La contrarreforma psiquiátrica avanza. Hace ya más de 10 años que hemos definido esta tendencia como un intento de reapropiación del campo de Salud Mental por parte de la hegemonía psiquiátrica. Hasta entonces se podían distinguir entre asociaciones psiquiátricas “progresistas” y “manicomiales”. La diferencia queda para los libros de historia. Desde las discusiones sobre la Ley Nacional de Salud Mental las organizaciones médico-psiquiátricas tienen acuerdos. Y tratan de avanzar por nuevas conquistas. Algunas veces de forma más visible, como sucede con el intento de cambiar el decreto reglamentario para inutilizar la Ley Nacional de Salud Mental. Pero muchas veces de manera más sigilosa, en la producción del sentido común a través de investigaciones, artículos y publicaciones. Allí quedan expuestas las pretensiones médico psiquiátricas de apropiación del campo de Salud Mental y su correlato: la biologización de la subjetividad.
No quedaría más que celebrar que haya investigaciones epidemiológicas en Salud Mental. Son insumos necesarios para la evaluación y planificación. El tema es desde qué perspectiva se proponen los recursos necesarios y su difusión. Este año se publicaron en Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, los resultados de una investigación sobre epidemiología en Salud Mental realizada por Alfredo Cía, Juan Carlos Stagnaro, Sergio Gaxiola, Horacio Vommaro, Gustavo Loera, María Elena Medina-Mora, Sebastián Sustas, Corina Benjet y Ronald C. Kessler. El estudio fue promovido por la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), la Facultad de Medicina de la UBA y la Universidad de Harvard. Los resultados, tan necesarios para la evaluación y planificación son los siguientes: los trastornos de ansiedad son los que prevalecen con el 16,4 % (donde se impone el trastorno de pánico); luego siguen los trastornos de humor con 12,3 % y el trastorno por consumo de sustancias con 8,1%. Pero analicemos la difusión y las propuestas para el público general. Estos resultados fueron publicados por el diario La Nación.
En ese mismo texto se combinan las opiniones de alguno de los autores y otros profesionales (psiquiatras) sobre estos datos. No se niegan determinaciones sociales (son “desencadenantes” o “magnifican” las situaciones), pero no aparece en ningún caso la propia historia subjetiva como factor en juego. Cuando se habla de causalidad, no hay dudas. Por ejemplo, Fernando Taragano postula que la depresión se suele instalar por la enfermedad cerebrovascular de pequeños vasos, los infartos silentes. “En adultos jóvenes y mayores, aproximadamente el 70% de los suicidios están relacionados con esta patología (sic)… Es tanta la necesidad que hay de ayudar a las personas que padecen esta enfermedad que roba el cuerpo, la energía, el intelecto, el apetito, el sueño y, a veces, las ganas de vivir, que hay muchas nuevas estrategias en estudio. Una de ellas es el uso del óxido nitroso o ‘gas de la risa’” (sic). Además de este gas, se recomiendan terapias cognitivo-conductuales combinadas con psicofármacos y una supuesta “vida saludable”. “En la ansiedad es donde mejor funcionan las estrategias de la vida sana -dice Cetkovich-Bakmas-. Lo primero es la psicoterapia y, si se supera cierto nivel, se puede recurrir a los fármacos”.
La biologización de la subjetividad insiste. Primero los datos, y luego las sugerencias profesionales. La cuestión no es recomendar lisa y llanamente psicofármacos. No hace falta. El consumo de ansiolíticos, según el Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos, creció el 40% en los últimos 5 años. Y ya la Argentina tenía uno de los índices más altos del mundo de consumo de psicofármacos hace 15 años. La ansiedad y depresión se pueden desencadenar por un medio, y tenemos que combatirlas con formas de vida “sanas”, tratamientos cognitivos y medicación. Ya estamos en el camino para reparar los síntomas de una existencia supuestamente biológica.
Esta investigación y estas recomendaciones forman parte de un giro biologicista en el mundo. Nuestro país ha tenido y tiene una gran cantidad de Trabajadores de Salud Mental que pensamos y trabajamos de otra forma. No excluimos los avances a nivel biológico. Todo lo contrario, repetiremos una y otra vez que son necesarios para avanzar en los tratamientos en Salud Mental. Pero denunciaremos cada vez que se los ponga como el eje único de la subjetividad (y la correlativa propuesta desubjetivante). No podemos quedarnos en silencio ante estos avances.
Y si hablamos de no quedarnos en silencio se hace necesario hacernos la pregunta ¿De qué hablamos cuando hablamos de pensamiento crítico hoy? Este es el eje del Dossier de este nutrido número de Topía. Para ello, Eduardo Grüner recorre la historia y analiza la actualidad del pensamiento crítico. Enrique Carpintero aborda su genealogía en el editorial “La obra de Spinoza en el desarrollo del pensamiento crítico de Marx”. Juan Carlos Volnovich hace los aportes para pensar el pensamiento crítico en el psicoanálisis. César Hazaki retoma la cuestión del rumor en la comunicación cyborg desde una perspectiva crítica. En el mismo sentido, Juan Carlos Volnovich nos recuerda los aportes de Aníbal Quijano, una de las figuras del pensamiento crítico latinoamericano. Y finalmente Alejandro Vainer profundiza en esta perspectiva en “Escribir sobre música, una forma de bailar”.
En Topía en la clínica, continuamos con la segunda parte de “Diversidad sexual y clínica”. “¿Soy o no soy transexual?” es la pregunta que atraviesa el trabajo de Carlos Barzani. Octavio Bassó analiza la cuestión en su texto “Ser varón trans. Análisis de un sujeto en construcción”. Y Rubén Campero propone cómo abordar las diferencias sexo-genéricas en la clínica.
En Debates en Salud Mental se encuentra el interesante aporte sobre la cuestión del acoso sexual: “El acoso sexual en el trabajo: sus consecuencias y abordaje desde la clínica del trabajo” de los chilenos José Matamala Pizarro, Alba Barrera lagos y Claudia Peña Miranda. Laura Ormando continúa con sus hilarantes “Escritos de Guardia”.
El aniversario de los 40 años de la Ley 180 en Italia (la ley “Basaglia” de cierre de manicomios) hizo que rescatemos un diálogo de Basaglia en Brasil sobre las luchas necesarias para avanzar (aún luego de legalizado). En ese mismo diálogo encontramos sus planteos sobre la avanzada Ley de interrupción voluntaria del embarazo en Italia, de la cual también se cumplieron 40 años. La cuestión del aborto también es trabajada desde el psicoanálisis por Carlos Pérez en “El tabú del aborto”.
También este número tiene distintos aportes sobre cuestiones específicas. En Área Corporal, Carlos Trosman nos brinda su texto sobre la percepción fragmentada. Juan Melero continúa con sus columnas, esta vez sobre “¿Amar y consumir?”. Claudia Kotin nos brinda su texto sobre la cuestión de hacer sitio en los abordajes de la infancia. También publicamos un fragmento de la Segunda Mención del VI Concurso Topía de ensayo: “Locura latinoamericana de 1983 a 2009. Una mirada crítica de la medicina” de Anahí Sy. Finalmente, Hernán Scorofitz hace un análisis del cambio de las incumbencias en las carreras universitarias, cuestión que también va de la mano de la contrarreforma psiquiátrica en Salud Mental.
Hasta el número que viene.
Enrique Carpintero, César Hazaki
y Alejandro Vainer