¿Cuándo sabemos que una época ha llegado a su fin? Cuando los instrumentos que dominamos durante años ya no nos obedecen, más aún cuando se invierte el orden de poder y quedamos casi inermes ante las nuevas tecnologías que manejan unos pocos centros de poder para lograr el dominio de enormes masas de población.
Esto pasa con la información, que es poder y el mismo se materializa en dinero, esto es lo que se da en llamar la sociedad del conocimiento. El conocimiento que está en juego hoy está relacionado con el estatuto de las tecnologías digitales en donde nosotros las hemos dotado de la posibilidad de decir la verdad. Lo digital se erige como una potencia que dice la verdad.
Ahora bien, lo digital no consiste solamente en permitir el almacenamiento. Surge como una garantía para revelar lo real de un modo más fiable que la percepción, el conocimiento -entre otros- adquirido por nosotros mismos, hasta dimensiones ocultas a nuestras conciencias, aparece dotado con más precisión del estado de las cosas. Es decir que entramos en un estadio avanzado de la tecnología donde ya no se nombra un discurso sobre la técnica, sino sobre la lógica como una garantía de lo verdadero. A esto se lo denomina Inteligencia artificial (IA).
La IA no constituye una innovación más, implica un funcionamiento robotizado en tiempo real, la expectativa en el futuro es superar el funcionamiento todavía parcial, y extenderse a todos los segmentos de la vida individual y colectiva
El uso de las ciencias algorítmicas fue determinante, comenzó a cursar un camino antropomórfico con el fin de atribuir a los procesadores cualidades humanas para evaluar situaciones y sacar conclusiones de ellas. Hasta ahora los artefactos culturales pretendían extender las aptitudes humanas con la expectativa de dotar de mayor potencia física a nuestra condición humana, eran una especie de prótesis para aumentar nuestro rendimiento.
En cambio, la inteligencia artificial pretende duplicar la función del cerebro así entramos en la era antropomórfica de la técnica. Ésta busca modelarse sobre nuestras capacidades cognitivas y ser más rápidos y eficientes que el cerebro humano. Sin embargo, su campo de acción es parcial pues no pueden abarcar la complejidad mental, sino que están destinadas a tareas específicas.
La IA no constituye una innovación más, implica un funcionamiento robotizado en tiempo real, la expectativa en el futuro es superar el funcionamiento todavía parcial, y extenderse a todos los segmentos de la vida individual y colectiva. En la relación con nuestros cuerpos, con los demás humanos, con el hábitat y en la organización de la ciudad. Asistimos a la emergencia de una tecnología de lo integral.
Su aspiración es ejercer la autoridad, desde lo alto, de los asuntos humanos. Es decir, la humanidad está yendo a pasos acelerados a la prescindencia de ella misma, en cuanto a responsabilidad, elecciones, y todo aquello que su conciencia le indica.
Demás está decir que el gran peligro es que termine respondiendo a intereses privados que solo responden a criterios utilitaristas como ya lo comprobamos con la instauración del Big Data tal como los plantea Buyng Chul Han. En el cual dócilmente los usuarios ofrecen alegremente sus datos en las redes que son convertidos en algoritmos para influir en sus vidas.
La IA es la vanguardia de lo antedicho, su ritmo de desarrollo es cada vez más rápido. El primero de estos fenómenos fue el movimiento de informatización de la sociedad en el inicio de los sesenta, que terminó por instaurar una noción acrítica de revolución digital, que posteriormente trasmutó en la “transformación digital”.
La rapidez de las evoluciones técnicas se impone al otrora ritmo pausado de la vida presionando a nuestra psiquis a una adaptabilidad permanente. Esto ataca definitivamente nuestra capacidad de pensar y razonar
En la actualidad, la velocidad marca la ausencia de lapso temporal entre la concepción y la realización de los productos. La presión de la competencia prohíbe todo relajamiento. Las tecnologías digitales marcan el tiempo de nuestra existencia, el tiempo corre frenéticamente apoyando las tecnologías de ruptura, la rapidez de las evoluciones técnicas se impone al otrora ritmo pausado de la vida presionando a nuestra psiquis a una adaptabilidad permanente. Esto ataca definitivamente nuestra capacidad de pensar y razonar. El algoritmo no permite hallar conclusiones válidas y por lo tanto interfieren en los asuntos humanos.
Aquello que caracteriza al algoritmo, del cual la IA es el último producto, ataca el tiempo humano de la comprensión y la reflexión privando a los seres humanos y a las sociedades del derecho a evaluar los fenómenos y a decidir libremente sus destinos. Esto implica un desafío económico que empuja a invertir inmediatamente y sin meditación. Ésta es la gran narcosis de la época actual.
Si bien es cierto que no se pueden desconocer los importantes logros de la tecnología en el campo la medicina, es oportuno advertir que no falta mucho tiempo para que se salga de control. El equilibrio intenta ser logrado a través de la ética. Sin embargo, en la actualidad aparecen modos de vida individuales y sociales más sometidos a los sistemas que nos quitan nuestra facultad de juicio. Así la ética queda reducida a la esfera personal sin responsabilidad por el otro. Se agota en el criterio del respeto a la vida privada mientras las empresas explotan el amplio movimiento de automatización del mundo que deviene en la robotización de los asuntos humanos. Cada acontecimiento automatizado de la verdad está llamado a producir actos con fines mercantiles o utilitaristas, provocando la estimulación falsa e ininterrumpida de lo real. Supuestamente va a ofrecer modos de existencia individual y colectiva que se supone mejor orientados hasta establecer un nuevo orden de cosas.
El tecnoliberalismo hace de las tecnologías las ambiciones hegemónicas en un mundo regido por la retroalimentación, en donde cada cosa que ocurre es definida como una orientación precisa. Se extraería así una interpretación robotizada de cada situación, supuestamente sin las fallas de los asuntos humanos. Así la IA organizaría el fin de lo político, en tanto voluntad general de toma de decisiones para responder mejor al interés común.
Nos alejaríamos así de nuestra vulnerabilidad en beneficio de una organización ideal con la orientación supuesta de una forma consumada y perpetua de la perfección. En 1955 momento en que se inauguró la cibernética se pretendía crear una nueva disciplina destinada a simular y reproducir artificialmente los procesos del cerebro humano. Sin embargo, en la medida en que estas estructuras están compuestas de flujos informacionales abstractos tenemos una interpretación errónea, por dos razones:
La primera es que estas arquitecturas están desprovistas de cuerpos y solo son máquinas de cálculos informacionales, abstractos.
La segunda es que no existe inteligencia que pueda vivir aislada encerrada en su propia lógica.
Esto implica que la inteligencia no se puede disociar de los afectos, de las relaciones interpersonales con los cuales la inteligencia interactúa. Es decir, la IA no tiene nada que ver con nuestra inteligencia humana. Por tal motivo, es necesaria una teoría crítica de la inteligencia artificial.
No se puede dejar de mencionar que la IA se consolida alrededor del año 2000 en un contubernio con poderes industriales y económicos en comunión con ámbitos intelectuales y científicos que terminan trabajando para lógicas productivistas y militares que confluyen fortaleciendo lógicas de poder. Esto no significa ignorar un sesgo útil, por ejemplo, en el terreno de la medicina y de la biología, pero comparado con lo antedicho ocupa un lugar más bien marginal, es una prueba más del concepto griego de pharmakon que significa una mezcla de remedio y veneno.
Resumiendo, este recorrido por la civilización técnica en referencia a su influencia en la subjetividad y los cambios psicopatológicos que produce en relación con el aumento de velocidad y que implica un ataque al tiempo de pensar y de llegar a conclusiones razonadas; afecta la salud de las personas provocando comportamientos patológicos. En el consumo se denota en las adicciones. En lo laboral, la creciente incertidumbre trae como consecuencia la aparición de crisis de angustia. En cuanto al manejo de datos -Big data- existe la posibilidad cierta de ser influenciado por las redes sociales y captados en sus rasgos más íntimos desde el punto de vista económico, político e ideológico, produciendo un aumento de la agresividad social y el deseo de venganza de las víctimas impotentes del capitalismo absolutista, el saqueo de la sociedad y el traslado voraz de los factores de poder.
El cambio psicopatológico de la modernidad es lo que Recalcati denomina “clínica del vacío” que invade con más frecuencia la clínica clásica centrada en el deseo y los síntomas neuróticos clásicos, donde se suplanta la falta neurótica con el vacío actual. ◼
Bibliografía
Berardi, F., Autómata y Caos, Hekht Libros, 2020.
Byung-Chul, Han Psicopolítica, Herder, 2014.
----- Infocracia, Taurus, 2022.
----- Capitalismo y pulsión de muerte, Herder, 2022.
Recalcati, M., Clínica del vacío, Síntesis, 2001.
Sadin, E., La Inteligencia artificial o el desafío del siglo, Caja Negra, 2023.
Alicia R. Levin, Lic. en psicología UBA. Psicoanalista.
Magister en psicoanálisis. Directora de la maestría en psicoanálisis (Unlam Aeapg).
alevin [at] fibertel.com.ar