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Neoliberalismo, resistencia popular y salud mental

 

BARBECHO, Revista de Reflexión Socioeducativa Nº2, pp. 13-16

Diciembre-Abril 2003

La interesante visión desde la que James Petras aborda algunas de las consecuencias de las actuales políticas neoliberales se plantea desde una perspectiva holística que no sólo analiza los efectos sino que hace frente a la raíces del problema. La depresión y otras dificultades tan cercanas a todos debido, fundamentalmente, a la precarización del empleo y al despido libre, son afrontados a través de la organización colectiva o la acción de clase.

Introducción

Los daños socioeconómicos forjados por la aplicación e implementación de las políticas económicas neoliberales son abundantemente claros por todo el mundo. Millones de trabajadores han perdido sus trabajos, los jefes han ganado casi el total control sobre el lugar de trabajo aumentando los índices de explotación, decenas de millones de campesinos y pequeños agricultores han perdido su tierra, los sueldos se han debilitado y la pobreza ha aumentado mientras los ingresos de los altos ejecutivos de las mayores corporaciones han aumentado diez veces.

Lo que no ha recibido una seria atención es el daño socio-psicológico infligido a los trabajadores asalariados, el cual es en muchos sentidos tan serio como las pérdidas materiales. Entrevistas, testimonios y visitas a las comunidades revelan las patologías psicológicas resultantes del desempleo, la inseguridad laboral y el trabajo degradante: altos índices de depresión crónica, ruptura familiar, suicidio, violencia familiar, abusos a menores, conducta antisocial, particularmente donde los desempleados están aislados y son incapaces de exteriorizar su hostilidad e ira a través de la acción social colectiva. La impotencia individual, social y política se expresa en la falta de autoestima, la impotencia sexual y una interiorización de la cólera que lleva hacia la conducta autodestructiva. Mi hipótesis es que la organización y la acción colectiva, en forma de movimientos de desempleados, organizaciones sociales comunitarias de base que hacen demandas colectivas, tienen un efecto positivo no sólo en la creación de oportunidades de trabajo sino que también son terapéuticas. Las luchas colectivas levantan la autoestima y la eficacia personal, creando a la vez solidaridad y suministrando una perspectiva social, reduciendo así la anomia.

 

Método

 

La mejor forma de enfocar la relación entre los fenómenos macropolíticoseconómicos como el neoliberalismo y la conducta psicológica microsocial es a través de un enfoque dialéctico. Así como en muchas decisiones macroeconómicas de banqueros y ejecutivos se afecta al empleo y, como una consecuencia, al desempleo y a las psicologías individuales, también se da el caso de que las respuestas individuales, ya sean depresión personal o unión a un movimiento social, también pueden tener un efecto significativo en la macroeconomía, en la manera de ocupar las fábricas y en el cambio de las formas de propiedad y las relaciones.

Franz Fanon en su clásico trabajo, The Wretched of the Earth_, apuntó hacia los profundos efectos psicológicos negativos que la opresión política y económica tiene en la gente e individuos colonizados cuando son atomizados. Estudios recientes han demostrado que el desempleo prolongado lleva a los trabajadores al desánimo y a una indisposición a registrarse como desempleados. Por lo tanto, las estadísticas oficiales de empleo distorsionan seriamente y subestiman la tasa de desempleo por sus fallos al contar el número de trabajadores tan deprimidos que no ven por qué registrarse en la oficina de desempleo. Esta infravaloración causada por el empeoramiento del desempleo a largo plazo y sus efectos psicológicos perversos, permite a los publicistas de la clase dominante hacer propaganda sobre la mejora de la economía, citando la supuesta disminución del desempleo.

La lógica dialéctica trabaja desde el nivel macro al nivel meso y micro de la estructura político-económica, la organización social y la psicología individual. Las grandes decisiones (macro) son tomadas por el capital internacional y los jefes dominantes locales y élites políticas, que sirven como cinturones de transmisión. Estas decisiones reflejan la correlación y relaciones de poder entre clases y estados-nación. En el contexto actual de América Latina, entre el imperialismo estadounidense y los regímenes de sus clientes.

Las decisiones de la élite impactan en las organizaciones sociales y las relaciones de clase entre trabajadores y capital, y las organizaciones sociales dentro de las clases trabajadoras y asalariadas (familia, organizaciones sociales, barrios, etc.). Las organizaciones sociales median entre la clase dominante y el ndividuo, reforzando el impacto negativo, o mejorando los efectos u ofreciendo formas de resistencia social colectiva. Al modo dialéctico la reacción individual (o la falta de actuación) a través de la organización social puede confrontar y en circunstancias excepcionales puede cambiar parcial o totalmente las decisiones macroeconómicas y la dominación de la élite.

Lo que es crucial es que la salud mental no es una condición innata hereditaria o incrustada en las experiencias de la infancia tanto como que está determinada socialmente por las relaciones sociales contemporáneas de poder. Esto sugiere que aquellos que sufren de enfermedad mental, por ejemplo, depresión provocada por el desempleo, la inseguridad laboral o la disminución del nivel de vida, pueden reducir su sufrimiento a través de la resocialización adulta (ganando conocimiento/conciencia de clase) ya sea en forma de organización colectiva o en acción de clase.

 

Los problemas socio-económicos inducidos por el neoliberalismo que tienen consecuencias para la salud mental

Nuestras vidas están organizadas por nuestro trabajo. Nuestras rutinas diarias, nuestra recreación, niveles de vida, estilo de vida personal y la vida familiar dependen de nuestro empleo. La pérdida de empleo, despidos por parte de los empresarios, vacía las vidas de su disciplina diaria y vacía los bolsillos (o las cuentas bancarias) dejando al individuo con elevadas deudas y con sentimiento de pánico. Los empresarios de hoy usan tácticas de choque: despidos repentinos sin previo aviso, lo cual imposibilita la protesta u organización colectiva, aislando más a la víctima. Si el despido ha sido precedido por un sentimiento de inseguridad o miedo al desempleo, el trabajador o empleado puede tener, al principio, un sentimiento de alivio ya que la tensión entre trabajo y no trabajo ha sido resuelta, pero desfavorablemente. Este alivio inicial, sin embargo, es reemplazado por la depresión cuando el desempleado va al mercado de trabajo y descubre que no hay nuevo empleo. Las solicitudes de trabajo son rechazadas.

Los repetidos rechazos llevan a la depresión especialmente cuando la condición del desempleo es experimentada como un fallo personal, es decir, cuando el individuo es culpado por los jefes y economistas por no tener los atributos personales adecuados. Son acusados de tener malas destrezas, de ser demasiado viejos, demasiado jóvenes, no vivir en la región correcta, etc. Cuando el desempleado, sin embargo, se da cuenta de que la misma condición afecta a millones y que esos responsables son la clase dominante y las élites políticas, y que hay un medio de exteriorizar la ira a través de la acción social, es menos probable que sufran los peores efectos de la depresión.

El segundo problema inducido por el neoliberalismo es la reducción de los niveles de vida e ingresos. Los despidos fuerzan a los trabajadores a buscar trabajos con una remuneración más baja o a agotar sus ahorros y en muchos casos a caer bajo el umbral de pobreza. La pérdida de estatus, el miedo y la inseguridad, frente a la incapacidad de pagar las facturas de la electricidad, agua e hipotecas del hogar, crea una profunda y perpetua ansiedad y una pérdida de autoestima. En algunos casos, especialmente entre los trabajadores de cuello blanco, mantienen la apariencia de respetabilidad incluso cuando las bases materiales han desaparecido. En los parques uno frecuentemente encuentra profesionales desempleados con su corbata y chaqueta sentados en bancos leyendo las ofertas de empleo. El desesperado intento de mantener las apariencias frente a la movilidad a la baja ha conducido hacia la esquizofrenia como conducta: vivir como un proletario pero rehusando a reconocer la realidad, pretendiendo ser clase media.

La pérdida de empleo o el trabajo con bajo salario lleva al colapso de un modo de vida, al declive de la vida social, a evitar a los amigos (o a ser evitado por esos amigos), a la intensificación de los conflictos internos en la familia y al sentimiento de aislamiento e impotencia.

La crisis económica del neoliberalismo, particularmente, el crecimiento del desempleo, el subempleo y la mala remuneración, y los trabajos inseguros, tiene múltiples efectos, los cuales se propagan más allá de las condiciones materiales de vida, y afectan al mismo ser social y a las relaciones más íntimas de los individuos afectados.

 

Los efectos socio-psicológicos

La personalidad entera está adversamente afectada por el colapso del neoliberalismo, pero las expresiones conductuales varían de persona a persona y, lo más importante, de contexto a contexto. La respuesta inicial más común es el profundo shock y después la depresión, en muchos casos acompañada de una cólera difusa si el individuo posee una ira de conciencia de clase dirigida a los jefes o políticos tradicionales. Para esos que depositan confianza en los empresarios se da frecuentemente autorresentimiento o autoinculpación. Ellos aceptan las explicaciones de los jefes sobre los fallos individuales.

En estas circunstancias, hay una tendencia a aislarse, predominan los sentimientos de vergüenza y la falta de autoestima. Esto lleva a una disminución de la libido, insomnio, una pérdida del deseo sexual y una incapacidad de responder o a dar afecto. La hostilidad reprimida hacia el poder de arriba es desplazada hacia los de abajo: a la esposa/marido, los niños o amigos cercanos.

En contraste, donde el trabajador victimizado socializa su descontento privado con el desempleo y lo convierte en un problema público, es más probable exteriorizar la hostilidad y unirse a movimientos sociales, los cuales canalizan la agresión hacia fuera, hacia los empresarios y el estado. Si, sin embargo, no hay movimientos progresistas, la hostilidad exteriorizada puede ser dirigida por los grupos de la élite contra otros trabajadores o grupos marginales (minorías raciales, mujeres, inmigrantes, etc.)

 

Patologías extremas

La interiorización de los problemas sociales, o la autoinculpación, pueden, en circunstancias extremas, llevar a tendencias suicidas, conducta autodestructiva (ebriedad crónica o drogadicción), conducta homicida o paranoia clínica. En un contexto político, la autoculpa refuerza un complejo de inferioridad y puede conducir al abrazo de la élite del poder, la cual inflige los tormentos, y al desarrollo de una personalidad fascista lo cual está a los pies de los poderosos y al cuello de los oprimidos, preparados para reclutar tropas de choque de derechas.

 

Salud mental y militancia sociopolítica

Mientras algún grado de perturbación mental es casi inevitable con las crisis económicas y la pérdida de empleo, el grado y duración puede ser contrarrestado a través de las propiedades curativas de la organización y acción sociopolítica de masas.

Los efectos de choque de los despidos de fábrica u oficina pueden forzar a trabajadores y empleados a darse cuenta de la naturaleza arbitraria y explotadora del poder corporativo. El despido destruye la falta de sentido de lealtad y obligaciones mutuas entre capital y trabajo y revela en toda su brutalidad la naturaleza real de las relaciones capitalistas: la ganancia sobre el sustento, la familia y el trabajador individual. Por un momento el trabajador/empleado victimizado es forzado a reconocer que la concepción marxista de los intereses antagónicos entre capital y trabajo expresa su situación personal. El trabajador/empleado reconoce que después de años de trabajo duro, puntualidad, lealtad y productividad, es prescindible, no es más que un condón desechado.

La salud mental de los trabajadores/empleados desempleados depende del grado de solidaridad social que encuentran tras dejar el lugar de trabajo. Entre el despido por parte del empresario y los trabajadores victimizados, las organizaciones sociales median las relaciones del individuo y sus situaciones sociales y tienen un importante efecto en la salud mental.

Los movimientos sociales, particularmente las asambleas populares y los movimientos de trabajadores desempleados suministran una estructura para transformar los problemas privados individuales en respuesta social colectiva.

Ellos exteriorizan la hostilidad hacia fuera, hacia el sistema económico y los jefes políticos. Las asambleas ofrecen un foro donde los individuos pueden hablar y expresar sus ideas y sentimientos y escuchar y aprender de otros que se encuentran en la misma situación social. Demostraciones alrededor de las demandas programáticas proporcionan dirección y propósito, ayudando a superar el sentimiento de impotencia, aislamiento y anomia.

La acción colectiva es una forma de terapia social, no en la oficina de un profesional empleado y pagado, sino en la calle con personas que comparten las mismas condiciones en el mundo real, con sus peligros (de represión) y potencialidades (cambios sociales). La acción social implica organización, participación, compromiso individual y debate que aumenta la autoestima porque utiliza las destrezas y el conocimiento de los desempleados. La realización de cambios, reformas a través de la acción colectiva, sea en la forma de trabajos públicos financiados por el estado o en las empresas económicas comunitarias, proporciona esperanza para el futuro y ganancias inmediatas.

En este contexto, la catástrofe económica se convierte en una experiencia de aprendizaje, de práctica solidaria en lugar de competición individual, de igualdad social en lugar de distinciones individuales.

Cuando los movimientos sociales de los desempleados o las asambleas populares están organizadas se basan en la familia y en las redes comunitarias.

En lugar de convertir la familia en un terreno para el conflicto, se convierte en una base del soporte social, donde las parejas comparten las tareas domésticas y los valores sociales comunes. Los barrios se unen para organizar proyectos de autoayuda mientras se movilizan para cambiar el sistema más amplio.

Las nuevas relaciones sociales creadas por la unión social o la solidaridad de clase reducen la alienación encarnada en las relaciones de jerarquías estatales y de corporaciones. La integración social en movimientos colectivos reduce la conducta antisocial y la propensión al crimen, aunque la conducta criminal persistirá.

Los sentimientos de solidaridad en la familia refuerzan los vínculos íntimos y el afecto personal. La exteriorización del conflicto incrementa la estima personal y el deseo sexual.

Los movimientos y la acción social no pueden ayudar a los individuos que sufren patologías extremas, o levantar la autoestima de víctimas que continúan abrazándose a sus torturadores. Ni la acción social resuelve los problemas económicos fundamentales que originan problemas de salud mental. Pero es un paso en la dirección correcta, hacia la nueva persona con una mayor sensibilidad social y solidaridad. Como el movimiento de trabajadores desempleados dice: “Tocas uno, Tocas todos”._

 

 

NOTAS

 

1 N.T.: Obra escrita originalmente en francés: FANON, F. (1961): Les damnés de la terre, François Maspero, París, y

traducida al castellano por Julieta Campos en: FANON, F. (1963): Los Condenados de la Tierra, Fondo de Cultura

Económica, México.

2 N.T.: En castellano en el texto original

 

 

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Articulo publicado en
Abril / 2014