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Entre el silencio y la palabra pronunciada

 
                       Sobrevivimos
                        entre las grietas y los lodazales
                        para escuchar
                        de cada ciudad atacada
                        las historias
                        de los que fueron acarreados a los tormentos y a la muerte.
                        Después de la caída
                        hay demasiados muertos y heridos.
                                               Lo que hagamos por la memoria
                        se ha convertido en esencial
                       
 
 

Introducción

 

En este nuestro mundo, las vidas de las mayorías, de los pobres, de los hambrientos, de los sojuzgados de distintas formas,  son ‘daños colaterales’. Como las vidas de los esclavos. Se los podía usar como fuerza de trabajo para distintas tareas, pero no merecieron respeto ni cuidado.

Pero esos seres humanos cuyas vidas parecen no merecer  llorarse, sufren, en silencio, en soledad, en secreto.

Las vidas de aquellos que se opusieron a la violencia de estado aquí en Uruguay, fueron consideradas por el estado, como no vidas (J.Butler). Por lo tanto, su sufrimiento, su tortura, su asesinato no eran problema. Ellos/as impedían que se pusiera orden en el país. Eran una amenaza para la paz. Eran subversivos, comunistas, tupamaros. Como estaba en el imaginario social la idea de que algo habrán hecho. “En el caso de los desaparecidos, hay que pensar qué habrán hecho”.:   declaró el dictador Bordaberry

Desde esta forma de pensar, ¿qué lugar queda para el sufrimiento de los más?  Los sufrimientos no existían, no debían decirse ni había nadie dispuesto a escucharlos.        

El silencio cubrió todos estos horrores.

Durante la dictadura, se instaló un discurso paranoico, donde siempre el otro era el malo (fuera desaparecido o sobreviviente). Como se puede desprender de la novela “El tigre y la nieve” de F.Butazzoni. La protagonista que se salva de ese campo de exterminio que fue La Perla en la Argentina, era sospechosa por haber sobrevivido. Quizás explique su suicidio. Estos silenciamientos tienen efectos duros sobre las siguientes generaciones. La transmisión de lo vivido, se realiza más allá de las palabras. Es interesante ver por ejemplo, en una película de A.Kurosawa, como recién la generación de los nietos se puede ocupar de los sufrimientos de la abuela que sobrevivió al bombardeo de Hiroshima.

K. Oé ha investigado intensamente sobre las consecuencias de la bomba atómica en Hiroshima.   Constató el silencio que sobrevino en los habitantes, en el momento de la explosión. Un monstruo se tragó la ciudad. Es lo que Bourdieu llama un acontecimiento, no estaba previsto en la lógica de esas ciudades que algo así pudiera pasar. Durante diez años la prensa no pudo escribir las palabras ‘bombardeo atómico’ ni ‘radioactividad’, porque estaba prohibido usar esas palabras, referirse a esos hechos. Inventaron una palabra, que en su homofonía, tenía que ver con el resplandor y el ruido. 

Cervantes fue esclavo en Argelia durante cinco años. Convivió diariamente con la tortura y la muerte. Cuando volvió a España, ya no era el mismo, y se sintió mal con su país porque no lo comprendía. Se refugió en los libros. En algo que le permitía soñar y crear aunque no fueran proyectos cumplibles. El Quijote es un personaje completamente loco y lúcido a la vez. Un hombre que sueña y que se da contra un muro.

 

Los silencios

Silencios hubo más de uno. El silencio de los responsables del terrorismo de Estado, de los genocidas (nazis, turcos, stalinistas, terroristas de estado en las dictaduras conosureñas, estadounidenses en Hiroshima, etc) de todas las nacionalidades

Y por otra parte el silencio de los que sufrieron la tortura, la cárcel, el exilio, el insilio o los efectos del asesinato y/o desaparición de un familiar o de alguien muy cercano.

Los genocidas y terroristas de estado hicieron un ‘pacto de silencio’, porque de ese modo protegieron y protegen su impunidad, intentan escapar de sus responsabilidades en las catástrofes sociales que provocaron a la sociedad toda.  Instituyeron un dispositivo de silenciamiento social.

A partir de los aportes de Yael Danieli [1] podemos pensar que los genocidios del siglo XX constituyen una cuarta herida narcisística: la ética, ya que a partir de éstos, se desmoronó la idea de vivir en un mundo con justicia y en la que la vida humana fuese un valor a cuidar. Sin duda, este ataque a la humanidad, provocado por unos humanos contra otros, contribuyó al silencio.                 

Podemos pensar que los silencios de los atacados, son zonas de soledad, de “desolación” (como dice H. Arendt). Como si no testimoniar fuera una forma de protegerse y proteger, de mantenerse con vida, o de cuidar a otros a costa de sí mismos. Los sobrevivientes de las guerras, de los campos de concentración, nuestros presos, no testimoniaron enseguida. Hubo momentos en que nadie podía escucharlos, y menos aún creer lo que estaban contando.

El funcionamiento social se sostiene sobre muchos sufrimientos individuales no hablados, no puestos en común. Pensar estos horrores es muy penoso. Pero estos sufrimientos iluminan el lado oscuro de la humanidad. Rozamos el horror de tomar contacto con esas zonas oscuras.

Al decir de Gómez Mango, “el lenguaje, donde debiera encontrar el tesoro de la lengua, donde toda palabra se inspira para volverse pensamiento, tiembla amenazado. Algo esencial a la vida de la cultura procura refugio y amparo.” El silencio, el no hablar, podría ser un modo de amparar a la cultura. “Esta amenaza hiere a la palabra en su naturaleza más profunda, la de ser don y reciprocidad”. [2] Estos seres humanos quedan mudos, sin palabras. Quedan habitados por la tortura como el compañero definitivo.

“La agonía de la palabra es doble, lo decible tiembla en el miedo y al mismo tiempo y por esa razón, lo indecible ocupa todo. Es hiperpresente. No se puede olvidar”. “Palabra y silencio participan de la misma catástrofe y en la misma agonía del lenguaje.” (2)         

“La palabra queda viva en el silencio y resonando en él. Un cerco amenaza todo decir de verdad.”(2)  La palabra no logra encontrar un camino para divulgarse. No puede ser escuchada. “Las orejas se vuelven sordas”. (2)

            La lengua podría resurgir en la poesía, en la metáfora, en “Las canciones para no dormir la siesta”, en el humor, “Tortura al paso” (texto en un dibujo de Pancho Graels).

            “Lo mortífero en tanto pulsión de mortificación no admite la muerte del objeto, lo preserva moribundo para que no sea posible el duelo imprescindible”. (2)

 

 

 

 

 

Una historia: Isaura

 

Isaura ya había pasado los 80 años. Esa tarde se sintió mal y fue internada. En el Hospital, aseguraba, “todos los días, vienen las Fuerzas Conjuntas. Yo ví el camello[3] ahí parado. Los milicos vienen a torturarme y me quieren matar”.

Así vivió sus últimos días. Permanentemente, ese miedo imposible de calmar.

Lo que Isaura vivió en los días de la dictadura, lo cargó ella sola. En silencio, en su no olvido, brotaba la desesperación de la violencia sufrida, ese páramo roto. Ese trozo de historia que se había tragado.  

Su vida se había deslizado suavemente hasta que los hijos se hicieron hombres.

A partir de ese momento, su vida se complicó, falleció su compañero, y sus hijos siguieron distintos caminos. Uno de ellos, Carlos, quiso que el país fuera más justo con los de abajo, a los que ellos pertenecían.

Las ‘fuerzas de seguridad’ vinieron a buscarlo, pero aquel día, Isaura estaba sola. Como Carlos no estaba, toda la batería de la tortura fue para ella. La  obligaron a dar la dirección del hijo, el dato por el que ella iba a creer toda la vida, que les había dado el acceso a su hijo. Ella sentía que era la responsable, la culpable de tanto sufrimiento. Y por lo tanto, no tenía derecho a vivir en paz

La confesión fue su derrota. Se sintió la peor basura del mundo. Ya no era la misma persona.  Pero, una rebeldía infinita le brotaba del corazón. Hubiera preferido que la llevaran presa a ella y no a su hijo. Cuando Carlos cayó preso, pensaba que la iban a acusar de traidora, de haber cantado. Qué expresión tan rara para un fruto siniestro, “cantar”, si lo pensamos en el sentido de entonar una canción.  Y no en el sentido, de haberles podido ‘cantar las cuarenta’ a los que vinieron a buscar a su hijo.

 Isaura visitó a su hijo con el mayor de los compromisos, lo atendió todo lo que pudo y más. Siempre estuvo ahí. Juntó el dinero que le hizo falta a Carlos para pagar sus días, meses, años de cárcel. Sí, porque las Fuerzas Conjuntas le cobraron el tiempo que estuvo preso.

Isaura sabía que Tito, un compañero de su hijo,  cuando contó su historia, no permitió que la publicaran hasta después de muerto. Él que fue torturado terriblemente. Pero el miedo y el terror no lo dejaron nunca

Había oído que Nacho, otro compañero de su hijo,  que no había soportado la tortura, primero dejó de hablar, y luego el mismo se castigó con la pena capital.

Ser demolida en esa experiencia límite, fue vivido como el peor mal y por el que le correspondía la condena más grave: pagar con la vida  o con la soledad infinita.

Lo que  había vivido quedó dentro de ella, sin poder encontrarle un sentido, lo sufrió, en la soledad mayor. Quedó conviviendo con el trauma, con el dolor en silencio. Parece que no hubo quien quisiera escuchar.

Los servicios de seguridad, militares, policiales y de inteligencia van transmitiéndose  los secretos de su oficio. Así van  perfeccionando el cumplimiento de sus tareas. La tortura es una de sus herramientas más crueles. Atacan a la persona, a la familia, a varias generaciones, a la sociedad en su conjunto.  

Pero es como dice el poeta palestino, "tu no puedes agitar una flor, sin molestar a una estrella."[4] Así como no se puede agitar una flor sin molestar a una estrella, tampoco se puede torturar a alguien, sin que sus efectos se mantengan por generaciones y en toda la sociedad.

El día que vio a uno de sus torturadores en la  televisión, porque lo llevaban preso, tuvo sentimientos encontrados, por un lado, la alegría de que estuviera finalmente en la cárcel, que hubiese aunque sea, un poquito de justicia… pero por otro lado, su cara sonriente le trajo de vuelta todo lo que ella había vivido, todo su sadismo. Aquel día en el que ella nunca más fue la misma.

Isaura había mostrado signos de su sufrimiento cotidiano, el estado de abandono que la había invadido, un cierto desquicio, un deseo de no vivir. En su casa no se hablaba de esa época oscura. Nunca se habló.

Unos días antes de que la internaran, llamó a Carlos y le pidió perdón, como si ella hubiese sido la culpable de sus sufrimientos, la torturadora.

Hay muchos seres humanos que como Isaura no contaron ni cuentan nunca. Parece que hubiesen recibido la orden de callar para siempre su sufrimiento.

Para poder salir del trauma, quizás, sea necesario reconocer la realidad de la pérdida. Para recomponerse hay que convertir la representación del trauma en un eje de la historia- en una especie de lucero que indica el camino. El sentido es parte del camino de reconstrucción. Depende de la historia personal y contextual.

La adversidad es un acontecimiento, por lo tanto, imprevisto  e infortunado que da lugar a una crisis de sentido. El trauma queda inscripto en la memoria. Desgarra. Isaura quedó rota para siempre.

 Si las personas en la situación como la de Isaura, cuentan con alguna forma de vínculo, la prueba por la que atraviesan, puede ser fortificante, como diría el escritor ruso Gorki, puede ser una “universidad”. Pero para que eso sea posible, tiene que haber alguien. Un alguien con una noción del ser humano que contemple el derecho a reconstruirse, a aprender otro camino en la vida.

 

 

“Venid hasta el borde”, dijo la vida

“tenemos miedo”, contestaron ellos

“venid hasta el borde”, dijo la vida

Vinieron. Los empujó... y volaron”

Apollinaire.

La palabra como camino de liberación

 

            Tomé parte de un texto de Audre Lorde, una mujer negra y lesbiana, porque en este texto se refiere al valor de la palabra y a la desprotección del silencio. Creo que es interesante, ya que para ella el silencio no es un manto que de protección. La palabra pronunciada le permitió vencer temores y rescatarse como persona.     

Audre Lorde dice “He llegado a creer una y otra vez que lo que es más importante para mí debe ser dicho, hecho verbal y compartido, aún con el riesgo de que sea magullado y malentendido. Que el hablar me beneficia, más allá de cualquier otro efecto. Estoy sentada aquí como una poeta negra lesbiana, y el significado de todo eso atiende al hecho de que todavía estoy viva, y podría no haberlo estado (por problemas de salud)” [1]

“¿De qué he tenido miedo alguna vez? De preguntar o de hablar de la manera en que yo creía que podría significar dolor, o muerte. Pero todos herimos de tantas maneras diferentes, todo el tiempo, y el dolor no va a cambiar, ni va a terminar. La muerte, por otro lado, es el silencio final”.

            “¿Cuáles son las palabras que no tienes todavía? ¿Qué necesitas decir? ¿Cuáles son las tiranías que te tragas día tras día y tratas de hacer tuyas, hasta que te enfermes de ellas y mueras, todavía en silencio? Tal vez para algunas/os de ustedes, yo sea el rostro de uno de sus miedos. Porque soy una mujer, porque soy negra, porque soy lesbiana, porque soy yo misma, una mujer negra guerrera poeta haciendo mi trabajo, viniendo a preguntarles: ¿están ustedes haciendo el suyo?”

                        “En la causa del silencio, cada un@ de nosotr@s dibuja el rostro de su propio miedo –miedo al desprecio, a la censura, a algún juicio, o al reconocimiento, al desafío, a la aniquilación. Pero por sobre todo, creo, tememos la visibilidad misma sin la cual no podemos vivir realmente. Nunca se supuso que sobreviviéramos. No como seres humanos. Ni tampoco se supuso que sobrevivieran la mayoría de ustedes. Y esa visibilidad que nos hace a nosotr@s más vulnerables es la misma que también es la fuente de nuestra mayor fuerza. Porque la máquina tratará de hacerte polvo de todas maneras, hayas o no hablado. Podemos sentarnos en nuestros rincones mud@s para siempre mientras nuestras hermanas y nosotras mismas somos desperdiciadas, nuestr@s hij@s desfigurad@s y destruid@s, mientras nuestra tierra es envenenada, podemos sentarnos en nuestros rincones, a salvo, mud@s como botellas y aún así no tendremos menos miedo.”

Este texto me parece especialmente relevante,  por el valor que ella da a la palabra dicha y a no guardar los dolores, los traumas, los horrores, sino hacerlos públicos. Y cómo el hecho de ponerlos en común, puede ser ‘una fuente de fuerza, de vida ’.

Cuando estos acontecimientos son reconocidos por las sociedades, se pueden encontrar otros modos de subjetivación, que no sean el aniquilamiento y el disciplinamiento en el silencio y el sometimiento.  Hay que trabajar en la reparación de la propia autoestima, aprender la esperanza.

Coda para nuestro país: Uruguay

Consideraciones finales

En nuestro país, tenemos muchas vidas que aún no han logrado todo el respeto y el valor que como tales se merecen: los pobres, los presos, los torturados, los desaparecidos, los muertos, los exiliados, los asesinados políticos, etc.

Esta situación nos compromete con todos/as las Isauras, para que sean considerados otros ‘semejantes’, para que sean escuchados y respetados. Se les debe asegurar   todo el cuidado que cada uno necesita. Como sociedad, es necesario ocuparnos de esas ‘vidas’ que no fueron protegidas.

Los poemas, los libros escritos por nuestros prisioneros políticos, en las cárceles de la dictadura, son símbolos, de un aguante abismal, como los poemas de los prisioneros de Guantánamo y de otras prisiones en el mundo. Las palabras dichas, y si están escritas dejan una marca como las dejadas en las piedras de los campos de concentración, “yo, fulanita de tal, estuve aquí”, una huella, un signo, que abre un camino… Esas palabras sobreviven a los sojuzgados, para contar de lo sufrido. Cada palabra está destinada a otro. A.Dorfman dice: en relación a los poemas de Guantánamo, “romper así las cadenas precarias de la soledad, trascender nuestro precario cuerpo y tocar a alguien con el agua de la búsqueda”.

Tendríamos  que buscar, co-generar con ellos, con toda la creatividad y respeto hacia ellos, los caminos de salida. Es el único modo, de cuidar lo humano en ellos y en nosotros.

Mientras con la tortura, se pisotea la interdependencia, con la palabra, el sojuzgado intenta reconstruir un vínculo…   

 

Bibliografía

Butler, J: “Marcos de guerra: las vidas lloradas”. Ed. Paidos, Bs.As. 2010

Cyrulnik, Boris: “La maravilla del dolor”. Ed.Granica. 2001

Danieli, Yael: “The aging survivor of the holocaust” en Journal of Geriatric Psychiatry, Volume 14, No.2, new York, International Universities press. Inc.1980.

Gomez Mango, Edmundo: “La desolación”. Ed. Banda Oriental. Montevideo. 2006

Lorde, Audre: “ Los diarios del cáncer (The cancer Journals)”, 1980 aunt lute books, San Francisco.

 

[1] Danieli, Yael: “The aging survivor of the holocaust” en Journal of Geriatric Psychiatry, Volume 14, No.2, new York, International Universities press. Inc., 1980.

[2] Gomez Mango, Edmundo: “La desolación” . Ed. Banda Oriental, Montevideo, 2006.

[3] Camello: se le decía así al vehículo usado por los militares durante la dictadura.

 

[4]  Pensamiento de un   poeta palestino asesinado por el Mossad.

 

 
Articulo publicado en
Octubre / 2011