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En recuerdo del beso. Memorándum Ludopedagógico para el COVID 19

 

Abril 2020. Lo que nadie podrá negar y deberá recordarse es que en estos cuatro primeros meses del año se han modificado comportamientos, pensamientos y sentimientos de la humanidad toda.

Un revolcón inmenso a la tranquilidad y las certezas.

Me detengo a mirar el paisaje desde esta ventana, el juego - de la que nunca estuvo muy claro cuál es el lado de adentro y cuál el de afuera – y que además es una de las tantas que afortunadamente se están abriendo en estos días, de par en par, no solo para ventilar sino también para escudriñar, identificar, intuir e imaginar de qué se trata todo esto y de cómo y hacia dónde iremos a llegar

En este momento me seduce más que entender y explicar, hacer el esfuerzo de comprender

La búsqueda de responsabilidades culpables y culposas, premeditaciones, accidentes y toda clase de especulaciones al respecto de las causas y motivos, serán seguramente dentro de algunas décadas resultado de investigaciones tanto históricopolíticas como científicosociales.

No obstante, ello, en este momento me seduce más que entender y explicar, hacer el esfuerzo de comprender*. Es decir que sintiéndome parte de la coyuntura que estamos viviendo pretendo contribuir en su mutación hacia alguna versión mejorada del mundo que construimos aportando desde este preciado espacio, el juego. Me propongo ser y tomar parte de su transformación.

De este modo asumo el compromiso político ludopedagógico conmigo mismo y con el universo de personas que directa o indirectamente se hayan sentido en alguna oportunidad, profundamente conmovidas o quizá apenas acariciadas, por el arrullo amoroso del juego puesto sobre la piel y el hueso.

Siento la necesidad y el interés de conectar el mundo conmocionado y revuelto que estamos atravesando con esta particular manera de vivir y concebir dicho fenómeno esencialmente humano.

El juego que, abanicando el deseo y la prisa, endulzando la rabia y la mentira, fabricando el simulacro y el ensayo, el sentido y la sensación, renombrando y alarmando a la razón, celebrando y honrando a la intuición, invita a que sea camino, senda, rumbo, sin final ni destino.

El juego que adolece de una laica omnipotencia.

La situación nos ha quitado todos los apoyos, nos puso en un equilibrio extremo e inestable y nos desafía inescrupulosamente a reaccionar

Posicionado en esta perspectiva me atrapan las dudas y los delirios

¿Cómo se comportan el juego y sus jugadores? ¿qué papel tienen o podrían tener en medio del desconcierto? ¿Cuánto de lo dicho, escrito, pensado, dibujado o soñado en todo este tiempo de incertidumbres y a la vez de pruebas mortíferas, podría ajustarse asertivamente a una conversación instalada sobre, desde y con el juego?

La situación nos ha quitado todos los apoyos, nos puso en un equilibrio extremo e inestable y nos desafía inescrupulosamente a reaccionar. Por un lado, se construye una suerte de cerca perimetral gracias a la cual quedamos una vez más categorizados, discriminados y distanciados. Esta vez en función de nuestra (in) capacidad de resistir al alienígena invisible.

Simultáneamente mientras esta lucha cuerpo a cuerpo acontece y se repica de manera intermitente pero inexorable hasta el infinito, seguimos respirando, comiendo, haciendo el amor, consumiendo el tiempo en una cotidianidad alterada y perturbadora.

Queda en evidencia que serán tanto más grave los perjuicios cuanto más vulnerables sean las condiciones de vida pre-existentes o sea las inequidades que se anticipaban a la pandemia

Jugar, como forma de enfrentar el combate, como actitud con la que transitar la distancia y la emergencia, no parecería ser una opción de las más razonables, todo lo contrario, el discurso instalado dice que debemos levantar todas las barreras posibles a la liviana sensación de inocuidad que produce el juego, y mucho menos considerarlo cuando se presenta como una alternativa que transgrede la normativa prescripta.

Jugar es un arma de amor, no de guerra.

Históricamente hemos tenido el papel de hacer propuestas incómodas, de decir lo no adecuado en los momentos menos indicados, de provocar atrevidamente aún con la profunda convicción de hacerlo constructivamente.

Sentir, pensar y pretender contribuir con el juego al mejor desenlace de la historia, tanto en la esfera individual como en la colectiva de esta sociedad hiperconectada, para bien y para mal, no deja de ser un poco más de lo mismo: destemplados pensamientos de delirantes atemporales que no terminamos de entender la gravedad del colapso.   

Todo parece indicar la necesidad imperiosa de ajustar el guion universal. ¿Hay que producir realidades nuevas desde discursos renovados que ayuden a reacondicionarlo todo con las menores pérdidas posibles, humanas, materiales, éticas?

Así es que todos los discursos, los dichos y los no dichos, los pertinentes y los inútiles a criterio de cada quien, son pasibles de amoldarse “en el zapato de la circunstancia que lo contiene”, para el caso: la pandemia.

Cuatro dimensiones para ejemplificarlo:

1a dimensión. Los medios masivos de comunicación y toda la (des) información informatizada no cesan en el empeño de enviar mensajes y hacer marketing -al fin de cuentas de allí salen sus rentabilidades- que nos muestran y hablan de las conveniencias y de las virtudes de los bienes que nos proponen comprar o mejor dicho que se proponen vendernos durante o para cuando pase la pandemia. El ingenio y la creatividad puestos al servicio del consumismo de modo que en la gran vidriera todo parece adecuarse ajustadamente a las nuevas necesidades sociales creadas por un virus cuasi mediático.

2a dimensión. El fútbol, como ícono del deporte profesionalizado, por nombrar solo uno de todos los ejemplos imaginables, claro que sufre también y de múltiples formas las consecuencias desestabilizantes del encierro, pero ajusta y acomoda su libreto, el de todos sus actores, principales y secundarios: clubes, jugadores, trabajadores, espectáculos, empresarios, dirigentes, espectadores, para sobrellevar la crisis con los menores efectos negativos sobre el gran negocio.

3a dimensión. ¿La política, como espacio de poder concentrado gestiona la crisis, define los permisos y las prohibiciones, determina libertades y censuras focalizando en el tema de la salud física, mental y económica de las naciones, tal vez a cuenta de futuras adhesiones?

El control, el confinamiento, la descorporalización del vínculo tienen que ir de la mano con las acciones que permitan sobrellevar la hecatombe para la que no se estaba preparado como sistema sanitario de base, sin socavar las estructuras económicas, los formatos de producción y explotación, pero por sobre todo los de distribución de los beneficios.

Queda en evidencia que serán tanto más grave los perjuicios cuanto más vulnerables sean las condiciones de vida pre-existentes o sea las inequidades que se anticipaban a la pandemia.

4a dimensión. La ética y los valores humanos pasaron a formar parte del discurso, nada más ni nada menos que de las financieras, que ahora parecen prestar el dinero y cobrar sus jugosos intereses de siempre, pero con fines humanitarios y filantrópicos.

¿Se produjo un naufragio dilemático del que intentaremos salir a prueba de tímidos ajustes reformistas o tal vez con bruscas transformaciones temerarias o quizá con medianos equilibrios compensatorios?

He sostenido reiteradamente del juego que cumpliendo la enorme función de aportar a la alegría es por sí mismo un recurso del ser humano maravillosamente invalorable

Como sea lo que vendrá, queda claro que algo de toda esta situación de crisis, inicialmente sanitaria y finalmente abarcativa de todo rasgo de vida en el planeta, ha descalabrado más al establishment de lo que nadie pudo suponer sucedería de manera tan veloz, contundente e invisible.

La coyuntura en algún punto y de alguna forma le ha pateado los testículos al capitalismo. Al menos es lo que se olfatea al pasar por los shoppings que entre otras grandes versiones del consumismo extremo, han debido cerrar sus puertas. Sin embargo, se le debe reconocer la enorme capacidad de resistencia, de recuperación y de resiliencia que ha desarrollado como sistema con aspiraciones de eternidad.

No será tan sencillo darnos cuenta que quizá estemos clamando por el regreso a una normalidad, a un paraíso perdido que no era tal.

Paradoja: “capitalizando la crisis” podemos aspirar a trascenderlo y porque no, a humanizarlo.

Se escuchan voces de todos los colores, de todas las ideologías coincidiendo incrédulamente en visiones que hasta hace muy poco tiempo parecían opuestas e irreconciliables.

Me pregunto ¿si será éste un cambio profundo? ¿una modificación a permanencia de algunos modos de pensar, de sentir y de hacer? ¿O será tal vez una reacción más orgánica y visceral que una respuesta racional y meditada? ¿Quizá la urgencia de vivir, de sostener y trascender nos vaya llevando por rumbos inimaginados? ¿Tal vez desarrollemos oídos disponibles para llamados que nunca tuvimos la capacidad de percibir? ¿Es probable que le demos lugar a los deseos ocultos, reprimidos o adormecidos de ser de otra forma, de pertenecer a otra manada, de gozar con otras sorpresas?

De ser así, igualmente valen las transformaciones.

El desenlace está ayudando a mirar desde diferentes ángulos la realidad que muy probablemente tenía hasta ahora una única cara visible y a la que ya se le ha caído más de un antifaz, descubriéndonos los matices, ausencias, carencias, poderes y fantasías, tan necesarias como ignoradas.

La 5a dimensión. Algo de juego hay en todo ello, del juego que nos obliga a corrernos del lugar cómodo y seguro para ponernos en viaje de aventuras.

En el desencanto y el dolor, el aislamiento y la soledad, el amor confinado de antes y la necesidad de soltarlo ahora, sigo creyendo que el acto de jugar-se, de cultivar y sostener en el día a día una actitud lúdica, pueden contribuir no a sobrevivir sino a transitar y bienvivir la vida, la que siempre conlleva el riesgo y la opción de ser un trayecto auténtico y definitivo de felicidad y goce o una imperdonable agonía transitoria.

 

Jugar en clave de sol y política

He sostenido reiteradamente del juego que cumpliendo la enorme función de aportar a la alegría es por sí mismo un recurso del ser humano maravillosamente invalorable y que si, además, como creo que lo hace, aporta a la construcción de sentido y a la comprensión de la vida, se convierte en un inmenso instrumento de bienestar y salud corporal, mental y emocional de la humanidad.

Hoy alcanza definitivamente con que nos ayude a estar en la trinchera con profunda y verdadera alegría.

Ello es lo que mantiene a salvo su sentido y su poder. En esta y en todas las circunstancias nos ayuda a sanar.

Sin embargo, sabemos que nadie puede obligar a nadie a jugar o a no jugar. Ello es un profundo ejercicio de libertad individual, una elección en soledad, aunque y muy probablemente al mismo tiempo, un guiño cómplice, casi imperceptible a la lejana otredad, para sanar juntos. 

En la cuarentena, Ciudad de la Costa, Uruguay.

Prof. Ariel Castelo Scelza
Escuela Internacional de Ludopedagogía
Uruguay
eiludopedagogia [at] gmail.com

 

* MaxNeef, Manfred – El acto creativo

 
Articulo publicado en
Junio / 2020