De todo quedaron tres cosas:
la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que había que seguir
y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar.
Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída un paso de danza,
del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda… un encuentro
O Encontro marcado, Fernando Sabino
Parafraseando a Giuseppe Verdi, quien dijo “Hay algo en la música que es más que melodía y mucho más que armonía: música”, me atrevería a decir que hay algo más en la vida que es mucho más que el ciclo de nacer y morir y las circunstancias del camino: vida. La vida es, en definitiva, lo que hacemos con nuestras circunstancias.
Sobre los diferentes ritmos que plantea el devenir, dibujamos la melodía de nuestras acciones, escribiendo una partitura que reinterpretaremos acorde con las nuevas circunstancias que surjan. Reinterpretaciones que también son improvisaciones, creaciones, a partir de una melodía dada (la memoria) que en el presente (ahora) es ejecutada a un ritmo y una tonalidad diferentes. Ritmo y tonalidad que parten del aquí y ahora como una posición interior diferente para conectarse con ese material. Posición que es apertura a un nuevo flujo emocional, que incidirá en toda la estructura de la obra, de la vida.
La tradición china refiere que lo que se ve está sostenido por lo que no se ve y que lo que se muestra es una consecuencia de lo oculto. Estas polaridades se intercambian generando con su movimiento el devenir del tiempo y de la historia. Todo cambio, todo flujo, toda acción tienen un ritmo. Como cualquier movimiento tiene una dinámica, y nuestra interpretación puede adscribirle un carácter, una intención, un sentido. Este entramado de sentidos teje nuestra relación con nosotrxs mismxs y con el mundo. El mundo como el entorno que percibimos y decodificamos, generando un argumento que encadena las circunstancias en una historia. Historia que será nuestra historia, una marca de identidad, un recurso inconmensurable de recuerdos, de datos, de sentidos a los que apelaremos una y otra vez para decodificar el presente y orientar nuestras acciones.
¡Qué otro seríamos si no fuéramos nosotrxs!
Sin embargo, la historia es resignificada una y otra vez con cada parpadeo que mata al presente volviéndolo pasado al generar otro presente de ojos abiertos. Una historia resignificada y por eso distinta que, sin embargo, no deja de ser mía, ni dejo de ser yo por la mirada diferente, por dejar la rigidez de la historia para flexibilizarla, actualizándola.
Continuamente el allá y entonces se vuelve aquí y ahora, pero no necesariamente igual, sino intrínsecamente distinto. La flexibilidad de nuestra percepción puede distinguir las diferencias y también, por ese mismo acto, a la vez las genera.
Una historia en espiral.
El cuerpo denuncia nuestros límites, el principio y el fin. En él anida nuestra conciencia de la muerte. También es nuestra conciencia de la vida
El cuerpo nos da una dimensión que nos cuesta admitir como seres humanos inmersos en la cultura, porque la biología suele no responder a nuestras planificaciones del futuro. Nos da la noción de individualidad y singularidad, y de finitud. El cuerpo no es el mismo todos los días que uno se mira al espejo. El cuerpo denuncia nuestros límites, el principio y el fin. En él anida nuestra conciencia de la muerte. También es nuestra conciencia de la vida. El cuerpo es un territorio donde se entrecruzan el mundo interno y el mundo externo (la fantasía inconsciente y la estructura social). No tenemos un cuerpo natural sino un cuerpo cultural. Las significaciones del cuerpo y los vínculos corporales son determinados por las sociedades y varían en cada época y en cada cultura. En el cuerpo se conjugan aspectos de la física (fuerza-espacio-tiempo), de la biología (organismo), de la psicología (aparato psíquico) y de la cultura (imagen-creencias-valores). No tenemos un cuerpo natural sino un cuerpo cultural2, significado por la cultura.
Las sociedades en que estamos inmersos, son determinantes de la forma en que percibimos nuestro cuerpo, aún en los aspectos más íntimos
La Psicología Social desarrollada en Argentina por el Dr. Enrique Pichón-Rivière, define al ser humano como un ser histórico y social, determinado por sus condiciones concretas de existencia. Plantea que en todo esquema conceptual subyace una concepción del hombre y del mundo: una ideología. La estructura social regula las relaciones entre uno y los demás. Esta organización social está sostenida por una ideología y una cultura con diversas prácticas de producción del cuerpo desarrolladas mediante la crianza, los castigos, la higiene, la alimentación, la sexualidad, la educación, el trabajo, la imagen, los criterios de normalidad, etc. El cuerpo está significado por la cultura y regulado por ella y por la biología. Las sociedades en que estamos inmersos, son determinantes de la forma en que percibimos nuestro cuerpo, aún en los aspectos más íntimos. Los usos y costumbres, el “saber” de cada sociedad, determina, mediante la transmisión y la educación, nuestra percepción en general y nuestra percepción del propio cuerpo en particular.
El cuerpo no siempre es vivenciado como un aliado, sino más bien como algo a controlar, a “domesticar”, a “civilizar” para que responda a nuestros deseos. Y ante esta exigencia el cuerpo se escapa
Probablemente por la evidencia de la muerte que las sociedades modernas occidentales ocultan o no incluyen en la planificación de la vida, muchas veces el cuerpo es vivido como algo ajeno, de dudosa eficiencia y que muchas veces entorpece nuestros planes con demandas cotidianas ligadas a ciclos naturales como comer, cagar, menstruar, orinar, dormir, o la falta de ellos. También urgencias que se manifiestan en picazones, ruidos, olores y dolores. El cuerpo no siempre es vivenciado como un aliado, sino más bien como algo a controlar, a “domesticar”, a “civilizar” para que responda a nuestros deseos. Y ante esta exigencia el cuerpo se escapa. Rompe los parámetros de la planificación y puede ser vivido como un enemigo. “Domesticar la naturaleza” es una enseñanza cultural que intenta ocultar nuestra fragilidad y trata de aportar certezas que no existen y nos alejan de nuestra capacidad creadora, de nuestra improvisación-creación, de nuestro protagonismo como creadores de vida, de nuestra propia vida. Esta actitud controladora del cuerpo replica la acción humana sobre la naturaleza. Así como sucede con los recursos de la tierra, del entorno, muchos de ellos no renovables y en flagrante crisis de extinción, así la exigencia de eficiencia para con el cuerpo agota muchos recursos propios al demandarle lo que no es, el exigirle eficiencia y regularidad, al intentar sustraerlo de sus ciclos y cambios. Este enfocarnos fallidamente en la permanencia requiere estructuras rígidas que tarde o temprano se volverán insostenibles justamente por la naturaleza cambiante de la vida. La flexibilidad en la interpretación de las estructuras (de las partituras), la inclusión de lo emergente inesperado en la improvisación, es un acto creativo que reinterpreta nuestra historia y vuelve a significarla, permitiéndonos un nuevo punto de vista desde donde se vislumbran otros encadenamientos. Permite descubrir un cuerpo solidario en su estilo particular. Permite crear nuevas melodías sobre estructuras dadas. Es la flexibilidad la que denuncia la rigidez. No hay vida sin el cuerpo. No hay conciencia sin el cuerpo. El ser no es sin el cuerpo.
Las planificaciones cotidianas y también a largo plazo están sujetas a los avatares de lo imprevisto, que muchas veces se origina en el cuerpo: dolores, enfermedades, impedimentos, deficiencias, falta de entrenamiento, accidentes, la edad. Cuestiones donde la biología se vuelve figura, se hace sentir, reclamando atención con urgencia e impactando sobre los planes que se vuelven provisorios ante lo que emerge. La significación de la situación abreva en los recuerdos, en cómo nos sentimos, en el vínculo que tenemos con nuestro propio cuerpo y nuestro ser, en nuestros miedos y deseos.
Somos sujetos producidos por y productores de cultura. El entorno nos entrama en un sistema perceptual y de decodificación de la realidad en el cual también podemos influir por medio de nuestros propios descubrimientos, saliéndonos del camino dado, construyendo otras tramas de sentido y encontrando con quiénes compartirlas.
Podemos suponer que la experiencia perceptual y de decodificación del entorno madura o se perfecciona con el tiempo, con las sucesivas experiencias, cambiando nuestro punto de vista anterior. Esto no es algo que suceda “naturalmente”. Como toda acción humana es un acto cultural.
El desarrollo de la capacidad creadora no es cuestión de naturaleza, es cosa de impulso y voluntad como desencadenantes del acto creativo, donde la trama de elementos intervinientes es un universo mucho más heterogéneo y complicado. Es lo que hacemos cuando la planificación falla: improvisamos.
En música, la improvisación son variaciones sobre un mismo tema, que generan una nueva composición.
Dentro de la estructura social, las emergencias del cuerpo son una vía regia para la improvisación, para la creación. Cuestionan lo que parece determinado, inamovible, tradicional
“Él músico de jazz improvisa sobre armonías dadas. …traza por encima de las armonías dadas… nuevas líneas melódicas. …lo improvisado está ligado a quien lo improvisó… Un músico de jazz que ha creado un coro (una improvisación) es simultáneamente improvisador, compositor e intérprete… Para la improvisación en el jazz deben juntarse el improvisador, el compositor y el intérprete en uno solo.”3
Dentro de la estructura social, las emergencias del cuerpo son una vía regia para la improvisación, para la creación. Cuestionan lo que parece determinado, inamovible, tradicional. Abre la posibilidad de reinterpretar recuerdos y significados, de buscar y encontrar otros sentidos (siempre provisorios), de marcar huellas en la cultura. Hay solos de músicos de jazz que ya son parte de las composiciones originales, que son reinterpretados, y por ende variados, aunque se respeten las mismas notas. No es el mismo momento, no es el mismo sentimiento, no es el mismo músico y no es la misma intención. Es una interpretación de un precedente. Del mismo modo, al releer los autores que convoco en esta nota, estoy haciendo una variación personal de esas estructuras dadas, estoy creando mi improvisación que hace a mi singularidad, y esta variación es una creación que se volverá partitura para que otres improvisen. Así, improvisando en la planificación podemos generar nuevas melodías, nuevas estructuras e interpretaciones, que a su vez serán puntos de partida de múltiples variaciones, quedarán incluidas en la partitura emocional y en el repertorio de la memoria.
Percibirnos es la piedra angular de la empatía. Somos con el cuerpo, somos con los demás. Improvisar y dar lugar a que los otres improvisen, probablemente nos permita crear referencias para nuevas estructuras sociales, nuevas relaciones con nuestros cuerpos. Planificar dando lugar a la improvisación, a la flexibilidad de la vida, al presente, nos permite interpretar y componer tramas y sentidos, desarrollando nuestra potencia de autores, nuestro derecho humano a recrear nuestra vida.
Notas
1. Sabino, Fernando Tavares, O encontro marcado, Record, Río de Janeiro, 1981.
2. Trosman, C. y Marquis, G., “Cuerpo, nada de lo humano le es ajeno”, en Kiné, la revista de lo corporal Nº 23, Buenos Aires, 1996.
3. Berendt, Joaquim E., El Jazz. De Nueva Orleans al Jazz Rock, Fondo de Cultura Económica, México, 1962.
Carlos Trosman
Psicólogo social - Corporalista - Docente
carlostrosman [at] gmail.com