Adiós a las aulas significa perder el escenario de la vida. Pero queda la riqueza. La fortuna. Uno dice adiós a las aulas y de pronto, en ese mismo instante, se le llenan los bolsillos de ideas, de reflexiones, de síntesis, y se pasa a ser alumno de todas las aulas. Por eso no puede haber un adiós a las aulas porque seguiremos aprendiendo en el recuerdo. Lo que sí es doloroso es el adiós a los pasillos y sus ecos, a las voces juveniles apresuradas, a los sueños antes de entrar al aula, a las ganas que se huele en los corredores de cambiar al mundo, de llenarlos de volantes hacia el futuro.
Mi adiós a las aulas es también mi adiós a las clases dadas en las calles en apoyo a las protestas estudiantiles que los dueños del orden querían apagar con la razón de los bastones, a veces largos, a veces gordos. Mi adiós a las aulas es también aquel episodio en que me tocó dirigir una asamblea estudiantil porque los alumnos me confundieron con un estudiante más, el mejor título que recibí en esta casa.
Los edificios fueron diferentes pero la nostalgia igual me marca mis días de estudiante en esta facultad a fines de los cuarenta y luego como docente ya en el regreso de la vida. La juventud y la ancianidad acompañadas por los mismos ecos y los mismos sueños. Uno nunca espera el último día, lo ve dibujado en el horizonte, anunciado, pero no lo cree. Y llega. Inexorable. Es una especie de lazarillo que lo toma de la mano a quien se aleja que de pronto queda ciego; lazarillo inexorable que lo aleja hasta el lugar donde ya sólo necesita aguardar, sólo aguardar. Pero lo hermoso, lo luminoso es saber que llega el nuevo docente, que llenará de otras imágenes, traerá vidas nuevas, palabras nuevas y continuará, como un rito sagrado, el rito más sagrado de todos, la enseñanza, que para el enseñante sólo es una búsqueda de propio convencimiento. Pero además está el sentimiento del amor, de la afinidad, de la búsqueda y tal vez de una de las máximas felicidades. Breve, tal vez, pero semilla que cae y va a crecer en cualquier camino. Uno ha bebido un trago de sabiduría, y ha probado el pan comunitario. Aquí en estas aulas, aquí en estos pasillos, aquí, abajo, en esa puerta de entrada, donde están los nombres de los estudiantes y docentes de la eternidad, los optimistas que en pleno optimismo fueron arrancados de la vida por los brutales verdugos matadores de sueños, los cobardes armados de la vida que entraron a estas aulas para matar las búsquedas hacia el encuentro de algo más de justicia, de algo más de humanidad. Mataron a nuestros jóvenes y después nos llenaron las calles de niños con hambre y con tristeza. Mi recuerdo hacia quienes llevaron esos nombres inscriptos ante el portal. Serán eternamente jóvenes durante los siglos. En el descanso de mis recuerdos estarán en primera fila, siempre.
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He elegido para la despedida, el tema más querido, la Libertad. No es una despedida de ella, ¡quién se puede despedir de la idea más bella y más profunda del pensamiento humano que derrotó para siempre el miedo dictado por dioses y sus obediencias!. No, hoy nos tomaremos el tiempo sólo para acariciar su rostro formado por todas las búsquedas solidarias y por el rostro de todos los luchadores de la libertad. Vamos a hablar de ella y a admirarnos de lo inmenso que es el pensamiento humano que ha delineado nada menos que este concepto, que es grandeza, justicia, amor, constante creación y ha producido la fuerza de eliminar el oscurantismo, el miedo, el tributo al poderoso, al dedo amenazante del castigo terrenal o divino. La Libertad. Suena como un llamado inmenso a la vida y a la valentía, que es siempre desprecio al miedo, al orar de rodillas. Pero no nos vamos a referir hoy a la Libertad en su sentido filosófico. En esta casa no se han ahorrado cursos para desviar toda duda acerca de su significado y definición, tan paralelos a la Etica. No, hoy nos referiremos a la Libertad en el sentido de los Derechos Humanos qué es buscar los caminos para lograr más libertad, a partir de esto que tenemos, cómo llegar a tener una sociedad digna. ¿Podemos decir acaso que hay libertad en las estructuras de la sociedad moderna, de la sociedad del capitalismo globalizado? Porque no hay libertad sin dignidad. Hace poco, al analizar el capitalismo de mercado y los derechos humanos nos preguntábamos si hay respeto a los derechos humanos en un país cuya tercera parte de habitantes vive por debajo del nivel de pobreza. Sí, hasta ya podríamos contestarnos cínicamente, de pura impotencia, sí, tienen la libertad de morirse de hambre. Nos preguntábamos si no es de un indescriptible cinismo que todos los países de la tierra hayan firmado la declaración de los derechos de la humanidad y en sus ciudades reine la violencia del que tiene todo sobre el que no tiene nada. Nos preguntamos: ¿hay libertad de palabra en un país donde la opinión pública está dominada por los dueños de los medios privados? Comencemos a medir esa libertad, que, como decíamos, no puede existir si no está acompañada del concepto de dignidad.
Veamos el denominado primer mundo. En el país primero, Estados Unidos, dominante del primer mundo donde se solazan de la prosperidad en las estadísticas, la propia CIA, la central americana de Inteligencia, alerta sobre la existencia de 50.000 esclavos. En las tierras de los mártires de Chicago, donde fueron ahorcados esos héroes de las 8 horas de trabajo, hay niños y adolescentes latinoamericanos, asiáticos, o del Este europeo que trabajan 16 horas por día con el miedo en las espaldas. Un aspecto; veamos otros: en uno de los países con fama de poseer una democracia lavada y planchada, correcta en su fachada, que más de una vez se nos ha puesto como modelo al tercer mundo ha ocurrido algo que en principio nadie lo quería creer. En la Alemania de Kohl, la coima era la ley diaria, la ley de mercado; la mentira era la filosofía clásica; la prebenda y el abuso de las jerarquías, un modus vivendi. Helmuth Kohl, el triunfador contra el comunismo, el padre -junto con el papa Juan Pablo II- de la caída del muro, de pronto quedaba ante la opinión pública como un jugador fullero. Casi dos décadas en el poder; era el as de cómo usar las denominadas cláusulas constitucionales junto al gran poder económico para mantenerse en el poder político. Hubo un sacudimiento. Pero volvieron a escucharse las voces de los verdaderos demócratas hablando de la enorme falacia de denominar democracia a un sistema que eterniza a los políticos en el poder, que mantiene estructuras antidemocráticas en los partidos, que indica que el non plus ultra de la expresión democrática es ese sistema de votaciones cada dos años de candidatos sonrientes surgidos de arreglos de camarillas inspiradas por los verdaderos detentadores del poder: las fuerzas financieras. Y se ha llegado a la conclusión que la democracia no existe sino en el horizonte y que hay que revisar, recorrer todos los días el camino hacia una verdadera democracia representativa. (El caso argentino es ya patético. Desde 1946 la llamada democracia argentina es representada por dos partidos conservadores con férreas estructuras internas de partidocracia, que en el curso de su historia mostraron una más que débil vocación democrática, prestando o apoyando con más o menos disimulo a dictaduras militares.) No lo decimos como reproche sino como voluntad de iniciar una discusión profunda hacia la democratización verdadera de la sociedad, como se ha iniciado en las aulas europeas ante el nefasto ejemplo alemán que ha dejado al desnudo también los sistemas políticos locales de todas las naciones del primer mundo. (Al tener noticias en Estados Unidos del escándalo de Kohl en Alemania, varios observadores comentaron con ironía: "¿cuántos, 48 millones, ochenta millones de coima? Esos son apenas "maníes" en la merienda diaria de la política norteamericana". Esto es sobrecogedor.
Nosotros, de dictaduras militares pasamos al Estado de los partidos, a la partidocracia. En esa herida sangrante que ha quedado en Alemania, sociólogos y politólogos se han lanzado a la búsqueda de cómo democratizar más el Estado empezando por la democratización de los partidos. Robert Leicht, el profundo pensador liberal dice timidamente: "Sin caer en una enemistad partidista antidemocrática debemos salvar a los partidos de sí mismos. Porque por sí mismos nunca lo lograrán". El ex presidente alemán, el conservador Richard von Weizsäcker, criticó ya en 1992 lo que él mismo tituló de partidocracia y no de democracia: dijo: "los partidos disponen sobre sí mismos a través de los organismos que otorgan las leyes. Nadie debe ser juez y legislador en su propio interés. En consecuencia deben ser movilizadas otras fuerzas, ¿por qué no el propio pueblo?" Para democratizar los partidos políticos y con ello la sociedad habría que comenzar con una medida a la cual nadie se atreve porque serán siempre, los denominados representantes del pueblo los que tratarán de tergiversar los avances, u oponerse a todo intento de renovación, sencillamente. Pero, por ejemplo, una primera medida debería propender a limitar la burocracia: ningún político debería ejercer un mandato por más de cuatro años. Tanto internamente en el partido como en los organismos de la democracia. Es decir que la profesión de político pasaría a ser la de servidor del pueblo. Como después de los cuatro años volvería a ejercer su profesión resultaría un servicio a la comunidad que podría fijarse como meta la defensa verdadera de los intereses populares. (Aquí voy a contar una pequeña anécdota que viene de mi niñez: en el barrio de Belgrano, donde vivía, había un comité radical a la vuelta de casa; poco antes de las elecciones pasaba un camioncito con altoparlante que decía: "Conciudadano: vote a Tello Rosas como diputado". Me fui del barrrio, me casé y treinta años después iba a visitar a mis padres y los días preelectorales pasaba una limusina con altoparlante que decía: "Conciudadano: vote a diputado a Tello Rosas". No era el mismo, se trataba del hijo del primer Tello Rosas. Treinta años después, yo ya de cabellos canos y con nietos, pasaba por el viejo barrio poco antes de elecciones y vi una cuádruple con altoparlante que decía: "Conciudadano: vote a diputado a Tello Rosas". Sí, era el nieto del primero).
Pero apartémonos del realismo mágico argentino y volvamos a las proposiciones en Europa para democratizar lo que hoy se llama democracia: En otro aspecto del debate se sostiene por parte de todos aquellos que no desean subyugarse a los poderes que van avanzando como un carcinoma en los cuerpos colegiados, que la mitad de esos cuerpos colegiados tendrían que estar formados por lo menos, por menores de cuarenta años y esas mitades, a su vez por un cincuenta por ciento de hombres y un cincuenta por ciento de mujeres. Sería una un primer paso hacia una verdadera representación de la sociedad. No como hoy que los cuerpos colegiados van envejeciendo a raíz de la eternización en candidaturas y en mandatos. Los otros pasos hacia una verdadera democratización tendrían que ser las representaciones proporcionales a las entradas declaradas y propiedades de los candidatos, y esto de acuerdo a los registros impositivos. No como hoy que muchos cuerpos colegiados se componen de empresarios, abogados de empresas y sí de un obrero, para disimular. Este ejemplo ha invadido también hasta los clubes de fútbol. "Somos una sociedad de embusteros", es el título de un ensayo sociólogico del Colegio Superior de Kassel, Alemania, sobre las grandes mentiras de la sociedades del primer mundo. Es un estudio profundo sobre el doble lenguaje que se usa en el sistema llamado democrático, o con calificativo más ajustado, llamado partidocracia. Se analiza el rol de la justicia como perdón al poderoso y castigo el hombre común; se critica la llamada costumbre de las donaciones a los partidos, que no es otra cosa que cohecho y soborno o por lo menos de desigualdad ante la ley y las oportunidades. El autoritarismo y las mafias , el amiguismo y el nepotismo, nada sobre lo cual se ha legislado, por cierto, porque los verdaderos dueños del poder son los representantes de las partidocracias. Estas críticas de diversos grupos de sociólogos y politólogos se realizan para profundizar a la democracia y no, con estas críticas, para despertar al apetito a dictadores o denominados gobiernos fuertes.
Ante la inmensa derrota moral de la invasión de la coima y el cohecho, en las llamadas democracias occidentales hay un fuerte movimiento ahora de dar más importancia constitucional al referéndum, al plesbicito y a las iniciativas populares. Pero no caer, por ello, tampoco en la torpe e ingenua alternativa, aquí la constitución representativa, allá la democracia directa o plesbicitaria. Tal vez esta última solución podría darse luego de una intensiva práctica de una unidad entre el parlamentarismo representativo y la democracia directa contra el sobrepeso perverso de los partidos. El pueblo electoral puede, de esa manera, superar el monopolio de los partidos. Claro, reflexiona Robert Leicht tampoco el pueblo es infalible. Por cierto que no. El pueblo y su veredicto no es tal vez lo más próximo a la verdad ni en lo absoluto ni en lo relativo más aproximado a la verdad y a la constitución y a la defensa de la declaración de los derechos humanos que los partidos. Además sabemos que con la antropología optimista casi siempre se hace mala política. Pero la carstificación, la falta de movilidad democrática es entretanto tan notoria por la politica monocultural partidaria de manera que la partidocracia no merece ni el monopolio del poder ni tampoco amparo como especie. Lo que sí es necesario es más bien un riesgo mixto de todas las formas de participación de la democracia. Mientras los medios sean privados y no de derecho público, la democracia directa o plesbicitaria podría ser influída hasta con perversidad. Con medidas de más participación por lo menos se aumentaría el interés en la política. Y no como ahora donde es desolador el panorama en el primer mundo de la no asistencia a las votaciones, aún de las más importantes. ¿Es comodidad el no concurrir a las elecciones, o es conciencia de que nada se logra con el voto ya que todos los partidos son conservadores? Conservadores, por más que canten La Internacional en los congresos de la Internacional Socialista. La medida imperante en algunos países como el nuestro de obligación de voto es ridícula y policial. Debe existir la voluntad y el honor del destino propio.
Pero sin duda, para intentar democratizar la partidocracia es necesaria la educación del sentido comunitario, reemplazar la escala de valores morales de aquello de que el que vale más es el que tiene más, por la del que vale más es el que se empeña en la felicidad de la comunidad en su conjunto. En un estudio titulado "Crece el sentido comunitario", los sociólogos Uwe Heuser y Gero von Randow señalan que pese a la fiebre por el dinero y las cuentas negras, en la sociedad no se desprecian los términos : honradez y solidaridad. Son dos palabras que no pudieron ser borradas del vocabulario de la sociedad. Política y economía dan oportunidad diariamente sobre inmoralidad, pareciera que sentimientos como honestidad, insobornabilidad, humildad, ayuda al prójimo, fueran desapareciendo cada vez más. Sobre eso hubo quejas en toda la historia y siempre volvieron a renacer esas virtudes con más fuerza que antes. La sustancia moral es una materia que no sólo es gastada sino que siempre es creada nuevamente. Está en el notorio ejemplo donde ciudadanos, por propia iniciativa, buscan nuevos métodos de una verdadera democracia representativa o se hacen cargo de tareas que le corresponderían al Estado social. En Alemania han estado surgiendo en los últimos años 50.000 grupos de ayuda mutua y autoayuda. Y la misma tendencia muestra toda Europa. Ciudadanos de barrios o distritos fundan asociaciones de atención de enfermos, construyen redes de ayuda para ancianos, organizan la compañía de enfermos terminales que no tienen familia, organizan mercados de intercambio o cocinas para los pobres. Mientras la economía cada vez más brutal trata de eliminar al estado societario, crece el sentido comunitario. Se observa con beneplácito una nueva cultura de la ayuda mutua. También entre los estudiantes se observa una tendencia: en vez de engrosar las filas de la carrera de consejeros de empresas se dedican a estudiar cómo ayudar y organizar empresas sociales cooperativas. Crece año tras año, el número de ayudantes voluntarios, principalmente en pequeñas iniciativas. Con toda la buena voluntad de colaborar con iglesias y sociedades benéficas prefieren muchos de esos nuevos voluntarios guardar distancias frente a esas grandes organizaciones. Y en esos grupos comunitarios no se hacen diferenciaciones entre los que ayudan y los que necesitan ayuda. Los activos remarcan que ellos no sólo quieren ayudar a otros sino demostrarse a sí mismos que son capaces de servir a la sociedad y el placer consiste en experimentar el sentido de pertenencia. Así se origina del sentido de reciprocidad, un sentido de comunitarismo solidario, de aprender socialmente uno del otro: una plusvalía moral, diría Marx si viviera hoy. Esto no es nada despreciable ni aún para los revolucionarios con prisa. Pero es claro, no es la solución integral, pero es una búsqueda. Y aquí está lo importante. Esa búsqueda puede, por fin, atraverse a buscar, precisamente, soluciones más integrales. Es avanzar en la sociedad del repliegue en sí mismo. En las nuevas comunidades societarias el individuo no nace, él elige estar en ella. Si las iniciativas no demuestran ser capaces de soportar críticas y reformas, comenzarán pronto a faltarles los miembros, y su legitimación comienza a perder fuerza. Lo que vale, lo positivo, es la vocación de servicio y tolerancia, igualdad de chances, juego limpio. Nada más que brotes apenas, por cierto. Pero en esta época de la fiebre del dinero parece mentira pero estas pequeñas plantas crecen mismo en la economía privada. Hay empresas que reconocen que sus empleados y trabajadores son más que una mancomunidad. También a algún cliente no le gusta cuando el negocio de la ganancia de las bolsas se confunde con la creación de valores. Los balances ecológicos y sociales son impresos, otros no, pero el empeño se pone con alguna razón. Otras empresas buscan el contacto directo con la sociedad civil. Es la clásica cola de paja. El permitir algo para no perder todo. El apoyo de la economía para proyectos como la fundación para el joven y el niño va creciendo con donaciones, cursos para expertos y motivaciones para colaboradores a fin de que se interesen por esas organizaciones. Por supuesto que esto sucede en un interés propio bien entendido. La nueva tendencia del sentimiento humanitario por supuesto no es ni por asomo una razón para festejar, pero si para actuar. Positivo es, aunque de ninguna manera la solución, el llamado de Naciones Unidas a constituir el año 2001 en "Año del voluntario". Los seres humanos no van a quitar el cuerpo en esto. Las poblaciones están experimentando tanto la degeneración como la regeneración de la moral. Corrupción y mendacidad en los denominadas figuras públicas: en la política, en la vida de los medios, en las religiones, en la vida diaria. Pero al mismo tiempo se establece una cultura de la consideración mutua. Esto sucede en el tejido de mínimas proporciones de lo social, de proyectos ciudadanos para los sin techo, o la dedicación de jóvenes del primer mundo en territorios plenos de miserias y violencias como en los Balcanes o en Africa. ¿Tienen en cuenta estas realidades concretas todos aquellos que se quejan del olvido de la moral? La injusticia genera reacciones, genera ansias de justicia. La inmoralidad genera necesidad de moral. Esto es lo importante. Aunque a veces la realidad de quienes poseen los nuevas tecnologías de producción, de comunicación, los dueños de las armas y de la economía y lo cada vez más anodino de la puesta en mira de las religiones en nuestra realidad haga aparece todo como definitivamente estructurado: el omnipotente poder económico mundial y nosotros, viviendo en el margen definitivo.
Vayamos a otro aspecto de las sociedades civiles de hoy donde se respira cierto aire de descentralización. Como las ONG, las Organizaciones no gubernamentales. Hace una década, esa escena era posible abarcarla, en la actualidad se nota una multiplicidad de variedades. Ligas Tercermundistas que operan en todo el orbe intentan mejorar condiciones de producción en Asia y América del Sur. Luchadores contra la corrupción se han organizado en ligas globalizadas, grupos en defensa del medio ambiente llevan a cabo más iniciativas ecológicas que las mismas Naciones Unidas. Así por ejemplo, se nota una orientación en beneficio de la comunidad en la sociedad informativa, no dentro de una Nación o institución sino en forma trasnacional y en federaciones, en redes. Red, es la metáfora tan utilizada que describe el apartarse de la jerarquía clásica y de la imagen de que el Estado y la empresa son los lugares donde sólo allí se desarrolla lo que realmente es importante. Hoy se constituyen estructuras más flexibles, y menos compactas, en las cuales muchos seres humanos van encontrando repetidamente sus nuevas normas. Por ejemplo: un haz entero de virtudes, así fueron definidos los años ochenta por los pioneros de Internet porque su red en cadena al principio no estaba sometida a ninguna regla. Su forma de actuar es aprendida hoy por millones de participantes de la red aunque es hoy muchas veces entremezclado o desdeñado por avidez comercial, pornografía o agitación anecdótica. Pero justo por eso ganan esas normas en importancia: voluntad, reciprocidad, franqueza. Es libre la participación en una virtual comunidad, en tanto se origine una utilidad recíproca. Ninguno debe ejercer poder, salvo que los participantes acepten la autoridad de un moderador. Está mal visto el enojo ante una crítica objetiva o de tratar de acallar las expresiones de otro. Y vale como indeseable aquel que sólo consume y no ofrece nada. Originado como un comment subcultural este comprensión de una acción conjunta va ganando adeptos. En un debate moderado por el Banco Mundial, apoyado en redes sobre la construcción de confianza (social capital) se intercambian noticias de experiencias de todo el mundo y de esa manera se ejercita una nueva virtud: franqueza hacia lo extranjero.
¿Qué es lo que sostiene unida a la sociedad? Para quien esta pregunta sea importante tiene que salir a buscar. El sentido comunitario tiene en la sociedad industrial hasta ahora sus moldes fijos: partidos, iglesias, sindicatos, organizaciones de beneficencia. Pero quien hoy no necesita nuevas formas comienza a desesperar de la humanidad. En la sociedad del saber repartido van llegando poco a poco otras formas de expresión del espíritu solidario. En esas formas, los ciudadanos hacen nuevas experiencias. Esto no puede quedar sin efecto en las instituciones clásicas. Allí, donde los ciudadanos calculan de nuevo el espacio social se van a preguntar en qué ayudan en ese sentido los actuales representantes, por ejemplo, el diputado local. Y así puede ir formandose una presión positiva. Sí, hay que tener en cuenta todos esos pasos adelante, esos pasos hacia más democracia, más justicia, menos interés egoísta, que no es otra cosa que más libertad. Pero si las estadísticas justo del mencionado Banco Mundial siguen con sus alertas cada vez más alertantes, tal vez, las multitudes en las calles superen de una vez todos esos buenos deseos, positivos deseos, de los que no se dan por vencidos y buscan nuevas formas de convivencia. Pero va a ser siempre una base que va a facilitar la expresión de la interminable ira de los pueblos ante el deshumanizado abuso que se hace no sólo de la naturaleza humana sino también de toda la naturaleza en sí.
El filósofo Johannes Agnoli critica así a la izquierda derrotada que insiste en no quedar fuera del escenario. Nos dice "la antigua izquierda emancipatoria va perdiendo todas las experiencias al dejarse llevar por el camino sin salida de la propia connivencia con la cambiante realidad. No muestra ni resignación ni se retira a su propio nicho privatizado. En cambio trata de seguir activa y para eso cambia de posición, se despide de sus antiguos principios, trata de hacerse simpática al poder institucional, se adapta al estado y termina socialdemócrata, es decir, conservadora". Los ejemplos están en Italia, en Francia y en forma muy particular en Alemania. Donde el partido Verde, hasta hace poco libertario, enemigo del sistema, pura fuerza de movimientos en la calle, pasó a formar parte del gobierno de Schroeder, socialdemócrata, y hoy -alejado de su base- es el mejor consejero del "paso a paso" conservador, ya que el paso a paso se hace en círculos concéntricos y nunca en una línea recta. Aquí el filósofo llama la atención sobre el denominado "Tercer camino" como denominó Mussolini al Fascismo y a los populismos en general que por distinta senda llegan finalmente a ser defensores del sistema que rige el mundo. Y entonces, en vez de resignar el filósofo escribe: "No, frente a la realidad actual neoliberal puedo pensar sólo en una teoría utópica pero real y verdadera, en una teoría al parecer imposible de la Emancipación: la asociación de los libres y los iguales". Los libres y los iguales. Todo un programa. Acordemonos de aquel: oíd mortales el grito sagrado, Libertad, Libertad, Libertad. Oid el ruido de rotas cadenas. Ved en trono a la noble igualdad. LA NOBLE IGUALDAD. Dicho hace casi dos siglos. Aquí, en este Buenos Aires, hoy, pleno de desigualdades y donde algunos, la única libertad, como decíamos, que tienen es morirse de hambre. Es cierto que nuestro himno fue cantado también por los capataces del sistema, por los mentirosos demagogos de púlpitos prometedores, por sayones campeones de toda sevicia. Pero quienes lo cantaron por primera vez opinaron eso, lo que en realidad significan esas palabras. Es admirable que esas palabras hayan representado el pensamiento de los revolucionarios de hace casi dos siglos. Y mirémonos hoy nosotros mismos, en la vergüenza de la violencia que nuestra sociedad aplica con los que no se pueden defender. "La actual izquierda organizada en partidos-agrega Johannes Agnoli- no acepta completamente la realidad y niega al mismo tiempo la verdad real del sueño. Se alinea en lo existente, en lo exitoso, en lo eficiente, precisamente en el orden previsto por la constitución. En ese orden busca, hombro con hombro con los responsables, una solución. Y en qué debe basarse esa solución: ¿en domar al capitalismo salvaje, quitarle la agresividad, en una atenuación, mediante leyes, del mercado desbocado que todo lo domina? Hasta se oye hablar de una humanización del capitalismo, de manera, que involuntariamente se está comprobando su barbarie. Es decir, que el tercer camino, o la tercera posición es nada más que una política liberaldemocrática no tan despiadada, regulada por ley y en una limitación del regreso al capitalismo manchesteriano. Una política de lo posible y un capitalismo con rostro socialdemócrata. En ese sentido, la antigua izquierda emancipatoria se orienta en una forma llamada Estado, más exactamente, en la forma especial del estado burgués constitucional y de las estructuras de poder. Es decir todo queda en el Estado actual, una oligarquía constitucional a la cual nos hemos acostumbrado en llamar democracia. La realidad es que tenemos un mercado global pero no una sociedad global.
Pero vayamos a los clásicos. Según Adam Smith, el capitalismo creaba la riqueza de los pueblos, y esto no se discutía. Hegel aceptaba cabalmente eso, pero en la filosofía del Derecho agregaba algo que ni Adam Smith ni Ricardo habían notado: que la acumulación de riqueza se multiplica pero al mismo tiempo lleva a la dependencia y carencia de la clase unida a ese trabajo. Hegel desarrolló más aún el problema y llegaba a la conclusión que "la sociedad burguesa, a pesar de la desmedida riqueza no era capaz de modular la exhorbitancia de la pobreza e impedir el origen de la plebe". Lo que Hegel llamaba plebe eran las ya en ese entonces masas marginalizadas. Aquí fue Ricardo el que llegó a la constantación legítima: "el capitalismo -decía- si bien crea riqueza, pero también, al mismo tiempo, población redundante". En el primer tomo de "El Capital", Marx se refirió al tema y alabó a Ricardo pero al mismo tiempo señaló que se trataba de una aparición cíclica. Ante un nuevo auge de la acumulación de capital, decía Marx, sería absorbida nuevamente la población "superflua". En este aspecto, los cuatro clásicos: Smith, Ricardo, Hegel y Marx pensaban sólo en Europa. Hoy podemos comprobar que sólo Ricardo tuvo razón. Población sobrante hay en el resto del mundo en miles de millones. Esos millones quedan afuera de los encantos del mercado mundial y se precipitan al mismo tiempo en las consecuencias de la total subordinación de procesos económicos-sociales bajo las llamadas "leyes" de mercado y las exigencias de la acumulación. El resto del mundo representa un problema imposible de superar por más campañas mundiales que hagan Caritas, Pan para el Mundo o posibles Madres de Calcuta. La población "superflua" se ha convertido en un problema permanente. Se han convertido -sea que hayan caído en estado de resignación permanente, de pasividad o de impotencia- en masas ni integrables ni posibles de integrar. Se quedaron del lado de afuera de la puerta de la sociedad de prosperidad. El mercado mundial los necesita en el mejor de los casos como abastecedores de recursos pero no como sujetos de realizaciones sociales y económicas. Si la llamada población "redundante" o "superflua" sólo se encontraría en el resto del mundo, y no también en el Primer Mundo, los medios del poder del Norte podrían solucionar las dificultades. Pero entretanto, el resto del mundo, el llamado Sur, ha llegado al Norte. Los desocupados inmigrantes. Se dice aquí y allá que la desocupación está condicionada estructuralmente por muchos procesos técnicos y cambios en la producción industrial y en el sector de servicios y esto no significa otra cosa que: no se trata de una aparición cíclica sino de un estado permanente. Es decir, aquí la historia le dio la razón a Ricardo y no a Marx. Se ha formado como una especie de cochambre permanente que desnuda como ninguna otra prueba la verdad del sistema imperante, a pesar de las hermosas declaraciones sobre derechos humanos. La forma política del Estado burgués se fundó -con una simbiosis de grupos dirigentes sociales, económicos y políticos profesionales- sobre el estable acoplamiento del mercado nacional y el Estado Nacional. Si ese acoplamiento se desliga, la realidad del mercado global enfrenta nuevas formas de organización. Se establece así -otra vez de nuevo- un "nuevo orden", equipado con las estructuras de poder consiguientes. Así está en perspectiva un endurecimiento del objetivo carácter obligatorio de la sociedad. Esto no impide que el régimen despótico sea reemplazado por una constitución regulada, otra vez con el aspecto devoto y divino de las declaraciones y el terrenal de las reglas de juego. En ese sentido no es necesario que se pierdan los adelantos obtenidos en las revoluciones burguesas. En esa posible nueva constitución van a tener su lugar asegurado, como una flor azul en el ojal del chaleco de fuerza. Sí, esta amarga ironía cobra toda su realidad cuando escuchamos en tanto político la palabra democracia, dignidad y derechos humanos, mientras una tercera parte de nuestra población vive en la pobreza. Una violencia insoportable. Salvo que uno se convierta a la religión del cinismo. No sólo se amplía el mercado sino también la aporía: en el pensamiento, en el obrar, en la vida social.
A la emancipación le esperan condiciones durísimas y épocas difíciles. Y el fatigoso trabajo del topo. (Ojalá que todos nosotros resultemos los topos). En la aporía, los topos deben tener un contrapuesto punto de orientación. Y es aquí donde comienza a valer la utopía, la que tanto oprobio y burla ha sufrido para que quede libre de las zonas prohibidas por obra y gracia de las asociaciones de los libres y los iguales; liberarlas del lugar donde fueron constreñidas por los ideólogos interesados carentes de ideología, por los representantes del tendencioso racionalismo de la carencia de razón. El trabajo del topo seguirá siendo clandestino e ímprobo. Puede tener esperanza en los pobladores "superfluos", esos que le sobran a la sociedad "organizada", dado que las palabras Libertad e Igualdad están en sus intereses inmediatos. Para las poblaciones "superfluas" del mundo, Libertad e Igualdad son una meta natural: Libertad como emancipación de hambre y miseria; Igualdad, el derecho de tener acceso a las ofertas del mercado mundial. En ese sentido vale para ellos la meta de la emancipación. Tal cual lo dijo Hegel en forma criptomaterialista: "si la gente tiene suficiente alimento y vestido, el reino de Dios le llega de por sí". La orientación hacia la utopía y el principio Esperanza se completan por medio de otro principio, que caracteriza a todo nuevo indicio y que se origina en la vida: el principio negación sería grave de entender en la forma radical de la negación sin un trasfondo utópico como el alejarse de la sociedad, como un refugiarse en el recogimiento de la conciencia individual, que se tranquiliza con el lamento. Al contrario, el gesto de negación debe entrar en la realidad social, como un No claro, conciente, pero por siempre efectivo contra el falso desarrollo de la sociedad. El trabajo del topo es justo lo contrario de la privatización de la protesta. ¿Qué lugar debe ocupar la utopía en la aporía? "La orientación en la utopía es la única salida real de la deshumanización en la que se encuentra actualmente la humanidad", nos enseña Johannes Agnoli. A pesar de los adelantos científicos increíbles: en el espacio, en la genética, en la robótica, en las comunicaciones y en cientos de aspectos más de las ciencias, el ser humano no ha encontrado su verdadera emancipación, que es vivir en dignidad, en medio de la dignidad de todos. La larga marcha no se ha detenido pero deberá volver a recomenzar ahí donde la experiencia y las enseñanzas indiquen nuevos intentos, siempre más sabios, siempre más amplios, siempre ensanchando su sabiduría.
(Ahora, un pequeño atajo en este encuentro: me detengo y miro hacia atrás: el día en que en este mismo lugar, el decano de ese entonces, Luis Yanes me entregó la titularidad de esta cátedra recién nacida. Enseguida iniciamos la marcha llena de esperanzas y ganas de hacer con un grupo de docentes con el cual formamos un equipo pleno de proyectos y creaciones. Jamás nos quejamos por falencias ni por carencias. La casi totalidad de los docentes que nos acompañaron no recibieron ningún pago por su dedicación a través de todos los años. En mi abrazo a esos queridos compañeros va todo mi reconocimiento, mi admiración y mi cariño. De los decanos Yanes y Carnese jamás recibí alguna seña o insinuación de censura. Siempre estuvo la simpatía y el apoyo. Esto fue territorio libre de ideas y pudieron estar todas las ideas para mostrarlas y debatirlas. De nuestros estudiantes, muchos de los cuales estuvieron desde la primera clase y asistieron siempre, llevaré el recuerdo de sus atentos rostros, listos para no dejarse sorprender o para apoyar. Muchas gracias queridísimos amigos que ocuparon decenas de veces esta aula y llenaron así las columnas de la larga marcha. Hablé de rostros y eso es lo que llevaré en la memoria. Los viernes seguiré estando aquí desde la distancia, desde muy lejos volará hasta aquí mi pensamiento con el sentimiento tierno de la nostalgia y la gratitud. Valió la pena. Me llevo hoy la sangre de todos, la mirada de todos).
ELOGIO DE LA LIBERTAD. Así termino. Tratando de imitar a los libertadores de Mayo: con el grito sagrado de Libertad. Libertad, Libertad, Y con la consigna: ved en trono a la noble igualdad. La Libertad y la noble Igualdad. Esas fueron y seguirán siendo nuestros símbolos, nuestras metas.
Adiós queridos amigos. Muchas gracias.