Pontalis, un cartonero del psicoanálisis | Topía

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Pontalis, un cartonero del psicoanálisis

Psicoanalista y crítico de libros

 

El Williams de Thompson y Williams, el Chavez de Gath y Chavez, Sancho Panza, Watson el elemental, hay una larga lista de personajes secundarios. De segundos que hacen brillar a un primero. De laderos; los que están al lado, pero también los dejados de lado. Un mal lado.

Durante mucho tiempo Pontalis fue considerado como el segundo de Laplanche, el segundo autor del famoso Vocabulaire o el también llamado Diccionario de Laplanche al que a veces se le agregaba después de un piadoso “y” el apellido Pontalis. El Diccionario de Laplanche y Pontalis. Ese y , esa conjunción copulativa une de manera desigual. Como si dijera Laplanche y colaboradores. Y es obvio que Laplanche no necesita de un ladero para brillar con luz propia. Pero es hora de reivindicar la figura de Pontalis para sacarlo de ese oscuro y subordinado lugar que no merece.

Hace algunas presentaciones de libros en las que he participado que tengo la presuntuosa pero necesaria para mí, manía de definir el género del libro homenajeado. Ya que tengo que hablar de un libro que los concurrentes no han leído, todavía, en que sólo un intervalo de lectura nos separa, hablo de la película sin contarla. No hablo del libro sino de mi lectura. Y utilizo un recurso más obsesivo que burocrático. Imagino una biblioteca ordenada por géneros, por distintos tipos de orden en que los libros han sido colocados. Y me remito a decir en que parte de mi biblioteca colocaría ese libro. Haré un rodeo entonces para poner estos dos libros en mi biblioteca.

Se le llama literatura psicoanalítica a todo lo que se escribe de psicoanálisis. Pero en este caso pasa algo diferente. Pontalis es un escritor psicoanalítico. Leerlo tiene ese plus. El de leer psicoanálisis y al mismo tiempo literatura. Es todo un ejemplo. El propio Pontalis lo menciona: Hoy mis escritos psicoanalíticos son considerados por algunos más literarios que científicos (el Vocabulario me reivindicó un poco en ese sentido). Acepto esa crítica. A mis ojos, sin embargo, se funda en una concepción errónea. Todo depende de lo que se entiende por literatura.

Ese es el punto. No es que escribe lindo. No es que adorna sus ideas con lindas palabras. Se trata de una política de transmisión. De transmisión del psicoanálisis. A través de la literatura. Pero también de una política de invención. De escribir para enterarse de que piensa acerca de algo. De inventar como modo de producir.

El psicoanálisis, o mejor dicho la clínica psicoanalítica actúa en estos dos libros primero como musa. Pontalis se deja inspirar por la clínica. No escribir la clínica, sino lo que ella inspira. De eso se trata este libro…inspirado. La resonancia literaria de lo que uno vive en la clínica, muchas veces es dejada de lado. Es un reservorio desperdiciado, que pocos analistas pueden preservar. Esa repercusión estética que a veces ocurre en la clínica es considerada como un conjunto de sueños no contados, como materia destinada al olvido. ¡De cuánta poesía privada nos hemos privado! La atención flotante, ese estado singular no sólo se abre al inconsciente, también es permeable a lo poético. Que se pierde por considerarse un subproducto innecesario, una añadidura menos importante que la cura.

El trabajo de Pontalis tiene algo de las epifanías de Joyce. Esos intensos y profundos momentos de revelación, de fogonazos en los que el enigma se abre por un instante, fragmentos de diálogo, suspiros, frases interrumpidas, apariciones y revelaciones de lo evanescente. En Joyce se trataba de breves relatos de diez a quince renglones que luego fue incluyendo en sus distintas obras.

Un ejemplo de epifanía de Pontalis se llama ¿Cómo irse de sí? Se trata de algo que encontró y que olvidó de dónde viene. Queda recortado, flotando en su mente y lo escribe, son unos pocos renglones: En una hoja de papel encontré esto, sacado de alguna revista (no anoté ninguna referencia): No entiende que le resulte imposible desaparecer. Entiende menos todavía que todas las personas que conoce tengan el poder de aparecer acercándose a ella y desaparecer con total facilidad en cuánto están ausentes. Ella es la única que no consigue desaparecer. Esté donde esté, siempre está consigo misma, cosa que la desespera y la desalienta a un punto que nadie se imagina.

De ese fragmento sacado de por ahí, sigue Pontalis: lasitud de encontrarnos cada mañana iguales . Y agrega: el análisis, el sueño, la escritura. Formas de irse de sí, movimientos activos que me despegan del mí mismo.

Otra epifanía es “Cuando la muerte cae en el alma”. En este caso se trata del modo de presentarse de un paciente: “Soy el hijo de un niño muerto”. Frase que impresiona a Pontalis, que le queda flotando como resto de la atención flotante.

Una conversación de dos mujeres en un café, frases tomadas de libros, de la radio, de pacientes, caras en la calle que se conocen pero no se conocen sus nombres, la ventana de su consultorio.

 

El arte del fragmento, dice Pontalis. Lo que los románticos alemanes elevaron a género literario, filosófico y poético. La pregunta de Pontalis es la de decidir si es desecho o piedra preciosa librada de su ganga. ¿Diamante del espíritu que lanza destellos o estiércol de un cuerpo avaro? Me cuesta decidir , vacila Pontalis. Pero agrega : rechazo de toda totalidad, de la armonía, de la síntesis. Pero afirmación de lo discontinuo, de lo heterogéneo. En el fragmento se condensan pensamientos que vienen de las fuentes más diversas. Quiere decir algo, murmura el inconsciente que sabe lo que quiere .

Ventanas se autodefine como otro Vocabulaire. El de Pontalis…solo. Vocabulario privado. Es también un conjunto de restos. De restos de distintos modos de relación psicoanalíticos. Palabras o imágenes; huellas de distinto tipo de encuentros con pacientes, libros, etc.

Para decirlo de una vez. Se trata de Poesía y psicoanálisis. Poemas psicoanalíticos. Lean el índice de Ventanas. Parece el de un libro de poemas: Lo que en un momento se me impone; la durmiente; dolor al despertar; el nombre de una flor; nostalgia; cuando la muerte cae en el alma; envejecer; cara a cara; ya me voy a acordar, me acuerdo; infancia; memoria; recuerdos; los malos; lo que se borra. Esos títulos ya son los poemas que nombran.

Y todo desde una posición que lo representa: humildad frente al inconsciente .

 

Dice Pontalis: Antes que el lenguaje la poesía , que nos hace creer que la palabra podría muy bien ser la cosa . Fórmula extraordinaria, la repito. No dice que nos hace creer que la palabra es la cosa. No engaña. Nos hace creer que podría muy bien ser la cosa, pero no es. Hace creer sin engañar. Transmite entonces. Otro modo de relación entre la palabra y la cosa.

Sueño, poesía, análisis: ciencias exactas dice provocando.

El analista o el artesano sin herramientas define sin diccionario.

Tiene maneras de hablar de clínica a través de lo poético: les leo frases sueltas: Hipocondría: mis órganos me persiguen. Llegan a lamentar aquellos momentos en que mataban el tiempo. Ahora el que mata es el tiempo.

Claro: luz, frágiles rayos de sol a través de las hojas, abertura, pero abertura en el hueco que durante mucho tiempo permaneció opaco. ¡Cuántas veces, en análisis, tuve la sensación, después de semanas, de llegar a un claro! –y aclarando su relación con lo poético agrega- Alguien me señaló que el término aparecía muchas veces en mis libros. ¿Es la palabra, su sonoridad, lo que me gusta o lo que designa? Falsa pregunta: ambas cosas se confunden.

Como inspirarse en esa confusión. Cómo recurrir a la confusión con lo poético para escribir psicoanálisis. Por ejemplo para definir poéticamente a la asociación libre y la transferencia. Dice Pontalis: una palabra que se ensancha, prolonga, capaz de escapar de la vigilancia de quien la emite y de quien la escucha y dirigida a un destinatario tan presente como ausente. Por el análisis, el lenguaje se desliga de toda función. Lleva, porta y deporta hacia lo que se le escapa. Es transportado fuera de sí. Es transferencia.

Otras formulaciones poéticas en “Ese tiempo que no pasa”.

¿Cuál es la enseñanza que nos brinda el psicoanálisis, la experiencia, la aventura del análisis…? Esa enseñanza es que el tiempo no pasa.

El sueño, acontecimiento de la noche. Estar de duelo. Transformación de la pérdida en ausencia .

La poesía, como dice Saer, es escribir en la intemperie. Es no ampararse en ningún sistema preestablecido e ir a buscar algo nuevo para decir, buscar lo inédito, algo incierto que se va construyendo.

Es interesante ver la evolución del modo de escribir de Pontalis. Desde un diccionario hasta la escritura poética. Un diccionario consta de definiciones, y la definición es lo antipoético por excelencia. Obliga a las palabras a que digan qué quieren decir. Y las palabras no quieren decir definiciones. La experiencia poética ocurre, como experiencia pura de la palabra. Lo poético, lo psicoanalítico son dos modos de ir más allá del lenguaje, sin salir de él. Juarroz decía que la poesía es la pretensión de ir con el lenguaje más allá del lenguaje. Eso mismo se podría decir del psicoanálisis. Ir con el lenguaje más allá del lenguaje: a los confines del sufrimiento, de la des-dicha. Lo poético es lo que sobra de las palabras. El psicoanálisis y la poesía reciclan palabras, las hacen entrar nuevamente en circulación. Psicoanalistas y poetas como cartoneros de las palabras, que las recogen en los márgenes, en los residuos, en los restos.

Pontalis nos inspira a pensar la inclusión de la poesía en la clínica. ¿Cómo evitar lo poético cuando se habla de sexo, del amor y de la muerte?

Pontalis nos da a leer el modo en que la escucha se articula con lo poético. Una escucha que si no se resiste, produce lo poético, lo recorta, lo sanciona, lo decide. Si la atención flotante se ejecuta hasta sus límites, al no desdeñar nada del campo de la escucha, no puede dejar de ser el lugar de resonancia de lo poético. Más allá del sentido y del sinsentido, lo poético se da por añadidura. Es la añadidura por excelencia. Pero como la cura, una añadidura necesaria. Como estos dos libros de Pontalis. Que los pondré en el estante de libros de poesía.