El secreto de lo traumático | Topía

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El secreto de lo traumático

 
LOS ATENEOS PSICOANALÍTICOS DE TOPÍA

El número anterior inauguramos esta nueva sección para profundizar lo que denominamos El giro del psicoanálisis. Este es producto de las transformaciones en la subjetividad y los nuevos paradigmas de nuestra cultura cuyas consecuencias no son solo nuevas manifestaciones sintomáticas sino también un escuchar diferente del sujeto en análisis. Esto conlleva también a replantear la formación y transmisión del psicoanálisis. En este sentido hoy no alcanza con el “trípode”: análisis didáctico, supervisión y seminarios. Por un lado se debe incluir otros saberes que permitan restituir la complejidad de los problemas. Por otro lado es necesario encontrar formas creativas de transmisión para abordar los nuevos desafíos que nos plantea la práctica psicoanalítica. El Ateneo psicoanalítico de Topía tiene este sentido, ya que permite trabajar a partir de la presentación de una situación clínica actual. Para ello un material clínico de un miembro del Consejo de Redacción lleva a que tres analistas expongan sus ideas sobre el caso. Los lectores hacen su propio camino con el material y las exposiciones acercándose a la práctica y los debates del psicoanálisis de hoy.

 

Marcos tiene 34 años, actualmente vive solo y está graduado de una carrera ligada a las ciencias sociales. Consulta debido a la dificultad que tiene en hacer el duelo con su última pareja -María- con la cual convivió durante nueve años y de la cual hace ya un año está separado.

Habla rápido sin hacer pausas, por momentos me cuesta seguirlo, ya que además cuenta todo en un tono de cierta monotonía lo que hace que tenga que pedirle que repita lo que dijo.

A continuación reproduciré algunas de las cuestiones que despliega en la primera entrevista:

“A María la conocí en la facultad, al principio no me atraía mucho, era una buena compañera; pero yo estaba enganchado con Ana…”, “…Con Ana salimos durante dos meses, pero ella seguía saliendo con otros flacos, era una relación abierta, nunca llegamos a ser pareja…”, “…Estuve dos meses sin salir con nadie y me la volví a cruzar a María…”, “…Al principio no me apasionaba pero, nos llevábamos bien, teníamos un buen enganche ideológico, estudiábamos juntos, militábamos juntos en la misma agrupación y luego de unos meses me empecé a enganchar, creo que estuvimos bien dos años, luego seguimos juntos siete años más, era una relación donde nos complementábamos mucho estudiando y debatiendo juntos…”, “…No había muchas otras cosas que pudiéramos hacer juntos además del estudio y la militancia…”, “…Cuando ella tenía alguna presentación yo le daba una mano; cuando quien tenía alguna entrega era yo; ella salía con sus amigas, no había paridad…” Cuenta además que desde que se separó le cuesta mucho escribir las cosas que tiene que presentar para cumplir con las exigencias académicas de su trabajo actual.

“Hace un año la relación llegó a un punto en el que yo ya no quería estar más con ella, yo no quería más ese tipo de relación, teníamos relaciones sexuales cada diez o quince días, yo estaba medio bajoneado y ella no me escuchaba, cada uno estaba en la suya…”, “…Cuando estaba angustiado, ella nunca se lo bancó, trataba de cambiar de tema, de hablar de otra cosa.”

Luego de contar esto, transcurre el resto de la entrevista hablando de lo que le pasaba en ese momento respecto de la separación con María un año atrás, siempre en un tono monocorde.

“Estoy angustiado, tengo miedo de encontrármela…” Al tener la misma profesión circulan por algunos lugares comunes. “…Estoy pendiente de eso, también entro a su muro de Facebook para ver si va a ir ciertos lugares para no encontrármela o si ya está saliendo con otro flaco…”, “…La otra vez vi que agregó como amigo a un chabón que yo le tenía celos, es uno de esos flacos con los que ella tenía onda en la facultad…”, “…A veces me entero de cosas que me hacen pensar que ella ya superó la separación, que está más avanzada que yo, si la veo que está bien me pongo mal, pienso que estoy en desventaja, que ella pudo usar el tiempo para elaborar la separación y yo no…”, “…Si me la encuentro en alguna reunión de trabajo o de amigos comunes, estoy pendiente de su mirada o de lo que pueda decir, tampoco quiero que deje de hacer cosas o de ir a ciertos lugares por hacerme mal a mí…”, “…La otra vez hablamos y me dijo que aún le costaba superar nuestra separación y que no sabía cómo manejarse en los lugares en los que participamos los dos y eso me alivió porque vi que a ella también le costaba…”, “…Si pienso racionalmente en cómo estábamos el año pasado, sé que no quiero volver”.

Durante este relato había algo que me resultaba extraño, que no entendía muy bien, que además tenía que ver con esa monotonía en el relato que hacía que me distrajera de lo que Marcos decía.  Unos minutos antes de finalizar esta primera entrevista le transmito: “Marcos, vos me dijiste que cortar con María fue una decisión tuya, pero por lo que decís, es como si ella te hubiera abandonado.”

“Ah bueno, ese es otro tema; yo soy hijo de desaparecidos.” Dice esto, como un dato biográfico más, me sorprenden tanto el texto de lo que dice como la forma afectivamente uniforme de decirlo.

Le pregunto sobre su historia, refiere haber sido criado por su abuela paterna. “Cuando tenía ocho años me quedaba a dormir en casa de mi tía materna me agarraba una angustia terrible y me ponía a llorar, no me podía separar de mi abuela. Necesitaba llamarla por teléfono varias veces al día.” Refiere que volvió a pasarle hace unos años en ocasión de haber viajado con unos amigos a un Congreso en el interior del país, sintió mucha angustia y necesitaba hablar por teléfono con su pareja.

Al terminar la entrevista plantea que está en tratamiento con otro analista. “Va a muchas Jornadas y a veces pasan dos semanas entre una sesión y otra, en los momentos en que me angustio siento que pasa mucho tiempo; por eso decidí buscar un nuevo analista, pero la verdad es que no puedo llamarlo para decirle que no voy a ir más. Sé que no se puede, ¿pero puedo seguir con los dos hasta tanto decida?”

Le digo que toda su historia le ha dejado una marca tremenda y que por lo que ha contado cualquier cosa que tenga que ver con separarse le lleva un gasto psíquico enorme. “Hacer tratamiento con dos analistas no se puede, pero te lo acepto por un tiempo y vemos qué pasa hasta que decidas.”

 

En la segunda entrevista retoma el mismo relato monótono sobre lo que le pasa con su ex pareja. Lo interrumpo y le pido que hable de su historia.

Relata que desde sus primeros meses vivió con su abuela paterna, ya que fue ahí donde lo dejaron cuando secuestraron a sus padres. “Yo estaba con ellos y dicen que incluso estaba lastimado porque a mi mamá la habían tirado al piso conmigo en brazos.” El tono emocional cambia, su relato no es monocorde, sino que transmite un tono emocional angustioso y por momentos realiza algunas pausas en el relato.

“Al principio mi familia materna no estaba enterada, se enteraron unos meses después, pero vivían en el interior, así que la única a la que veía desde chiquito fue a mi tía materna -que vivía en el conurbano- durante algunos fines de semana.”

“Mi abuela me tenía en una cajita de cristal, no me dejaba salir, fue muy firme en mi educación, pero por otro lado, me malcriaba, me daba los gustos, era como su hijo menor, ella no esperaba tener que criar otro niño a su edad...”, “…Yo no entendía nada lo que había pasado con mis viejos hasta que fui más grande, por más que nunca me mintieron, nunca me dijeron mucho, por ejemplo que mis viejos militaban. Solo me hablaban de mi papá cuando era chiquito…”, “…La primera que me contó sobre mis padres fue una tía paterna que volvió del exilio cuando yo tenía once años; ella también había sido perseguida, por eso se fue del país, pero era su versión de la cosas. Ella era como la dueña de la verdad. Se decía progresista, pero era muy déspota conmigo. Yo no sé por qué, pero me fui a vivir con ella. Incluso eligió mi escuela secundaria, elegía por mí sin ningún criterio. Al menos de mi abuela se entendía porque ella era un mina conservadora, tradicional…”, “…Por ejemplo, mi tía me prohibió el deporte, lo único que le interesaba era que yo estudiara y a mí me gustaban varios deportes y jugaba muy bien, yo creo que hasta podría haber jugado profesionalmente (lo dice afectado, con tono de bronca). El marido, mi tío, la seguía en todo, no le ponía un freno, ella me coartó en muchas cosas. El resto de la familia tampoco le decía nada, es como que le tenían miedo…”, “…Hace un par de años me reencontré con una amiga de mi mamá y me enteré de algunas cosas de mis viejos, una voz distinta a la de mi tía…”, “…La verdad es que yo no sé por qué viví tanto tiempo con ella.” Este relato sobre la tía lo cuenta con gran enojo.

En cuanto a tratamientos anteriores recuerda uno en la adolescencia que fue un par de meses y lo dejó no recuerda por qué. Y otros dos alrededor de los veinte años que le sirvieron en la relación con su tía paterna, con la que aún vivía; tampoco recuerda por qué los interrumpió. Sí recuerda que le sirvió mucho uno de esos analistas le preguntara por qué llamaba “mamá” a su tía. Del último recuerda que empezó a faltar cada vez más seguido y finalmente dejó de ir.

 

Marcos actualmente continúa en tratamiento conmigo y no volvió a ver a su analista anterior.

 

Graciela Guilis

Psicoanalista

guilis [at] fibertel.com.ar

 

 

“… la restauración del pasado es uno de los modos de historizarlo. Se puede revivir, se puede recordar, se puede repetir en vez de recordar o la imposibilidad de recordar puede articularse en un sueño. En cualquier caso, el nervio político de la práctica analítica se evidencia cuando se entiende que las vías de la memoria (con o sin recuerdo) apuntan a reconstruir o reescribir la historia en el sentido de su reintegración.”[1]

 

 

I. “Lo que no se puede decir, no se puede callar.”, así el epígrafe que da inicio al extraordinario libro de Françoise Davoine y J-M Gaudillère,[2] aludiendo de este modo a una frase de L. Wittgenstein[3], pensador con quien esta pareja de psicoanalistas franceses “dialoga” frecuentemente. Sin embargo, lo que Wittgenstein dice en su obra citada es: “Lo que no se puede decir hay que callar”. Callar, en tanto no haya otro capaz de acogerlo. Para que haya lugar a ese decir, es necesario que haya otro dispuesto a escuchar, dispuesto a acoger esas palabras que aún no tienen lugar para ser dichas, inaugurando de este modo una escena que pueda enmarcarlas. Esto abriría la posibilidad a la emergencia de la angustia, ese afecto que se suscita al intentar integrar un eslabón perdido de la historia. En la clínica vemos los rodeos que es capaz de realizar un sujeto en procura de esquivar la angustia.

 

¿Por qué para Marcos la separación con María aparece como un obstáculo que, aún habiéndolo decido él, le resulta tan difícil de atravesar? Marcos establece sin saberlo, mediante la siguiente frase -“Ah bueno, ese es otro tema...; yo soy hijo de desaparecidos.”, una relación entre ambas escenas, como si se tratara de un “dato biográfico más” -dice el analista. Probablemente advertido del valor que tiene negar una significación para darle una cierta consistencia, como si se percatarse de lo reprimido aunque no haya aceptación de ello. Por otra parte, podríamos otorgarle también el estatuto de un “detalle”, como en el sueño, por ejemplo, aquello que en su insignificancia, puede abrirnos una vía hacia un núcleo duro de la vida anímica de ese sujeto.

 

¿Será que la separación de su pareja hace signo de otra cosa? Separación/ Desaparición, es el deslizamiento metonímico que encontró Marcos para poder enlazar aquello que, aún no pudo articular. A través del falso enlace del desplazamiento metonímico él nos muestra cómo un duelo va remitiendo a otro, aquel que aún no pudo ser realizado, el de la desaparición de sus padres. Como lo señala Freud al introducir el concepto de falso enlace[4], antecedente lógico de los conceptos de condensación y desplazamiento, éste pone de manifiesto que todo enlace es falso por estructura, ya que no necesariamente supone una conexión real. “Si en la persona predispuesta (a la neurosis) no está presente la capacidad convertidora y, no obstante, para defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia, pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud de este ‘enlace falso’ devienen representaciones obsesivas.” (p.53). Si el síntoma aparece por la vía del falso enlace, abre una pregunta acerca de la dimensión de la verdad, que a su vez nos remite a la afirmación que realiza Lacan cuando sostiene que “la verdad tiene estructura de ficción.” Dicha estructura nos habla de la articulación que entrama verdad y realidad, aunque ésta última no ofrezca garantías de verdad, en tanto que, el significante no nomina a la cosa, sino que representa al sujeto.

 

II. Sus padres fueron desaparecidos, de este episodio desgarrador de su vida, - ya que des-agarra también de su historia-, en tanto como bien señala Freud en Duelo y Melancolía[5] “… él sabe a quien perdió, pero no lo que perdió en él.” (p.243). Marcos habla poco de esto, el analista se siente empujado a solicitarle que historice. Nombra a sus padres como desaparecidos, aquellos que fueron nominados por el dictador Videla, en esa tristemente célebre frase, como: “…son desaparecidos, una incógnita,  no tienen entidad, no están, ni muertos ni vivos”, así nombró a ese locus que es borramiento y  por eso mismo es memoria que presentifica y a su vez representa con su eficacia retroactiva. Eficacia que se vuelve sintomática por el punto de detención en donde quedó, al ser sustraída de la historia. La memoria traumática es “una memoria que no olvida”. Para que ello suceda es necesario que el acontecimiento vivido como traumático pueda -finalmente- inscribirse, produciendo así el enlace necesario que restituya el eslabón perdido en la trama de su historia. Ese eslabón perdido produce un lugar de ausencia y éste nos recuerda el primero de los apólogos que propone J. Lacan[6] en el Seminario de La Angustia cuando se refiere al volumen número tal, que falta de su lugar en la biblioteca, y agrega: “Y la falta de la que hablo…, designa el lugar, designa la ausencia, presentifica lo que no está allí.” (p.124).

 

III. En el relato que va acercando Marcos sobre su historia infantil, queda naturalizado el hecho de vivir primero con su abuela paterna y luego con su tía, como destino ineluctable, no hay elección posible. Se trató entonces de una destitución de un lugar familiar a otro diferente y que fue vivido como algo “natural”. Lo vivió como si en su historia no hubiese habido un corte que lo ubicó en otra escena, nuevamente no elegida. Es decir, algo interrumpió, produjo un corte en el devenir de su historia sin que él haya podido elegir, sometiéndose a la elección de su tía paterna que “elegía por él sin ningún criterio”.  La desaparición de sus padres se le impuso en su vida con una potencia tal, que no hubo siquiera lugar a realizar alguna pregunta acerca de lo que había acontecido en sus primeros años de vida, se hablaba poco, no supo demasiado, dice “yo no entendía nada que había pasado con mis viejos hasta que fui mas grande”. Por la edad de Marcos, entiendo que sus padres desaparecieron al poco tiempo de su nacimiento, por lo tanto él creció con la versión  de su abuela paterna primero, quien debía estar atravesada por el dolor de la desaparición de su hijo. Marcos dice “yo era como su hijo menor” para ella. Entonces ¿él era para su abuela un signo de la desaparición de su “hijo mayor”, de aquello de lo que no se debía hablar? Luego vino la versión de la tía paterna, “la dueña de la verdad…” y “yo no se por qué me fui a vivir con ella”. Nuevamente Marcos realiza un movimiento sin saber por qué, sin poder elegir ¿estaría buscando alguna verdad que de cuenta de su historia? Si hubiese podido elegir “hasta podría haber jugado profesionalmente”, las elecciones de la tía paterna y el “resto de la familia lo coartaron  en muchas cosas”.

 

Marcos nos dice que él no pudo elegir casi nunca, como si hubiese estado sujetado a un destino que otros eligieron por él. ¿Quiénes? Jean Allouch[7], en su artículo “Una mujer debió callarlo”, dice en relación a la posición del Sujeto: “Parto de lo que compruebo hoy en psicoanálisis, del olvido (siempre inminente, con frecuencia realizado) mediante el cual el término de “Sujeto” se halla desvinculado de lo que ese término implica de sujeción.” (p.78). Sujeción a la que Marcos quedó sometido, en relación a las diversas versiones familiares, le tocará ahora, con su entrada en un análisis, luego de haber podido elegir -él- un analista, para construir su propia versión, narrar-ficcionalizar su propia novela familiar, su verdad.

 

Se tratará entonces de un relato que haga posible construir una verdad histórica, aquélla que puede surgir en el marco de un análisis. Ya que de lo que se trata no es del acontecimiento en si, sino en cómo se reconstruye para que deje marca al restituir el eslabón perdido de su historia. De eso se trata historizar para un sujeto. Construcción que permitirá que el discurso se relance y adquiera estatuto de verdad para si. El camino del encuentro con el núcleo de la verdad histórica, es aquel que permite ir bordeando lo imposible para el saber.

 

En “El momento de la resistencia”[8] Lacan escribe: “… se trata menos de recordar que de reescribir la historia…” (p.29) y a propósito de pequeños detalles presentes en los relatos en análisis, dice “La historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado.”[9] (p.27)

 

Notas

 

[1] Jinkis J.: Conjetural Nº 50 (pp.60). Siglo XXI Editores. Buenos Aires 2009.

[2] Historia y Trauma: La locura de las guerras. Ed. Fondo de Cultura Económica. Argentina 2011.

[3] Tractatus logico-philosophicus. Ed. Alianza. Madrid 2005.

[4] Freud S., Obras Completas, Tomo III, “Las neurosis de defensa” (Ensayo de una teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias). Amorrortu Editores. Buenos Aires 1981.

[5] Freud S., Obras Completas, Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1981.

[6] Lacan J., Seminario “La Angustia”.

[7] Allouch J., Revista Litoral Nº9. Ed. La Torre Abolida. Argentina 1990.

[8] Lacan J., Seminario I. Sobre los escritos técnicos de Freud.  Ateneo de Caracas/Paidos. Caracas 1981.

[9] Lacan J., Op. cit.

 

 

Javier Vicente Manavella

Psicólogo. Mar del Plata

javiervicente [at] gmail.com 

 

No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida.

Miguel Hernández

 

Si quieres que tu secreto sea guardado, guárdalo tú mismo.

Séneca

 

A partir del material de estas dos primeras entrevistas trataré de despejar algunas cuestiones que me resultan significativas del caso presentado.

 

El silencio de lo traumático

 

Marcos consulta por la dificultad de elaborar una pérdida, al comienzo dirige su discurso monótono hacia las consecuencias de la separación de María, su última pareja, se muestra dolido, inhibido en su productividad, pendiente de María, con la cual asegura no querer volver. Es necesario la intervención del analista cuestionando este argumento, “Marcos, vos me dijiste que cortar con María fue una decisión tuya, pero por lo que decís, es como que ella te hubiera abandonado”; para que aparezca en el relato de Marcos “yo soy hijo de desaparecidos”, mencionado como un dato menor, casi sin importancia. Detrás de su discurso desafectivizado, lo traumático queda silenciado, parece no haber relación entre su malestar actual y la desaparición de sus padres1. Cuando relata su historia el tono emocional cambia, sus pausas y su angustia marcan los motivos ocultos de su padecer, muestran su herida.

En el diccionario de Laplanche y Pontalis, trauma se define como: “acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica”2.

El exceso de excitación, en relación con la tolerancia del sujeto, no alcanza a elaborarse, produciendo un estado de indefensión e inermidad psíquica y persistirá como resto traumático.

La situación vivida por Marcos, golpeado y arrancado de los brazos de su madre fue disruptiva por su capacidad de generar efectos intrapsíquicos desestabilizantes. Su integridad narcisista fue alterada por la intensidad de un suceso intencional, sorpresivo, donde la amenaza de su propia vida lo somete a un estado de desvalimiento y desamparo. “Una vivencia será traumática no por ser penosa o dolorosa, sino por cristalizarse como una fisura en la continuidad psíquica”3.    

Cualquier situación de separación resulta intolerable, alejarse de su abuela a los ocho años o separarse de su pareja, vuelven a presentificar un suceso al cual se hace imposible otorgarle la dimensión temporal de lo pasado. Estas situaciones de separación remiten indefectiblemente a su vivenciar traumático y al duelo no elaborado por la pérdida de sus padres.

 

Lo traumático de un duelo postergado

 

Lo significativo de los objetos perdidos, más el malestar que manifiesta Marcos, hace pensar que el duelo ha quedado postergado en sus tiempos de tramitación. En las dos entrevistas intenta poner la causa de su angustia en la separación de María, desestimando los efectos y la importancia de la pérdida de sus padres, no aparecen ni pensamientos ni recuerdos en torno a ellos.

María, militante, buena compañera con la cual tenía “un buen enganche ideológico”, parece representar la imagen de su madre, y la relación con ella mantiene su significancia a pesar del tiempo transcurrido y de su seguridad de no querer volver con ella. Marcos busca a María, está “pendiente de su mirada o de lo que pueda decir", quiere saber de ella al mismo tiempo que teme encontrarla. Podríamos pensar que en este “juego” de  ausencia - presencia Marcos tratara de simbolizar aquello no inscripto.

El proceso de duelo requiere un trabajo elaborativo que permita aceptar la pérdida del ser querido, al decir de Freud, en Duelo y melancolía, el examen de realidad es el encargado de mostrar que el objeto amado ya no existe más y de él emana la exhortación de quitar toda la libido enlazada al objeto y así quedar disponible en el yo para dirigirse a otros objetos. Pero ¿cómo hacer el duelo por un desaparecido? Cómo aceptar la perdida si la realidad muestra el desconocimiento del destino del desaparecido, incertidumbre caracterizada en la gran mayoría de los casos por una larga e infructuosa búsqueda de los familiares. No hay cuerpo, no hay posibilidad de rito funerario, se dificulta el establecimiento de un principio de realidad ordenador que abra la posibilidad del reconocimiento de la muerte.

“La desaparición es una categoría que implica una presencia-ausencia que se mantiene a lo largo del tiempo, a pesar del conocimiento racional de la muerte de los desaparecidos”.4

La renegación aparece como mecanismo de defensa ante la imposibilidad de realizar el proceso de duelo, como intento de negar la perdida, Marcos recuerda llamar a su tía “mamá” sin tener el claro el motivo de ello.

Los efectos de una pérdida están relacionados con la subjetividad, con el contexto social y con la posibilidad de contar con las apoyaturas adecuadas. El secuestro y desaparición de los padres de Marcos no solo atacó su integridad subjetiva sino la de su contexto familiar.  Cada generación, abuelos, tíos, hijos, tuvieron que afrontar una perdida que se vivió de distintas formas. En el caso de Marcos esta pérdida de sus padres marca el período temprano de su constitución yoica y la posibilidad de tramitar el duelo se dificulta por la importancia de los objetos primarios en la organización psíquica y en los procesos de desarrollo. La no acabada estructuración del aparato psíquico hace imposible afrontar a esa edad el largo y penoso trabajo del duelo, ya que además implicaría un impasse en la multiplicidad de procesos de desarrollo en diversas áreas, para abocarse al duelo, el cual queda indefectiblemente postergado.5

 

Construir la propia historia

 

Marcos habla de su historia: criado hasta los 11 años por su abuela paterna, firme,  protectora y que le daba todos los gustos; con muy poco contacto con su familia materna y sin un relato claro sobre lo sucedido, se hablaba de los padres pero no del secuestro, desaparición, la búsqueda posterior, etc. “…Yo no entendía nada lo que había pasado con mis viejos hasta que fui más grande, por más que nunca me mintieron, nunca me dijeron mucho…”.  

La no puesta en palabras de lo acontecido lo condena a la repetición, a un pasado que se presentifica en cada escena que remite a lo no elaborado.

A los 11 años decide irse a vivir con su tía paterna que regresa del exilio y trasmite “su versión de las cosas”, la cual parece dejar en Marcos más dudas que certezas. Una tía déspota a la que todos le tenían miedo, que representa un discurso autoritario, “dueña de la verdad”, que prohibía y decidía por él, un personaje, que en este aspecto, parece encarnar la figura de aquello a lo que sus padres se opusieron. Esta tía le arrebata a Marcos su libertad y también la posibilidad de construir su propia historia ya que impone la suya.

Marcos no puede separarse de ese orden establecido desde afuera que le impide hacer su vida, queda atrapado y no es libre para decidir.

Pareciera que Marcos puede ahora empezar a preguntarse las razones de algunas situaciones en su vida, por qué se fue a vivir con su tía y vivió tanto tiempo con ella; por qué aceptó tan dócilmente sus decisiones; o por qué mantuvo una relación durante muchos años sin sentirse bien con su pareja.

Luis Hornstein plantea que “en psicoanálisis se trabaja siempre con la historia actualizada, los conflictos latentes se reactualizan en función del vivenciar actual”6. El análisis permite historizar, hacer de la repetición recuerdo, resignificar el pasado para, en transferencia, construir una nueva historia.

Marcos, en ese encuentro con la amiga de la madre, parece estar dispuesto a escuchar otra versión de la historia.

Para P. Alaugnier, las experiencias vividas en la primera infancia, “serán, según los casos, reprimidas, reconstruidas cuando lo permita el recuerdo, o exhibidas como heridas siempre abiertas. El trabajo analítico podrá darle al sujeto la oportunidad de transformar su significación, de relativizar el impacto que dichas experiencias pudieran haber producido o bien imputarles otras causalidades, pero sin dejar de reconocer que en el momento cuando se produjeron tuvieron un rol determinante para el funcionamiento psíquico del niño”.7

Revivir y recordar son los primeros pasos necesarios en la decatectización del objeto perdido en el arduo trabajo elaborativo que permite aceptar lo irremediable, dar por perdido al objeto para inscribirlo como recuerdo, recuperar el interés por el mundo exterior.

 

Hacer lo que no se puede

 

Por último quiero hacer mención a dos cuestiones que se ponen en juego en la relación transferencial con el analista, por un lado la necesidad de Marcos de un analista que esté presente, que le dé estabilidad al espacio analítico, que le dé lugar a su angustia y que no lo abandone.

En segundo lugar con la decisión de aceptar el pedido de Marcos de tener una segunda sesión sin dejar de ver a su analista anterior pone en el centro de la escena la dificultad de Marcos para desprenderse de los objetos, siendo el ex analista uno más de la serie de los objetos perdidos o abandonados sin saber por qué.8

Esta intervención marca que si bien hay algo que no se puede, hacer tratamiento con dos analistas, al mismo tiempo permite trasgredir esa norma, “hacer lo que no se puede”, sin perderlo todo en ese acto.

Ya en estas primeras entrevistas se juega la posibilidad que ese espacio analítico, que se empieza a conformar, sea propicio para poder finalmente dar por perdido al objeto, para luego dirigirse a otro.

 

Notas

 

1 La dificultad para expresar la emoción concomitante al hecho traumático es propia de las neurosis traumáticas.

2 Laplanche, J. y Pontalis, J.-B, Diccionario de Psicoanálisis, Editorial Labor. 1981. Pág. 447.

3 Benyakar Moty. Lezica Álvaro. Lo traumático. Clínica y paradoja. Tomo 1. Editorial Biblos. 2005. Pág. 134.

4 Kordon Diana. Edelman Lucia. Por-venires de la memoria. Ediciones Madres de Plaza de Mayo. 2007. Pág. 76.

5 Uribarri Rodolfo. Pérdida de seres queridos en la infancia y adolescencia, en Revista Psicoanálisis con niños y adolescentes, 1991, No.1, Pág. 158-9.

6 Hornstein, Luis, Práctica Psicoanalítica e historia, Ed. Paidos, 1993, Pág. 85.

7 Aulagnier, Piera, en Cuerpo, historia, interpretación, Rother de Horsntein, María C., Paidós, 1997, Pág. 237.

8 Podríamos pensar que en la relación con los analistas anteriores, Marcos realiza activamente aquello que sufrió pasivamente, él es el que abandona sin recordar los motivos, ni preguntarse por qué.

 

Ana Berezin

Psicoanalista

ana_berezin [at] yahoo.com.ar

 

Lo primero que me llama la atención es el título: “El secreto de…”. ¿El secreto?, me pregunto, no observo en el texto ningún secreto, o que podamos inferir la existencia de secretos familiares o por parte de Marcos. Los familiares, va narrando Marcos, fueron contando desde sus propias subjetividades también atravesadas por el terror, y él pudo ir preguntando y buscando otras miradas, otras verdades. Este tema lo retomaré al final del escrito interrogando este modo de presentar la problemática por la cual consulta Marcos.

Considero necesario plantear algunas cuestiones que pueden aportar a la elucidación de las problemáticas de lo traumático y del duelo. Comenzando por la definición de subjetividad: “Defino la subjetividad como el ser en su devenir temporal, en permanente estado de conflicto entre determinación y libertad. El sujeto construye y es construido por la realidad social, histórica y material. En su devenir se va redefiniendo en estado de permanente tensión conflictiva, en una realidad de la vida, las leyes, la cultura, el lenguaje, unas corrientes pulsionales, un cuerpo, una afectividad. Esta conflictividad se da siempre en relación al Otro/otros. Conflictividad consciente e inconsciente; lo intrapsíquico habitado por el Otro y los otros inaugurales y significativos, que han anclado la pulsión al deseo, reconfigurando las relaciones micro y macro sociales, así como también sus prácticas. Estos lazos, estas prácticas transforman, en la temporalidad, tanto al propio sujeto como a sus prácticas…”1.

Desde esta conceptualización del sujeto psíquico como sujeto histórico-social puedo entonces abordar dos cuestiones que están presentes en el relato de esta entrevista con Marcos. Una que hace al trauma y otra en relación al duelo:

Nuestra clínica en los límites de la asistencia a víctimas de violaciones a los DD. HH. nos conducen a revisitar el concepto de trauma,… “entendiendo una diferenciación clara  que nos permite trabajar en el trauma como proceso traumático en el cual la condición precaria del psiquismo signada por la prematurez biológica, permitió pensar en la condición fundante como traumática de toda subjetividad, hasta la precarización traumatizante y traumática efectuada por el accionar cruel del Terror de Estado y sus efectos hasta hoy y posiblemente por varias generaciones. La desaparición, el secuestro seguido de tortura, el robo de bebés, y todas las formas traumatizantes que el terror accionó y en la que comprometió a toda la sociedad, no sólo a sus víctimas primarias, impone un abordaje de desmantelamiento caso por caso, vez por vez, provocando modos de intervención acordes al dolor de haber sobrevivido a los padres, hijos o hermanos/as, de recuperar una identidad, de haber estado en una mesa de tortura, a la humillación, los asesinatos y desapariciones… propone entonces modos de intervención, decía, en una asistencia clínica que desborda los modos clásicos de realizarla. Y, como decía, se trata de un proceso traumático en tanto, no sólo no es un episodio traumático, sino que es una secuencia que se va inscribiendo a lo largo de un proceso que abarca en sus efectos al menos a dos generaciones. Es así que las determinaciones, mejor dicho las multideterminaciones de los efectos actuales que padecen nuestros asistidos no configuran una causalidad, ni lineal, ni compleja, porque esta determinación no causal nos ha permitido ir trabajando en términos de procesos de determinación, es decir, nuevas determinaciones que reconfiguran el devenir psíquico, para dar un ejemplo no es lo mismo el estado emocional de un sujeto que ha sido víctima o familiar o amigo o vecino o compañero de militancia de quien está desaparecido, bajo el régimen de impunidad, donde habíamos perdido algunas batallas en nuestra política de la memoria que lo que hoy viene aconteciendo con la anulación de las leyes de impunidad y el desarrollo de los juicios por crímenes de lesa humanidad.”2

En relación al duelo y al dolor psíquico es necesario aclarar que la complejidad del duelo en estos casos es necesario diferenciarlo de otra clase de duelos en condiciones conocidas y habituales con las que trabajamos: No es lo mismo, “el dolor del duelo como presencia que evoca una ausencia irrecuperable, que el dolor como presencia de lo que ha infligido la crueldad del otro, dolor de una evocación infligida por otro que no reconoce a los otros como semejantes” (1). Esto me obliga a aclarar nuevamente a qué llamo crueldad para poder transmitir la complejidad en la tramitación de estos duelos: “la crueldad, específica de la especie humana, es una violencia organizada para hacer padecer a otros sin conmoverse o con complacencia. ¿La complacencia de no conmoverse? La crueldad es un modo de violencia y de destructividad que se despliega para anular cualquier modo de alteridad, es la acción de derrotar la alteridad” (1).

 

La revisión de estos conceptos entre otros, y que aquí han sido expuestos muy sintéticamente, son los que considero necesarios para trabajar en este caso, como en cualquier caso de atención a víctimas del Terror de Estado, y quisiera hacer una puntuación acerca de estas entrevistas: En la segunda entrevista Marcos plantea una demanda de sostener los dos terapias hasta que pueda decidir separarse del anterior análisis. El analista acepta esto por un tiempo en función de la historia “tremenda” de Marcos. Tanto la cuestión del título el “secreto” como esta calificación de “tremenda” me invitan a proponer una revisión por parte del analista de su implicación, de sus propios atravesamientos respectos de nuestra historia y sus efectos en su propia subjetividad, porque existe un riesgo en la escucha de estos pacientes de quedar “atrapados” en una suerte de “fascinación” que el propio terror cruel puede provocar, y quizás entonces “el secreto” responda a una mirada o escucha de lo siniestro del terror que oculte o guarde en el secreto las propias vicisitudes del analista respecto a su posición respecto de los efectos, como decía, del terror de Estado y de otros terrores del mundo en su subjetividad. Acaso, nos los anunció en el título que eligió para el relato de estas primeras entrevistas.

 

Notas

 

1 Berezin, Ana, Sobre la crueldad. La oscuridad en los ojos, Segunda edición ampliada, año 2010. Editorial Psicolibro.

 

2 Berezin, Ana, “Hacer memoria”, texto inédito, 2011.

 

 
Articulo publicado en
Abril / 2012