A Jorge Marcheggiano, en homenaje
“Esta pandemia no es como un gran trueno en un cielo límpido”, nos decía Christophe Dejours en la charla que organizamos a fin de mayo. Por lo contrario, el cielo no estaba ni calmo ni límpido. Había mucha gente enferma y descuidada en todo el mundo. Y la pandemia lo profundizó.
Desde el cierre del último número los confinamientos abarcaron a más de la mitad del mundo. La forma en la cual se han tomado los cuidados de la población muestran los límites del capitalismo actual, que proclama protecciones, pero produce muchos descuidos. Como se suele decir: si se puede prevenir no es un accidente. Y la pandemia no lo ha sido: muestra la fragilidad del sistema social y ecológico. Con todos los desarrollos tecnológicos y científicos un virus ha mostrado el desamparo de los humanos que el sistema actual creía haber superado con el relato de una omnipotencia a la vuelta de la esquina.
Estas circunstancias llevaron a la fragmentación del espacio libidinal, imaginario y simbólico que construyó la cultura del capitalismo tardío. Ese espacio donde los procesos de subjetivación están determinados para obtener ganancias y desarrollar un consumismo desenfrenado en busca de la felicidad privada.
Cómo venimos afirmando no hay Salud sin Salud Mental, ya que la biologización de la subjetividad de los últimos años implicó que se llevaran adelante abordajes solo en sus aspectos biológicos, cuando la pandemia, el confinamiento, la crisis general en distintos órdenes, nos muestra que nuestra corposubjetividad es mucho más que un organismo.
Nada de esto ha concluido y todos hablan de una supuesta nueva normalidad para encubrir que es una nueva anormalidad. Para seguir sosteniendo esta situación se asocian negacionismos y posverdades. Nos detendremos en el análisis particular en la Argentina, aunque puede extenderse a distintos lugares. Estos negacionismos están tanto de parte de los sectores neoliberales (una derecha “anticuarentena”) y del gobierno. De un lado, suponen que hay que avanzar en desconfinar simplemente para que avance la rueda de esta economía que favorece a los mismos de siempre. Para ellos, la salud siempre es un costo a reducir. Un ejemplo lo podemos encontrar en el Decano de la Facultad de Psicología de la UBA. Éste pretende emparentar la cuarentena con la “infectadura”. Así, apela a la “responsabilidad individual” dejando de lado la responsabilidad sanitaria del Estado. Biglieri menciona el estudio realizado en la propia Facultad sobre las consecuencias psíquicas de la cuarentena en nuestro país, incluyendo las patologías de ansiedad, depresión, la crisis en vínculos familiares y de pareja, las derivadas del contexto económico, el desgano y la pérdida de sentido debido al confinamiento. Sin embargo, no las esgrime para plantear las necesarias medidas de cuidado en salud mental, sino para demonizar la necesaria cuarentena. Del otro, se ha priorizado un necesario confinamiento del cual se salió porque después de 4 meses se ha vuelto insostenible. La apertura no fue por motivos de salud, ya que los contagios siguen en aumento. En los comités de expertos no ha habido especialistas que vayan más allá de lo biológico para evaluar no sólo las cuestiones referidas al encierro para evitar los contagios, sino los efectos en la subjetividad que implica un confinamiento de 120 días. No se tuvieron en cuenta varias circunstancias fundamentales: el trabajo con los sectores más vulnerables (el virus no es “democrático”), el cuidado de los Trabajadores de Salud en los hospitales generales y en los neuropsiquiátricos, los diversos efectos de padecer el encierro, la nueva explotación que implica el teletrabajo por el cual trabajamos más, creemos que trabajamos menos y se abre la puerta a nuevos sufrimientos. Sin embargo, estos dos sectores son funcionales entre sí para mantener un status quo al cual tenemos que “adaptarnos”. Es claro, si como dijo el presidente lo que angustia es la pandemia y no la cuarentena, el remedio es solamente biológico, cuarentena, tapabocas y listo. Muerto el perro se acabaría la rabia. Pero sabemos que hay múltiples angustias y la Salud Mental ha quedado relegada. No hubo especialistas de Salud Mental en los comités de asesores, no hay programas de emergencia con la participación de profesionales, trabajadores y usuarios. Más que nunca, la Ley Nacional de Salud Mental parece haber quedado en letra muerta. Nada de los dispositivos comunitarios funcionan para sostenernos en la pandemia. Y los manicomios no se cerraron en 2020. Están más vivos que nunca.
Un analizador clave pasó casi en silencio. El homenaje con que iniciamos esta nota de los editores es a un paciente del Hospital Borda que fue atacado y muerto en los fondos del hospital por una jauría de perros. La dimensión de este hecho muestra la barbarie que significa un manicomio. Apenas salió la noticia en algunos diarios y, por supuesto, no llevo a la renuncia del Director ni de ninguna persona en el Área de la Salud Mental. En definitiva, este tremendo hecho pasó desapercibido. Pero nos muestra el lugar de la Salud Mental en estos tiempos y la necesidad de seguir luchando por una salud pública, universal y gratuita con un presupuesto adecuado con la participación de los trabajadores y los usuarios.
En este sentido no tenemos que adaptarnos a “una nueva normalidad” ya que esta va a ser una nueva máscara del sometimiento.
En este número trabajamos sobre aquello que asoma en el horizonte: la nueva anormalidad. Para ello lo abordamos desde distintas perspectivas y con contribuciones de distintos lugares. Prácticamente todo el número está atravesado por esta situación. Enrique Carpintero, en el editorial, trabaja sobre los 100 años de Más allá del principio del placer, sosteniendo que, “con sus efectos en la producción de síntomas de lo negativo, la pandemia pone en evidencia la importancia que tiene el concepto de pulsión de muerte en la teoría y la clínica psicoanalítica. De allí que es necesario recordar la obra donde Freud comienza a enunciar este concepto en 1920.”
Helmut Dahmer, desde la sociología aborda “La lucha contra la epidemia y las protestas en Alemania”. Christophe Dejours, adelanta “cómo esta crisis del coronavirus es la ocasión para el poder neoliberal de iniciar una nueva etapa en la transformación de la organización del trabajo”. Juan Carlos Volnovich, en su texto “Presente continuo”, describe lo sucedido y afirma que “la apelación al pasado es un intento de posicionarnos en un presente con un pensamiento crítico capaz de hacerle frente al arrasamiento subjetivo producto de un espacio y un tiempo desquiciados”. Oscar Sotolano nos habla de las “Huellas del miedo y la ‘servidumbre voluntaria’”. Irene Meler hace un análisis del impacto diferencial de la pandemia según género, clases y edad. César Hazaki profundiza sus ideas sobre el mundo cyborg que nos deja la pandemia en “Planeta Cyborg”. Marcelo Rodríguez apunta una cuestión crucial: “La tecnología y el sentido del trabajo. ¿Un punto de inflexión en nuestra relación con las máquinas?”
En Área Corporal, Carlos Trosman señala cómo en “la globalización de esta época, lo que se pierde es la dimensión humana” en su texto “Salir al encuentro”. Tom Máscolo aborda una cuestión específica en “Sobrevivir en la pandemia: ¿qué nos pasa a los trans y las travestis durante la cuarentena?”. Carlos Alberto Barzani aporta una cuestión silenciada en “Erotismo, transgresión y pandemia”. Laura Ormando describe el trabajo en un Hospital en “Cien días contigo, conmigo y contigo otra vez”. Héctor Freire nos aporta su poesía “Cuarentena”. Félix Pal, su cuento “Los caprichos de la fauna”.
En Topía en la clínica abordamos distintos abordajes terapéuticos en pandemia. Susana Toporosi relata las “Vicisitudes de una terapeuta de adolescentes en cuarentena”; Eduardo Müller aborda las cuestiones obsesivas en “La coartada y la condena”; Marina Rizzani cuenta los efectos en el trabajo con un niño en “Un ‘buen’ miedo en cuarentena”.
El número de abril salió solamente en pdf de descarga libre debido a la imposibilidad de imprimirlo en los inicios del confinamiento. Desde ese entonces hemos producido diferentes eventos y textos sobre las diversas cuestiones de la pandemia y el confinamiento. Desde encuentros con David Le Breton y Christophe Dejours hasta los Diálogos de Topía. La mayoría se encuentran disponibles en nuestra web. También, el reciente ebook de descarga libre El año de la peste. Produciendo pensamiento crítico, compilado por Enrique Carpintero. Un documento necesario de estos tiempos.
Aquello que nos atraviesa nos llevó a cambiar la fecha de cierre del Séptimo Concurso internacional de Ensayo 30 años de Topía para el 30 de noviembre. También hemos incluido la forma de envío electrónico. En nuestro año 30 seguimos ampliando los territorios de pensamiento crítico de distintas formas en distintos lugares.
Hasta el próximo número
Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer