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La Prostitución: forma social de la pulsión de muerte

 

“Los mitos, cumplen una doble función en la cultura, el intento de respuesta a los enigmas que nos presenta la vida y el ocultamiento de la violencia para la justificación de algún sistema social.[1] Por lo tanto es necesario no perder de vista tanto la riqueza de la ficción alegórica, como el ocultamiento y la justificación de los sistemas opresivos que portan los mitos. Tomaré como ejemplo el mito del Rapto de las Sabinas, sobre la fundación de Roma.

Una vez fundada Roma, Rómulo convoca a gente de otras comarcas para poblarla. En su mayoría asisten delincuentes, buscando un lugar de oportunidades mejores, de las que carecen en sus pueblos. Como era de suponer no asisten mujeres, y para que esto ocurra convocan a los pueblos vecinos a una gran fiesta, pero estos vecinos, advertidos de la peligrosidad de los romanos, no aceptan la invitación. Sólo los sabinos, gente trabajadora y guerrera, llegan a los festejos. Según un plan preconcebido de apropiación, los romanos se lanzan en un momento determinado sobre las mujeres jóvenes, y las secuestran. Tiempo después los sabinos, habiendo preparado su ejército, vuelven a rescatarlas. Pero ya las jóvenes estaban embarazadas o habían parido hijos(...) y “... quedarían unidas con ellos por el vínculo más dulce que pueda enlazar a los seres humanos, el de la maternidad. Debían por consiguiente moderar su rencor y dar sus corazones a aquellos a quienes la suerte había hecho dueños de sus personas.”[2]

Como vemos, Rómulo, con sus argumentos, refuerza a las mujeres en un lugar que aún ocupan: el de tolerar la violencia de la apropiación indebida, reforzar la unión hombre-mujer sin objeción posible de parte de ella en función de un rol que debe estar por encima de todo: la maternidad.

Este modelo de abuso, de violencia, de apropiación y de engaño es el que sostiene la explotación sexual a lo largo de la historia.

Es sólo un ejemplo de los mitos patriarcales que impregnan nuestra cultura, manipulando las mentes de los sujetos para lograr apropiarse de las riquezas de los pueblos y los cuerpos de las mujeres, que operan como mercancía: un bien más. Esto nos introduce en el tema de las mujeres como preciado botín para satisfacer a ese tipo de cultura. Según Marx no entran ni siquiera como valor de cambio, sino de uso.

Esta característica de uso se conecta con la apropiación de las mujeres en general y en el extremo de este continuo, el prostituirlas.

 

Factores claves para la existencia de la prostitución

 

a)      El sistema patriarcalproductor y reproductor de la opresión, esclavización y muerte de mujeres, y básicamente de las mujeres a quienes prostituye.

b)      La demanda del prostituidor clienteque determina la existencia de la prostitución.

c)   El imaginario social prostituidor.

d)     Las crisis económicas.  

e)      El capitalismo en su fase neoliberal, como productor de esclavitud.

f)       El prostituidor reclutador, personaje clave para destruir la resistencia de las mujeres con el objeto de ingresarlas a la prostitución, llegando incluso al secuestro. Estos personajes, mediante extraordinarias maniobras manipulatorias que, como dice Masud Kahn[3] refiriéndose a los sujetos perversos, consiguen y exigen de sus víctimas, “la suspensión de la discriminación y la resistencia, en todos los niveles de la culpa, la vergüenza y la separación”.

g)      La globalización que propicia las redes internacionales de tráfico, produciendo el brutal incremento del secuestro, tráfico y muerte de jóvenes, niñas y niños.

h)      Los medios de comunicación masiva, que inducen y ofrecen modelos sexuales prostituidores, actuando sobre el imaginario social y favoreciendo la dominación proxeneta. Así se consolida la opinión pública afín a la prostitución, y se genera también su expansión, produciendo en este caso una réplica masiva, de lo que hacen los proxenetas, en lo individual, para socavar la resistencia de las mujeres que prostituyen.

i)        El tráfico de mujeres avalado por los Estados, el sistema patriarcal-neoliberal y favorecido por la globalización, pretende hacer pasar la explotación sexual como si fuera trabajo, buscando legalizar el poder obtenido mediante la violencia y el secuestro, y así incrementar aún más sus ganancias.

j)        La participación de sectores de los Gobiernos vinculados a las redes de tráfico de mujeres que, a su vez, se relacionan con los demás tráficos (drogas, armas, etc.).

 

El imaginario social prostituidor (una muestra de lo instituido)

 

Veremos cómo la mujer está colocada en el lugar del goce del otro, no en el lugar del deseo del otro, en algunos comentarios de un grupo de hombres[4] entre 26 y 36 años,

“… un cliente se transforma en un cliente porque paga. Está haciendo una transacción comercial”. Cuando una persona está cometiendo abuso de otra, el pago por el abuso no lo transforma en acto comercial, es un acto que priva a la otra persona de su lugar de sujeto, por lo tanto, de sus derechos humanos. El pago así, es un acto de perversión, no se pueden comprar personas.

“La mujer de uno no puede hacer cosas que la prostituta puede hacer”. La mujer en situación de prostitución tampoco puede “hacer cosas” sin sufrir daño, agravado en el caso de ella por la frecuencia, y por la diversidad de prácticas perniciosas que se le exige que cumpla. 

“Hay cosas que moralmente no se hacen con una persona querida, pero que con una prostituta ni lo pensás porque está para eso, no lo vas a hacer con la madre de tus hijos”. Aquí encontramos dos aspectos disociados en la cultura patriarcal y en el individuo: La sexualidad cosificadora y el amor; depositados el primero en la mujer prostituída y el segundo en la mujer-madre. Además, se trata de una doble moral. Lo que él considera inmoral de sí mismo, se lo impone a la mujer prostituida obligándola porque le paga, y paradojalmente, deposita en ella su propia inmoralidad. Lo que para estos varones no es “moral” con la persona querida (su sexualidad de dominio) con la mujer a la que prostituyen, esa “inmoralidad” queda negada.

“…Yo no creo que la prostitución sea un mal. Es un mal que se haga público, porque puede afectar a tu familia. Si vos tenés una hija y ve por la tele que se gana tanta plata haciéndolo. Y no se ve que se las atormenta todo el año”.Este varón entiende que es un mal si alguna posible hija de él cayera en esto, pero no considera que es un mal para las que no son cercanas a él. Tiene conocimiento de la realidad: sabe que ganan plata, pero separadamente también sabe que es “un tormento”. Con esa disociación justifica la acción del prostituidor y el sistema proxeneta.

“El hombre puede recurrir a la prostituta por necesidad sexual, o si no porque le gusta, ¿ sabés por qué? Por la fantasía que uno tiene, tal vez tu novia no te hace ciertas cosas. Y vos sabés que a la otra ‘mina’ le decís: hacé esto... y lo hace porque vos le estás pagando. No te van a decir: no, yo no lo hago... Y es una fantasía que el tipo quiere que se le cumpla. Mis amigos fueron todos porque dicen que son tremendas. Bah... tremendas..., en el sentido de que hay morochas muy lindas... las brasileras son muy lindas... y las venezolanas...”.Cuando este hombre expresa “hacé esto... y lo hace porque le estás pagando”, sabe que a él le está permitido socialmente, y además sabe que ella está obligada. Lo que lo excita es lo “tremendo” de sus fantasías pero, sobre todo, lo excita saber que ella está obligada a realizarlas, otra vez vemos la sexualización de la inermidad y el ejercicio del poder. Pero no lo reconoce en sí mismo. Lo tremendo es desplazado y depositado en ella. El mismo hace un intento de rectificación poniendo el énfasis en la belleza cuando dice: “Bah...tremendas...son muy lindas”.

“Ahora que las mujeres se liberaron uno no tiene necesidad de ir y pagar. Te ahorrás el costo”.

Este joven ironiza sobre el rol de la joven que se avenga a mantener relaciones sexuales, y en general sobre la liberación sexual de las mujeres: es mal visto que ellas elijan libremente acerca de su comportamiento sexual, porque de esa manera, ellos pierden el control, y muchos hombres no toleran esa pérdida, pues no accedieron a una independencia interna tal que les permita relaciones de paridad y confianza. Nuevamente vemos como se equipara a las mujeres liberadas del control masculino con “putas”, en este caso, que no les cobran. Por lo tanto la libertad sexual de las mujeres es entendida e implementada por estos varones como la ventaja que ellos tienen ahora para acceder a tener relaciones sexuales, y por lo tanto, las consideran sólo aptas para actos sexuales casuales, pero con la connotación de desechables. Es otra instancia de control y dominio.

Pero en todos los casos, aún cuando un prostituidor-“cliente” necesita alguien que lo mire en su acto de bestialismo, exige un ser humano, él sabe que no es una cosa, pero su goce, precisamente, consiste en rebajarla a una condición de uso, la trata como objeto, pero espera y exige que ella como persona ponga la mente y el cuerpo a su servicio; necesita de su sensibilidad para satisfacer su goce, es decir, su destructividad; y la necesita además como testigo de su acto. Trata a las personas, sabiendo que son personas, como si no lo fueran, denigra a la mujer sabiendo que realiza actos humillantes, ese acto denigratorio le produce placer, el acto mismo de destruirla como sujeto. 

A veces buscan mujeres por su belleza o por su educación. Estos casos evidencian muy claramente que valoran a la mujer como botín, y lo que ellas representan, pero el nexo es emblemático, pues ella significa para él, que si la “tiene”, participa ilusoriamente de las características de ella.  

Este lugar desde el cual se puede acceder a la degradación del otro produce la degradación del varón en cuestión como sujeto mismo[5], por eso la existencia de la prostitución, y en este momento, su expansión, tiene graves efectos en la cultura y la sociedad.

Es necesario advertir sobre las consecuencias que tienen estos comportamientos en las mujeres prostituidas[6]. En muchos casos, estas consecuencias son comparables a las de las personas que han sufrido tortura física y psíquica, llegando al suicidio, o a ser víctimas de asesinato por parte de los proxenetas y prostituidores-“clientes”. 

Además de los casos de prostituidores-“clientes” que torturan mujeres en situación de prostitución en formas difíciles de imaginar, en todos los casos, se da el proceso de desubjetivización, lo que dos mujeres en prostitución describen así: “Los clientes a veces te tratan bien, pero siempre te dan a entender que vos sos lo que sos, nunca vas a ser otra cosa”, “Te sentís basura, ellos te dejan su mierda adentro”,esto es considerado por Lacan el peor lugar: ser objeto del goce del otro. El o la proxeneta han manipulado a la joven reclutada para que ilusione estar en el lugar de “la piola”, mientras ocupa el lugar de resto para ellos, para los clientes y para la mayor parte de la sociedad. Ellas viven esa dualidad, mediante un proceso de renegación, intentando sostener la ilusión, y cuando logran integrarse internamente y desilusionarse, lo expresan así: “Las gilas somos nosotras”.

Se viene incrementado la exigencia de los prostituidores-“clientes” a los proxenetas, de requerir mujeres cada vez menores, hasta niñas y niños pequeños, y la falta de límites ha ido más allá del horror: hay varones que solicitan y obtienen bebés para abusarlos sexualmente. En estos casos, está más claro que no cuenta la atracción sexual hacia los niños como tales, sino el goce que les produce la inermidad, la inocencia, el sufrimiento del sujeto, y el poder que ejercen sobre las criaturas victimizadas por ellos, que ni siquiera saben qué está sucediendo.

Dice una mujer en prostitución[7]: “No hay diferencia entre la prostituta de lujo y las de la calle: los golpes son los mismos golpes, las quemaduras son las mismas quemaduras.” Y otra mujer prostituida en el más alto nivel social y económico dice lo mismo de otro modo: “En esto... límites no hay”.

Encuentro como explicación la exploración perversa, sin límites, del otro (contando con la impunidad que se le confiere), y el deseo de dañar, de herir, y de vejar la inocencia. No existe en tal falta de límites sino la comprobación de un poder. No hay ley psíquica y no hay peligro desde la ley social para esta destrucción, por lo tanto, la sociedad no la procesa, la reproduce, y la depredación de los más débiles no tiene freno.

Desde el psicoanálisis, las mujeres sometidas a la situación de prostitución, estarían ubicadas para Lacan, en el lugar de objeto, no en el lugar de objeto de deseo, sino en lugar de objeto de goce sádico.

En el interjuego permanente entre la sociedad y el individuo, entiendo que la prostitución, como las guerras, pueden verse como una forma social de la pulsión de muerte. Y podemos preguntarnos, desde la teoría freudiana: ¿Es la prostitución una forma degradada de la pulsión de muerte? ¿Es el “patio de atrás” de la sexualidad? 

 

En el mundo anualmente alrededor de cuatro millones de mujeres y niñas son ingresadas a la prostitución. En Argentina cientos de ellas son secuestradas y desaparecidas por las redes de proxenetas, y muchas han sido y están siendo asesinadas.

Como expresaron los jueces del Juicio de Nürenberg sobre los crímenes de lesa humanidad, no se trata de problemas individuales, sino de un sistema que los produce. 

Forman parte de la campaña “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”, grupos de mujeres, y entre ellos la “Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos”, AMMAR Capital. Son mujeres en situación de prostitución que sostienen que la prostitución no es un trabajo sino una situación de la que intentan salir, y trabajan para lograr su propia liberación de esta práctica. Se definen como mujeres desocupadas, y reclaman del Estado educación, capacitación, trabajo genuino y salud, y el cumplimiento de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos.

Estamos trabajando para rescatar la integridad psíquica, física, y la integración social de las mujeres todas como sujetos plenos de derecho.

 

 

Magdalena González

Convocante de la campaña “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”.

publicacionmg [at] yahoo.com.ar

 

 

 

Notas

 

[1] New Larousse Encyclopedy of Mithology. Hamlin, Londres.

[2] Tito Livio, Historia de Roma, Madrid, SPES, p. 39.

[3] “Alienación en las perversiones”, Nueva visión, 1987.

[4] Investigación de Imaginario Social realizada con técnica de Grupos Motivacionales.

[5] Freud, S., La degradación de la sexualidad, Obras Completas.

[6] “La Otra Tortura”. Magdalena González, Pág.12, Psicología, Jun 2005.

[7] Integrante de AMMAR-Cap. “Asociación Argentina de Mujeres por los Derechos Humanos.”

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2009