(La desgrabación es textual. El texto no fue corregido por los expositores)
Enrique Carpintero
Nuestra idea es trabajar este seminario a partir de nuestro libro. Vamos a contar con invitados en cada una de las clases. Hoy contamos con Sally Schneider y con Emiliano Galende. La idea es tomar algunos momentos en relación a lo que planteamos en el libro, referido a la historia del psicoanálisis y la salud mental en los 60 y 70.
La primer clase es el encuentro fundante entre el psicoanálisis y la salud mental, mañana trabajaremos sobre los abordajes grupales y comunitarios, de Pichón Rivière a las comunidades terapéuticas, donde va a estar Armando Bauleo y Lucy Edelman, y el sábado, el psicoanálisis no institucionalizado, Plataforma y Documento, donde va a estar Fernando Ulloa y Juan Carlos Volnovich.
Nuestra idea es no trabajar la historia desde un punto de vista académico, si no tratar de pensar desde este pasado reciente de la historia, algunos problemas o cuestiones que están ocurriendo hoy. De ahí que nosotros no nos ubicamos como historiadores académicos en el sentido de referirnos a un momento histórico solo desde una historización de ese período, si no como poder dar cuenta de un momento histórico y de allí poder reflexionar ciertas cuestiones en el campo del psicoanálisis y la salud mental.
Nosotros en el seminario vamos a hacer una breve introducción para que después hablen los invitados.
Nuestro libro son dos tomos, este es el primero, trabajamos desde 1957 hasta 1983. Tomamos básicamente dos períodos, los 60 y los 70. El primer tomo comienza en 1957 y termina en 1969. Específicamente en 1969, el Cordobazo. Porque en realidad a partir del Cordobazo, comienza para nosotros la década del 70.
En este tomo describimos lo que se conocería como la época de los sesenta. Y acá habría una pregunta, ¿ Porqué comenzamos en 1957? Básicamente porque en ese año se dan tres hechos fundamentales para esto que comienza a denominarse el campo de la salud mental. Por un lado se crea el Instituto Nacional de Salud Mental, que hasta ese momento no existía, con lo cual implicaba dar cuenta oficialmente de este campo de la salud mental. Esto quiere decir que antes las prácticas en el área de lo psi, de la subjetividad eran patrimonio de los psiquiatras. A partir de generarse este campo de la salud mental se abre el área a otras profesiones, psicólogos, psicoanalistas, y luego asistentes sociales, psicopedagogos. Es decir, empiezan a aparecer experiencias que desbordan estrictamente lo médico.
Por otro lado, en el 57 se crea la carrera de psicología en Buenos Aires. Si bien ya se había creado en Rosario, la que se crea en Bs. As. tiene una importancia fundamental por el hecho de que, si bien al principio había una pequeña camada, a la cual perteneció Sally Schneider, luego se desarrolla masivamente y se transforma en una carrera masiva. Además toma una formación casi estrictamente psicoanalista, con lo cual aparecen una serie de peleas y luchas que transita toda la década del 60 donde por un lado se forman psicólogos que no están habilitados para ejercer la práctica clínica, pero además se forman psicólogos con una formación psicoanalítica que no están habilitados tampoco para ejercer la práctica del psicoanálisis. Toda esta lucha es la que recorre la década del 60 y del 70.
Y el tercer hecho importante que aparece en el 57 es la creación del Servicio de Psicopatología en un hospital general, el hospital Lanús a partir de Mauricio Goldemberg. Si bien el mito dice que fue el primer servicio de psicopatología en un hospital general eso no fue así, hubo otros anteriores, pero el del Lanús adquiere una importancia fundamental a partir de la gente con la que se rodea Goldemberg. Tanto de psicoanalistas como de psicólogos que empiezan a desarrollar experiencias que para esa época eran importantes en tanto trascendía todo el trabajo estrictamente médico en el campo de la psiquiatría, trabajos comunitarios, etc. etc.
Estos tres hechos determinan porqué en el 57 aparece una ruptura con la psiquiatría manicomial dentro de esto que llamamos el campo de la salud mental.
Lógicamente, estos hechos tampoco aparecen por casualidad, hay un clima a nivel mundial donde el tema de la salud mental, el tema del trabajo comunitario, estaba ligado a lo que en esa época se conocía como el estado de bienestar. El estado de bienestar era una fórmula que tenía el capitalismo para enfrentarse al campo socialista en la denominada guerra fría. El estado de bienestar permitía ciertos beneficios a los sectores oprimidos en este enfrentamiento con lo que se llamaba el campo socialista o socialismo real; particularmente prefiero hablar del socialismo totalitario. Específicamente en nuestro país coincide con la etapa del desarrollismo del gobierno de Arturo Frondizi, que era el desarrollar las industrias de base y utópicamente pensar en un capitalismo desarrollado en la Argentina. Es decir de un primer mundo. Esta política continúa con la dictadura de Onganía, inclusive dentro de la dictadura permite ciertas experiencias en el campo de la salud mental como las experiencias comunitarias. Todo esto surge en un clima donde los profesionales de las carreras de psicología junto con los de sociología y de psicopedagogía, se iban a transformar en lo que se llamaba en esa época “agentes de cambio”. Es decir, iban a permitir ese cambio dentro de las estructuras capitalistas. Eso por un lado. Pero por otro lado, también había un clima de época donde había una juventud, profesionales, estudiantes que compartían el imaginario de que todo podía ser cambiado. De allí la necesidad de generar iniciativas, experiencias nuevas; de poder transformar el campo de la salud mental y pelear con ciertas formas tradicionales de la psiquiatría. Básicamente con la psiquiatría manicomial-
Alejandro Vainer
Voy a contextuar el tema de hoy cuyo título es El encuentro fundante del psicoanálisis y la salud mental, la ruptura con el paradigma social.
Nosotros en el libro hablamos de ruptura porque consideramos que no es un avance de la psiquiatría, sino que es evidentemente una ruptura lo que se da en el 57.
Hasta ese año, consideremos que teníamos el desarrollo de un deficitario sistema manicomial, con algunos intentos de cambio por vías del higienismo a mediados del siglo pasado, teníamos la implantación del psicoanálisis que hasta ese momento era muy tenue, y el epicentro de lo que hoy llamamos salud mental, eran los manicomios con la hegemonía de la psiquiatría. Y con los psiquiatras que serán los que defenderán en los de alguna u otra manera el sistema manicomial. La posición de estos psiquiatras, que además es muy importante para la actualidad porque muchas de esas ideas hoy se han consolidado con el neopositivismo psicofarmacológico, era la de naturalizar el manicomio, es decir naturalizar la exclusión. Este era un grupo importante de psiquiatras, a los cuales se han opuesto históricamente los psiquiatras que nosotros llamamos reformistas, que consideraban que el manicomio no era lo más natural para el tratamiento de las enfermedades mentales. ¿Porqué digo que es una ruptura? Nosotros trabajamos bastante bien una investigación de Floreal Ferrara y Milcíades Peña, de finales de los 50, que es una investigación sociológica muy importante por lo que nos muestra. Pero además porque nos describe una radiografía del país, ya que está hecha en La Plata, Rosario, Córdoba, Tucumán y Buenos Aires. El artículo se llama “Qué es salud mental para los argentinos” y salió en la revista Acta Neuropsiquiátrica Argentina. Ellos hacen una serie de preguntas y sacan unos datos sobre lo que era salud mental en ese momento. Una de las primeras preguntas era ¿Qué se entendía por enfermedad mental?, y coincidían en que era una conducta agitada, la mayoría de los consultados consideraban que era de orden físico con lesiones cerebrales, 52 de 100 personas opinaban que leer demasiado podía ocasionar locura, y que cuando se les pedía que graficaran que era la enfermedad mental hablaban de psicosis violentas y bizarras. La mitad de la gente no había conocido nunca a un psiquiatra, y en cuanto a los tratamientos, y esta es la parte más importante de esta radiografía, 32 de cada 100 personas hablaban del electroshock. Después venía el shock insulínico, que eran 12 de cada 100 y recién 8 de cada 100 consideraban que el tratamiento para la enfermedad mental era alguna clase de psicoterapia o el psicoanálisis.
Consideren que con todo esto, el 56% de la gente consideraba que la enfermedad mental no se curaba y que el tratamiento era la reclusión perpetua.
Esta investigación es importante hoy porque nos muestra que a fines de los cincuenta, el panorama era absolutamente otro. En ese momento, evidentemente, el paradigma psiquiátrico estaba consolidado. Si esa encuesta se hubiera replicado a finales de los sesenta, el panorama hubiera sido absolutamente otro por el pasaje que se da de la psiquiatría manicomial a la Salud Mental.
Hay un pasaje que se da del manicomio a diversas instituciones y a la comunidad misma: hospital general, trabajos comunitarios, hospitales de día, formas de internación parciales, prevención de crisis, y distintas clases de abordajes que permitían y tenían el eje en luchar contra el manicomio.
Evidentemente esta lucha al día de hoy continúa.
Este es el primer eje. El otro eje, son diferentes teorizaciones. El psicoanálisis terminó siendo la teorización hegemónica en nuestro campo de los sesenta en adelante. Pero también la reflexologia que tiene un papel bastante importante en esta época, posteriormente serán las ideas sistémicas, pero queda descentrada la idea de que solamente la psiquiatría y las localizaciones cerebrales eran la única explicación. Esto por supuesto como consecuencia lleva a que los abordajes sean diferentes para sostener los dispositivos en hospitales generales, hospitales de día, internaciones en hospitales de día; empieza a haber psicoterapia de distintas clases, individuales, psicoanalíticas, grupales, que son de importancia capital durante los sesenta; comienzan los abordajes familiares, comunitarios. Las comunidades terapéuticas y los abordajes grupales son casi el eje en el salto cualitativo que da la salud mental.
Y también esto implicó, al abrirse las distintas carreras, el pasaje de psiquiatras como solo dueños del campo de la salud mental, a psiquiatras, psicólogos, sociólogos; con lo cual el panorama comienza a estar formado por distintas teorizaciones y distintos profesionales en una lucha por lo que sería legalización de las prácticas, recordemos que la ley del psicólogo que legalizaba la atención recién fue en el 85.
Hubo una serie de luchas con los psiquiatras manicomiales a lo largo de toda esta época..
Hay otro hecho para ver cual era el perfil de lo que fue la creación del Instituto Nacional de Salud Mental, el primer consejo de asesores, que mas bien simbolizan este pasaje que les venimos contando, eran Mauricio Goldemberg, que era recientemente nombrado a fines del 56, Raúl Usandivaras, psicoanalista y además uno de los primeros grupalistas del país y Jorge García Badaracco, psiquiatra y psicoanalista que creó en el mismo año la primera Residencia y durante la década del 60 el primer hospital de día dentro del hospital Borda. Este fue el primer consejo de asesores del Instituto que simboliza un poco cuales eran las orientaciones deseadas. Pero ustedes calculen que si hasta el día de hoy estamos hablando de la lucha antimanicomial, imagínense que en el 57 y en los 60, esto no iba a ser fácil en absoluto. Fue y sigue siendo una tarea en construcción.
Sally Schneider
La carrera se crea en el 57 en la Universidad de Buenos Aires y un año antes se había creado en la ciudad de Rosario donde había gente de Bs. As. que viajaba a Rosario, eran los pioneros. En principio quiero ubicar esta carrera en la Facultad de Filosofía y Letras, porque es ahí donde surge. Esa facultad, del 57 en adelante, era un centro muy importante en términos de cultura. Había muchas carreras, y hasta la aparición de psicología, sociología y ciencias de la educación, los que iban ahí a estudiar no estaban planteándose una profesionalización sino que querían estar aprendiendo. Estas nuevas carreras introducen modificaciones en el clima incluso de la facultad. Porque eran un montón de jóvenes que tenían que ver con las ciencias sociales y la búsqueda de una salida laboral. Desde el inicio se daba en forma natural la interdisciplina, porque teníamos muchísimas materias comunes, un primer año común para casi todos, compartíamos no solo los conocimientos sino los debates y las polémicas que empezaban a surgir fuertemente en esa época. Ustedes ya situaron lo que pasaba en el mundo y en el país; todo lo que estaba ocurriendo en relación a los cambios, que tenía que ver con la Guerra Fría , y también con la guerra de Argelia, en el 59 el triunfo de la Revolución Cubana que fue de altísimo impacto en cuanto a nuestros ideales, pero tenía que ver con varias ideas que estaban muy presentes. Una estas era que nadie podía ser espectador, sino que todos debíamos ser activos y protagonistas y que teníamos que construir nuestro propio el futuro. Esto valía para la carrera que se estaba haciendo donde nadie sabía si se iba a poder recibir. Este era un momento en que la carrera se crea en medio de la revolución Libertadora que derroca al gobierno de Perón y que impone una enorme proscripción del peronismo, obviamente, con gobiernos no elegidos. Esta fue la época de Aramburu. Después viene Frondizi que está sujeto a planteos militares permanentes y que es depuesto por un golpe militar; después Illia, etc, etc. Entonces, lo que nosotros vivíamos era una inexistencia de la democracia. Y lo interesante era que ni siquiera nos planteábamos la consigna de la lucha por la democracia, sino que pensábamos que la democracia era algo poco menos que irreal, imposible. Al mismo tiempo en el mundo en el 72 estaba la crisis de los misiles con Cuba, en el 73 el asesinato de Kennedy, el comienzo de la guerra de Vietnam; un mundo donde la confianza en las instituciones democráticas era francamente…la idea que circulaba era que la democracia era burguesa y no servia a los intereses de la mayorías populares.
Uno de los temas que nos preocupaban era cómo articular ciertas cuestiones que estaban ahí con la disciplina; una de ellas era la relación con las ciencias sociales más todos los debates que se hacían en la Facultad y fuera de ella. Había permanentemente mesas redondas donde venían políticos, especialistas en distintas cuestiones, y se discutía todo el tiempo que era lo que pasaba y que había que hacer.
Hacer legal lo legítimo fue una consigna que levantó la Asociación de Psicólogos durante años, pero al comienzo de los tiempos una de las preocupaciones nuestras era como hacer para que la futura profesión tuviera legalidad, porque nosotros aparecíamos como auxiliares de la medicina, cosa que jamás aceptamos. Pensamos que aunque éramos muy poquitos no éramos ayudantes, éramos una carrera mayor, pero como no había ley al respecto, teníamos que apoyarnos en una legitimación social de nuestra práctica profesional. Y esta legitimación tenía que ver además con una enorme responsabilidad. Esto ya tiene que ver con la ética, pero la responsabilidad pasaba por estudiar muchísimo, ser muy exigentes y cuidadosos en la formación. Como mayoritariamente aceptábamos al psicoanálisis, teníamos que psicoanalizarnos por supuesto, teníamos que tener nuestros grupos de estudio, nuestra formación, supervisión, etc., etc. La Facultad además estaba muy vinculada con distintas instituciones de la cultura por la zona en la que estaba incluso geográficamente, en Viamonte y San Martín rodeada no solamente de bares donde había encuentros sino también de galerías de arte, etc., Después nos mudamos psicología y sociología a Florida al 600, enfrente estaba la galería Van Riel, donde se hacían exposiciones y se hacía teatro, el instituto Di Tella estaba cerca también, bares donde se encontraba la gente de cine, pintores. Y con ellos había intercambios permanentes. Había otro Centro interesante también, creo que se llamaba Centro de Artes y Ciencias; me acuerdo quien lo había generado, Daniel Perniaski, donde también se hacían debates permanentes. Ese era un poco el clima, y en la Facultad además cursaban muchísimos graduados de otras carreras. Porque había una ordenanza que permitía cursar materias en otra Facultad.
Conseguimos con mucha lucha traer profesores, nosotros mismos los íbamos a buscar. La elección principal eran psicoanalistas pero más de orientación “pichoniana”. Pichón Riviere ya tenía la Escuela de psicología social y muchos de nuestros profesores eran profesores también ahí. La gente de Rosario, como Butelman, Berstein, que habían fundado la editorial Paidos en ese momento, también fueron profesores nuestros y trajeron alguno de los profesores de Rosario entre los que estaba Bleger. Este tuvo una incidencia enorme en este período. Con él debatíamos la relación entre psicoanálisis y marxismo. Desde el punto de vista ético había una fuerte presión para ser coherentes en términos de ciencia e ideología y consecuentes con los hechos. Esta era una exigencia para todos. Perro también es cierto que no era una cuestión de ser enciclopedistas, de aprender bien todo, sino de tener un tipo de pensamiento crítico, que nos permitiera conocer todas las teorías, poder incorporar distintos aportes, hacer eje en el psicoanálisis pero vincularlo con otras cosas; en ese sentido éramos bastante abiertos. Presenciamos las increíbles discusiones que ustedes cuentan maravillosamente en el libro entre psicoanálisis y el Partido Comunista, porque estaba el grupo de los reflexólogos en la Facultad ; el Partido Comunista no aceptaba al psicoanálisis por considerarlo idealista y burgués y porque ponían el énfasis en la base material de la conducta del cerebro. Nosotros participábamos en estas discusiones, pero de alguna manera las mirábamos desde afuera porque ni estábamos en la APA , porque no nos dejaban ya que no éramos médicos ya que había una ley que consideraba que el arte de curar sólo podían ejercerlo los médicos porque sino era curanderismo, tampoco estábamos en el PC, así que tampoco nos calentaba mucho si el PC era pro psicoanálisis o no. Pero si nos preocupaba mucho hacer nuestras propias articulaciones con el marxismo, con el materialismo dialéctico. Además como estábamos en esa facultad tan politizada, también teníamos conocimiento de otras cuestiones, por ejemplo, que ya se estaba gestando una fracción dentro del PC. El movimiento estudiantil tenía un protagonismo enorme en ese período, tenía mucho poder, y nosotros nos apoyábamos en eso. Por eso podíamos conseguir cambios de profesores, de ‘planes de estudios, etc. El movimiento estudiantil, a su vez, estaba articulado con el movimiento obrero organizado. De modo que el poder tenía que ver, en nuestro caso con la pertenencia a la universidad y al movimiento estudiantil mucho más que con pertenencias a estas otras instituciones. Y en ese sentido la pertenencia era muy fuerte. Después hubo otra pertenencia muy fuerte para los primeros psicólogos, que fue el Servicio de Goldemberg, donde nosotros empezamos a trabajar para formarnos. Teníamos la idea, además de que la formación profesional y el trabajo en los espacios públicos, hospitalarios, etc., eran una manera de devolver a la sociedad lo que nos había dado costeando nuestra formación. Esa pertenencia universitaria se daba también por un fuerte conocimiento de interrelación entre todas las facultades, cosa que creo que después de los 70 se perdió para siempre. Nos conocíamos, circulábamos. El Centro de estudiantes de Medicina había llevado a Garma y a Rascovsky, que eran los que metieron el psicoanálisis en la universidad por el 58, daban sus clases en un anfiteatro de la Facultad de Medicina, habían creado grupos terapéuticos, etc.
En Exactas trabajaba León Rozitchner y había organizado un ciclo que se llamaba “Persona y subdesarrollo” y también ahí íbamos. Había un conocimiento y circulación, y además trabajos que organizaba la universidad en interfacultades. Por ejemplo, uno que fue modelo, fue el programa de extensión universitaria interfacultades que se hacía en la Isla Maciel , en Avellaneda. Comenzó por el 57, Noemí Fiorito era la Directora del Departamento de extensión y Amanda Subes era la Directora de este programa en el cual los estudiantes también participábamos con gente de otras facultades. Realmente fue una experiencia que merece un capítulo aparte, es fascinante.
Ahora, la editorial Eudeba por ejemplo, que también se crea en ese período, estaba en el mismo edificio de Florida donde funcionábamos nosotros. Boris Spivakoff que dirigía el Centro Editor de América Latina estaba en el quinto piso, publicaba centenares de miles de libros que leía todo el mundo y eran muy accesibles.
Todo esto hasta Onganía. En el 61 comienza a reprimirse a algunos psicólogos, en el 62 se crea la Asociación de Psicólogos, cuando nos recibimos mas o menos éramos muy pocos.
Nuestra idea era que teníamos que darnos formas organizativas, todo el tiempo en búsqueda de poder para acceder a nuestros objetivos profesionales, sociales, etc.
La Asociación de Psicólogos fue parte de esta organización. Pero participábamos en el claustro de graduados, en el Departamento de psicología; creamos una Asociación de auxiliar del personal docente dentro de la Facultad , íbamos generando espacios y organizando a la gente todo el tiempo.
Emiliano Galende
A mi me parece que este es un ámbito natural, el de las Madres de Plaza de Mayo para hablar de un libro como este, hablar de la memoria y de la historia. Porque las madres simbolizan en la Argentina hoy una lucha que se articuló de una manera notable. Esta ha sido, de alguna manera, ejemplar en el mundo en la problemática de la memoria, la cuestión de la verdad, de la ética y los derechos humanos.
Personalmente me siento agradecido y creo que toda mi generación agradece el esfuerzo de ustedes dos de hacer el libro, porque alguien tenía que, de algún modo recuperar la historia para una memoria colectiva. Porque la historia sigue siempre ciertos basamentos fundamentales de identidad de las personas. La historia, tanto lo que hace a la filiación personal como a los datos de lo que uno ha atravesado a lo largo de una vida, constituyen los pilares sobre los cuales se sostiene la identidad. Recuperar la historia no es más que darle un sostén, una prioridad a lo que nos ha constituido. En este sentido me parece alentador que este tipo de encuentro nos permita volver y para mucha gente más joven recuperar lo que es su historia, lo que los antecedió y lo que fue determinando la profesión.
Argentina no se ha caracterizado por ser una comunidad de memoriosos. Las sucesivas dictaduras militares y las historias de terror y crueldad en este país han lastimado doblemente las cuestiones de la historia y han lastimado mucho las cuestiones de la identidad. No fueron sólo los españoles, los que continuaron esa cuestión del terror y la crueldad como modo de desidentificar a los grupos y quitarles justamente el sostén de la historia. Los militares, la última dictadura es un ejemplo claro, se les había dado la tolerancia de la población, que aceptaba muy fácilmente la cuestión de reprimir o renegar de algún modo de la historia.
Cuando lo que se dio en llamar el retorno de la democracia en el 83, volvió Goldemberg al país, comenzamos a pensar cómo se recuperaba lo que habían sido los movimientos de los setenta. Hubo una propuesta, en la que yo participé, de recomponer, llamar a una nueva reunión nacional de todos los trabajadores de la salud mental y tratar de recomponer una organización que diera continuidad y recuperara la memoria de lo que se había producido en los 70. Recuerdo muy bien, los psiquiatras que en ese momento estaban organizando lo que llamaban el Primer Congreso Argentino de Psiquiatría, rechazaron la idea. Convocaron a ese primer congreso que renegaba que antes habían hecho seis. Recuerdo eso anecdóticamente porque creo que todos estamos puestos en esa posición ética. O nos basamos en la historia de la verdad, no importa lo que uno quiera tener como posición, o hacemos de algún modo un repudio de esa historia, que es desentenderse de la propia identidad, de aquello que nos ha constituido e inauguramos, en este slogan curioso, como si para fundar algo nuevo hubiera que enterrar el pasado, y de lo que se trata siempre con este entierro del pasado es de algún modo borrar estas huellas de identidad cuando se hacen molestas para vivir el presente.
Entonces me parece que el libro es ejemplar, que nos ubica muy bien en esta otra ética, desde la posibilidad del recuerdo y de la integración de esa historia que nos ha constituido a todos.
Tomo algo que está en el libro y que ustedes ya introdujeron que me parece bien planteado. Tres hechos fundantes alrededor de lo que llamamos hoy salud mental, que son la creación del INSM en el 57, la creación de la Facultad de Psicología y de las escuelas en ese momento y el servicio del Lanús. Los tres hechos fueron fundantes, ahora; ¿cómo se genera todo esto?
En el año 56 la OMS había recogido lo que eran movimientos importantes en ese momento en Europa y EEUU de crítica a la cuestión de los manicomios, etc., y había una reflexión, que es la verdadera fundante. En una asamblea la OMS propone cambiar la denominación del modelo de sistema de atención psiquiátrica, a este modelo de atención global de la salud. Eso tuvo una importancia fuerte. Inglaterra es la primera que hace el Instituto de Salud Mental, EEUU la sigue prácticamente un año después con el Instituto Federal de Salud Mental, y el decreto con el cual se sanciona y se reglamenta el INSM es casi copiado de EEUU. Y esto se empezó a gestar todavía en tiempos de la dictadura de Aramburu, fenómeno particular argentino. Esta gente funda de algún modo una nueva perspectiva. Clausurar el modelo de atención psiquiátrica basada en consultorio externo y hospital o colonia, para formar un modelo más del cuidado de la salud. ¿Qué se les ocurre? Convocan a los directores de las 11 colonias de alienados que había en el país, las cátedras de medicina que tenían en el país sus propios hospitales psiquiátricos. (Hoy hay 11 colonias de alienados en el país, todas ocupadas, y sigue habiendo 42 hospitales psiquiátricos en el país, todos ocupados. Y las cátedras de psiquiatría en la facultad de medicina siguen teniendo sus consultorios psiquiátricos. )
Pero convocan a estos directores, yo conocí personalmente a varios. Eran 11 psiquiatras tradicionales que estaban al frente de estas colonias de alienados que se llamaban en realidad colonias de rehabilitación aunque en realidad nunca nadie se rehabilitó en esos lugares; fueron siempre depósitos de pacientes que o llegaban directamente o venían derivados de algún otro hospital psiquiátrico que necesitaba liberar camas.
Estos 11 directores crearon lo que se llamó la Comisión Nacional Asesora en Salud Mental. Esta comisión se suponía que asesoraba a los directores de los hospicios en la nueva perspectivas en salud mental. Que no eran tantas. Pero cometieron, según lo veo, un error político, se les ocurrió organizar anualmente una conferencia que se llamaba Conferencia Nacional de Salud Mental.
Un psiquiatra disidente de todo este movimiento era Gregorio Berman, que dirigía una clínica psiquiátrica en Córdoba, y que organizó junto con Pichón, es curiosos el dato pero algunos lo conocen, Pichon estaba internado en la clínica por sus problemas alcohólicos, y era bastante amigo de Don Gregorio, y los dos armaron, como respuesta a eso otro las Jornadas Nacionales de Psicoterapia que se hacían en la clínica, a las cuales yo recuerdo haber ido siendo todavía estudiante. Este movimiento que trataba de perfilar una visión renovada de lo psiquiátrico tradicional en manos de los directores, y por otro lado, empezaba a surgir de las jornadas de Córdoba con las jornadas de psicoterapia una nueva figura, eran médicos que tenían formación psiquiátrica y que al mismo tiempo estaban haciendo su formación psicoanalítica. Una figura nueva, diría yo en aquellos años, que es el psiquiatra- psicoanalista, una figura que tuvo mucha presencia en el interior del país. Yo vivía en Rosario en ese tiempo, y me acuerdo que en Rosario, en Córdoba, en Bahía Blanca, se empezaban a generar grupos que viajaban a Buenos Aires a hacer su formación. En general eran médicos psiquiatras que trabajaban como psiquiatras y empezaban a hacer su formación psicoanalítica.
Como no podían tener ninguna tarea de tipo gremial se les ocurrió a los de la Comisión Nacional Asesora en una reunión en San Luis, año 59, crear una entidad
gremial- científica, que se llamó Federación Argentina de Psiquiatras. Era encargada de organizar congresos periódicos, ese es el origen de los Congresos Argentinos de Psiquiatría. Empezó a ser convocante para mucha otra gente que tenía cierto espíritu de renovación, ya había un movimiento muy importante de psiquiatría comunitaria en Estados Unidos, que estaba cuestionando toda la temática del área psiquiátrica, había habido ya movimientos dentro del Instituto en Inglaterra; ya se había creado la seguridad social de Inglaterra y eso había generado una recomposición dentro de la institución médico psiquiatra. A esto se agregó, como ustedes señalan, un empuje que fue como una ola grande que vino a dar mucho empuje a esto, que fue los primeros psicólogos que empiezan a llegar masivamente a los hospitales generales, a los hospitales psiquiátricos; se incorporaron muy rápidamente al sistema público de atención y venían desde otras perspectivas porque habían sido formados básicamente por psicoanalistas. La figura que los englobaba era Pichón Riviére, ya que eran psicoanalistas interesados en una perspectiva social mas amplia. No era la APA , que había tenido su contrato con Mauricio Goldemberg cuando estuvo a cargo de la Dirección de Salud Mental de la Ciudad de Bs. As. Y ahí es imposible recorrer toda esa historia. Ocurre una cuestión rara y particular. En el año 66, voy a pintar un panorama muy sintéticamente, grandes grupos de psiquiatras del interior que ingresaban en el psicoanálisis empiezan a moverse y utilizan la estructura de la FAP que se organizó en regionales. Una era la Capital Federal , había una regional litoral, una regional centro, cuyo, etc. Estaba todo el país repartido en estas regionales. Muchos psiquiatras del interior activaron esta organización y empezaron a generar sus propias propuestas. El servicio de Mauricio Goldemberg en Lanús era un hervidero; había algunos reflexólogos, empezaba a haber algo de lo interaccional, había por supuesto muchos psicoanalistas y muchos médicos psiquiatras, que nunca fueron mayoría.
Pero esto generó muchas inquietudes, además llegaba gente de afuera del país, que venía a formarse allí, esto despertó una expectativa de una posibilidad de una formación que no fuera ni estricta ni solamente psiquiátrica ni psicoanalista. Era formarse en el seno de un diálogo de profesionales y de disciplinas diferentes. Y estaban al mismo tiempo los psicólogos que llegaban a los servicios y que también era un factor de inquietud. Se había creado ya las primeras carreras de terapia ocupacional, empezaban a aparecer los terapistas ocupacionales, empezaron los asistentes sociales. Y eso hacía esperanzadora y prometedora la perspectiva de un cambio en la Argentina , en sintonía con los cambios que se estaban produciendo en otros países. Pero llega la
noche de los bastones largos, la intervención de la universidad, la dictadura de Onganía. Y ahí pasa un fenómeno curioso, que debiera ser un motivo de investigación especial en relación con Salud Mental. Una dictadura más bien fascistoide, con un nivel de represión muy importante, sobre todo en el campo intelectual, en el campo cultural argentino ya que la dictadura de Onganía atacó frontalmente los núcleos de cultura básicos, muchos profesores de la facultad que emigran, muchos se van del país. Muchos de estos profesores de psicología, para los que las puertas de APA no estaban abiertas, empiezan a abrir pequeñas “escuelitas” de psicoanálisis que proliferan por todos lados, que se potencian mucho por este cierre de la universidad. Ahí se creó la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, nosotros le decíamos la “apita”, porque era la APA no oficial. Se genera eso y por otro lado, al nivel del gobierno, aparece una cuestión rara. Los militares no sabían que hacer con este Instituto Nacional de Salud Mental, que en sus orígenes y perspectivas era más democrático, y entonces nombran a un cirujano, siniestro después, que es el famoso señor Estévez. El Coronel Estévez se hace cargo del Instituto, Estévez no entendía nada, era cirujano neurólogo. Convoca a un grupo de personas muy curiosas, a un hombre, que era Champs, que estaba en Estados Unidos, a otro que era peruano, Guedes Arroyo, el otro que estaba en España, que era Humberto Mesone, y armaba una especie de dispositivo de renovación y comienzan a construir el primer plan que hay en Argentina de Salud Mental, el del año 67. En ese plan el centro del atención eran las comunidades terapéuticas, porque para entonces, también la OMS había recomendado como modelo de reforma de la organización psiquiátrica, la creación de comunidades terapéuticas. Entonces, tomando el elemento renovador Champs recorre el país colonia por colonia y trata de generar comunidades terapéuticas en las colonias. Gran estafa; colonias con 1500 personas, muchas de ellas en condiciones miserables. Juntaban 40 pacientes, armaban la comunidad terapéutica y tenían diarios, les dejaban escuchar la radio; mucha gente con buenísimas intenciones se comprometió en esto, pero por supuesto, en todo este clima supuestamente democrático, que iba a ser de una participación de los pacientes en vías de una recuperación, recién terminaba cuando el paciente decía “bueno, pero entonces, ¿me puedo ir?” Y ahí se terminaba la comunidad terapéutica y volvía a aparecer el poder médico psiquiátrico. Esto lo conocíamos en aquella época como “servicio vidriera”, porque era como poner en la vidriera algunos maniquí que hacían suponer una moda nueva, cuando en realidad detrás estaba la miseria de siempre. Pero es curioso porque también en ese año se crea el Plan de Salud de la Universidad de Buenos Aires, que era un plan progresista y fue lo que dio lugar a la instalación de servicios de psicopatología en hospitales psiquiátricos. Eso fue mérito de Mauricio, que decide con mucho apoyo de los psicoanalistas de APA, que se implantaran servicios y se crearon dos centros de salud mental, que era el 1 y el 2, que todavía están. Se crearon como centro según el modelo americano, básicamente, de los centros de salud mental.
El país era complejo. Goldemberg, más vinculado con la psiquiatría comunitaria y con lo que venía de Estados Unidos, el grupo religioso de Champs, Mesón, etc. El Coronel Estévez fue quien después pasó a Director del Hospital Posadas, ustedes conocen la historia terrible.
(NO SE PUEDE DESGRABAR)……..
Han pasado 34 años. Lo esencial de este sistema de atención sigue vigente.-
PREGUNTA – NO SE ESCUCHA
RESPUESTA
GALENDE
Juan Carlos Rissó fue amigo entrañable mío y compañero en el Comité Ejecutivo de la FAP que se eligió en el Congreso de Rosario, en ese tiempo en los congresos se hacían asambleas masivas, porque había muchísima gente, y se elegían por voto a la Comisión Directiva Nacional. Era el Comité Ejecutivo de 6 personas y el Consejo Federal que nombraba las regionales. En Rosario fue elegido presidente Gervasio Paz, vicepresidente Silvia Berman. Juan Carlos Rissó tomó un compromiso enorme, tenía demás un compromiso político, sobre todo en la atención de cuidados psíquicos a militantes. Fue secuestrado, justamente después de una reunión en la casa de Silvia Berman. Después de esa reunión nos despedimos todos en la puerta y rato después supimos que lo estaban esperando.
Fue una de las personas que más lucidez y más empuje puso a partir del congreso del 70.
PREGUNTA: ¿Qué impacto tuvo el cambio de las prácticas de salud mental después del 70?
RESPUESTA:
SCHNEIDER
Yo creo que tuvo un impacto enorme y de gran aceptación fundamentalmente, por un lado, por el psicoanálisis, que se había impuesto de alguna manera a nivel cultural y no solamente en las prácticas asistenciales en hospitales públicos. Había dentro de la clase media y más intelectual una especie de mandato que más o menos era hacerse cargo del inconsciente de cada uno. Entonces todo el mundo se tenía que analizar, y nosotros además impulsábamos eso con una promoción por todos lados. La experiencia mía en los hospitales, y sobre todo en el Lanús es que la receptividad fue extraordinaria, por el lado de pacientes, de familias, de estudiantes, de intelectuales, de todo el mundo. Consideraron que eso era un lugar de consulta parta cualquier tipo de problemática, no era la enfermedad mental. Y después, mucho más todavía con el trabajo que rodeaba toda la comunidad.-
GALENDE
Imagínense lo que era, el examen de un paciente de atención psiquiátrica. Este consistía en una observación de un médico, episodio de por medio, con una persona que tenía que decidir en ese momento si el diagnóstico iba a significar quedarse adentro o ir afuera. Oficialmente se sabía que lo esencial de la práctica era la internación.
Ahí los pacientes tenían poco que decir. Junto con el diagnóstico venía la prescripción. Y la prescripción mayor era el ingreso al tratamiento. El impacto mayor que produjo a partir de los 60 es que las personas empezaron a hablar de otra manera y fueron escuchadas de otra manera.
A diferencia de cuando aparecieron los primeros psiquiatras psicoanalistas. Cambió la escena, el paciente empezó a hablar. Me parece que la cuestión tan autoritaria de ese tiempo también afectó a los psiquiatras. Porque era más complicado seguir con ese ejercicio autoritario del poder y además enfrentar una censura real. Eso no quitaba que siguiera habiendo electroshock, shock insulínico o que se atara a los pacientes a sus camas y eso, pero generó otro espacio.-
PREGUNTA –NO SE ENTIENDE
RESPUESTA
GALENDE
La cuestión es que Argentina no tiene una ley de salud, tiene una ley de ejercicio de la medicina, que no es lo mismo. Todo el mundo tiene leyes de salud, más o menos amplias, se incorporan las ciencias sociales a la salud. En la Argentina la salud sigue regida por una ley de ejercicio de la medicina, no de salud. La primer ley de salud que tiene contenido de salud es la que se declaró en la ciudad de Buenos Aires, la conocida 1.150, que es la ley de salud pero para la ciudad de Buenos Aires.
SCHENEIDER
Brevemente te contesto lo de los psicólogos. Las materias se cursaban en los hospitales, o sea que antes del Lanús ya estábamos instalados. Thelma Reca tuvo un Servicio en el Hospital de Clínicas, que era de psicología y psicopatología de la edad evolutiva que dependía de la Facultad de psicología aunque no lo crea, no de Medicina. Después de la renuncia de Thelma, en la época de Onganía, se perdió para siempre. Nunca más tuvimos un Servicio Hospitalario propio. Pero ya nosotros desde estudiantes andábamos por los hospitales. Cuando entramos al Lanús lo que primero teníamos que ver era lo que íbamos a hacer. Uno de los temas era que queríamos hacer psicoterapia, no nos importaba lo que dijera la ley, ni la APA ni nadie. Y con Goldemberg se dio una cosa divertida, en realidad. A cada uno nos decía “vos podes hacer psicoterapia, vos sabes que los psicólogos no, pero vos si. Vos tenés buena formación y bla bla bla. No digas nada.” Tiempo después, cuando nos juntamos los psicólogos del Lanús para blanquear esta situación y ver que íbamos a hacer, ahí nos enteramos que a todos nos había dicho lo mismo. Y que todos en secreto hacíamos psicoterapia, pero que él oficialmente no lo podía hacer.
Yo entré como psicóloga de planta que tenía internaciones breves. Estaba ahí y no sabía que era lo que iba a hacer realmente. Muy buena la relación con los médicos que estaban, todos muy jóvenes, en formación, no había ningún problema de poder ahí adentro. Trate de ver qué podía hacer, y ahí hicimos los grupos familiares. El tratamiento de los grupos familiares sobre todo en el momento de la externación. Yo coordinaba los grupos familiares junto con el terapeuta individual, que era un médico. Se trabajaba con la familia, y después se extendió a las familias de adolescentes, de niños, de distintos departamentos. Metimos psicodrama, había asambleas de comunidad terapéutica, había de todo. Porque Goldemberg propiciaba la implementación de todo lo nuevo que andaba circulando en el mundo de la salud mental. Todo era bienvenido si se hacía seriamente y se respetaba a los pacientes. Realmente era notable como se incorporaban todas las innovaciones, e incluso se crea un programa de lo que se llamaba psiquiatría comunitaria, donde trabajábamos nosotros también, era psiquiatría porque tenía que ver sobre todo con la residencia de salud mental y porque a nadie se le ocurriría en esa época llamarlo psicología comunitaria.-
Este se realizó en el III Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos organizado por la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo en noviembre de 2004.