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Ser-en-el mundo carnal, Ser-en-la red virtual

 
Desafíos para una antropología de las subjetividades-corporalidades contemporáneas

Si, como ya tempranamente describieron los fenomenólogos, el ser inevitablemente existe, se encarna, en-el-mundo, vale decir entonces, que los cambios en ese campo intersubjetivo e indeterminado que aglutinamos imperfectamente bajo el concepto “mundo”, necesariamente implican cambios en nuestros modos encarnados: experiencias sensorio-motrices, emociones y representaciones corporales. La mutabilidad del “mundo”, con sus consecuentes resonancias subjetivas-corporales, ha sido constatada por los estudios antropológicos, tanto desde los orígenes mismos de nuestra especie como a lo largo y a lo ancho de la diversidad de culturas que han florecido en nuestro planeta. Así, la antropología nos permite aventurarnos a las miles de formas posibles en que los seres humanos hemos sido capaces de ser-en-esa diversidad de mundos, o para decirlo en términos de las teorías contemporáneas de la performatividad, en los múltiples modos en que podemos subjetivarmos, hacernos en las reiteradas prácticas que nos vinculan con otros seres, naturalezas, objetos y tecnologías.

 

¿Pero qué sucede cuando esos modos otros de subjetivación no se ubican ya en exóticas y lejanas culturas, sino que irrumpen al interior de nuestra propia sociedad urbana occidental y parecen mutar y replicarse de modos cada vez más vertiginosos? En estos casos: ¿Somos capaces de practicar un saludable relativismo cultural que nos permita aprehender y comprender esos nuevos modos sin proyectarles automáticamente nuestros viejos marcos de pensamiento y valoración?

Los jóvenes, al iniciar una relación afectiva utilizando los medios de escritura virtuales, pueden entablar conversaciones íntimas que antes, una pareja, podía tardar años en realizar “cara a cara”.

Nos centraremos aquí en algunos fenómenos que consideramos constituyen un desafío para repensar los modos en que se construyen las subjetividades-corporalidades contemporáneas: en el uso de las nuevas “Tecnologías de la Información y la Comunicación” (las denominadas “TICS”), y en especial de internet y las transformaciones que generan en los modos de sociabilidad y lazos afectivos. Fundamentalmente, nos interesa problematizar ciertas interpretaciones intelectuales que califican como inauténticas a las formas de sociabilidad, subjetivación y los regímenes corporales que estas tecnologías promueven. Así, nos preguntaremos si en estas visiones, no estaría operando una presunción tácita o subyacente acerca de cómo las relaciones humanas “deberían ser”, la cual muchas veces conduce a deslegitimar a priori estas nuevas modalidades de ser-en-el-mundo.

 

Tecnologías virtuales y redes de sociabilidad

 

En primer lugar, debemos recordar que las posiciones encontradas que hoy generan las tecnologías virtuales no constituyen un fenómeno del todo nuevo. A lo largo de la historia, al menos en el contexto de la modernidad occidental, los grandes cambios tecnológicos en las maneras de comunicarnos han sido objeto de entusiasmo y actitudes celebratorias, pero también de desconfianza y sospecha: desde la invención de la imprenta, el telégrafo, el teléfono, el cine, la radio, la TV, las computadoras hasta nuestra actual Internet, ultra-rápida y omnipresente, y que especialmente a partir de esos “teléfonos inteligentes”, nos permite estar “siempre conectados”.

Todos los días, millones de personas de casi todas las edades trabajan, consumen, se divierten, se comunican con sus familias y amigos o emprenden nuevos vínculos empleando internet en diversos dispositivos. Si bien inicialmente el consumo de estas tecnologías se vincularon a las clases medias y altas urbanas, la dinámica de emergencia de nuevos modelos y abaratamiento de los viejos, así como el impacto de programas públicos orientados a “reducir la brecha digital” -como sucede en nuestro país con Conectar Igualdad- han extendido cada vez más el uso de las nuevas TICS, incluso a sectores populares y poblaciones rurales. Asimismo, Internet ha puesto en jaque la propiedad privada de muchos bienes culturales tradicionales: cada vez más libros, pinturas, películas, fotos, músicas, danzas, juegos y variadas educaciones, vía tutoriales, están disponibles online.

Es un saludable ejercicio epistemológico, sospechar de aquellas reflexiones que proyectan nuestras propias viejas categorías a aquellos nuevos fenómenos de los otros

Algunos pensadores actuales tienden a concebir el tipo de vínculos virtuales que crean estas tecnologías como la máxima expresión de la enajenación del ser humano por parte del capitalismo, en tanto este sistema supone y necesita de lazos sociales extremadamente lábiles para poder reproducirse. Por nuestra parte, reconocemos la importancia de estas condiciones de posibilidad, simbólicas y materiales, del capitalismo actual, y su pregnancia en las intersubjetividades contemporáneas. No obstante, lo que a nuestro juicio debería ser objeto de mayor problematización, es la condición necesariamente ficticia o de enmascaramiento “ideológico” (para usar el término en su acepción marxista más clásica) que se adscribe a las relaciones humanas que hoy se juegan a través de canales como internet. Una argumentación de este tipo puede encontrarse, por ejemplo, en los muy difundidos desarrollos en torno a la modernidad “líquida”, del sociólogo polaco Zigmunt Bauman. Con un pasado marxista “duro” y una experiencia de vida igualmente dura (judío exiliado en Rusia durante el nazismo), elaboró el concepto de “liquidez” a principios de los años 90’. Mas si como decíamos en la introducción, los cuerpos son-en-el-mundo ¿podemos hacer abstracción de que Bauman celebrará este año su cumpleaños número 90 y que fue socializado en otros regímenes subjetivos-corporales? Cuando él reflexiona sobre las relaciones humanas de la actualidad y especialmente cuando lo hace a través de la ironía cómplice, categorizándolas como “volátiles e inestables”, es evidente que por detrás opera un patrón sobre cómo estas relaciones eran en el pasado. Nos preguntamos entonces, si este tipo de argumentación no permanece presa de una lectura normativa, que toma como modelo ese pasado que entronaba los vínculos “más” duraderos y estables, dificultando así pensar bajo nuevas formas estas nuevas modalidades de sociabilidad.

El caso de las relaciones amorosas es particularmente interesante para ilustrar este debate. Bauman dedica todo un libro, titulado Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, a analizar bajo la lógica de la liquidez los vínculos amorosos. Es especialmente a través de su escritura sarcástica, entre líneas, donde nos preguntamos: si lo actual no sería genuino ¿desde qué idea de amor “verdadero” está escribiendo? ¿No anida allí una concepción “romántica” del amor, fruto de una época socio-histórica particular? Cuando él critica la fugacidad de los vínculos amorosos en la actualidad, ¿no se trasluce, en última instancia, una concepción monogámica y de carácter eterno de cómo deberían ser estas relaciones? En este punto, pensamos en el fenómeno actual del “pluriamor” y nos preguntamos: ¿es sólo una frágil y efímera reunión de individuos que siguen ciegamente a su deseo sin considerar al otro o esto implica, por el contrario, vínculos más transparentes y honestos entre los individuos, “más”, al menos, que aquellos matrimonios de “toda la vida”, pero signados una y otra vez por la represión o el adulterio? No obstante estos cuestionamientos, reconocemos también que así como los valores de estabilidad-durabilidad-unicidad en los vínculos, eran parte de esa macro articulación de capitalismo (moderno) y patriarcado, la inestabilidad-fugacidad-multiplicidad contemporánea se articula con las nuevas modalidades del capitalismo (posmoderno) e incluso con sus reconocimientos de las diversidades sexuales: en efecto, los mercados actuales, en constante renovación y mutación, necesitan de trabajadores-consumidores flexibles, abiertos, plurales…

Veamos un ejemplo del modo en que han operado las tecnologías de la comunicación en aquellos viejos y nuevos vínculos afectivos, y como éstos han sido ponderados. Comparemos las antiguas “cartas de amor” de “puño y letra”, que inspiraron tanto romanticismo en la literatura erudita y luego en el más popular cine de Hollywood, con los actuales intercambios epistolares de “pantallas-teclados” de los adolescentes (vía Facebook, Whatsapp, o hasta hace unos años, de los hoy ya caducos e-mails y mensajes de texto), que inspiran tanta desconfianza en algunos intelectuales maduros. Nos preguntamos si en estas diferentes valoraciones no operan también ciertos procesos de distinción social, como los llamaría Bourdieu, en torno a la tecnología de la escritura. Antes, cuando la escritura era un bien de pocos, un capital simbólico más escaso, era valorado en tanto medio de distinción y, consecuentemente, la “carta de amor” inspiraba valoradas producciones culturales. Ahora, que la escritura deviene un recurso masivo y cotidiano, utilizado en los chats y ampliamente compartido por adolescentes, jóvenes y algunos adultos, pareciera que el bien pierde su valor de distinción y se diseminan lecturas críticas sobre la fragilidad y liquidez de los vínculos que produce o incluso se denuncia su “empobrecimiento”, cuando muchas veces se trata de cambios en la redacción como los que han sufrido todas las lenguas a lo largo de la historia.

La descorporización del intercambio virtual habilita, por ejemplo, una exacerbación de la violencia discursiva

Otra cuestión clave respecto del uso de estas tecnologías, es la descorporización que involucran, ya que no hay un otro “cara a cara” al que dirijo mis palabras-gestos-miradas, sino tan sólo sus palabras escritas y a lo sumo sus fotos o avatares, que elige “colgar” en la nube… La antropóloga argentina Rita Segato, en el interesante diálogo con el psicoanálisis que efectuó en su libro Las estructuras elementales de la violencia, en uno de sus capítulos reflexiona sobre los foros de discusión en internet. Plantea que en estos casos, la descorporización del intercambio virtual habilita, por ejemplo, una exacerbación de la violencia discursiva, en tanto el cuerpo material del otro no está presente cómo límite a mi discurso, convirtiéndose tan solo en una “proyección fantasmática”; por ello también, sospecha que en estos casos la alteridad es ilusoria y el diálogo inauténtico, pues se trataría de un discurso circular, autodirigido, un monólogo narcisista de egos. No obstante, también podemos agregar que en otros contextos menos impersonales, como en los chats de “amigos” (ya sean éstos virtuales o con encuentros presenciales esporádicos), esa misma descorporización puede habilitar una más fluida comunicabilidad, por ejemplo, de la intimidad y las sexualidades, al reconfigurar aquel complejo y duradero vínculo (históricamente construido), entre cuerpos-vergüenzas-palabras. Tal como señala Silvia Elizalde (en el capítulo de un libro colectivo de próxima aparición, titulado Tendencias! Claves sobre la cultura argentina hoy), los jóvenes, al iniciar una relación afectiva utilizando estos medios de escritura virtuales, pueden entablar conversaciones íntimas que antes, una pareja, podía tardar años en realizar “cara a cara”.

 

¿“Estar en varios lugares es no estar verdaderamente en ninguno”?

Consideramos que estos fenómenos actuales, que aquí apenas hemos esbozado en unas pocas líneas, implican nuevas prácticas de subjetivación que desestabilizan nuestras teorías modernas sobre las subjetividades-corporalidades. Así, aquellas afirmaciones muchas veces citadas, que al referirse al uso de las TICS y de Internet, señalan que “estar en varios lugares es no estar verdaderamente en ninguno”, tal vez deberían tornarse hoy en preguntas que nos lleven a cuestionar nuestras concepciones tradicionales, así como a indagar y construir nuevas herramientas conceptuales.

Si a mediados del siglo XX, Merleau-Ponty reformuló la noción husserliana de ser-en-el mundo, planteando lo inescindible de la relación cuerpo-mundo, en tanto compartimos una misma carne, hoy nos vemos interpelados a dar cuenta del modo en que la redes virtuales son también parte de ese mundo. Podríamos decir que la red virtual se ha convertido entonces en un horizonte más de entre los infinitos posibles del mundo de vida cotidiano, un nuevo horizonte en el que la gente está viviendo, trabajando, enamorándose… Así, la aparición de este nuevo horizonte, una vez más, nos prueba que el ser humano no es un “plan acabado”, sino más bien un “proyecto indeterminado”, en constante transformación… Teniendo en cuenta estos procesos, consideramos que las caracterizaciones que ya en los 70’ efectuaba Deleuze, concibiendo al sujeto como rizomático, desterritorializado, con la posibilidad de construir múltiples y nómades puntos o pliegues de subjetivación, también podrían aportarnos algunos indicios para comprender estos fenómenos actuales.

En conclusión, retomando las enseñanzas de la etnografía, planteamos que es un saludable ejercicio epistemológico, sospechar de aquellas reflexiones que proyectan nuestras propias viejas categorías a aquellos nuevos fenómenos de los otros, aunque esas otredades hoy emerjan en nuestra misma cotidianidad y rápidamente se conviertan en hegemónicas… Este escrito es entonces una doble invitación: a desestabilizar o poner en riesgo nuestra noción de una subjetividad individual, más o menos estabilizada y encarnada en un cuerpo presente, y concebida como resultado de estructuras (psicológicas, socio-culturales) previas; y a atrevernos a pensarnos como múltiples redes intersubjetivas, más o menos móviles y mutantes, encarnadas en cuerpos presentes y virtuales, que son el resultado de prácticas que citan y reiteran las normas hegemónicas que nos preexisten, pero que en esa misma repetición, también habilitan subversiones (al decir de Judith Butler), líneas de fuga y desterritorializaciones (al decir de Deleuze).

Foto: Salvador Batalla

Ambos autores integran el Equipo de Antropología del Cuerpo y la Performance de la UBA. www.antropologiadelcuerpo.com

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2015