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Algunas puntuaciones sobre géneros y diversidades y…

 

I. Decir de(sde) la implicación.

Lo personal es político

 

            En primer lugar quisiera agradecer a quienes han organizado el Simposio, especialmente a Eduardo de la Vega, la invitación a integrar un panel donde pueda(s) introducir cuestiones de género. Acepté con alegría esta casi invitación al baile vía e-mail, mientras pensaba que responder esa solicitud requeriría, en principio, de ciertas precisiones debido a que con la palabra género ha ocurrido como con tantas otras en las llamadas Ciencias Sociales: su pluralidad de usos en tantos ámbitos hace que se torne difícil ubicar de qué hablamos cuando hablamos de género hoy.

            En función de ello, el recaudo metodológico del análisis de la propia implicación[3], el recurso a contar con qué inquietudes y curiosidades se/me encuentra esta invitación, fue un buen modo de iniciar un trayecto posible hacia Firmat, que queda en el País del Interior –como canta Teresa[4]:

            Desde hace unos meses estoy trabajando en un Proyecto de Extensión Universitaria que se llama “Diseño e implementación de dispositivos grupales para elucidar los mecanismos de desigualación de las diversidades eróticas, amorosas, conyugales y parentales contemporáneas”.  Allí intentamos ubicar los singulares modos en que se produce y reproduce cotidianamente discriminación y violencia hacia quienes han optado por experiencias de vida irreductibles a la heteronormatividad y la familia nuclear y, a la vez, promover espacios para pensar de otro modo -de un modo inclusivo de las diferencias de diferencias, que no remiten a ningún centro (Deleuze,1995; Fernández, 2007).

            Simultáneamente estamos iniciando una indagación acerca de “Modos de subjetivación contemporáneos: diversidades amorosas, eróticas, conyugales y parentales en sectores medios urbanos”. Ambos proyectos se incluyen entre las actividades de la Cátedra I de Teoría y Técnica de Grupos de la Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Argentina. 

            Desde esa inscripción institucional, la convocatoria a un Simposio titulado “Multiculturalismo, diversidad, colonialidad” me hace imaginar múltiples puntos de contacto con cuestiones que hacen a las tareas mencionadas, y compartir un Panel acerca de “Etnicidad, género e identidad” resulta una ocasión feliz para sumar algún género de críticas a cierto modo de pensar la identidad al -y para- hacer referencia a algunas diversidades que considero preciso visibilizar en el trazado de horizontes más libres e inclusivos...

            Desde la implicación, entonces, y en linaje feminista, quisiera comenzar con una anécdota personal, por ende, política[5]:

            Hace algo más de un año, llamé a una amiga de mi madre para felicitarla porque se había casado en esos días. Estaba muy feliz por haber celebrado su matrimonio y luego de los saludos, las risas y los brindis en diferido, comentó que ella y su esposa tenían tres problemas.  Textualmente: …Nosotras tenemos tres problemas: somos mujeres, somos viejas y somos lesbianas[6].

            Bueno… -respondí- me parece que te sobró un problema y te faltó otro: Si decís que son lesbianas no es necesario agregar que son mujeres… Y no mencionaste que también son pobres…

            Luego de relatar este fragmento de una conversación plagada de las complicidades del cariño y la confianza, me quedé pensando unas cuantas cuestiones que quisiera compartir en este espacio.

            A la hora de conceptualizar la dimensión política de este intercambio informal, importa señalar que no había redundancia alguna en la frase de mi interlocutora, en tanto ellas podrían ser desigualadas tanto por viejas, como por mujeres, como por lesbianas, como por pobres –y podríamos seguir la lista de discriminaciones posibles, cada una desde específicos dispositivos: de género, elección de objeto, clase, etnia, edad, etc., etc. Asimismo, cada una de esas diferencias desigualadas podría ser pensada en su especificidad, es decir, en el dispositivo de poder en el que se produce y reproduce cotidianamente.

            En tal sentido, Ana María Fernández afirma lo siguiente:

            Hablar de diferencias desigualadas supone poder pensar que la construcción de            una diferencia se produce dentro de dispositivos de poder: de género, de clase,      de etnia, geopolíticos, etc. Esto implica dos cuestiones:

·         No se constituye primero una diferencia que luego una sociedad injusta desiguala.

·         No se trata de describir diferencias o desigualdades, sino de realizar un trabajo elucidativo, es decir que es necesario construir categorías hermenéuticas que puedan poner en visibilidad y enunciabilidad la producción-reproducción de los dispositivos biopolíticos que configuran en un mismo movimiento esa diferencia y esa desigualdad.

Fernández (2009, pp. 202-3)

            Esta perspectiva no es la única posible, hay posiciones diferentes en cuanto a las políticas relativas a las diferencias. Por ejemplo, hay quienes señalan que si a una mujer negra le preguntaran qué es lo primero que ve en el espejo cuando se mira, ella respondería que ve una negra y muy en segunda instancia diría que ve una mujer.

            Con argumentos similares se ha fundamentado en muchas ocasiones la prioridad de una reivindicación por sobre otra: en este caso, la étnica por sobre la de género; en otros debates el espejo mostraría en primer lugar una proletaria y las paridades de etnia y género se considerarían consecuencias necesarias de otras luchas. Podríamos agregar muchos otros espejos posibles, con sus respectivas prioridades, de acuerdo a la identidad que reafirme sus derechos y estrategias para conseguirlos.

            Resulta evidente la necesidad de trabajar, como propone Fernández, en la elucidación de ese paquete enredado de relaciones de poder del que habla Grosfoguel (2007) y en la construcción de estrategias en red que no subsuman ni invisibilicen la especificidad de los hilos con que tales redes se tejen.

            Entonces, habida cuenta de que ni en los ámbitos que más luchan por las paridades políticas se ha resuelto aún la cuestión de la circulación desventajosa de las mujeres –con independencia de etnias, clases, etc.- importa subrayar una vez más que las desigualaciones de género requieren ser pensadas en su especificidad y en articulación con otras desigualaciones con las que comparten una lógica de las diferencias que produce desigualdades de todo tipo –y color, se podría agregar…

 

 

II. Anunciar recursividades: redundar, comenzar por el final, rodear, andar.

On ne naît pas femme: on le deviant

Simone de Beauvoir

 

            Desde la perspectiva propuesta en –y para- este trayecto, ¿de qué hablamos cuando hablamos de género hoy?

            Desde el punto de vista adoptado[7], hablamos de uno de los dispositivos de desigualación de las diferencias: como se señalara líneas arriba, el modo de subjetivación contemporáneo involucra dispositivos de poder que producen diversas desigualaciones en simultáneo. Una de ellas, ligada a los “lugares posibles” para cada género sexual.

            Ese dispositivo de desigualación de las diferencias entre nosotras, nosotros y más y más (nosotris?) produce identidades en base a sólo una distinción sexual anatómica desde una lógica binaria: El uso de “+.+” o “*.*” intenta señalar que la operatoria de esa lógica que sólo admite dos términos necesariamente reduce la multiplicidad de los posibles a masculino o femenino / macho o hembra[8]. En esa línea, tanto estas maneras de escribir esa diversidad como el uso de la inexistente palabra nosotris intentan subrayar una vez más que aquello que no tiene palabra, no existe, queda invisibilizado[9].

            La mencionada lógica binaria sostiene –y a la vez se sostiene en- un modo de conceptualizar que ha sido denominado falologocentrismo, es decir, muy sintéticamente, producción de conocimientos que privilegian una mirada patriarcal[10]. Este procedimiento no sólo se encuentra en la producción de conocimientos: insiste en las prácticas sociales cotidianas, en tanto  hace parte de la trama de las subjetividades.  En otras palabras, en tanto habitantes de un tiempo histórico, tendemos a pensar de ese modo, habitual, naturalizada y “espontáneamente”; esas concepciones hacen al modo de subjetivación propio de la Modernidad Temprana (Foucault, 1995, a; Fernández, 1993; 2007).

            Así, tanto desde los ámbitos científicos como en la vida cotidiana –pública y privada- se sostiene y produce heteronormatividad, tal como lo señalan diversxs autorxs[11] desde los Estudios Queer (AAVV, 2005, Bellucci-Rapisardi, 1999; INADI, 2005; Preciado, 2003; Raíces Montero, 2010; Siqueira Peres, 2010). Y así, en la medida en que no todxs tenemos iguales derechos civiles, se moldea –vía naturalizaciones y biologismos reduccionistas- un mundo en el que no hay paridades entre todas y todos y tod*.*s (todis?). De ahí la importancia ética y política de desmontar estos reduccionismos y –como se señalara líneas arriba- producir herramientas para pensar de otro modo (dimensión epistémica de la cuestión).

 cuántos “sexos biológicos” hay?... Al menos 5… y más…             Aun cuando en lo dicho desde el epígrafe se pone en evidencia que se está aludiendo a algo más que a cuestiones anatómicas ancladas en los cuerpos, en pos de contribuir a la de-construcción de imaginarios biologistas resulta pertinente incluir aquí un breve desvío hacia la biología.

            En un texto de hace unos años,

Marta Lamas señalaba que tomando en

cuenta los genes, hormonas, gónadas,

órganos reproductivos internos y órganos reproductivos externos (genitales), es decir, “[...] las cinco áreas fisiológicas de las que depende lo que, en términos generales y muy simples, se ha dado en llamar el ´sexo biológico´ de una persona” (p. 339), era posible reconocer por lo menos, 5 sexos biológicos:

1.      Mujeres: personas que tienen dos ovarios.

2.      Varones: personas que tienen dos testículos.

3.      Hermafroditas o herms: personas en que aparecen al mismo tiempo un testículo y un ovario.

4.      Hermafroditas  femeninos o ferms: personas con ovarios, pero con caracteres sexuales masculinos.

5.      Hermafroditas masculinos o merms: personas que tienen testículos, pero que presentan otros caracteres sexuales femeninos.

Lamas (1996 pp. 339-340)

            Vale reiterar que esta referencia “sólo” biológica excede los casilleros habilitados desde una mirada binaria, que se verán desbordados a la hora de tomar en cuenta las concepciones relativas a los géneros –que, importa mencionar, no se reducen a los caracteres sexuales.

            De todas maneras, este subrayado de los aspectos biológicos permite poner en cuestión el binarismo de los sexos, más aún si a lo dicho hasta aquí se agregan las consideraciones de Raíces Montero en Un cuerpo: mil sexos. Intersexualidades (2010), cuando señala la necesidad de un “[...] cambio de los protocolos médicos en lo concerniente a las intervenciones quirúrgicas”, que respete el derecho de las personas intersexuales a elegir operarse o no en función de su identidad de género. Menciona allí unas nueve o diez conformaciones biológicas que interpelan a la medicina a repensar sus procedimientos[12].

*  Hacia un par de definiciones:

            Para ubicar la categoría de género muchas concepciones parten de una distinción primera entre dos aspectos: unos más ligados “a lo biológico” y otros más ligados a las producciones o concepciones culturales en torno a los cuerpos. Así, las palabras hembra o macho  darían cuenta del sexo de alguien, en tanto que mujer o varón / masculino o femenino referirían a su género.  De ahí en más, ha habido muchas definiciones; entre ellas las que citaremos, no sin antes señalar que las cuestiones de género -por ende, sus definiciones- difícilmente puedan pensarse desde alguna mirada o disciplina en particular; conviene pensarlas transdisciplinariamente (Fernández, 1993).

            En función de lo dicho, dos definiciones[13] que ya tienen unos años y -desde distintas disciplinas- dan cuenta de las distinciones aludidas:

            La psicoanalista Emilce Dío-Bleichmar (1985) señala que  “[...] Bajo el sustantivo género se agrupan todos los aspectos psicológicos, sociológicos y culturales de la femineidad/masculinidad, reservandose sexo para los componentes biológicos, anatómicos y para designar el intercambio sexual en sí mismo”.

            A su vez, la historiadora Joan Scott (Bellucci, 1993, p. 49) afirma:

            Género es una forma de denotar las construcciones culturales, la creación         totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y varones. Es       una forma de referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades    subjetivas de mujeres y varones. Género es una categoría social impuesta sobre             un cuerpo sexuado.

            Más allá de los subrayados de cada definición, y de las críticas que hoy en día podrían hacerse al tinte un tanto sociologista de la segunda, sin dudas ambas contribuyen a situar el desacople entre lo biológico y los “comportamientos esperables” que la imaginación colectiva ha inventado para cada sexo, previa captura de los posibles en dos identidades (sexuales y genéricas), como se señalara en el apartado anterior.   A la vez, podría afirmarse que al remarcar el moldeado social de los cuerpos, de esa “materia prima humana”, de la que habla Castoriadis (1983), se incluye la dimensión política las identidades –en este caso genéricas- en tanto lo imaginado como “propio” de cada género sexual habilitará ciertas circulaciones sociales y no otras.

            En palabras de Scott, “[...] el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Lamas, 1996, p. 330). Varón-mujer / masculino-femenino, entonces, son maneras de nominar –y habitar- prácticas de desigualación social en nuestra cultura.

            En esa línea, resulta pertinente recordar un tramo de El Segundo Sexo, en el que Simone de Beauvoir, para problematizar la construcción del lugar “Otro” de las mujeres, cita a Bernard Shaw: El norteamericano blanco relega al negro al grado de lustrabotas y deduce de ello que sólo sirve para ser lustrabotas (De Beauvoir, 1984, p. 20)[14].

            Años después John Lennon cantaría Woman is the nigger of the world, y los Estudios de la Mujer probarían la insistencia del sexismo en todas las disciplinas de las llamadas Ciencias Humanas, en la medida en que no incluyeran la especificidad de la experiencia de las mujeres (Bonder, 1985).

 

*  Desde el par de definiciones:

            En lo dicho hasta aquí, la categoría de género permite situar uno de los aspectos de la dimensión política de la subjetividad. Asimismo y recursivamente se torna herramienta  para desmontar la ficción de una soldadura entre masculinidad-femineidad y elección de objeto sexual, en tanto permite pensar, entre otras cuestiones, que:

ž  Una mujer puede ser[15]:

            * “femenina” y hétero, homo, bisexual, etc., etc.

            * “masculinizada” y hétero, homo, bisexual, etc., etc.

ž  Un varón puede ser:

            * “masculino”- hétero, homo, bisexual, etc., etc.

            * “afeminado” –hétero, homo, bisexual, etc., etc.

            Si bien esta caracterización resulta sumamente reductiva y esquemática, importa mencionarla en tanto en muchas ocasiones insiste en diversos ámbitos la tendencia a biologismos y naturalizaciones heteronormativas basadas en estereotipos de género.

            Entonces, con la salvedad de que las composiciones posibles son muchas más que las mencionadas en estas líneas, vale agregar que esta divisoria pareciera matrizarlas en orden a los imaginarios sociales (Castoriadis,  1983) relativos a femenino y masculino en distintos momentos históricos, que –aún hoy- operan en la espontaneidad de la sorpresa que muchas personas manifiestan cuando, por ejemplo, advierten que:

            … alguien que pareciera encarnar el estereotipo de la masculinidad elige a             otro varón como su pareja –erótica y/o amorosa, 

      … alguien que pareciera encarnar el estereotipo de la femineidad elige a otra        mujer como su pareja –erótica y/o amorosa,

      … alguien que se ve “sumamente afeminado” elige  a una mujer como su    pareja –erótica y/o amorosa,

              … alguien que se ve “sumamente masculinizada” elige a un  varón            como su          pareja –erótica y/o amorosa, 

       etc., etc., etc.

            En tal sentido, los aportes de los Estudios de la Mujer, los Estudios de Género y, posteriormente, los Estudios Queer interpelan fuertemente las concepciones sobrecodificadas del ser mujer o ser varón y, simultáneamente, las concepciones sobrecodificadas de los placeres en la heteronormatividad o sus “desvíos”.

            En otras palabras, estos aportes han abierto –y abren- a la problematización  múltiples y diversos devenires y prácticas contemporáneas que interpelan la lógica de la diferencia en la que se sustentan identidades genéricas y sexuales.

            En función de lo dicho, y como se enunciara líneas arriba, se hace necesario elucidar esa lógica de la diferencia y construir otros modos posibles de pensar –y obrar…, otras herramientas  desde las que desmontar los múltiples mecanismos de desigualación que se sustentan en una partición binaria en la que el otro/lo Otro/la otra/+.* –en singular y en plural- queda situada/o/+.* en el lugar del exceso o defecto, en inferioridad de condiciones en relación a ese, a eso Uno (Bonder, 1985; De Beauvoir, 1984;  Fernández, 1993; 2007; 2009)[16].

III. Desandar la lógica de la diferencia, problematizar.

            En diversos textos A.M. Fernández interroga los modos en que se piensan las diferencias en Occidente y propone tres dimensiones para su problematización: epistémicas, éticas y políticas (1993; 2007; 2009).

            Señala que las características de la lógica de la diferencia son las siguientes:

ü  Es binaria en tanto sólo contempla dos términos: Lo Uno-Lo Otro (en las cuestiones que nos ocupan: Varón-mujer)

ü  Asimismo, es atributiva: definidas las características de uno de esos términos (Lo Uno – Varón=Hombre), se caracterizan las cualidades del/o otro  (otra = mujer)

ü  Y es jerárquica en tanto esas características de Lo Otro (la otra = mujer), se atribuyen tomando como modelo Lo Uno (varón-Hombre), por lo cual Lo Otro necesariamente se pondera en función de aquello que le falta –o le sobra- en relación a Lo Uno.

            Tal como advirtiera Simone de Beauvoir, una vez definido Lo Uno, encarna lo positivo y lo neutro[17], en tanto que lo Otro queda connotado como negatividad, inferiorizado: “[...] Lo Otro, al definirse como Otro, no define lo Uno, sino que es planteado como Otro por lo Uno cuando se plantea como Uno” (De Beauvoir, 1984, p.14). No hay reciprocidad o, en otras palabras, no hay un tratamiento de la especificidad de la diferencia (Fernández, 1993).

            Las dimensiones del problema se desprenden de lo dicho: desde el punto de vista epistémico, se hace referencia a un campo en el que de manera necesaria y no contingente uno de los términos de la oposición binaria queda invisibilizado (Fernández, 1993). En el tema que nos ocupa, no se teorizan las características de las mujeres en su positividad (De Beauvoir, 1984). Resulta, entonces, imprescindible construir conceptos que den cuenta de esa especificidad, de esa positividad (Bonder, 1985; Fernández, 1993; 2009 y otras). Cabe mencionar que mucho se ha problematizado y conceptualizado en ese sentido los últimos 30 años, tanto desde los Estudios de la Mujer, brazo académico del Feminismo, como desde los Estudios de Género (Bellucci, 1993; Fernández, 2009).

            Las dimensiones éticas y políticas se desprenden de lo dicho hasta aquí: el problema ético de la Modernidad es la relación con el Otro/otro (Fernández, 1999, a). Como se mostrara antes, un Otro concebido/a/+.*  en desigualdad cuando Lo Uno se piensa idéntico a sí mismo.

            La dimensión política del problema podría expresarse en una pregunta a la que han dado –y se dan- diferentes respuestas que involucran dimensiones epistémicas, éticas y políticas: ¿Cómo concebir la paridad con aquellas/os/*.* que por definición quedan en situación de otredad –necesariamente inferiorizada?    Fernández (1993, b) subraya que esta manera de pensar las diferencias está presente en todo mecanismo de discriminación social y afirma que sólo se discrimina (y violenta) a aquél grupo social que previamente ha sido pensado como inferior.  Esto permanece en invisibilidad, como así también los procesos sociales de naturalización de la inferiorización.

            Por último, cabe recordar que ese idéntico a sí mismo, ese Uno que la Modernidad –marco en el que las Ciencias Humanas surgen- ha imaginado / construido, es la figura social de Individuo, unas veces con vestiduras de sujeto, otras de ciudadano, según el ámbito desde el que se esté pensando… En cualquier caso se trata de un varón, blanco, joven, occidental, propietario, medida de la normalidad.

            Desde esa concepción de lo Uno, modelo, idéntico a sí mismo, Individuo, Sujeto, Ciudadano se atribuyen, por la negativa (exceso o defecto), las características a lo Otro/ los otros-las otras-l*.*. (Fernández, 1999; 2007; 2009). Necesariamente muchas/os/*.* habitantes de la sociedad moderna quedarán situadas/os/*.* en inferioridad de condiciones y/o “por fuera de la norma”. Lo Otro de la Modernidad Temprana incluye a quienes no son Individuo-Sujeto-Ciudadano, entre quienes se encuentran las mujeres de cualquier edad y condición social[18].

            Recursivamente, entonces, insiste lo dicho al inicio en relación a la necesidad de trabajar, como propone Fernández, en la elucidación de ese paquete enredado de relaciones de poder del que habla Grosfoguel (2007) y en la construcción de estrategias en red que no subsuman ni invisibilicen la especificidad de los hilos con que tales redes se tejen. En tal sentido, lo dicho en cuanto a la experiencia de las mujeres, que encuentra tantos puntos de contacto (locales) con la de otras minorías, sin perder por ello especificidad en los dispositivos de desigualación por género.

           

IV. Recursivas: arribar a una hermenéutica, hacia otros modos de expresión… y volver al inicio.

            Desde la perspectiva que se ha desplegado en este recorrido, género, puede pensarse como una categoría hermenéutica que se torna una herramienta útil para dar cuenta de los modos en que los poderes se inscriben en las subjetividades de mujeres, varones, *.*.  Como se mencionara antes, al poner a trabajar esta categoría y deconstruir las identidades genéricas,  se tornan visibles las circulaciones desventajosas y los disciplinamientos de los deseos que en ellas cristalizan.

            Para finalizar, importa recordar que las formas posibles no se agotan en las cristalizadas. En tal sentido, M. Lazzarato señala que “[...] los individuos y las clases no son sino la captura, la integración y la diferenciación de la multiplicidad” (Lazaratto, 2006, p. 81).

            Si bien este autor no trabaja desde hermenéuticas de género, vale agenciar su aporte para subrayar aquí que la afirmación relativa a la multiplicidad de las formas posibles excede las coagulaciones de las identidades genéricas.   De hecho, podría extenderse a las formas cristalizadas desde el conjunto de dispositivos de poder que producen diferencias desigualadas por género, etnia, opción sexual, edad, geopolítica, etc., como se señalara al inicio.

            Sin dudas, tal como conceptualiza Fernández (1993; 2007; 2009), la elucidación de la lógica de la diferencia convoca a pensar y a alojar la diversidad (las diversidades?).  En ese camino, acaso no esté de más tomar nota de que  Deleuze y Guattari en Mil mesetas (1994) mencionan que si hubiera una fórmula para la multiplicidad, ésta podría escribirse (n – 1).  Posiblemente uno de los movimientos necesarios sea restar Lo Uno, lo idéntico, a las infinitas conexiones y formas posibles de la multiplicidad.

            Tal vez hoy en día  nuestro pensamiento (se) produce (en) la tensión entre diferencias y diversidades, entre las formas cristalizadas de lo idéntico y la multiplicidad, tornando enunciables tanto procedimientos en los que se anexan / acoplan / reciclan desigualaciones de tal o cual género en otras desigualaciones[19], como lo antedicho en cuanto a la inagotabilidad de los posibles en las formas coaguladas en identidades diversas.

            Muchos procedimientos parecen indicar que en la actualidad se reciclan, acoplan y aggiornan[20] los procedimientos y mecanismos desigualadores.  Reciclar, acoplar y aggiornar nuestras resistencias e invenciones contribuirá a esbozar otros dibujos de lo posible. 

            En tal sentido, incluir en la problematización de estas cuestiones la perspectiva de  género, re-pensar la construcción de esas identidades –y de otras- contribuirá a generar condiciones para la producción de libertades entre y para todas y todos y tod*.*  Para ello, mucho por inventar, mucho por de-construir, mucho por luchar  y mucho por debatir… Polifónico y  multicolor: literal y metafóricamente[21].

           

            En ese horizonte inclusivo de las múltiples formas de lo posible, la importancia de posicionamientos implicados[22], sensibles y elucidantes para volver al inicio.  Nuevo movimiento recursivo que insiste en  devolver a las diferencias la multiplicidad / devolver las diferencias a la multiplicidad y a los inagotables tonos y matices que la componen. Y que, con procedimientos de ese estilo apuesta –como desean las/os/*.* zapatistas- a un mundo donde quepan muchos mundos. (n-1) = multicolor…

           

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Sandra Borakievich

Buenos Aires, octubre de 2011.-

 

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Siqueira Peres, W. (2010). “Seminario - Estudios Queer y Subjetividad.    Reformulaciones clínicas, conceptuales y éticas”. Buenos Aires: Cátedra          Introducción a los Estudios de Género, Facultad de Psicología, U.B.A.

 

 

 

 

[1] Se presenta un retrabajo de la conferencia presentada en el marco del Simposio, que intenta conservar el tono coloquial de la exposición en ese ámbito. Este texto ha sido publicado en AAVV (2011),  Memorias III simposio internacional Horizontes Humanos ISBN. 978-958-44-9449-8. Edición Digital, Manizales, Colombia. http://www.horizonteshumanos.org/files/3_simp_memorias_iii_simposio_internacional_horizo.pdf

[2] Prof. Adjta. Regular, Cátedra I de Teoría y Técnica de Grupos, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Co-Directora del Proyecto UBANEX-Bicentenario “Diseño e implementación de dispositivos grupales para elucidar los mecanismos de desigualación de las diversidades eróticas, amorosas, conyugales y parentales contemporáneas”. Integrante del equipo del Proyecto UBACyT “Modos de subjetivación contemporáneos: diversidades amorosas, eróticas, conyugales y parentales en sectores medios urbanos”.  Docente Responsable, con D. Tajer, del Curso “Mujeres y varones. Subjetividad y Género”, en el Programa de Actualización en el Campo de Problemas de la Subjetividad, Postgrado Facultad de Psicología, U.B.A., Directora: A.M. Fernández. Prof. Adjta. Ordinaria, Area de Psicología, Depto. De Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes. E-mail: sandra_bora [at] yahoo.com.ar

[3] El análisis de la propia de la implicación, es decir, del nudo de relaciones institucionales desde el que alguien se sitúa cuando traza una reflexión, un aporte conceptual, político, etc., es uno de los recaudos de método que habitualmente ponemos en marcha en la tarea en Investigación, Extensión y Docencia en la Cátedra I de Teoría y Técnica de Grupos, Facultad de Psicología, U.B.A., que es la inscripción institucional por la que he sido convocada a este Simposio, tal como se lee en el Programa. Para ampliar estas cuestiones, véase Fernández, López, Borakievich, Rivera, Bokser (2008).

[4] Se alude a la cantante Teresa Parodi, que en una canción (https://www.youtube.com/watch?v=2XcrgQi4V8U) invierte el modo en que habitualmente se nomina a las provincias de Argentina cuando dice del “País del Interior” en lugar de decir “El Interior del país”… Tal vez esto anuncie algunos procedimientos en las derivas de este escrito.

[5] La frase del epígrafe de este apartado (“Lo personal es político”), de cuño feminista, subraya la dimensión política de todos los espacios y prácticas sociales: desde los más visibles de la vida pública, hasta los más íntimos de la vida privada. 

[6] Norma Castillo y Cachita Arévalo integran el primer matrimonio entre mujeres en Argentina. La Ley de Matrimonio Igualitario fue sancionada en el país el 15 de julio de 2010. Esta pareja ha contraído matrimonio luego de 30 años de convivencia.

[7] Vale recordar que Bourdieu ha señalado que los puntos de vista son vistas desde un punto. En tal sentido, no estará de más mencionar que hay otras perspectivas para pensar las problemáticas que nos ocupan; nada de lo escrito en estas páginas se propone como discurso único. Muy por el contrario: se trata de una posición que debate con otras posiciones posibles, en particular con aquellas que se basan en biologismos y naturalizaciones que –desde nuestro punto de vista- resultan reductivos para pensar las múltiples dimensiones que hacen a los géneros sexuales.

[8] Importa aclarar que no es un uso habitual ni consensuado. Tampoco pretende serlo: lo he escrito así en el ensayo de apropiarme momentáneamente de una notación de la lógica matemática (ej: “x.y” significa” x –conjunción- y”) para ponerla a jugar con símbolos de “más” (+) y con la manera habitual de escribir el “universo” en las extensiones cuando se trabaja en computación (“*.*” significa universo, es decir, toda la extensión). En esta operatoria, entonces, se agencian elementos de diversos “universos” para hacerlos parte de otro esbozo posible que tiene sentido en este escrito, no en la lógica matemática ni en el mundo de la computación: se trata de otro escenario, otra nominación, otras “extensiones”: “más y más” / “la extensión del universo, que por definición, no excluye”.

[9] En este párrafo se ponen en conexión ideas de  A.M. Fernández (1993; 2007; 2009) (problematización recursiva como mét-hodo, operatoria de la lógica de lo Uno: invisibilizaciones necesarias y no contingentes, el poder de nominación, trabajado por Bourdieu y retomado por ella)  y de Lazzarato (2006) (la captura de la multiplicidad).

[10] Esta cuestión ha sido ampliamente trabajada desde los Estudios de la Mujer, por muchas autoras, con el antecedente de El segundo sexo, de S. de Beauvoir (Primera edición: 1949). También J. Derrida, como parte de su tarea de de-construcción, ha trabajado estos tópicos.

[11] El uso de la “x” es uno de los más extendidos en la intención de incluir la diversidad de géneros en la escritura. Otro de los usos extendidos es el del “*”. Ambas maneras debaten con el uso de la “@”, que incluye lo masculino y lo femenino, pero deja por fuera otras posibilidades.

[12] Por una cuestión de espacio no es posible extendernos aquí en cada una de las conformaciones biológicas diferentes a las ya mencionadas por M. Lamas. Este “tope” se torna un analizador, ya que el hecho mismo de que este “breve desvío a la biología” resulte tan extenso, recursivamente indica que el pensamiento binario resulta un  “lecho de Procusto” a la hora de pensar las diversidades sexuales. Aún no hemos mencionado las cuestiones de género… Para un mayor detalle de las intersexualidades, véase Raíces Montero (2010).

[13] Importa aclarar que una genealogía de la categoría de género requeriría de un extenso y riguroso desarrollo. Se ha optado, por una cuestión de espacio citar sólo dos definiciones que resultan ilustrativas. Pueden consultarse al respecto Lamas (1996), Bellucci (1993), Butler  (2001), entre otras, además del clásico estudio de Stoller: Sexo y género  (1968), citado por Dío-Bleichmar (1985).

[14] Vale subrayar el contacto y las diferencias entre quienes han ocupado el lugar del otro, de Lo Otro. A fines de los años ´40 Simone de Beauvoir se preguntaba qué impedía que las mujeres se rebelaran contra su condición de subordinación, y señalaba que tanto los negros como los judíos lo habían hecho. Desde su perspectiva, las mujeres, situadas en la “mala fe” existencial, optaban por el lugar sumiso en virtud de la singular relación que las mantenía unidas a los varones (opresores). El Castor pensaba esa relación de manera dialéctica y la encontraba similar a la relación entre Amo y esclavo en Hegel. Para un detalle de la operatoria de construcción de Lo Otro tal como la plantea De Beauvoir, véase El Segundo Sexo, Introducción.

[15] Vale mencionar rápidamente, que al titular así este listado, desde otros tiempos (¿?) escuchaba la melodía de un bolero que decía que “una mujer debe ser soñadora, coqueta y ardiente”… aquí, en debate con lo que “una mujer debe ser” desde cierta perspectiva, se hace referencia a algo de lo que “una mujer puede ser”…

[16] Se menciona en la referencia bibliográfica a algunas autoras que de manera explícita hablan de la necesidad de pensar de otro modo las diferencias entre mujeres y varones. Podrían citarse muchos otros aportes a la necesidad de deconstuir el pensamiento binario. 

[17] La homologación Hombre en tanto Humanidad a hombre –varón- se evidencia prácticamente en todos los espacios y discursos. No está de más recordar que en muchos idiomas lo universal se dice en masculino: si en una reunión hay 9 mujeres y 1 varón, gramaticalmente lo correcto –es decir, la norma- sería hablar de “nosotros”, en lugar de “nosotras”. De esa manera –y de muchas otras similares, cotidianas, inadvertidas- se produce la invisibilización de la especificidad de la experiencia de las mujeres. No resulta casual que las feministas inglesas hicieran referencia a la “HERStory” en una operatoria que denuncia la invisibilización de las mujeres en la HIStory (HIS = posesivo masculino en Inglés; HER = posesivo femenino).

[18] En otros apartados se ha mencionado otras/os/*.* “Otros” de la Modernidad. Castel (1980) menciona cinco “personajes” estratégicos a disciplinar en la Modernidad Temprana. Esos cinco “otros” son: el niño, el mendigo, el criminal, el proletario y el loco. Quienes trabajan la variable de género, sin duda agregarían a las mujeres entre las/os “personajes” a disciplinar. En esa línea, los aportes de Fernández (1993) con Foucault (1995, b) en su “caja de herramientas”.

[19] A modo de ejemplo, en muchas ocasiones se “reciclan” argumentos discriminatorios hacia las mujeres en argumentos discriminatorios hacia los homosexuales varones y hacia las travestis. En frases tales como  “Uds., gays, ya tienen el matrimonio igualitario, qué más quieren?” –pregunta bastante frecuente en Argentina ante la discusión de la Ley de Identidad de Género- se homologa travesti a homosexual varón, previamente descalificado desde las masculinidades hegemónicas por “afeminado”. En la misma operatoria que no distingue género de elección de objeto sexual, se homologar la “realidad” de la travesti a la del gay; se acoplan los prejuicios hacia las y los homosexuales a los prejuicios hacia las personas trans (que en la frase mencionada resultan invisibilizadas en la nominación “gays”, con lo cual se anexan varias discriminaciones en simultáneo).

[20] Esta idea de que los mecanismos se acoplan / reciclan agencia un aporte de Lazzarato (2006) relativo a que en el modo de subjetivación de la modernidad tardía se anexan las disciplinas y el control de los deseos.

[21] A riesgo de redundar en imágenes, éstas muestran niñas/os de diferentes etnias y adultas/os /*.* que habitan los “géneros” y opciones deseantes de maneras diversas.

[22] Desde similares preocupaciones éticas y políticas, V. Larrosa (2011) señala la importancia de “… analizar nuestras implicaciones tanto en las miserias discriminatorias de las que somos capaces como de los grados de libertad que todos, colectivamente conquistamos, no sólo tales o cuales grupos pero sí a través de tales o cuales problematizaciones  que ciertos grupos claman y reclaman para todos  y que nos ayuden de hecho y de derecho a vivir más tran y soberanamente”.

 

III Simposio Internacional de Horizontes Humanos

“Multiculturalismo, diversidad, colonialidad”

9 y 10 de septiembre de 2011  —  Firmat, Argentina

Panel 2: Etnicidad, género e identidad.

 
 

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2013