Hace un año se aprobó la Ley Nacional de Salud Mental. Su destino parece seguir los pasos de la Ley 448 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Buenas intenciones en los papeles pero ningún cambio efectivo.
Es una ilusión que una ley por si sola pueda cambiar el estado de las cosas. Ya lo decía Franco Basaglia: “Cuando una ley es aprobada eso no quiere decir que mañana será aplicada. Es necesaria mucha vigilancia para que la ley comience a operar.” Para ello, era fundamental la lucha de los Trabajadores de Salud Mental. Para Basaglia, en las luchas había un nivel político y un nivel teórico técnico. El nivel político fue el que estuvo en el nacimiento de dicha ley, surgida como fruto de la presión de movimientos populares que incluían desde Sindicatos hasta Partidos Políticos, pasando por trabajadores de Salud Mental, usuarios y familiares. El nivel teórico técnico se fundamentaba en trabajos concretos y las conceptualizaciones del Movimiento de Psiquiatría Democrática, con la demostración del cierre del manicomio de Trieste.
La situación en nuestro país es opuesta de la Italia de entonces.
En el nivel político, la Ley Nacional de Salud Mental fue aprobada sin movilización alguna de Trabajadores de Salud Mental ni de otros grupos. Muchos se enteraron tiempo después de la aprobación y hasta el día de hoy están preocupados en cómo hacen para cumplir esta nueva ley como si fuera tan sólo una reforma burocrática, donde hay que sumar las firmas de un equipo interdisciplinario para hacer los mismos trámites de siempre. Por otro lado, el conjunto de asociaciones médicas y psiquiatras se opusieron y se oponen sistemáticamente a esta Ley. Así como intentaron interferir con su aprobación, hoy “trabajan” para que no se pueda aplicar para luego fundamentar que es “inaplicable”.
En este sentido es preocupante la situación de luchas a nivel teórico técnico. Y aquí un eje central es la formación de los Trabajadores de Salud Mental. Esto comienza en las diversas facultades de Psicología, donde los programas siguen en la propia “torre de cristal” de la academia como si no hubiera que formarse de forma diferente para trabajar de otro modo. Esto continúa en las formaciones de posgrado donde no se profundiza en cómo concretamente transformar el trabajo cotidiano. Tampoco se difunden modos de trabajo que no sean los hegemónicos. Las experiencias actuales o pasadas, de aquí o del exterior, son prácticamente desconocidas en la formación. Cada cual atiende su juego, mientras todo sigue igual. La apelación a la buena voluntad y las buenas intenciones parecen ser los fundamentos de la transformación.
En este sentido, quienes hacemos Topía, intentamos avanzar en los dos niveles de lucha. Por un lado, a nivel político, tal como lo sostenemos sistemáticamente en nuestras acciones y publicaciones. Pero también a nivel teórico técnico. Por ello, en este número de la revista hemos incluido una serie de artículos que permiten ver cuál es la situación en nuestro campo. Por un lado, la discusión sobre la desmanicomialización sucedida en Francia, que relata en su texto Miguel Benasayag. También situaciones que parecen increíbles pero que suceden: que el propio Estado compre cigarrillos para entregarle a los pacientes del Hospital “Melchor Romero”, tal como nos relatan Celina Villarreal y Melisa Marchese. Y también cómo la protección de menores en una guardia se transforma en una situación de insólita violencia, como escribe María Laura Ormando en “el sacapibes”. Por otro lado, inauguramos el “Ateneo Psicoanalítico de Topía”, cuya modalidad implica la presentación de casos y el abordaje desde diferentes perspectivas para poder trabajar concretamente en la construcción de Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos a la altura de nuestros tiempos.
El Dossier lo dedicamos a “El secreto: luces y sombras en la subjetividad” donde Enrique Carpintero y Cristián Sucksdorf trabajan desde diferentes perspectivas el secreto del poder. Mientras María Carman nos habla del secreto que habita en el espacio público y Daniel Waisbrot sobre el secreto en la familia.
Dada la importancia que tiene el debate, actualmente paralizado en la Cámara de Diputados, sobre la despenalización del aborto continuamos aportando a este tema con los textos de Laura Klein y Nina Zamberlin.
Para finalizar queremos destacar que la lista de Psicólogos en Frente (PEF) obtuvo por cuarta vez consecutiva la minoría del Claustro de Graduados en la Facultad de Psicología (UBA). Como integrantes del PEF adherimos al “compromiso de generar y consensuar acciones políticas potentes para articular el Hospital y la Universidad públicos, su defensa y la de los colegas que en ellos se desempeñan; habilitando espacios que promuevan la participación de colegas y profesionales de la Salud Mental, respetando la diversidad de opiniones, la reflexión colectiva y el ejercicio de la función de contralor de los actores institucionales que eligen a sus representantes.”
Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer