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El discurso racista de invisibilización de los afroargentinos

 
Editorial de Revista Topía n°74 Agosto/2015

Había transcurrido más de media hora de la entrevista y María seguía muy confusa. Lo único que aparecía con claridad era su motivo de consulta: “Tengo mucho miedo de tener hijos.” Estaba casada hacía 5 años. Sentía un gran amor por su marido, pero desde hacía 2 años, cuando decidieron que quedara embarazada, comenzó a evitar las relaciones sexuales. Aún más, las tenía durante el período en que no era posible el embarazo. Igual estaba con miedo de que ese recurso fallara. La sensación que trasmitía era de pánico. No había más datos, ya que sus silencios se prolongaban durante varios minutos. Hasta que, con mucha angustia dice: “Mi familia de origen desciende de afroargentinos que vivieron en la época de la colonia. Luego todos se casaron con blancos; todos los que conozco de mi familia son blancos, pero en mi cuerpo siguen estando los genes de mis orígenes. No soy racista, pero ¿qué hago si tengo un hijo negro? Sé que esto es casi imposible. Pero pensar que esa mínima posibilidad pueda ocurrir, me da pánico. No lo puedo soportar.”

Debo decir que el relato me sorprendió. Que alguien me dijera que era descendiente de afroargentinos no era una circunstancia que habitualmente hubiera escuchado. Sin embargo, trabajar con los prejuicios de la paciente me llevaron a conocer una historia borrada por la historia oficial.

La sombra del sujeto

La palabra “discriminación” proviene del latín y significa “separar”, “distinguir”, “diferenciar una cosa de otra”. En este sentido es un acto necesario en la vida del sujeto. En el nacimiento el bebé se separa del cuerpo de la madre, la cual representa la unión, la ilusión de haber sido “Uno”, de ser “completo”. Sus efectos quedan en lo que llamo los factores estructurantes primarios: narcisismo primario, angustia primaria, autoerotismo, odio primario y funcionamiento desde el principio de displacer-placer. A partir de allí el Primer otro constituye un espacio-soporte imaginario, afectivo, libidinal y simbólico que permite pasar del yo primitivo al yo-soporte del interjuego de la pulsiones vida, Eros y las pulsiones de muerte. Luego, la castración edípica instala la alteridad donde se reconoce al otro como otro diferente. Es decir, se discrimina lo “Uno” del otro que representa en el imaginario lo que no se tiene y que jamás se tendrá: la ilusión de la totalidad perdida. Este proceso necesario se realiza con tensiones en tanto se ponen en juego las identificaciones primarias y aquellas que el sujeto va logrando a lo largo de la vida.1 Es aquí donde el sujeto se encuentra con una sombra en lo más íntimo que, como dice Freud, “es algo que asusta, ya que pertenece al lado oscuro de nuestra personalidad y que poca gente se atreve a admitir con sinceridad semejante clase de sentimiento.” La negación de esa sombra que alberga los factores estructurantes primarios se proyecta en el otro que se transforma en lo sucio, lo malo, lo siniestro, lo diabólico; es decir, lo opuesto a aquello que el sujeto cree que únicamente es. De esta manera lo que no se quiere ser se lo niega proyectándolo en el otro. Su exclusión es una negación de lo que se rechaza donde la discriminación se sostiene en la violencia para negar la alteridad. Por ello el problema de la discriminación no radica en la diferencia, sino en el resentimiento y la violencia que produce el otro en tanto nos representa la castración, la ilusión de la perfección perdida. Esta violencia es un intento de reforzar una unidad en tanto se proyecta en el otro lo que se teme de uno mismo, ya que sostiene la negación de la identidad de aquel atributo que es rechazado en la intimidad del sujeto y desvalorizado o condenado por la cultura.

Cuando nos preguntamos: ¿Qué se discrimina? tenemos que dar cuenta de paradigmas que gobernaron diferentes épocas de nuestra historia. El argumento más utilizado en todos los tiempos fue: para garantizar la pureza racial, excluyendo a los pobres, los ancianos, los negros, las mujeres, los homosexuales, los discapacitados, los gitanos, los extranjeros. En Occidente el paradigma lo podemos encontrar en el nazismo y la Inquisición de la Iglesia Católica. En la actualidad persisten estas formas de discriminación donde en cada sociedad vamos a encontrar sus propias características.

Los afroargentinos

Acusar a un negro por error es una alegría permitida que nadie va a andar cuestionando si hay un mínimo de razón para matarlos. Es un asunto de higiene.

Fiebre Negra de Miguel Rosenzvit2

 

El ingreso sistemático de africanos transportados como esclavos al puerto de Buenos Aires comenzó en 1580. La mayoría provenía de Senegal, Gambia, Sierra Leona, Ghana y Angola.3 Víctimas del hacinamiento, el hambre, la tortura y las enfermedades, los que sobrevivían cuando llegaban eran encerrados en galpones de la zona de Retiro para ser vendidos. La esclavitud era un fenómeno urbano ya que se compraban esclavos para servir a las tareas del hogar y obtener ganancias por medio de su explotación. Muchas familias vivían de sus trabajos como artesanos al vender sus productos en las calles.

El sistema esclavista estaba ligado a los comerciantes porteños unitarios muy fuertes durante la Colonia y en los primeros años de la Independencia.4 El partido federal de los saladeros bonaerenses de Rosas, Anchorena y Ezcurra tampoco tenían ideas abolicionistas. Los esclavos eran utilizados como siervos en la campaña de Buenos Aires por los hacendados y los representantes eclesiásticos. Según el censo de 1778 en Buenos Aires el 30% de la población era negra, en Santiago del Estero el 54%, en Catamarca el 52%, en Salta el 46%, en Córdoba el 44% y en Tucumán el 42%. Es decir, la población de personas negras era muy importante.

¿Sería eso nacer liberto? ¿Poder llorar a grito pelado y en la mismísima puerta del cuarto de la patrona? Azucena había nacido bien esclava, una década atrás, y Julia, la menor, de siete años, le había errado a la Asamblea del XIII apenas por un mes.5

En la Asamblea Constituyente de 1813 se otorgó la “libertad de vientres”, que establecía la libertad de los niños negros por nacer, pero los otros continuaron bajo diferentes formas de servidumbre. Debimos esperar 43 años para que recién en la Constitución Nacional de 1853 se declarara el fin de la esclavitud.

La estructura social del Río de la Plata era similar a la de otros países de América Latina: se fundaba en el racismo. El español consideraba nobles a aquellas personas que no tenían entre sus ascendientes a moros, judíos y negros. Para obtener un cargo público debía constar en su árbol genealógico la ausencia de “mala sangre” por tres generaciones.

Ahora bien la pregunta que se impone es ¿Qué pasó con esa significativa población negra?

En primer lugar debemos señalar que los africanos y afroargentinos participaron activamente en la lucha por la Independencia. Luego de cinco años en el ejército se les ofrecía la libertad. Situación que casi nunca sucedía ya que los mataban antes. Durante la Invasiones Inglesas las compañías de Pardos y Morenos tuvieron una destacada participación en la defensa de Buenos Aires. Cuando San Martín se hace cargo del ejercito del norte de los 1200 hombres, 800 eran negros. De los 2500 soldados negros que iniciaron el cruce los Andes solo regresaron 143. Sin embargo, el enfrentamiento que más vidas de afroargentinos se cobró fue la cruenta guerra con el Paraguay durante 1865-1870. Los batallones argentinos estaban compuestos por soldados negros que fueron mermados durante la lucha. Un año después, en 1871, se desata la epidemia de fiebre amarilla. Los barrios más castigados fueron los habitados por negros en el sur de la ciudad. Eran barrios desprovistos de higiene y de toda organización sanitaria. Mientras los blancos se mudaron y crearon la Zona Norte de la ciudad, el ejército rodeó toda la zona y no les permitió emigrar. Los negros quedaron encerrados en sus barrios donde murieron masivamente y fueron sepultados en fosas comunes.6

...hasta donde puede llegar la mentira. -¿La mentira oficial, decís? -Claro. Por ejemplo, ese cuento de la esclavitud benévola. Puede ser que les tuvieran cariño. A los caballos también les tenían cariño. Pero si los tenían que carnear, los carneaban y si los tenían que dejar tirados en una posta, los dejaban tirados en una posta. Mira, te voy a contar una anécdota de mi familia, quizá ya la leíste porque es bastante conocida. -Contame, contame, ¿de tu familia? -Si, tatarabuela, o tataratatarabuela, no se bien. Había quedado viuda porque a su esposo lo habían matado en las invasiones inglesas. En las primeras. El caso es que tenía tres hijos de cinco, cuatro y tres años. Los amos tenían un solo hijo también de tres años. Los dos más chiquitos, el negro y el blanco, se enfermaron de hepatitis y murieron el mismo día. En ese entonces, aunque no lo creas, cuando un nene menor de siete años se moría, se hacía una fiesta, porque se decía que iba directamente al paraíso. Se lo disfrazaba de ángel y se lo velaba toda la noche. Bueno, los velaron juntos. Al blanco lo disfrazaron de ángel y ¿el negrito? -No- dije. No quería adivinar. -Sí- movió la cabeza con acentuada lentitud. -De demonio.

-Macabro. -La madre trató de quitarle el disfraz, pero la agarraron entre los presentes y no la dejaron llegar. Como insistió y estaba arruinando la fiesta, la azotaron. Igual siguió llorando y gritando por la maldición que le echaban sobre su hijo. Y cuando más lloraba, más la azotaban-. Eva me miró sin poder evitar un poco de resentimiento. Pero no iba dirigido a mi persona. -No existe la esclavitud benévola-. Concluyó. -Esas son dos palabras que se repelen entre sí.7

Otras circunstancias que son necesarias destacar refieren a que en esta sociedad racista la movilidad social del negro era prácticamente imposible. Si bien sus condiciones eran mejores que las de los regímenes esclavistas donde la explotación se basaba en las plantaciones, sus condiciones de vida eran lamentables. La mortalidad de los recién nacidos duplicaba la de los blancos. Además, la natalidad era muy baja, pues los amos evitaban el casamiento de un esclavo al igual que el embarazo de una esclava, ya que les impedía prestar los servicios por los que fueron comprados. Era más económico reemplazar con nuevas importaciones de esclavos la escasez de nacimientos y la gran cantidad de muertos. Un hecho importante fue que la fecundidad de las mujeres negras era muy baja ya que, como una forma de resistencia, no querían tener hijos debido a la miserable situación en que se encontraban.

A fines del Siglo XIX y principios del XX la gran inmigración Europea fue reemplazando los oficios que tenían los pocos negros que aún quedaban. Sin embargo, los negros nunca desaparecieron como se ha escrito y se sigue contando. Hay un ocultamiento intencional, como veremos más delante, de sus aportes a la historia, la cultura y de sus descendientes.

La población negra se organizaba en “Naciones” conservando sus denominaciones, sus ritos, sus costumbres y sus lenguas africanas.8 Esta resistencia cultural adquirió la forma de periódicos y revistas que suscitaban grandes rivalidades. La más significativa fue “El proletario” fundada en 1858 por el intelectual negro Lucas Fernández. Esta expresaba “los intereses de clase”, los de la “clase de color” en la necesidad de fundar un movimiento de “democracia negra.”9 En estas publicaciones se debatía acerca de su vida social y cultural donde la poesía era un elemento importante. Esta profusa actividad de los afroargentinos fue disminuyendo aunque la podemos encontrar en muchas palabras de nuestro lenguaje y en los orígenes del tango.10 Pero es en la historia oficial donde se impone el mito de la Argentina como un país conformado por habitantes de raza blanca donde ya no solo quedan afuera las poblaciones originarias, sino la importante población negra.11 Cuando en 1996 el entonces presidente Menem viajó a EEUU le preguntaron sobre los negros en nuestros país. Su respuesta fue contundente: “En la Argentina no llegaron los negros porque nosotros abolimos la esclavitud en 1813. No existen los negros. Ese problema lo tiene Brasil.”12

La creación de un mito racista

A los blancos hizo Dios / a los mulatos San Pedro / y a los negros hizo el diablo / para tizón del infierno.

Payada que aparece en el Martín Fierro de José Hernández

Michel Foucault plantea que “el discurso racista no fue otra cosa que la inversión, hacia fines del siglo XIX, del discurso de la guerra de razas, o un retomar de este secular discurso en términos sociobiológicos, esencialmente con fines de conservadurismo social y, al menos en algunos casos, de dominación colonial.”13 En este sentido el predominio de las ideas positivistas en el siglo XIX daban una fundamentación “científica” al racismo. La división de las razas en superiores (blancos) e inferiores (negros, indígenas, judíos, orientales, moros, etc.) era considerada algo propio de la naturaleza. Esto llevó a que el poder representado por la generación del ´80 (Roca, Mitre, Alberdi, Sarmiento) impone una política conservadora basada en la idea de una Argentina compuesta por una población homogénea de raza blanca diferente del resto de Latinoamérica. Por ello esta invisibilización de los negros y las poblaciones originarias en la Argentina se encuentra en la historia oficial. En los manuales, la historia de los negros finaliza con la abolición de la esclavitud. En las iconografías se ven negros hasta la época de la independencia; generalmente vendiendo muy alegres sus productos, claro, sin decir que para sus patrones. Difícilmente vamos a encontrar en cuadros de batallas, ejércitos de negros. Es así como el mito de que “descendemos de los barcos” conlleva una actitud racista claramente expresada en promover la inmigración Europea, fundamentalmente anglosajona.

El racismo blanco europeísta organizado desde el Estado encuentra su fundamento en el artículo 25 de la Constitución Nacional concebida por Juan Bautista Alberdi que fomenta la inmigración europea.14 Sus ideas se basaban en que “para educar a nuestra América es preciso poblarla con poblaciones de Europa más adelantada en libertad y en la industria.” Pero aclaraba: “hay extranjeros y extranjeros. Todo lo civilizado es europeo, al menos en su origen, pero no todo lo europeo es civilizado.” Esto lo supieron muy bien los inmigrantes de principios del Siglo XX perseguidos por sus luchas sociales y políticas.15 En esta perspectiva Sarmiento, que tenía un pensamiento fundamentalmente racista, manifestaba: “Llego feliz a esta Cámara de Diputados de Buenos Aires, donde no hay gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir, patriotas.”16 También estas ideas racistas propias del positivismo abarcaban a sectores importantes de intelectuales. Por ejemplo, José Ingenieros sostenía que “La historia no es un registro de la lucha de clases, ni de la lucha institucional, sino antes que bien de la lucha racial.” De allí que consideraba necesario que las razas blancas y no blancas se desarrollaran separadamente. Así los negros y los indios perderían de manera inexorable en la lucha por el predominio ya que consideraba a los afroargentinos “más próximos a los monos que a los hombres.”17

Esta negación de la historia de los afroargentinos tiene un ejemplo paradigmático en el relato sobre el “negro Falucho”. La historia de la muerte de Falucho fue un invento de Mitre. Se sabe que un soldado negro fue fusilado en el Callao durante 1830 por negarse heroicamente a rendir homenaje a la bandera realista. Pero lo cierto es que no se llamaba Falucho, ya que este era un soldado de San Martín que en ese año vivía en Lima. Es decir, el único monumento que recuerda la historia heroica de un soldado negro que se encuentra en la plazoleta triangular de Fitz Roy entre Santa Fe y Luis María Campos en la CABA, es la de un soldado desconocido cuyo nombre se ignora.

Debemos reconocer que una sociedad donde se sostiene que no hay racismo, en tanto representa a la Argentina como un “crisol de razas”, niega una parte de su historia. No solo en relación a los negros y las poblaciones originarias. Podemos citar la Liga Patriótica creada en el año ‘20 por el club Naval que con el lema “Patria y orden” atacaba a obreros, judíos, anarquistas y socialistas. Este grupo xenófobo compuesto por sectores aristocráticos y de la clase media alta fue el que realizó en los barrios de Once y Villa Crespo el primer progrom de judíos en la Argentina.

Para terminar este apartado citamos a Diego Buffa, coordinador del Programa de Estudios Africanos en la UNC, que plantea: “Hasta la reforma de 1918 en la Universidad de Córdoba todavía se exigía para ingresar la limpieza de sangre, que no era otra cosa que no tener algún ancestro negro.”18

La utilización de la palabra “negro” como descalificación contra los pobres

En el censo de población de 2010 por primera vez se preguntó sobre quienes se reconocen como indígenas y afrodescendientes. Cerca de un millar de personas se afirman como indígenas y en 62.642 hogares existe una persona que dice ser afrodescendiente. En estos hogares hay 149.493 personas. Un 51% son varones y un 49% mujeres. El 34,4% se hallan en la provincia de Buenos Aires. En CABA vive el 11,3%, en Entre Ríos el 6,8%, en Santa Fe el 6%, en Córdoba el 5,5%, en Mendoza el 2,5%, en Chubut el 2,3% y en Salta el 2%. Hay que reconocer que existe un subregistro ya que por prejuicios personales y sociales muchos no admiten su filiación.19

Estos datos demuestran que la población de origen africano en la Argentina no ha desaparecido. Si bien los descendientes de los esclavos de la época de la Colonia han disminuido significativamente, encontramos descendientes de inmigrantes de Cabo Verde que llegaron durante la primera mitad del siglo XX. Así como inmigrantes brasileños, dominicanos y africanos.

El discurso racista utilizado por los sectores de poder donde se invisibiliza a la población negra para decir “en la Argentina no hay negros” aparece en la sociedad como una vuelta de lo reprimido en la utilización de la palabra “negro” o “negra” en forma despectiva para discriminar a los obreros, inmigrantes de las provincias y de países latinoamericanos. Es cierto que también se utilizan las palabras “negrito/a” en forma cariñosa. Pero esto no es más que un sucedáneo del “negrito/a” querido/a por su amo, pues se sometía dócilmente a sus reglas. Podemos encontrar el “negro/a” como un apelativo que resignifica la palabra al darle un contenido de valor y de fuerza.

Es a mediados del siglo XX durante la primera presidencia de Perón que los sectores de clase media y alta descalificaban a los que venían del interior del país con el calificativo de “cabecitas negras”. Este término se difundió ampliamente para descalificar a los pobres. Un ejemplo lo da el pianista Miguel Angel Estrella cuando fue detenido y torturado por la última dictadura militar: “Me decían. ‘Vos nunca más vas a tocar el piano. Por que vos no sos guerrillero, pero sos algo peor: con tu piano y tu sonrisa te metes a la negrada en el bolsillo y les haces creer a los negros que pueden escuchar Beethoven’.”20 Hoy son “negros de mierda” los paraguayos, peruanos, bolivianos que se aprovechan de nuestros hospitales y/o universidades. Son los causantes de la violencia y la inseguridad. Igual que los piqueteros o los obreros que cortan las calles de la ciudad. La “portación de rostro” puede implicar ser detenido o que no se pueda entrar en un lugar público; además de ser mirado con desconfianza.

Freud utiliza una frase, ya clásica, que es el “narcisismo de las pequeñas diferencias” para establecer como la cohesión libidinal en los grupos, a partir de un ideal unificante, puede llevar el odio al diferente. Es aquí donde encontramos la figura del “chivo emisario” portador de todos los males que en algunas sociedades aparece contra los pobres y los inmigrantes como causantes de todas los males e inseguridades.

La cultura hegemónica del capitalismo tardío ha traído cambios de valores donde el “ser” pasa por el “tener”. Es así como aquellos que no tienen dinero o los que no tienen la belleza valorada socialmente se los margina. Su resultado es la ruptura del lazo social en el que desaparecen las relaciones de solidaridad en detrimento de formas de discriminación a veces explícitas y otras invisibilizadas por un discurso “políticamente correcto”.

Notas

1. Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, editorial Topía, Buenos Aires, 2014.

2. Rosenzvit, Miguel, Fiebre Negra, editorial Planeta, Buenos Aires, 2008. Esta es una de las pocas novelas escrita sobre la esclavitud en la Argentina.

3. Okon Edet Uya, Historia de la esclavitud negra en las Américas y el Caribe, editorial Claridad, Buenos Aires, 1986.

4. Los apellidos de estos esclavistas conforman el sistema de poder. Entre ellos se encuentran: José de María Martinez de Hoz, Martín de Alzaga, Ventura Marcó del Pont, Francisco Antonio Beláustegui, Juan F. Terrada, Martín de Sarratea.

5. Ídem cita 2.

6. Coria, Juan Carlos, Pasado y presente de los negros en Buenos Aires, editorial Roca, Buenos Aires 1998. También Binayan Carmona, Narciso, “Pasado y permanencia de la negritud”, Todo es Historia, Nº 162, Buenos Aires, 1980; Schavelzon, Daniel, Buenos Aires negra, editorial Emecé, Buenos Aires, 1999.

7. Ídem cita 2.

8. Ingenieros, José, La locura en la Argentina, editorial Losada, Buenos Aires, 1955.

9. Corbiére, Emilio, “El genocidio negro en la Argentina”, Argenpress, 12 de abril de 2013. Esta revista fue fundada seis años antes que Carlos Marx y Frederic Engels crearan la primera internacional.

10. Natale, Oscar, Buenos Aires, negros y tango, Peña Lillo editor, Buenos Aires, 1984. También Villanueva, Estanislao, “El candombe nació en África y es rioplatense”, Todo es Historia, Nº 162, Buenos Aires, 1980.

11. Este mito que caracteriza a nuestro país en el mundo, sigue presente en la actualidad. Los atentados racistas contra los negros son algo cotidiano en EEUU. El 18 de junio de este año en Carolina del Sur un joven blanco llamado Dylan Roof entró armado a una Iglesia Africana Metodista y asesinó a 9 personas. Luego de ser detenido dijo que tenía que hacerlo porque los negros “violan mujeres y están tomando nuestro país.” Pero lo más llamativo fue cuando declaró que defendía a los países de supremacía blanca. Entre los que admiraba estaba Argentina como una nación compuesta exclusivamente de ciudadanos blancos.

12. Diario La Nación, 26 de noviembre de 1996.

13. Foucault, Michel, Genealogía del racismo, Caronte ensayos, Buenos Aires, 1996.

14. “El gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir límites, ni gravar con impuesto alguno la entrada en territorio argentino de los extranjeros que tengan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar la ciencias y las artes”. Inicialmente la idea era incluir a españoles, italianos y judíos los grupos que se excluían explícitamente ya que -como decía Alberdi- “las razas que podían mejorar la especie eran aquellas que provenían de Inglaterra y Francia”. Este artículo fue mantenido en todas las reformas constitucionales y llega hasta la actualidad.

15. Costanzo, Gabriela, Los indeseables. Las leyes de residencia y Defensa Social, editorial Madreselva, Buenos Aires, 2009.

16. Ruchansky, Emilio, “¿Negros en Buenos Aires?”, Argenpress, 4 de febrero de 2003. Sarmiento, Domingo Faustino, Civilización y Barbarie, editorial Hispamérica, Buenos Aires, 1980.

17. Ingenieros, José, Sociología Argentina, editorial Losada, Buenos Aires, 1946.

18. Entre otros textos de una importante investigación sobre los negros en la Argentina citamos “Pasado y Presente del aporte africano en la identidad cordobesa contemporánea” María José Becerra, Diego Buffa, Claudia García, Juan José Vagni, Juan Manuel Zeballos en http://www.alapop.org/2009/images/DOCSFINAIS_PDF/ALAP_2008_FINAL_275.pdf

19. Lipcovich, Pedro, diario Página/12, 30 de diciembre de 2012.

20. Pereyra, Glasy, “El pianista Miguel Angel Estrella recuerda la tortura en Uruguay” en http://glasypereira.blogspot.com.ar/2014/01/el-pianista-miguel-angel-estrella.html

 
Articulo publicado en
Agosto / 2015