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Engordando al Soberano

 

La salud no es un producto de la medicina,

es una de las expresiones del vivir, civil,

 democrática y solidariamente en sociedad.

Dr. Gianni Tognoni[1]

El Ombligo del Cuerpo

 

El cuerpo es una construcción cultural y social que de ningún modo existe en estado natural. Esta idea de naturalidad del cuerpo es justamente un mecanismo prejuicioso que obtura la posibilidad de pensar en el cuerpo humano como parte de la cultura. Lo natural está determinado por las leyes de la naturaleza y no puede ser modificado, al menos en el período de vida de una persona, ya que los cambios naturales se mueven con otros ritmos. Lo que indudablemente nos ata al ciclo natural biológico es justamente el período vital humano (que implica al nacimiento y a la muerte), y las necesidades compartidas con el resto de los seres vivos de respirar, alimentarnos, desarrollarnos y eliminar los desechos. No incluyo aquí la reproducción porque, aunque es un mandato natural de todas las especies, como una muestra más de la no naturalidad del cuerpo humano, reproducirse no es la elección de todos los seres humanos, sino solamente de algunos.

Asimismo, en los elementos anteriormente descriptos como comunes a los seres vivos, lo compartido es el puro acto, pues al estar el cuerpo humano inserto en la trama del sentido, todos los hábitos y rutinas relacionados con el cuerpo son significados, conciente e inconcientemente, tanto por los sujetos como por la sociedad, de maneras variadas acorde al contexto, al marco referencial, a la ideología y a la situación geográfica, histórica y social.

Según la tradición china, “el ombligo es el origen del hombre” ya que durante la gestación, es a partir del ombligo que se nutren, respiran y se desarrollan la multiplicidad de células que formarán el cuerpo. Numerosas prácticas orientales, como ejercicios o meditaciones, utilizan la técnica llamada “respirar en el ombligo”, que es una forma de respiración profunda que incluye el movimiento de expansión y contracción del abdomen acompañando la inhalación y la exhalación. El objetivo es “conectarse con el cosmos que nos rodea”, con “la energía universal”. Como si el ombligo, luego de habernos mantenido unidos al macrocosmos Madre durante nuestra gestación, conservara propiedades energéticas más sutiles para unirnos al macrocosmos Cosmos en el que estamos inmersos a partir del nacimiento. Otro objetivo de esta técnica es recuperar la “respiración prenatal” (es a través del cordón umbilical que nos llegaba el oxígeno) como una forma de recuperar y mantener la buena salud.

También en occidente hay una construcción de la trama de sentido del cuerpo a partir del ombligo. El ombligo es la marca que enuncia que estuvimos agregados, que nacimos de otro ser humano al que estuvimos unidos hasta nuestro nacimiento. También es la marca que nos desagrega, ya que allí se produjo el corte del cordón que marcó el inicio de nuestra individuación.

Este ombligo en cuanto marca, es un hueco localizado justamente en la zona digestiva, como anunciando que la ingesta, la nutrición, la alimentación, la agregación e inclusión, el consumo, nunca podrán llenar ese hueco de la falta original en relación a la individuación, ya que, una vez cortado el cordón umbilical, comienza nuestra singularidad.

Los hábitos y rutinas relacionadas con el cuerpo, como la higiene, la alimentación, la sexualidad y la recreación, están entretejidos con una serie de creencias y valores incorporados generalmente en una forma incuestionada, desde la más temprana infancia. Estas creencias y valores dan sentido a las acciones cotidianas y a las rutinas del cuerpo, aunque no siempre estemos pendientes del sentido de las mismas.

Estos valores y creencias “heredados” familiar y socialmente, constituyen el “núcleo duro” de los prejuicios, de lo incuestionable que consideramos parte de nuestro yo y de nuestra identidad, de lo que somos.

Como los genes, pueden marcar una tendencia, pero nunca una determinación, ya que la multiplicidad de causas que hacen detonar los factores disposicionales no pueden explicarse por la mera relación causa-efecto. Por ejemplo, no todos los hijos de madres diabéticas son diabéticos o no todos los nietos de abuelos cardíacos son cardíacos o no todos los descendientes de pacientes oncológicos tienen cáncer. Esto tampoco quiere decir que exista la fórmula para que estos factores disposicionales o genéticos no se activen. No sabemos. Y esa ignorancia también es un hueco que no podemos llenar.

 

Consumo y Capital

 

Somos seres de terminación abierta en permanente construcción. A través del Sistema Respiratorio incorporamos oxígeno y eliminamos anhídrido carbónico; por medio del Sistema Digestivo absorbemos y procesamos nutrientes, vitaminas y minerales imprescindibles para la vida y también eliminamos los desechos sólidos. Esta actividad de limpieza se complementa con el Sistema Urinario que filtra los líquidos del cuerpo, eliminando toxinas y excedentes para mantener estable el equilibrio químico que produzca el ambiente adecuado para la vida y desarrollo de nuestras células.

De este permanente intercambio con el medio ambiente participan millones y millones de bacterias que habitan en nuestra piel (que a través de los poros participa de la respiración y por medio del sudor de la eliminación), y sobre todo en los intestinos. Estas bacterias son necesarias para los procesos digestivos y, como en todo sistema ecológico, a mayor variedad mayor eficacia y posibilidades de supervivencia.

Con el devenir de la historia de la humanidad se ha acentuado el predominio de intereses económicos concentrados cada vez más en grupos más pequeños y más poderosos. Estos grupos trascienden las fronteras, las políticas regionales y, sobre todo, los intereses de la humanidad relativos a la salud y al desarrollo humano. Su objetivo no es mejorar la calidad de vida de los habitantes del planeta, como pregonan para vender sus productos, sino la acumulación de capital y de poder aunque esto ponga en peligro mortal a la “gallina de los huevos de oro” que somos los “consumidores”. Los compradores de productos que no producimos, incluidos especialmente los relativos a la alimentación, formamos parte de la nueva identidad global que trasciende países y leyes y se denomina “consumidores”. Hay leyes de “defensa del consumidor”, pero no hay leyes de defensa del “ciudadano del mundo”, del “nativo de la Tierra”.

Las personas que participan de la producción, ya sea agrícola-ganadera o manufacturera-industrial, también pertenecen a esta categoría ya que su intervención en la producción está muy parcializada, minimizada a una pequeña parte del producto final, de manera que nunca sea un productor, sino un operario más en la cadena de producción. La mayor o menor importancia que tenga su intervención (desde operario hasta CEO) determinará la cantidad de status y beneficios a los que tenga acceso, pero nunca se verá reflejada en un cambio de categoría. La otra categoría es la que detenta el capital y por ese poder dicta las políticas alimentarias, de salud, económicas, etc., de este mundo globalizado justamente por el capital. De este modo es la Industria Química la que marca las políticas de salud produciendo medicamentos, y muchos sospechan que también enfermedades como la Gripe N1H1, la Peste Rosa o el TDAH (Trastorno de Deficiencia de Atención con Hiperactividad). En este último caso, la sospecha fue confirmada. Esta enfermedad infantil fue incluida en el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales de la American Psychiatric Association) en 1968 gracias a los esfuerzos del reconocido y premiado psiquiatra norteamericano León Eisemberg, quien pocos meses antes de morir confesó en un reportaje a la revista alemana Der Spiegel: El TDHA es un ejemplo de enfermedad ficticia”.[2] Un estudio indica que en Alemania el uso del medicamento específico  que se utiliza para tratar el TDAH se incrementó de 34 kg por año en 1993 a 1760 kg en 2011. Existen en todo el mundo, inclusive en Argentina, asociaciones de padres y profesionales que apoyan a los niños con este síndrome, psiquiatras que diagnostican y recetan medicamentos para paliar esta enfermedad ficticia, y docentes que “detectan” alumnos que padecen el mal y son derivados para “tratamiento”. Toda esta gente no actúa de mala fe, muy por el contrario, confían en la “autoridad médica” avalada por “asociaciones científicas respetables” cuyas sentencias y descubrimientos son difundidas por la publicidad. Todas ellas: autoridad médica, asociaciones científicas y publicidad, son sostenidas (cuando no creadas) por el capital económico dueño de la Industria Química. No creo que ante esta verdad revelada por Eisemberg los laboratorios devuelvan las ganancias acumuladas con este fraude en los últimos 45 años. Lo cual demuestra cuál es el interés de los grandes capitalistas en relación a las personas: sacarles dinero como sea.

 

Somos Mutantes

 

La Industria Alimenticia ofrece productos (ya no son alimentos), cada vez más procesados, menos variados y más globalizados: se consiguen los mismos yogures en las geografías más disímiles. Ya no es una cuestión de patria o de región o de clima: lo importante es que haya un consumidor.

Pero estos nuevos alimentos son el resultado de la agricultura a partir de semillas híbridas y forzada con agroquímicos, y de la ganadería y la avicultura aceleradas con hormonas. Asistimos a los frutos del matrimonio entre la Industria Química y la Industria Alimenticia. Una unión de capitales que desarrollan, fabrican y promocionan productos que benefician a ambas. Así nacen los llamados “alimentos funcionales”.  Si bien los alimentos funcionales son aquellos alimentos que en forma natural o procesada, contienen componentes que ejercen efectos beneficiosos para la salud que van más allá de la nutrición, por las publicidades “sabemos” que los alimentos funcionales son los que incluyen productos químicos para “mejorar la salud” y desconocemos las mismas propiedades en las simples y comunes frutas y verduras.

Ya no es leche lo que tomamos, sino leche “intervenida” con “calcio plus”, o hierro, o vitaminas varias. También hay otra variedad “mejorada” para reducir el colesterol. Podemos optar por yogures “que mejoran el tracto intestinal” o “levantan las defensas”. A los cereales también se les agregan hierro y vitaminas. Las galletitas ahora contienen “omega 3” y son “sin colesterol”. Unas cuantas cosas más ya no son lo que parecen, aunque solamente nos informen de aquellas que nos quieren vender más caras con la excusa de esos agregados que nadie les pidió que agregaran. No nos cuentan que las frutas y verduras híbridas contienen más agua y menos nutrientes y vitaminas, que los tomates híbridos no tienen gusto a nada, que los agroquímicos arruinan las cáscaras junto a las cuales está la mayor parte de las vitaminas de frutas y verduras, que las hormonas que contienen los pollos pueden afectar el metabolismo, etc.

Estos “alimentos funcionales” no han sido desarrollados para paliar el hambre del mundo o mejorar la calidad de vida como se proclama. Son en realidad alimentos disfuncionales porque ofrecen menor variedad de nutrientes que una alimentación más tradicional, que incluya frutas y verduras de estación en la dieta. Hay hasta seis veces más vitamina B6, que fortalece el sistema inmunológico, en una banana que en un yogurt promocionado con bombos y platillos para ese efecto. Claro que dicho yogurt cuesta tres veces. Hay que cubrir los gastos de publicidad. La diferencia es que la banana también aporta fibras y otros componentes necesarios para nuestra dieta que este yogur híbrido no aporta. Eso si, el yogurt, debido al apoyo publicitario, tiene mayor status que la simple fruta. Pagar para pertenecer a la élite de consumidores.

Al reducir la variedad de alimentos, se empobrece nuestra dieta, disminuye la cantidad de bacterias útiles en los intestinos y nos volvemos más frágiles a los cambios estacionales y también a los cambios  propios del desarrollo y de la edad.

En 2008 la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA: European Food Safety Authority) dictó una legislación para regular la utilización de slogans publicitarios testeándolos con pruebas científicas. Este reglamento entró en rigor en diciembre de 2012. Se presentaron ante la EFSA 45.000 eslóganes. Cumplieron los requisitos solamente 10.000 y fueron aprobados la exigua cantidad de 200. Hay mucha mentira en el aire de la publicidad “científicamente comprobada”. A partir de esta legislación, la empresa Danone, a raíz de un estudio publicado por el investigador francés Didier Raoult en la revista Nature en septiembre de 2009, ha sido obligada a retirar en Europa la publicidad de algunos de sus productos cuyos efectos no han podido ser comprobados científicamente.[3]

Mientras tanto, seguimos consumiendo lo que el mercado nos ofrece, volviéndonos adictos a las comidas rápidas, a los alimentos funcionales, a las galletitas (ahora sin colesterol) y a la ingesta de publicidades y de “opinión pública” también manipulada para la indigestión.

Procesar los alimentos, nutrirse, alimentarse, es un acto que comienza mucho antes de llevarse algo a la boca. Requiere aplicar la conciencia a lo que se consume. De otro modo, nos transformamos en consumidores encerrados en la incubadora del planeta capitalista que nos engorda sólo para que sigamos consumiendo y dependiendo de los productos que nos ofrece y que, por supuesto, tenemos que pagar, en forma a veces más o menos literal, con nuestras propias vidas.

Quizás lo mejor sea no tratar de llenar el hueco original consumiendo y comiendo los productos que mercado y la publicidad nos imponen.

Mantengamos nuestros ombligos libres de la adicción y conectados con el cosmos creativo que también nos rodea.

Carlos Trosman

Psicólogo Social, Diplomado en Corporeidad.

Autor de Corpografías. Una mirada corporal del mundo

carlostrosman [at] gmail.com

Notas

 

[1] Gianni Tognoni es médico y farmacólogo. Asesor de la Organización Mundial de la Salud y Consultor de la Dirección Nacional de Medicamentos en Italia. Secretario del Tribunal Permanente de los Pueblos (ex Tribunal Russell) y creador de la categoría "Epidemiología Comunitaria".

[2] Ver “Causa Abierta, Portal de Noticias”: http://www.causaabierta.com.uy/?s=TDAH&x=7&y=5

 

 
Articulo publicado en
Agosto / 2013