en el 2008. Como lo hicieron los bancos al salir a flote, volverán a sus políticas anti Estado.
- Que las secuelas en la salud mental serán de gran magnitud y que la crisis económica seguirá siendo grave. Que la pandemia era de temer, pero que los costos de la cuarentena asoman y muestran las secuelas serias de los prolongados encierros.
-Que muchos cyborgs están desencantados con el trabajo en casa, eso que parecía una panacea se convirtió en una esclavitud mayor a las empresas. Esto es un indicio de ciertas fisuras en la ilusión claustrofílica,8 como bien lo expresa Carlos Barzani la claustrofilia devino en claustrofobia.
Existen otros: muchos adolescentes que creyeron al inicio de la cuarentena era un jolgorio vacacional para jugar a la PlayStation sin límite a cualquier horario, se transformó en un aislamiento agobiante. Y reclaman volver a ver a sus amigos -aquellos con los que antes de la pandemia jugaban horas en la Play, horas sin necesidad de verse- la piel del amigo, sus gestos, se reclama con insistencia. En la misma dirección que lo anterior la presencia 24/7 con los padres, les resulta agobiante. Lo mismo, quizás con mayor gravedad, ocurre con los niños y la falta de escolaridad. El espacio claustrofílico de su casa es como mirar la vida detrás de un vidrio oscuro. Los padres de familia tampoco están en una situación de buena convivencia. La violencia familiar aumenta. Además no soportan esa abrumadora exigencia escolar de la que deben hacerse cargo y para la que nadie estuvo preparado.
- Que los docentes se han visto obligados a realizar una multitud de tareas para las que no estaban preparados y los más lúcidos denuncian el nuevo vasallaje tecnológico al que las instituciones escolares los somete, donde los modos tecnológicos de control de alumnos y docentes es altamente sofisticado y no habrá aula en que no entren. Un Gran Hermano aspira a apoderarse de todos los sistemas educativos.
Entramos en el Planeta Cyborg convencidos de que íbamos a estar bien acompañados en la cuarentena por la placenta mediática, y las máquinas de comunicar serían nuestros dulces ángeles protectores de la muerte que campeaba por la ciudad mundial. Vamos a salir de la cuarentena con la convicción de estar en un Planeta Cyborg que puede controlar más y más a los habitantes del mismo. La experiencia para cada uno de los participantes, ha dejado marcas y dudas sobre este mundo del laboratorio científico técnico, el mismo no es tan cómodo, el Mundo Feliz del que hablaba Huxley no es tal.
Sobre la condición cyborg del mundo no tenemos dudas, en todo caso quien las tenga que piense en los cuatro mil millones encerrados por propia voluntad en sus propias casas. El proceso de 5G, por el que pelean los Estados Unidos y China, no hará más que consolidarlo, muchas asociaciones están pidiendo que no se siga implementando el reconocimiento facial. En el inicio del capitalismo los ludditas primero se rebelaron contra los telares, los inutilizaban o quemaban las fábricas, hasta que finalmente ubicaron su verdadero enemigo: los dueños de las máquinas y organizaron sindicatos para defenderse. De la misma manera ocurrirá hoy, necesitamos pensamiento y accionar crítico ante las relaciones de seducción y obediencia que los poderosos volverán a intentar (ya han sacado conclusiones de la capacidad de poder encerrar y controlar a cuatro mil millones de personas portando celulares, notebooks, etc.). Dependerá de los rebeldes, de los que no aceptan esta obediencia y servidumbre, poner el Planeta Cyborg que dominan los ricos, patas para arriba.
Notas
1. Srnicek, Nick, Capitalismo de plataformas, Caja Negra, Buenos Aires, 2018.
2. Buocheron, Patrick y Robin, Corey, El miedo. Historia y usos políticos de una emoción, Capital intelectual, Buenos Aires, 2016.
3. Hazaki, César: Modo Cyborg. Niños, adolescentes y Familias en un mundo virtual, Topía, Buenos Aires, 2019.
4. La extimidad es el proceso por el cual todo lo íntimo devino en público.
5. Hazaki, César, op. cit.
6. Sadin, Éric, La siliconización del mundo, Caja Negra, Buenos Aires, 2018.
7. Srnicek, Nick, Capitalismo de plataformas, Caja Negra, Buenos Aires, 2018.
8. Deberíamos hacer un recorrido de los momentos claustrofílicos y los momentos claustrofóbicos de las sociedades.