El autor amaneció en Buenos Aires. En el transcurso de la mañana fue un niño privilegiado que jugó y jugó. Al mediodía estudió en la escuela pública y llego a graduarse de médico en la UBA. Se especializó en psiquiatría y se formó como psicoterapeuta y psicodramatista. A la tarde trabajó y trabajó. Y ya sobre el inicio de la noche escribió estos Objetos perdidos. En el prólogo Vera Fogwill dice: “Este libro es un conjunto de relatos -la mayoría en primera persona- que como bien aclara el autor en Defensa del testigo son objetos ganados. Yo agregaría, sujetos más que objetos; sujetos propios reencontrados.
Los recuerdos no son memorias. Los recuerdos se hacen memorias al quedar escritos. Las anécdotas no son cuentos; en cuentos se convierten algunas de ellas cuando quedan relatadas. Los ensayos no son relatos ni los relatos pueden ser ensayos, pero sí pueden ser contados cuando una mente despierta nos lleva por distintas situaciones y se detiene en otras cosas: esos objetos y sujetos perdidos. Luis Herrera nos introduce en su universo literario. A veces, a través de una prosa poética en forma de cuento; otras, con relatos breves, pequeños ensayos, y hasta ahora con el tono de una carta íntima. Y lo que une todo es la memoria. Una memoria en tiempo real, puesta en el detalle y, digo en tiempo real, porque es como si el autor, el narrador principal, estuviera ahí, presente, ahora.
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra