El jazz nació rebelde. Aquellos esclavos negros liberados tomaron los instrumentos dejados en los campos de batalla de la guerra de secesión en EEUU. Allí combinaron en su música el dolor, la protesta y la lucha por las condiciones de humillación en la que vivían. El jazz y su hermano, el blues, combinaron las raíces africanas con lo surgido allí. Se convirtió en una música que le gritaba en la cara las injusticias, como Billie Holiday cantaba la oscura “Strange Fruit”, donde retrataba los cuerpos de negros asesinados colgando de los árboles.
Pero su masividad, fruto de la originalidad como de la posibilidad de reproducción, llevó a que fuera apropiado por el poder. En pocos años del siglo pasado, el jazz se convirtió en la “música americana”. En la época de la llamada guerra fría, el gobierno de EEUU financió giras de músicos de jazz homologando la libertad de la improvisación con la libertad que supuestamente defendía su democracia capitalista a diferencia del comunismo. Así llevó a algunos países, incluida la Argentina, de gira a músicos como Dizzy Gillespie o Dave Brubeck. Muchos de ellos desconocían la operatoria y simplemente, como cualquier músico, tomaban el trabajo.
Se intentaron cortar sus raíces de dolor y protesta para convertirlo en un género más. Muchos se opusieron, tanto desde el lado de la crítica (como Leroy Jones), como de los propios músicos, que seguían considerando una forma de lucha contra las injusticias.
Como era esperable, el compromiso político nunca estuvo ajeno. A fines de los 50 se produjo la revolución del “free jazz”, donde pretendía liberar el jazz de sus ataduras a todo nivel, su burocratización en las improvisaciones, su complacencia a nivel musical, social y político. Su fundador fue Ornette Coleman. Pero en su grupo había un contrabajista blanco que resaltaba no sólo por su color. Su nombre era Charlie Haden.
Charlie Haden nació el 6 de agosto de 1937 en Shenandoah, Iowa, EEUU. Se crió en una familia donde desde muy temprano tocaban música country y folk norteamericano. De pequeño cantaba, pero luego de tener polio en sus cuerdas vocales, tuvo que cambiar de instrumento. Tomó el contrabajo de su hermano mayor y empezó a interesarse por el jazz. Luego se trasladó a Los Angeles y empezó a colaborar con el saxofonista Art Pepper.
Pero su nombre empieza a ser conocido por ser el contrabajista del grupo de Ornette Coleman, creador del free jazz. Grabó los primeros discos famosos: The shape of jazz to come y Change of the Century. En 1960 forma parte de esa experimentación que fue el disco Free Jazz, donde Coleman reunión a dos cuartetos para casi 40 minutos de improvisación salvaje.
Le llevó unos años su debut como solista y es un hito en la historia del jazz. Porque se convirtió en un símbolo de lucha. El disco se llama Liberation Music Orchestra. Fue grabado en una fecha clave de luchas: un año después del mayo francés y apenas meses antes del “Cordobazo” argentino: entre el 27 y 29 de abril de 1969, editándose en enero del 70 por el sello Impulse.
Si bien el disco era una declaración de principios frente a la guerra de Vietnam, el núcleo del disco lo forma el rescate de las canciones de la guerra civil española, un homenaje al Che Guevara y cierra con el himno de lucha “We shall overcome”.
Haden explicaba su motivación: “Durante mucho tiempo me preocupó realmente lo que estábamos haciendo en Vietnam. Este primer disco fue concebido cuando Nixon bombardeaba Camboya. La llamé a Carla Bley y le dije: quiero hacer un disco de canciones políticas”. Bley vivía con el trompetista Michael Mantler, que también participó del disco. Se conocían desde que Haden tenía 16 años y compartían los mismos gustos musicales como Erik Satie y Dmitri Shostakovich. Haden conocía su talento como arregladora y tenía un montón de canciones de la guerra civil española y algunas originales. Se las pasó y fue a ver a quien conducía el sello Impulse quien en principio le dijo “estupendo”.
Bley se puso a trabajar en canciones como El quinto regimiento, los cuatro generales, la canción para el Che y otras para convertirlas en partituras para ser tocadas por 10 o 12 músicos. Carla Bley decía: “yo quería formar parte de todo aquello que fuera importante, apasionante y diferente. Pero ninguno de los tipos de la banda compartía los puntos de vista políticos de Charlie. Para ellos era sólo un trabajo.” Ellos eran Dewey Redman, el Gato Barbieri en saxos, el trombonista Roswell Rudd, el clarinetista Perry Robinson, el baterista Paul Motian, Sam Brown en guitarra, Don Cherry y Mike Mantler en trompeta, Bob Northern la trompa y Howard Johnson la tuba. La propia Carla Bley el contrabajo y Haden por supuesto el contrabajo.
Para la tapa, improvisaron una sesión de fotos. Con una tela roja, le pegaron letras negras de fieltro que recortó la propia Bley y allí hicieron la tapa. Un grupo de músicos protestando.
A los tres días de sesiones de grabación asistieron desde el arreglador Gil Evans hasta sobrevivientes de los voluntarios que lucharon en la guerra civil española, de la brigada Lincoln. Esta brigada había enviado 3000 voluntarios de los cuales volvieron la mitad, porque tuvieron problemas por estar en listas negras en EEUU. Bley recordaba: “había al menos seis de ellos con sus mujeres, sentados allí con unas caras que reflejaban su perplejidad, preguntándose qué clase de música era esa”.
Nosotros también podemos preguntarnos por qué las melodías conocidas están tamizadas por arreglos e improvisaciones cercanas al free jazz, y a la vez con fragmentos de grabaciones antiguas. El disco no es hermoso, ni afelpado. Es un disco que potencia la musicalidad de las luchas poniéndolas en clave de jazz.
Luego de terminar la grabación los dueños del sello no querían publicar el disco. Lo sacaron a la venta pero no lo promocionaron en absoluto. Igualmente se convirtió en un clásico contracultural, un objeto de culto.
Carla Bley siguió su carrera al igual que Haden pero cuando la política los llamaba publicaban otro volumen de la Liberation Music Orchestra para revivir el sonido y su ideología, durante gobiernos de republicanos.
En 1982, bajo la presidencia de Ronald Reagan mientras invadía El Salvador, grabaron The Ballad of fallen .
En 1990, con Bush padre, Dream Keeper.
En 2005, Not in our Name, “no en nuestro nombre”, en rechazo a la extensa invasión norteamericana en Irak. Para este disco Bley y Haden repitieron la vieja tapa con los nuevos integrantes de la orquesta.
Haden hizo discos maravillosos de toda clase en estos más de 50 años de carrera. Colaboró con Keith Jarrett, Egberto Gismonti, Pat Metheny, Gonzalo Rubalcaba, Brad Mehldau, Hank Jones y tantos otros. También formó su propio cuarteto: el Charlie Haden Quartet West.
En 1989 le hicieron un homenaje en Montreal, del cual hay grabaciones que muestran las distintas facetas de este músico. De su vida se ha exhibido la película Rambling boy (2009).
Su primer disco solista recupera la música de las luchas, música tan necesaria para poner pasión música y cuerpo a todas las luchas. Sin ellas son sólo un discurso vacío. Su faceta de luchador fue silenciada.
Su música, como nuestras luchas, continúan.
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