Hace unas semanas, como consecuencia de una información del Centro Simón Wiesenthal, comenzó a darse un debate sobre la figura de Ramón Carrillo. Creemos necesario recordar los efectos de su gestión en el ámbito de Salud Mental a partir de nuestras investigaciones publicadas en Las Huellas de la Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los 60 y 70. Ed. Topía, segunda edición, 2018.
“El ministro de Salud desde 1946 a 1952 fue el neurólogo Ramón Carrillo. Su política transformó la estructura sanitaria del país, aumentando el número de camas hospitalarias que pasaron de 63.000 en 1946 a 108.000 en 1955. En Salud Mental intentó dar soluciones materiales a problemas tales como la falta de capacidad hospitalaria y de coordinación entre distintas jurisdicciones responsables del tratamiento de la locura. Así se reformaron e inauguraron nuevos lugares de atención, tales como los nuevos Hospicios construidos por pabellones. La tarea en la organización de los Hospitales Psiquiátricos se basaba en su particular clasificación de las enfermedades mentales. Carrillo promovió lo que denominaba una psiquiatría preventiva antes que la psiquiatría de los “estados terminales”. Para ello propuso una nomenclatura uniforme de las enfermedades mentales y un sistema funcional de los Hospitales Psiquiátricos. Ante la diversidad de clasificaciones impuso una propia. Suponía que serviría para coordinar acciones, sistematizar la asistencia y hasta para las construcciones hospitalarias.
En el ámbito de la Psiquiatría fue controvertido. Por un lado, encontró apoyos en los psiquiatras nacionalistas de los Hospitales y Colonias, especialmente en el Hospicio de las Mercedes. Pero los sectores ligados al higienismo, el gremio médico y la mayor parte de los psiquiatras que llamaremos reformistas -y que estaban en contra de los manicomios ligados a la Higiene Mental- no apoyaron las reformas de Carrillo.
En esos años del gobierno peronista el deterioro de la situación en los manicomios se mantuvo. Esto llevó a que luego del golpe militar se realizara un diagnóstico presentado por Odair Pedroso, el consultor en Administración de Hospitales de la Oficina Sanitaria Panamericana, que denunciaba las graves deficiencias que continuaban, luego de la gestión Carrillo, en el ámbito de la Salud Mental.”
También creemos necesario recordar que fue durante su gestión que Enrique Pichón-Rivière fue echado del Hospicio de las Mercedes con el aval del ministro. Entre las acusaciones se incluían la de comunista y de promover la homosexualidad. Pichón-Rivière había comenzado los abordajes grupales con enfermeros y pacientes que fueron pioneros en el mundo: “Estos trabajos grupales, tanto con enfermeros como con los pacientes y sus familias, generaron resistencias en el resto del Hospicio, debido a que denunciaban organizaciones delictivas en el lugar. Por ello hubo oposiciones sindicales y políticas de la derecha fascista instalada en el Hospicio hacia Pichón-Rivière. Comenzaron a difamarlo con distintas tácticas, como arrojar preservativos en el lugar, acusándolo de consentir la homosexualidad. A pesar de la amistad de Pichón con Hortensio Quijano (el vicepresidente de Perón en ese momento), nada pudo hacer. Tuvo que renunciar para evitar la exoneración, a pesar de no haber cargos concretos contra él.”
En estos momentos creemos necesario recordar que, a pesar de los avances indiscutibles en la Salud, la gestión de Carrillo en el campo de Salud Mental mantuvo la asistencia manicomial con la perspectiva de encierro, abandono y marginación de los pacientes con padecimientos subjetivos.
Enrique Carpintero y Alejandro Vainer
Psicoanalistas. Director y Coordinador General Revista Topía