En el siguiente trabajo se apuntará a una articulación teórica de cuestiones pertenecientes al avance de la ciencia para los tratamientos de fertilizacion asistida y los efectos que lo mismo genera en las subjetividades y, como consecuencia, el deseo que tendrá el sujeto que será traído al mundo -en relación a la propia subjetividad-, abriendo la puerta a muchos más cuestionamientos referidos a lo mencionado, bajo la luz de las nuevas tecnologías reproductivas, y acerca de cómo se desarrollarán, a partir de ahora, los procesos subjetivantes en ese niño/a. Es decir, cómo el impacto del avance de la ciencia, generará grandes y profundas consecuencias y efectos, en los futuros padres, en el futuro niñx y en la futura familia como institución variable a lo largo del tiempo y según el contexto. Pues es la institución social en donde el ser nacido se irá constituyendo humano y en cuyo seno tendrán lugar los procesos identificatorios, por lo que, considerando la posibilidad del sujeto que se quiere traer al mundo, atraviese cierto aplastamiento de la subjetividad ya que, en la viñeta de la entrevista, se observan claramente fines materiales para lo solicitado -y “no deseado”-, a partir de lo cual, el bebé será alojado.
Una vez establecida como tercer fuente filiatoria, aquella que es fruto del tratamiento de fertilización asistida, existe un punto en el que se anudan las dos leyes que envuelven al acto filiatorio y lo hacen posible; la ley jurídica que se encarga de la designación de las funciones parentales y, por otro lado, la presencia de otra Ley superior encarnada en la figura del padre encargado de transmitirla, esta Ley simbólica que instala una ficción fundadora y transmite algo del orden de la falta.
Los profesionales que hacen referencia a esto –desde una postura ética-, son, por lo general, los psicólogos; como aquellos problematizadores que ponen en duda el deseo de tener un hijo -ligado a su futura subjetividad- o, la posible presencia del mismo -hijo- como un mero objeto de goce por parte de la pareja asiática, en ese caso singular (Otro). Obviamente, considerando dichas cuestiones desde la función materna y paterna, a partir de esa ley simbólica como estructural.
Así, como para la ciencia, la genética y el análisis de ADN, constituyen solo un pasaje, para la psicología, aparece como un punto de llegada puesto que son las identificaciones que cada sujeto construye en la trama de su subjetividad, las encargadas de otorgarle el valor significante a esa identidad. Debemos intentar mostrar una suerte de distinción entre el lugar que ocupa el padre como algo a construirse en el vínculo cotidiano con el hijo, del de ser únicamente el genitor. No obstante, la función parental, excede los límites vinculares, poniendo en juego cuál es el lugar que ocupará el niño en la familia y en la cadena de las generaciones. A diferencia de la pregunta ¿quién es el padre?, la pregunta ¿qué es un padre? no tiene solución desde la biología ni la genética. Ni desde el campo jurídico. Esto se debe a que dicho interrogante está más del lado del sujeto del inconsciente, del deseo y los fantasmas y no de uno autónomo, de derecho.
Se debe hacer una clara diferencia entre un deseo en relación al para qué se anhela ese niño, frente a un deseo singular que se presenta como resto de la complejidad propia del ser humano y todo lo que lo constituye como sujeto. Aquí se discierne la cuestión de que para nuestro campo, la voluntad de procrear no es sinónimo de deseo, en oposición al campo jurídico, el cual no tiene forma de operar sobre el orden del deseo inconsciente. Es por esto que considero que, en los casos de pedidos de tratamiento de fertilización asistida, se requiere de una intervención psicológica como aquella que pueda observar si al niño lo "gestaron en su deseo" y le "dieron entidad de hijo", entrando en escena nuevamente las funciones parentales, pero ahora atadas a ese deseo que servirá como lugar para alojar al hijo y que se constituirán como tales en tanto puedan transmitir aquello que separe al recién nacido de la naturaleza y lo humanice, en relación con la cualidad estructural de todo sujeto que se inscribirá a partir de marcas específicas. La madre, mediante sus cuidados será, según Lacan, la encargada de transformar lo real en significante a partir que se erige como ese Otro transmisor del lenguaje y lo simbólico; será quien le transmita al niño un deseo singular, mientras que el “padre” (función paterna) como encarnación de la Ley, será el encargado de abrochar ese deseo a un nombre y apellido, al tiempo que lo articula con la ley de prohibición del incesto, dando lugar a una cadena generacional y brindándole el carácter de no anónimo y singular a ese deseo. Se trata de la transmisión de lo que el profesor Kletnicki denomina un "núcleo real no anónimo y singular", en donde este deseo adquiere un carácter de condición para preservar la subjetividad que debe ser resguardada frente a la sombra de la ciencia y las tecnologías utilizadas. La transmisión es lo que determina la dimensión singular necesaria para la constitución de lo propiamente humano, los padres podrán reconocerse como tales en tanto cumplan la función de transmitir y brinden al sujeto un apellido que le permita colocarse dentro de una cadena generacional.
Sin embargo, la utilización de una tecnología determinada moviliza el eje simbólico y, a veces puede potenciarlo o promover su aplastamiento. En caso de la primer opción, podría tratarse de anticipar un saber sobre la llegada de un hijo con problemas, por ejemplo, síndrome de Down y que la pareja/persona decida tenerlo igual. Abortarlo sería una manera de aplastar lo simbólico y subjetivo del encuentro, plasmado de singularidades, tanto por parte de ese bebé, como por parte de los padres que aparecen como ese Otro que transmite marcas particulares y contingentes, encarnando lo estructural, infaltable. Ante esto, el niño se apropiará de manera singular y variable, transmitida en forma de ideales por ejemplo.
Otra cuestión para tener en cuenta la presencia de un psicólogo en estos casos, es, no solo para analizar la cuestión del deseo, sino también para poder hacer un acompañamiento a la persona/pareja que haya accedido a los THRA, ya que suelen aparecer dificultades en cuanto a las dudas de los niños acerca de su origen, lo cual es un problema para el/la/los padre/madre/padres.
Retomando los planteos anteriores, es relevante resaltar la importancia posterior de comunicarle al bebé sus orígenes y cómo este fue concebido, cobrando esta iniciativa un lugar simbólico para que, como indica Michel Fariña, la farsa no se haga un síntoma ya que, el ocultamiento de este dato, tiene efectos negativos para su hijo; pues también le quitan la posibilidad que la verdad habilita.
Puede ocurrir que el método de reproducción asistida sea utilizado como medio selectivo (opuesto a la selección natural). Esto, indudablemente, dará lugar a ciertas marcas subjetivantes propias de ese sujeto (en caso que llegue a conformarse como tal). Kletnicki plantea que estas marcas siempre son reales más allá del valor cualitativo que adquieran, por eso es importante remarcar si este niño fue deseado o no, lo que dará cuenta de la transformación de lo simbólico que puede variar, pero siempre dejará huellas con las que se enfrentará ese hijo. Esas marcas que se transmiten operarán como un asilo en donde el sujeto podrá encontrarse al momento que nace y es separado de ese Otro que, al mismo tiempo, le brindará la palabra como refugio.
Esto además, es un dato de especial relevancia para la novela familiar el/la ninx y su subjetividad a partir de la verdad, que debe ser articulada con el deseo.
El donante del esperma no es alguien que debe ser ocultado ya que no hay en juego nada personal, no es el padre biológico, sino un mero donante, alejado de la identidad psíquica del producto de su donación que generó la fecundación y el nacimiento de un/a niñx.
Así, quedan diferenciadas las células reproductivas, de los genitores y los padres. Incluso escapa de la ciencia si el donante de un esperma podría ser un familiar del solicitante del tratamiento, generando nuevas modalidades vinculares en la sociedad, rompiendo con la moral de ética, tanto desde este aspecto como desde el que permite la concepción de bebés en parejas, únicamente, heterosexuales.
Ante esto, está claro que el avance de la tecnología, en el campo de la reproducción, ha separado y diferenciado la función paterna del espermatozoide.
La problemática se gestará si el campo de la subjetividad se ve afectado frente al avance de la ciencia y si estas tecnologías logran perforar en el núcleo real de lo propiamente humano. Pero mientras logren promover algo del orden simbólico y constituyan nuevas posibilidades que abran modos diferentes y singulares de llevar a cabo las funciones parentales, serán algo positivo, como lo es en los casos de personas que no pueden concebir un embarazo por razones biológicas, de pareja, etc.
Considerándolo negativamente, aparece la ciencia como un saber absoluto acerca del acontecer único, singular y propio de cada sujeto, produciendo un borramiento subjetivo al reducir el cuerpo a un objeto, aplastando la significación mítica, forcluyendo al sujeto mismo. Así, la ciencia aparece como un Otro Absoluto (desde el imaginario social) que todo lo sabe acerca de cómo generar niños y sujetos, rellenando la distancia entre el fenotipo y el genotipo, la cual es saturada, en verdad, a través de la singularidad y no universalmente, por medio de objetos a que rompen con lo irrepresentable ante el origen y, en otros casos, la muerte. Se intenta así, disociar la vida de la muerte, de la misma forma que ya se ha hecho con la sexualidad y la reproducción. De esta manera, lejos nos encontramos de hacerle frente a nuestra propia diversidad y complejidad de la raza humana, desapareciendo así las marcas distintivas, intercambiables y evitando el encuentro con el carácter enigmático que nos rodea a lo largo de la vida como condición específica de la humanidad.
Bibliografía