En nuestra práctica cotidiana, nos encontramos con pacientes que se acercan a la consulta invadidos por la angustia ante la pérdida de un ser querido, quizás en un duelo detenido, o solicitando acompañamiento en un duelo normal. En la época actual, es esperable que las consultas aumenten como correlato al gran número de fallecimientos en el país debido al COVID19, ¿pero ¿qué sucede con el factor cualitativo? ¿Cómo serán los duelos en las nuevas coordenadas generadas por la pandemia que signa nuestra actualidad? ¿Cómo serán elaboradas las muertes que se produzcan en aislamiento, sin posibilidad de una despedida o acompañamiento del enfermo, ni ritos funerarios para contornear la pérdida en lo real con el campo significante?
El duelo puede definirse como un proceso que tiene lugar luego de una pérdida significativa y tiene como objetivo metabolizar el sufrimiento psíquico producido: se trata de establecer una “nueva normalidad”
En este breve artículo, me propongo repensar las variables del duelo en el contexto de emergencia sanitaria. Para ello, llevaré a cabo un breve recorrido teórico con aportes de psicoanalistas, así como elaboraciones personales.
El duelo puede definirse como un proceso que tiene lugar luego de una pérdida significativa y tiene como objetivo metabolizar el sufrimiento psíquico producido: se trata de establecer una “nueva normalidad” o una reconstrucción, ya que el mundo en el que el sujeto habita nunca será el mismo. El psiquismo se ve enfrentado a la tarea de hacer una elaboración que posibilite a la persona la inscripción como recuerdo del objeto perdido, así como recuperar el interés por el mundo externo perdido en mayor o menor medida durante el proceso de duelo (Freud, 1917). El aparato psíquico debe realizar un juicio de realidad en pos de discriminar las categorías presencia-ausencia, y así otorgar a la condición de ausencia una calidad permanente (Miñarro, 2018).
Al confrontarse con una pérdida significativa, será necesario que se halle una significación acerca de su lugar en relación al objeto perdido. Esto podrá dar lugar al síntoma, a las formaciones del inconsciente, a las identificaciones, etc. El duelo aparece como una condición indispensable para poder continuar viviendo, para lograr separarse del ser perdido y amado, y relocalizar la libido en el mundo objetal.
Ante una pérdida significativa, la trama significante se rompe y no hay respuestas inmediatas desde lo imaginario ni desde lo simbólico para hacerle frente
Freud (1917) define el duelo como una reacción ante la pérdida de una persona querida, de una abstracción equivalente como la patria, la libertad, un ideal, etc. El duelo se prolongará el tiempo necesario para elaborar la falta; supondrá localizarla en uno mismo, saber qué se nos ha perdido a través de la muerte del ser querido (Pelegrí Moya y Romeu Figuerola, 2011).
Pelegrí Moya y Romeu Figuerola (2011) plantean al duelo como algo que va más allá de un dolor de orden psíquico, un pesar o una aflicción. Lo describen como un desafío hacia la propia estructura psíquica del sujeto, una tensión entre el registro real y el simbólico. Al experimentarse una falta en lo real, la falta devenida alcanzará lo real del cuerpo imaginario del doliente. Esta falta o agujero en lo real movilizará todo un orden simbólico que da lugar a una recomposición de significantes, en la medida en que el sujeto afronta la pérdida. Es este trabajo simbólico el que propongo que se encuentra trastocado en la época actual signada por la pandemia, y cuyos efectos veremos solo a futuro.
Ante una pérdida significativa, la trama significante se rompe y no hay respuestas inmediatas desde lo imaginario ni desde lo simbólico para hacerle frente. Es importante trabajar en torno a la subjetivación en el duelo, brindando a la pérdida en lo real un baño simbólico. El duelo posibilita una recomposición de significantes; para abordar el vacío que la falta genera, habrá que reconocerla, nombrarla. Pasar lo real a la posible reinscripción de la falta en tanto simbólica, lo que devendrá en que “el sujeto vuelva a encadenarse en la cadena significante y pueda representarse en la misma y en el lazo social” (Emilger, 2010). Esto puede verse dificultado, o incluso impedido, si algunos actos simbólicos se ven imposibilitados por las reglas que rodean a la pandemia. De modo que aquello que irrumpe como traumático, puede tener dificultades para simbolizarse y, así, coloquialmente, “superar” la pérdida.
Un duelo normal consiste en que en algún momento se logre la sustitución del objeto, la aparición de otro objeto de interés para el sujeto. Para que ello ocurra, será necesario poder perder efectivamente el objeto de amor inicial. Pero si no se puede realizar un velatorio, ni un entierro, si no que se procede rápidamente a la cremación obligatoria, los ritos funerarios se ven impedidos, y el registro de la pérdida se ve, al menos, dificultado.
Algunas de las preguntas que permanecen sin respuesta son: ¿Se producirán duelos detenidos? ¿Más extensos? ¿Duelos patológicos? ¿Aumentará la demanda de psicoanálisis o psicoterapias? ¿O se logrará resignificar las coordenadas de la época de tal manera que no impliquen necesariamente consecuencias patológicas? ¿Aumentarán las patologías del acto? No lo sabemos.
La recomposición subjetiva luego de la irrupción traumática por la muerte de alguien querido tiene lugar de la mano de ritos funerarios, o actos como despedirse de la persona que está por fallecer, acompañarla, quizás hacer las paces en el lecho de muerte. Pero todo eso se ve trastocado en la actualidad, momento en el que las muertes de pacientes “COVID positivo” los obligan a morir en soledad. Los hospitales han prohibido las visitas de familiares y amigos de los pacientes, por lo que aquellos que se encuentran en proceso de fallecer, no tienen otra opción que transitarlo solos. Aún más, los velatorios de personas que han fallecido de otras causas tampoco pueden desenvolverse normalmente como en épocas pasadas. Incluso en los momentos posteriores a la pérdida, los deudos no pueden rodearse de sus seres queridos para servirse de su apoyo, debido a que la cuarentena lo prohíbe por el momento. Todo se ve trastocado, y el duelo no es una excepción. Los deudos, aquellos que quedan vivos y quienes serán posibles pacientes de analistas, sufrirán las consecuencias de este cambio radical en la manera de morir y de perder.
Según Emilger (2010):
Para que se produzca la función subjetivante en el duelo es preciso que el Otro Social, lo público, sancione la muerte y legitime con los medios que dispone el lugar del deudo como tal. Esto le permitirá transitar los tiempos del duelo, permitiéndose en lo privado, los amarres y separaciones necesarios con el ser querido muerto para que en lo íntimo este pueda inscribirse de otra manera (...) lo público aportará los recursos simbólico - imaginarios para contornear lo real del trauma y traducir - o sea - significar lo que el deudo perdió con su muerto querido (...) Es interesante pensar esto en los velatorios, en los obituarios o en los cementerios. Allí se escriben mensajes. ¿Dirigidos a quién? ¿Por qué los cementerios (...) son un espacio donde el deudo habla, escribe, dice, ora, re-liga su pacto con el difunto? Lugar que lo Público, el Otro Social proponía, para que, en lo privado, el sujeto conserve el tiempo que aún necesitaba para "velar" el objeto que quedó ahí, como "alma en pena", para ligarlo, encadenarlo a la cadena significante.
Con el fin de significar la pérdida vivida es necesario que esta pueda ser traducida en palabras a través de las costumbres, las tradiciones, las religiones, los rituales. De allí que, en las múltiples culturas, por más diversas que estas resulten, existen modos de despedir a los seres queridos… con monedas en sus ojos, momificados, conservando los cráneos en los hogares, entregados a las aves de carroña, enterrándolos, velándolos a cajón abierto o cerrado en velatorios más o menos festivos dependiendo de las costumbres locales. Solo así, la muerte entra en el mundo de símbolos.
Es posible que, ante la falta de los ritos y costumbres tradicionales, comiencen a adquirir relevancia sustitutos de estos, tales como la despedida de seres queridos mediante dispositivos electrónicos, el acompañamiento luego de una pérdida a través de videollamadas que incluso pueden ser grupales, la creación de redes sociales en rememoración de los muertos (como los “Facebook homenaje”). Asimismo, puede proponerse a los deudos la creación de un rincón de homenaje en algún sector de la casa, la escritura de un diario de duelo donde registren sus pensamientos y sentimientos, así como la planificación de rituales que puedan tener lugar una vez finalizada la pandemia, o al menos la cuarentena. Quizás desde nuestro lugar como profesionales de la salud, sea importante problematizar las nuevas coordenadas de los duelos para poder fomentar la creación de alternativas como las mencionadas.
Los deudos no pueden rodearse de sus seres queridos para servirse de su apoyo, debido a que la cuarentena lo prohíbe por el momento. Todo se ve trastocado, y el duelo no es una excepción.
Retomando las definiciones de duelo, es posible afirmar que el sujeto, frente a la muerte de un ser querido, es asediado por lo traumático, por lo que se desarma la trama significante que lo encuadraba. Por ello la importancia de la correcta realización del duelo para que nuestros pacientes puedan rearmar su escena del mundo, su trama significante, sus recursos simbólicos e imaginarios para hacer frente a la embestida de lo real que la pérdida ocasionó. “La función subjetivante en el duelo permite el pasaje del campo de lo traumático (de la compulsión de repetición), a la posible reinscripción de la falta entretejida por el conjunto significante” (Elmiger, 2010). Un duelo detenido o sin hacer aparece con la presencia continua de fenómenos y síntomas del orden de lo psicosomáticos, actings out, pasajes al acto, adicciones, anorexia, bulimia, que se repiten en un intento fallido de inscribir lo traumático de la pérdida. Algo de lo imposible de ser articulado vía significante se muestra en esos fenómenos (Pelegrí Moya y Romeu Figuerola, 2011). Frente a una pérdida, allí donde no opera la función del duelo proliferan los acting-out como efecto del mecanismo de renegación (Bauab, 2007). De allí la importancia de prevenir y tratar adecuadamente a las personas que sufran una pérdida importante en estos tiempos.
Lejos de cerrar interrogantes, estos permanecen abiertos: se desconocen aún los efectos subjetivos que provocará en los deudos la imposibilidad de transitar los ritos funerarios, el acompañamiento de los enfermos, la despedida de sus seres queridos en su lecho de muerte, el hecho de no tener un lugar físico en un cementerio al cual acudir a recordar el objeto perdido. El factor social se ve socavado; las muertes se sufren en soledad, y ello inevitablemente comportará efectos. Una reestructuración es necesaria: será relevante encontrar nuevos rituales o ceremonias significativos para los deudos que les permitan rememorar a la persona fallecida, así como reconocer su ausencia.
Algunas de las preguntas que permanecen sin respuesta son: ¿Se producirán duelos detenidos? ¿Más extensos? ¿Duelos patológicos? ¿Aumentará la demanda de psicoanálisis o psicoterapias? ¿O se logrará resignificar las coordenadas de la época de tal manera que no impliquen necesariamente consecuencias patológicas? ¿Aumentarán las patologías del acto? No lo sabemos. Dichos interrogantes se responderán solo a posteriori de sucedidos los efectos de la pandemia en la psiquis de la población, y podremos estudiarlos apres coup en pos de brindar el tratamiento adecuado. Sin embargo, pensarlo anticipadamente no es un tema menor, ya que se pueden implementar políticas de prevención en pos de cuidar la salud mental de los afectados preparando al sistema para dar lugar al sostén y acompañamiento de duelos complejos.
Lucía Natalí García*
Psicóloga
lulaiagarcia [at] gmail.com
*Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Jefa de residentes de psicología clínica del Hospital general de agudos Dr. Ignacio Pirovano y del Centro de Salud Mental N°1
Bibliografía
Bauab, A. (2007). Para una clínica lacaniana del duelo y la melancolía. Imago Agenda.
Elmiger, M.E. (2010). La subjetivación del duelo en Freud y Lacan. Revista Mal Estar e Subjetividade, 10(1), 13-33.
Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. Obras completas, 14, 235-255.
Miñarro, A. (2018). Memoria, duelo y psicoanálisis en el largo camino de dolor entre 1939 y 2017. Norte de Salud Mental, 15(58), 95-104.
Pelegrí Moya, M., & Romeu Figuerola, M. (2011). El duelo, más allá del dolor. Desde el Jardín de Freud-Revista de Psicoanálisis.