El Lugar del Analista con Adolescentes | Topía

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Titulo

El Lugar del Analista con Adolescentes

 
No educar ni interpretar; propiciar.

Introducción

 

Cual es la posición del analista en el análisis con adolescentes. Como hace el psicoanálisis para no caer en sus propias prohibiciones, para respetar como analista la ética que lo guía en un análisis, no caer en la posición de educador, en el lugar del psicología del yo. Sabemos que ésta la confunde al sujeto con el yo, conduciendo el trabajo analítico esencialmente sobre el análisis del yo y apuntando a una identificación con el yo fuerte del analista, redoblando así el engaño y el desconocimiento del deseo, y buscando sólo la adaptación.

Lacan responde a esto con una sola frase: «La intuición del yo, en tanto está centrada en una experiencia de la conciencia, conserva un carácter cautivante del que hay que desprenderse para acceder a nuestra concepción del sujeto. Trato de apartarlos de su atracción a fin de permitirles captar finalmente dónde está para Freud la realidad del sujeto. En el inconciente excluido del sistema del yo, el sujeto habla» (J. Lacan, Seminario II). El analista, por lo tanto, no tiene otro instrumento de trabajo que el lenguaje, y su escucha se dirige al discurso inconciente del sujeto, él cual corre entre el discurso corriente conciente, siempre se deja escuchar y éste es el motivo de la existencia del psicoanálisis, las fallas de la resistencia.

El analista debe posicionarse en aquel lugar donde la transferencia se hace presente, de eso mismo se trata el deseo del analista, aquel lugar el del objeto que causa la experiencia. Ocupar el semblante de ser el amo y allí podremos ser tocados por una verdad, la del deseo del analizante. Cada adolescente tiene sus fantasías con respecto a los hechos, a su historia.

Si tenemos en cuenta que los adolescentes están en una etapa en la que todavía no se ha constituido el fantasma, para afrontar con lo angustiante de lo real. El fantasma apunta a poner el objeto “a” mas allá del sujeto, apartado, dirigible hacia aquel, en busca de… Como dice J. Lacan: La angustia no es sin objeto, más bien es cuando el objeto se encuentra presente en el sujeto, esa fundición que da por resultado el cese de la causa del deseo. Una de las funciones del fantasma es ser el marco por donde el sujeto mira y allí puede ver mas allá de los colores de un cuadro, logra ver un paisaje.

 

La proclividad a la acción es un rasgo de la adolescencia, se reconoce en este fenómeno la confluencia de diversas tendencias, la antitesis de actividad y pasividad como “hacer a los demás” y “que los demás le hagan a uno”, en donde el impulso regresivo hacia la madre falica y la identificación con ella es amenazante, al yo, entonces ahí la acción es una forma de resistir el impulso regresivo hacia la madre y escapar al sometimiento de la pasividad primordial.

En este proceso de defensa contra la pasividad el adolescente da por resultado actividades de autoafirmación y deslibinización de los objetos de amor infantiles. Esto da por resultado un empobrecimiento del yo. La amenaza de pérdida del yo conlleva a el sujeto a contrarrestarlo con un energético vuelco hacia el mundo externo, afianzamiento con la realidad, pero es allí en esa acción que repite en lo externo,  donde se trata de revivir mediante su desplazamiento al mundo exterior relaciones objétales o gratificaciones pulsionales parcialmente abandonadas. Por eso el acting out en la adolescencia,  muchas veces se relaciona con un “mito familiar” que puede venir a reforzarlo o a tratar de destruirlo.

 

Desarrollo

 

Como debe intervenir un terapeuta, con adolescentes que no poseen otro marco de referencia en su constitución yoica que sus acciones repetitivas selladas por una historia.

Lo que sabemos es que no podemos poner en jaque aquella historia, como intervención, sin saber si posee los sedimentos necesarios para construir otra historia, no podemos dejarlo sin un soporte fantasmatico. Ahí es justamente donde debemos dirigir el tratamiento, hacia la construcción de un fantasma propiciatorio, reviendo sus mitos, invirtiéndolos, modificándolos, aportando metáforas discursivas a la literalidad de sus acciones, para ir encontrando nuevas posiciones en aquello que repite.

 

La metáfora es la rotura del anclaje en el sentido, es una búsqueda amplificadora, pero sin llegar al sin sentido como punto ciego, en la adolescencia a diferencia del adulto la estructuración es prematura porque todavía no hay un fantasma constituido, la búsqueda descompresora del goce es necesario hacerla en una fase intermedia entre el sentido y el sin sentido,  la metaforización en el posicionamiento del adolescente en una historia que está generando padecimientos, la metaforización es una forma de acercarse al sin sentido,  pero sosteniéndolo desde un discurso posible. En la trasfenrecia el analista en su lugar de deseo, para provocar la experiencia, reencarna aquel otro que ahora es posible trabajar en el discurso para hacer “grises” los viejos imperativos. Como dice J.D. Nasio “Ocupando el lugar del semblante del dominio, es decir, ocupar el lugar del semblante de la dirección, el semblante de ser el amo, sin olvidar que no es mas que un semblante.” Nasio lo menciona también como objeto atractor de la trasferencia, aquel objeto luego situado en el lugar, ya es un blanco preciso del analizante, en caso del adolescente existe también un punto en donde no es todo blanco,  ya que sigue constituyéndose aquello que luego en la adultez si será propio de la neurosis de trasferencia, entonces aquel objeto atractor también funciona como “objeto constructor”, el analizante construye a partir de un objeto (el analista) que propicie una buena constitución.

El deseo del analista es entonces encarnar aquel lugar en la transferencia para brindar la mejor versión de una historia, en sus metaforizaciones, donde el adolescente pueda ir separándose (de lo que padece) y enajenándose progresivamente en la constitución de un fantasma.

 

Conclusión

El analista propiciará la articulación de una historia que acarree lo menor posible un padecimiento, el lugar en el que el adolescente se sitúa en el discurso de su historia, que no es mas que el discurso del Otro en donde él fue subjetivizandose.

Quizás una de las labores principales del analista con adolescentes es poder abrir el discurso de una historia que no es recordada sino repetida para ir encontrando los matices que resten el goce de los viejos imperativos.

La psicología del yo apuntaría a imponer nuevos imperativos, donde el analizante seguiría “siendo hablado”, ahora por un mandato del psicólogo en su lugar de Sujeto Supuesto Saber. Un  analista apuesta a producir metáforas de la literalidad del discurso del adolescente, la literalidad que se muestra en sus acciones. Como analistas buscamos entonces hacer metáfora de su historia y así encontrar alguna versión que lo sitúe, no como el resto, el enfermo, el malvado, el idiota, el tímido o lo que el discurso del Otro selló en su subjetividad, sino una versión más propiciatoria.

 
 
 
 
 
 

 

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Articulo publicado en
Enero / 2012