CAMBIOS IGNIFICATIVOS EN LAS ESFERAS DE PODER BAJO EL IMPERIALISMO: PASADO, PRESENTE Y FUTURO | Topía

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CAMBIOS IGNIFICATIVOS EN LAS ESFERAS DE PODER BAJO EL IMPERIALISMO: PASADO, PRESENTE Y FUTURO

 

Docente e investigador del departamento de Sociología de la Universidad del Estado de New York (Bighamton). Fue miembro del Tribunal Russel contra la represión en América Latina. Es autor de numerosas publicaciones editadas en castellano. La última de ellas fue publicada recientemente con el título de Globaloney. El lenguaje imperial, Los intelectuales y la izquierda, colección Herramienta, editorial Antídoto, Buenos Aires, 2000.

Con motivo de que nuestra revista cumple diez años le pedimos a James Petras que escribiera un artículo especial para esta edición. En el mismo recorre las características que tiene la llamada “globalización”. Esta es la versión completa del artículo que aparecio en Topía revista N° 29 del mes de setiembre.

Introducción

Cuanto mayor sea la realidad del poder imperialista, menos se escribe, se habla de ella o siquiera se menciona. Circulan toda clase de ideas vagas y amorfas: la globalización, el neoliberalismo, "la doctrina única". El imperialismo es la dominación, el control, la posesión explotación por parte de las clases dominantes de una nación-estado sobre otra nación, sus recursos, mercados y gente. Actualmente en un grado sin precedentes, los banqueros inversores, las empresas multinacionales y las instituciones financieras de Europa y Estados Unidos controlan la vasta mayoría de las principales organizaciones económicas que producen, invierten, comercian y circulan capital y commodities. Estas nos son compañías "sin estado". Sus casas centrales se encuentran en Europa y Estados Unidos. Sus estados negocian, manipulan, presionan y se involucran en guerras para crear oportunidades, comprar a sus competidores, derribar barreras a su expansión económica y eliminar cualquier adversario real o imaginario.

Los gobernantes imperialistas plantean amenazas nucleares, utilizan armamento de alta tecnología y destruyen a sus enemigos. Sus negociadores comerciales eliminan restricciones de los competidores y justifican las barreras comerciales para sus propias empresas. La principal función del estado imperialista es dominar de tal modo que sus multinacionales puedan florecer. El estado imperialista se ha hecho más poderoso e invasor con el crecimiento de los capitalistas "internacionales". El estado imperialista emplea a más funcionarios para abrir mercados, recaudar grandes sumas para financiar los regímenes de sus clientes en crisis financieras, envía a sus mejores banqueros a negociar deudas, aumenta la provisión de fondos para mejorar su capacidad militar y de inteligencia, para destruir a sus enemigos y debilitar a sus competidores. El estado imperialista otorga subsidios a un pequeño ejército de ideólogos para que discutan que el estado es anacrónico, que las reglas del "mercado libre" y las empresas globales no tienen lealtades nacionales. La hegemonía del estado imperialista se basa sobre la negación de su poder, para extender y profundizar su ejercicio.

El lenguaje del Imperio

En el período previo a la revolución bolchevique de octubre de 1917, el imperialismo era entendido a través del sistema euronorteamericano de dominación colonial de Africa, Asia y América Latina. Los estados coloniales y el capital euronorteamericano y japonés trabajaban de la mano para conquistar tierras y pueblos. Los países dominantes aceptaron ser designados como potencias imperialistas como signo de prestigio, ser una Gran Potencia. Después de las revoluciones comunistas, el surgimiento de los movimientos de liberación nacionales y la desaparición de las potencias imperialistas fascistas, la etiqueta de "imperialista" quedó desprestigiada. Se asociaba con saqueo y dominación. Por respeto a las susceptibilidades democráticas de Occidente y a las revueltas en el Tercer Mundo, la práctica del imperialismo se disfrazó y surgió un nuevo vocabulario de "regímenes post-colonialistas", "países en vías de desarrollo" y "países desarrollados". La realidad del imperialismo continuó, sólo que estaba más disimulada.

El ejercicio actual de las intervenciones militares imperialistas imita al del pasado. En el período colonial, la ocupación euronorteamericana y el saqueo de los continentes estaban justificados en nombre de traer la "civilización occidental". Actualmente las guerras de agresión y la ocupación militar están justificadas en nombre de "misiones humanitarias". En el pasado, el mito imperialista era "El Descubrimiento de Nuevas Tierras"; en la actualidad es el mito de la "Invasión por Invitación" (extendida por los clientes locales). En el pasado, lo piratas, aventureros y funcionarios comerciales sobornaban, embaucaban y reclutaban a los jefes locales y líderes tribales para que traicionaran a su pueblo y colaboraran con el Imperio. Actualmente las "agencias de inteligencia" participan en operaciones encubiertas entrenando a ejércitos mercenarios, montando "gobiernos en el exilio" y proporcionándoles un libreto que declara su nacionalidad y afirmando su derecho a la autodeterminación. Lo que los ideólogos imperialistas consideran la legítima autodeterminación nacional es la división de las naciones y la creación de mini regímenes clientes que dependan del imperio.

En el pasado, las órdenes religiosas y las autoridades coloniales participaban en el adoctrinamiento ideológico de los pueblos sometidos. En la actualidad los medios masivos de comunicación, el sistema de "educación superior" y las organizaciones no gubernamentales subvencionadas por el imperio junto con la propaganda del Vaticano proporcionan el mensaje ideológico que describe la subordinación como "modernización", la recolonización como "globalización" y la especulación financiera como la Era Informática.

Actualmente, a diferencia del pasado, el poder imperialista penetra en todas las áreas geográficas y en todos los aspectos de la vida socioeconómica. Las corporaciones multinacionales y los bancos dominan no sólo los mercados de commodities y financieros, las principales redes comerciales locales e internacionales, sino también la elaboración genética de alimentos, la producción y comercialización masivas de "productos" culturales. Las fuerzas militares de los países están dirigidas por generales de los cuarteles euronorteamericanos. La marca del "éxito" cultural y educativo debe ser "certificada", "reconocida" y financiada por los líderes culturales en los centros culturales del imperio euronorteamericano. El imperialismo es un fenómeno multifacético.

Componentes del Poder Imperialista

Se nos recuerda constantemente que las corporaciones multinacionales en la actualidad no tienen una identidad nacional. Sin embargo, un reciente estudio empírico (Doremus, et al., The Myth of the Global Corporation) observó que más del 80% de las decisiones clave en inversiones y tecnología se toman en las casas centrales del "país de origen". Mientras que las multinacionales producen y distribuyen en todo el mundo, sus casas centrales siguen administradas y dirigidas por Europa, Estados Unidos y Japón. En una palabra, los circuitos económicos internacionales están bajo el control imperialista.

El alcance de la dominación imperialista puede ser mal entendido si se observan los componentes clave del poder imperialista, especialmente el control de las principales organizaciones económicas, el ejercicio del poder político-militar y el alcance de la hegemonía cultural.

Economía de Imperio

El concepto amorfo de "globalización" oscurece el grado en el que el poder económico está concentrado en las instituciones de Europa y Estados Unidos. Datos extraídos del Financial Times, 28 de enero de 1999, revelan que entre las 500 compañías más grandes (basadas en su capitalización de mercado), 244 son norteamericanas, 173 europeas y 46 japonesas. En otras palabras, el 83% de las mayores empresas que controlan el comercio y la producción mundiales son norteamericanas y europeas. Lo que resulta igualmente importante es el aumento del poder de Estados Unidos y la declinación de Japón en los últimos años. La cantidad de firmas japonesas entre las 500 principales disminuyó de 71 a 46; mientras que la cantidad de grandes firmas norteamericanas entre las primeras 500 aumentó de 22 a 244. Esta tendencia se acentuará en el nuevo milenio porque las compañías norteamericanas están comprando una gran cantidad de empresas japonesas, coreanas y de otros países asiáticos. La concentración de poder es aún más sorprendente si analizamos las 25 compañías más grandes del mundo (aquellas cuya capitalización excede los 86 mil millones de dólares): más del 70% son norteamericanas, el 26% son europeas y el 4% japonesas. En la medida en que las multinacionales controlen la economía mundial, es principalmente Estados Unidos el que resurge como potencia abrumadoramente dominante.

El argumento de que la "globalización" crea un nuevo mundo "interdependiente" es falso. Todos los llamados "mercados nacientes" de Asia, América Latina y Africa constituyen sólo el 5% (26) de las 500 empresas principales. Lo que es más significativo aún es que, debido a la crisis económica y las privatizaciones, muchas de estas 26 empresas son compradas por capitales norteamericanos o europeos y se convierten en subsidiarias del imperio euronorteamericano.

En la esfera financiera de poder, 11 de las principales 13 casas financieras y de inversiones son norteamericanas, las otras dos son europeas. Los mega fusiones y las comisiones billonarias en dólares que estos bancos "asesores" reciben los convierten en los actores más influyentes en el mundo financiero.

El Imperio, no la "globalización" explica porqué la economía de los Estados Unidos continúa creciendo, mientas que Asia, América Latina , la ex U.R.S.S. sufren bancarrotas, crisis económicas y se derrumban. Las transferencias masivas de ganancias, intereses y pago de regalías a las multinacionales de Europa y Estados Unidos preceden y acompañan la crisis del resto del mundo. Este sistema de prosperidad y crisis puede entenderse mejor como el exitoso funcionamiento del imperio euronorteamericano. La "crisis" se ve precipitada por la liberalización forzada y las inversiones especulativas. Como consecuencia de la crisis, los países imperialistas se benefician mediante la compra de empresas en bancarrota, pagando bajos salarios en moneda devaluada y comprando bienes de consumo baratos.

En nuestros días el capital euronorteamericano ha extendido su control mucho más allá de los primeros enclaves imperialistas en minería, agricultura o industria. En la actualidad los bancos euronorteamericanos sostienen miles de billones de dólares en deudas y reciben cientos de billones en pagos de deudas. Controlan los bienes inmobiliarios, las tiendas minoristas, los centros comerciales (shopping centers), productos de cultura masiva, los medios. Administran la política macroeconómica a través del FMI y del Banco Mundial. El alcance y la profundidad del imperialismo contemporáneo excede ampliamente la antigua "versión colonial".

Este lucrativo imperio económico es creado, mantenido, protegido y expandido por el estado: no es, contrariamente al folklore neoliberal, un "sistema de mercado que se autoabastece".

El Estado Imperialista

El creciente imperio económico se corresponde con la mayor militarización de la política internacional. Encabezando el camino en esta dirección se encuentra el principio de poder de construcción del imperio : Estados Unidos y el gobierno de Clinton. Los presupuestos militares proyectados para los próximos cinco años rondan los 1,5 trillones de dólares. Se construyen nuevos sistemas antimisiles. Más importante que eso es que el régimen de Clinton, apoyado por los líderes europeos, ha definido explícitamente a la OTAN como una alianza militar ofensiva enfocada sobre la intervención en conflictos internos en cualquier parte del mundo. La doctrina militar neoimperialista está descripta en un documento titulado "El concepto estratégico de la Alianza" publicado por la cumbre de la OTAN el 23-24 de abril de 1999 y aprobado por los jefes de estado de Estados Unidos y Europa que se reunieron en Washington.

Este documento brinda la explicación más explícita y global de la nueva doctrina militar que sirve para defender el creciente imperio económico euronorteamericano. La pieza fundamental de la nueva doctrina de la OTAN es la ampliación de la definición de intervención militar, la creación de nuevas fuerzas militares y la formulación explícita de una base unilateral para la acción militar ofensiva basada en los intereses imperialistas de los países de la OTAN.

En el primer caso, la OTAN ya no es concebida como una alianza defensiva que responde a ataques militares. En lugar de ello, la OTAN ahora puede actuar simplemente para "mejorar la seguridad y estabilidad de la región euroatlántica" (énfasis del autor). Es más, la participación militar de la OTAN se basa ahora en la "prevención del conflicto ... el manejo de la crisis [a través de] operaciones de respuesta a una crisis". En otras palabras, cada vez que los estados euronorteamericanos perciben que sus intereses corren peligro debido a los movimientos sociopolíticos que surgen, pueden intervenir militarmente dentro de un país ("operaciones de respuesta a una crisis").

Los pretextos sin límite prefijado para la intervención militar de la OTAN son más explícitos en la 2ª Parte, titulada "Perspectivas Estratégicas". Bajo el subtítulo "Desafíos y riesgos para la seguridad" - que subraya posibles escenarios para la intervención militar, el documento establece que: "Algunos países en y alrededor de la región euroatlántica enfrentan serias dificultades económicas, sociales y políticas. Rivalidades étnicas y religiosas, disputas territoriales, intentos inadecuados o fallidos de reforma, el abuso de los derechos humanos y la disolución de estados ... tales conflictos podrían afectar la seguridad de la Alianza [OTAN]". En otras palabras, si los obvios fracasos de las transiciones capitalistas en Europa Oriental y en la ex U.R.S.S. llevan a movimientos anticapitalistas ("inestabilidad") que amenacen a regímenes miembros de la OTAN en la región, esta puede intervenir militarmente en las luchas internas con el pretexto de que el conflicto pone en peligro la seguridad de los países integrantes de la OTAN.

Para intervenir en cualquier parte del mundo para proteger al nuevo imperio euronorteamericano, el documento propone una nueva fuerza estratégica (la creación de "fuerzas de despliegue rápido"), y un mayor gasto militar ("los aliados europeos fortalecen su capacidad para la acción, incluyendo el aumento de sus capacidades militares"). El carácter claramente imperialista de la nueva estrategia militar queda explícito en dos párrafos clave que van más allá de la declaración original de propósito de la OTAN. En el pasado, la acción militar de la OTAN se basaba en la premisa "ante cualquier ataque armado al territorio de los aliados". Sin embargo, en la nueva versión de la doctrina de la OTAN leemos: "La seguridad de la Alianza (OTAN) debe tener en cuenta el contexto global. Los intereses de seguridad de la Alianza pueden verse afectados por otros riesgos de una naturaleza más amplia, incluyendo actos de terrorismo, sabotaje y el crimen organizado y por la alteración del flujo vital de recursos" (énfasis del autor). En otras palabras, si sustituimos la palabra "imperio" por "seguridad", podemos entender mejor que los líderes euronorteamericanos ahora pueden citar una multitud de asuntos internos/pretextos para intervenir militarmente fuera de Europa. Es más, si un régimen progresista decide nacionalizar sus recursos naturales y/o dedicar una mayor parte de los recursos al desarrollo interno en lugar de destinarlos a los cofres de las multinacionales euronorteamericanas, puede ser acusado por la elite de la OTAN de "alteración del flujo de recursos" y estar sujeto a una invasión por parte de las fuerzas de despliegue rápido y a un bombardeo por parte de los "administradores de las crisis" de la OTAN.

Si no existen "verdaderas crisis", la elite de la OTAN puede imaginar una "crisis potencial en una etapa inicial" en cuyo caso las "fuerzas militares de la Alianza puede ser llamadas a realizar operaciones de respuesta a una crisis". En otras palabras, las elites de la OTAN pueden inventar una crisis hipotética para enviar sus misiles y su fuerza aérea para bombardear a un país disidente y calificarla de "operación de respuesta a una crisis".

La expansión mundial y la conquista del capital euronorteamericano van acompañadas por una militarización mundial de la política exterior. Como establece el documento de la OTAN: "El tamaño, la disposición, la disponibilidad y el despliegue de las fuerzas militares de la Alianza reflejarán su compromiso con la defensa colectiva y con la ejecución de operaciones de respuesta a una crisis, a veces con poco tiempo de aviso, lejos de sus estaciones centrales, incluso fuera del territorio de los Aliados". La OTAN se presenta como la fuerza policial del mundo, definiendo para sus propios propósitos la naturaleza de crisis y de "defensa".

El documento de la OTAN, a la vez que reconoce que la explotación imperialista y el pillaje en la "periferia" del imperio llevan a conflictos con los movimientos populares, proporciona los fundamentos políticos para la intervención militar: " Deberán tenerse en cuenta consideraciones regionales y en particular geoestratégicas dentro de la Alianza, dado que las inestabilidades en la periferia de la OTAN podrían conducir a una crisis o a conflictos que requieran (sic) una respuesta militar de la Alianza, potencialmente con poco tiempo de preaviso". Evidentemente, los blancos de la OTAN se extienden mucho más allá del continente europeo hasta América Latina, Asia y Africa. En el pensamiento de los estrategas de la OTAN se encuentra implícita la idea de que las políticas del mercado libre en Europa Oriental y Central, los Balcanes y la ex U.R.S.S. han producido resultados catastróficos para la mayoría de sus habitantes. Los líderes de la OTAN están preocupados porque esto provoque importantes levantamientos y un retorno al socialismo o que resulte en alguna variedad de nacionalismo benefactor. Por lo tanto, los militares intensifican su poderío para proteger a los nuevos regímenes de los clientes pro-imperialistas.

Los planificadores militares estratégicos de la OTAN reconocen explícitamente que las políticas imperialistas de apoyo evocarán poco, o nada de, apoyo popular en el país elegido para la intervención militar. El documento dice: "Montar y mantener operaciones fuera del territorio de los Aliados donde haya poco o ningún apoyo por parte de la nación anfitriona significa la aparición de desafíos logísticos especiales" (énfasis del autor). Para los estrategas militares del imperio, el problema no es la oposición política de la gran mayoría de la población en el país invadido, ni las violaciones a la soberanía, ni las inevitables y masivas pérdidas civiles de este indeseado ataque, sino la logística, la coordinación de todo el espectro de armas destructivas y de las tropas para llevar a cabo la misión imperialista.

Para llevar a cabo la misión militar de los estrategas euronorteamericanos del imperio, la OTAN ha reclutado a los nuevos regímenes clientes de Europa Oriental: la República Checa, Hungría, Polonia, así como también 21 nuevos regímenes subordinados llamados "Socios para la Paz". Los nuevos líderes en Europa Oriental que, durante la era soviética, decían querer la "independencia nacional" ahora proporcionan tropas, bases y apoyo para el comando militar de Europa y Estados Unidos. Del mismo modo, desde el Báltico hasta el Cáucaso, la OTAN ha extendido su alcance militar, rodeando a Rusia y atacando a cualquier régimen disidente, desde Yugoslavia hasta Iraq, Somalia y Afganistán. Los llamados Socios para la Paz están completamente subordinados a los comandantes de Estados Unidos y a la plana mayor de Europa Occidental. Los "socios" están preparados para convertirse en el equivalente de los nuevos legionarios extranjeros, reciben paga y son promovidos en proporción directa a los servicios leales que brindan al imperio euronorteamericano.

Rivalidades interimperialistas: la OTAN y las Fuerzas Europeas de "Defensa"

La toma de decisiones de la OTAN siempre ha estado bajo el control de Estados Unidos. Cuando el gobierno de Estados Unidos decidió reemplazar a Wesley Clark del comando de la OTAN en Yugoslavia, el llamado "Secretario General de la OTAN" Javier Solano se enteró por el diario. La oposición europea a la dominación de la OTAN por los Estados Unidos refleja el hecho que las decisiones militares tienen importantes consecuencias político-económicas que afectan a las fortunas de sus respectivos intereses capitalistas. Allí donde la OTAN interviene, Estados Unidos posteriormente forja o extiende su esfera de influencia, logrando que sus multinacionales obtengan una entrada privilegiada; el nuevo régimen del cliente es "leal" a Estados Unidos: en una palabra, la OTAN es un brazo del imperio norteamericano. Como resultado, a medida que el capital europeo se expande por todo el mundo y compite con Estados Unidos en Europa Oriental, en la ex U.R.S.S., en el Medio Oriente y en cualquier otra parte, los líderes europeos reconocen la necesidad de tener su propia fuerza militar independiente, sus propias fuerzas de despliegue rápido para establecer esferas de influencia en el continente y para intervenir cuando los intereses económicos imperialistas europeos estén en peligro. El resurgimiento del imperialismo europeo coincide con la remilitarización de Alemania y las propuestas de los líderes franceses Jospin/Chirac y del Primer Ministro británico Blair para incrementar en forma masiva el gasto militar y el reclutamiento. La propuesta de la nueva Unión Europea es equipar hasta 60.000 tropas para intervenir en cualquier lugar del mundo donde los "intereses estratégicos" europeos se vean amenazados. Según lo explicó el canciller de Alemania, Gerhard Schroder: "La Europa del futuro deberá poder defender sus intereses y valores eficazmente en todo el mundo".

No es coincidencia que los principales exponentes del nuevo militarismo en Europa sean los llamados Social-demócratas de la llamada "Tercera Vía". Como los defensores más agresivos de las mega fusiones en su propio país y de la expansión agresiva en el exterior de los bancos del capital multinacional en otros países, representan a la Nueva Derecha - que tiene su identidad precisamente en la creación de una nueva presencia global europea para competir con el imperio norteamericano.

Imperialismo Cultural: Esfera de Subjetividad

Uno de los aspectos sorprendentes del resurgimiento del poder imperialista ha sido la ausencia de levantamientos revolucionarios generalizados. Hay constantes erupciones sociales: huelgas generales, protestas masivas, etc., pero duran poco, son acciones defensivas que no crean organizaciones transformadoras duraderas. Existen pocos movimientos revolucionarios significativos y permanentes tales como las FARC y el ELN en Colombia. Además de estos casos, hay numerosos ejemplos de movimientos sociopolíticos regionales y sectoriales que participan en importantes luchas pero que aún carecen de una estructura política nacional, tales como el MST en Brasil, el EZLN en Méjico, etc. En las devastadas economías de Asia, Africa, la ex U.R.S.S. y Europa Oriental la mayor parte de la resistencia popular es defensiva: intenta defender los trabajos, los hogares y las pensiones del criminal embate del creciente imperio euronorteamericano. La pregunta que surge inmediatamente es qué justifica la brecha entre las condiciones objetivas de los declinantes estándares de vida a largo plazo y a gran escala y la oposición relativamente "pasiva" o subjetiva y limitada. La clave para entender el avance del imperio euronorteamericano y la retirada de la subjetividad revolucionaria es estudiar el área clave del imperialismo cultural, entendido en su sentido más amplio.

En imperialismo hoy, como ayer - no sólo avanza con armas y capital - intenta capturar o neutralizar los corazones y las mentes de los pueblos conquistados, de los intelectuales, de los líderes políticos y sociales. El imperio avanza a través de su manipulación de los signos y símbolos de la comunicación. Los responsables de las políticas del imperio avanzan su ideología hegemónica capturando y controlando el principio de los mecanismos de la comunicación masiva, el espectáculo, la educación superior. A través de su control e influencia sobre los líderes locales de opinión transmiten una variedad de mensajes políticos abiertos y encubiertos que debilitan y corroen la resistencia nacional y social, y denigran las tradiciones revolucionarias del pasado.

El imperialismo cultural tiene varias dimensiones clave. En primer lugar, es una fuente muy lucrativa de ganancias para los monopolios sumamente concentrados de las telecomunicaciones controlados por capitales euronorteamericanos. Las demandas del gobierno de Estados Unidos para controles más estrictos sobre los derechos de "propiedad intelectual" están dirigidas a maximizar el control y las ganancias de la comercialización de los "monopolios culturales" y la venta de productos culturales. Las ganancias que crecen más rápidamente para Estados Unidos en la actualidad son los pagos de regalías en el exterior por las licencias y la venta de música, películas, videos, CDs, etc.

En segundo lugar y más importante se encuentra el mensaje ideológico que transmiten una variedad de entidades culturales, desde los medios de comunicación hasta los proveedores de la cultura y las universidades. El mensaje varía desde las telenovelas de los medios que sirven para consolar a los pobres, hasta las ilusiones educacionales del éxito monetario alimentadas por las universidades y las muestras de "cultura elevada" que se encuentran divorciadas de las representaciones del arte popular que promueven la autoabsorción expresionista abstracta.

El mensaje ideológico se basa en el tema de la universalidad e inevitabilidad de las dominaciones imperialistas euronorteamericanas, disfrazadas con la obtusa jerga de la globalización. El objetivo principal de esta campaña ideológica es convencer a los intelectuales de que la globalización es una forma más nueva y avanzada de desarrollo socioeconómico basado en una revolución informática y tecnológica. Este enfoque oscurece la concentración y centralización del poder y del capital en los centros euronorteamericanos. En la medida en que los intelectuales acepten la tesis de la globalización, son incapaces de entender y explicar las esferas de poder y las relaciones de la dominación, como también los puntos de resistencia y transformación. La mistificación ideológica y la conversión de los intelectuales a la metafísica de la globalización ha sido un factor clave para facilitar el avance del imperio euronorteamericano - y para debilitar el desarrollo de una conciencia revolucionaria en los pueblos oprimidos.

El imperialismo lingüístico y la apropiación y distorsión de la historia han sido otra arma de la conquista imperialista. El lenguaje de la dominación está presente cuando se disfraza el proceso de la conquista: "reforma de mercado" significa debilitar las leyes laborales y los sindicatos, expandir la apropiación capitalista privada de la riqueza pública; "ajuste estructural" significa ingresos, propiedad y poder de reconcentración hacia arriba a expensas del estándar de vida de los trabajadores; "mercado libre " es la dominación de los circuitos económicos por parte de los monopolios gigantes del imperio. Estos son sólo algunos ejemplos de cómo el lenguaje ha sido corrompido y pervertido y se le han asignado connotaciones reaccionarias a conceptos con un contenido progresista anterior. Por ejemplo, décadas atrás, "reforma estructural" significaba la redistribución de tierras, riquezas e ingresos de un modo más igualitario. Actualmente significa transferir y reconcentrar los ingresos y la propiedad hacia arriba, donde están las adineradas elites extranjeras.

La compra de las industrias de las telecomunicaciones por megacorporaciones del imperio euronorteamericano y sus oligarcas socios locales facilita la transmisión de las doctrinas imperialistas y la transformación de la propaganda en forma de noticias.

La expansión de las escuelas de negocios al estilo estadounidense, los programas de capacitación en administración y la conversión de universidades como adjuntos de los intereses corporativos privados han debilitado el papel tradicional de los intelectuales como críticos del poder imperialista. Los fundamentos imperialistas y los estados imperialistas otorgan subvenciones, fondos para organizaciones no gubernamentales, becas para capturar y adoctrinar a estudiantes y docentes en las virtudes del "mercado libre" y en los vicios del "pasado socialista".

A pesar de estos intentos de domesticación imperialista, queda un recuerdo histórico de los logros y la solidaridad del pasado revolucionario; persisten centros alternativos para publicaciones y producciones visuales; las universidades aún conservan espacios de debate y crítica. El problema clave es cómo estas esferas fundamentales de expresión y crítica pueden conectarse con el descontento popular masivo; cómo transformar el descontento privado en un asunto público y en movilización política. Sin una subjetividad revolucionaria, la lógica perversa del imperio continuará, amedrentada por ocasionales explosiones de protesta en masa. Están dadas las condiciones objetivas para un nuevo round de resistencia antiimperialista, las condiciones subjetivas aún están madurando.

El nuevo militarismo y el imperio: algunas perspectivas teóricas

Una década después de la caída del Muro de Berlín y del final de la Guerra Fría, la promesa de un "dividendo de paz" (en el que el gasto militar se convertiría en asistencia social) resultó ser ilusoria. Emblemático de la nueva era, el nuevo Secretario General de la OTAN, Lord Robertson declaró: "Ha terminado la época para un dividendo de paz debido a que no existe paz permanente en Europa ni en otra parte" (AFP, 2 de diciembre de 1999, Bruselas). Lord Robertson solicitó abruptos aumentos en el gasto militar, tema repetido por todos los líderes europeos. La cumbre europea en diciembre de 1999 consideró propuestas para una fuerza militar de 60.000 miembros que estaría disponible para un despliegue rápido con el fin de evitar cualquier desafío al imperio euronorteamericano. El movimiento de la Unión Europea para crear su propia fuerza militar va en contra de la dominación de Estados Unidos sobre la OTAN: el principal instrumento para expandir el imperio estadounidense. Mientras que Europa apoya de la boca para afuera la centralidad de la OTAN, Washington se preocupa por que la nueva fuerza militar favorezca los intereses imperialistas estratégicos de Europa sobre y contra Estados Unidos.

Fuera de Europa, el proceso de militarización es muy evidente en América Latina. En noviembre de 1999 Estados Unidos convocó la 22º Conferencia de Ejércitos Americanos en Bolivia. Asistieron representantes militares de 17 países para diseñar operaciones militares conjuntas bajo las directivas de Estados Unidos. Mientras que los temas más notorios fueron coordinar la acción contra las drogas, el terrorismo, la inmigración ilegal y defender el medio ambiente, el verdadero tema de discusión giró en torno al desarrollo de una fuerza militar "multinacional" para intervenir en Colombia y en otros países donde las luchas populares ponen en peligro la hegemonía norteamericana. La fórmula imperialista analizada durante la conferencia militar incluye los ahora familiares: intervención militar "humanitaria", plan para "ayudar" a refugiados, ocupación para instalar el "orden" seguido de elecciones apropiadas con los candidatos apropiados. El punto clave es que el Comando Militar del Sur de Estados Unidos encabeza la orientación y dirección de los militares latinoamericanos para intervenir a favor de los intereses imperialistas norteamericanos fuera de sus límites nacionales - una especie de "legión extranjera", un fenómeno que se ha generalizado en Europa Central, Asia y Africa. El uso de Washington y de Europa de los legionarios extranjeros en Europa Oriental y América Latina para defender sus intereses se basa en consideraciones políticas internas: mientras que una minoría de ciudadanos euronorteamericanos se oponen al imperialismo económico, la gran mayoría se opone a intervenciones militares que originan una gran cantidad de bajas euronorteamericanas. Por lo tanto, el nuevo imperialismo se basa en "capital blanco" y en "soldados de color" - algo no muy diferente de la experiencia del colonialismo del siglo XIX.

La remilitarización de la política euronorteamericana trae a cuestión uno de los principales supuestos teóricos de los escritores y académicos liberales ortodoxos: la idea de que la OTAN y otras alianzas militares fueron coyunturales, basadas en una posición defensiva en relación con la potencial expansión soviética en Europa Occidental. Este "argumento defensivo" utilizado en el pasado para justificar los programas armamentistas occidentales puede rechazarse totalmente ahora. El militarismo, el mayor gasto militar, las crecientes alianzas militares, los nuevos programas de misiles siguen ocurriendo a pesar de la extinción de la U.R.S.S., de la finalización de la Guerra Fría y de la ausencia de una "amenaza soviética". Además del hecho de que este argumento ni siquiera fue convincente durante la Guerra Fría, actualmente es evidentemente falso y no tiene sustento ni base lógica.

Queda validada la hipótesis alternativa de que el militarismo euronorteamericano fue y es estructural, ofensivo y que está diseñado con el propósito de construir el imperio. El argumento "estructural" se basa en la interconexión entre la expansión económica imperialista y el poderío militar. La penetración y dominación económicas de los países lleva a la pérdida de la soberanía nacional y a la explotación económica que a su vez provoca la oposición popular nacional y social ... y la intervención militar imperialista. En otras palabras, la necesidad de "militarizar la política" es inherente a la "construcción del imperio".

En segundo lugar, la estrategia de extender la OTAN y de reclutar "socios" (en Europa Oriental, los Balcanes y el Cáucaso) y de subordinar a los nuevos ex regímenes soviéticos al liderazgo de Estados Unidos tiene la doble función de aumentar el dominio euronorteamericano sobre las economías de estos países y de utilizar sus fuerzas militares para conquistar y someter a otras regiones y países. Esta fuerza militar expandida actúa con impunidad en guerras ofensivas como hemos presenciado durante los últimos diez años. El ataque militar euronorteamericano sobre Iraq - la llamada Guerra del Golfo - continúa hasta nuestros días - más de 16.000 ataques aéreos y más de 300 misiles fueron disparados sobre blancos iraquíes en 1999; el bombardeo y la ocupación militar de regiones de Yugoslavia; el bombardeo de Somalia y Afganistán.

La naturaleza de la Guerra Euronorteamericana contra Iraq tiene un significado más profundo. Diez años de ataques armados, la partición del norte de Iraq, las sanciones económicas que llevaron a un millón de muertes, las frecuentes invasiones turcas, los equipos de inspección de armas coordinados por la CIA - todos estos actos de agresión militar claramente demuestran que la política es establecer prácticamente un régimen colonial sobre una nación disidente.

El nuevo militarismo vinculado con el imperio euronorteamericano ha reintroducido la política de la recolonización: establecer lo que solía describirse eufemísticamente como "protectorados", es decir regiones y naciones bajo el tutelaje euronorteamericano.

La guerra euronorteamericana en Yugoslavia ilustra el alcance y la profundidad del nuevo imperialismo. El aspecto más revelador de la guerra fueron las condiciones políticas establecidas por la alianza de la OTAN para un "acuerdo de paz" en Ramboillet - que las tropas de la OTAN pudieran moverse libremente por Yugoslavia - incluyendo Belgrado: invasión y colonización por "invitación". Por supuesto, Milosevic no podía aceptar entregar su país a los comandantes de la OTAN. Posteriormente, el bombardeo, la invasión, la ocupación de la OTAN y el establecimiento de un régimen "albanés" marioneta en Kosovo son acciones típicas de la política colonialista: la explotación de diferencias étnicas, la intervención armada bajo pretextos "humanitarios", la limpieza étnica de Yugoslavia y otros países bajo los vigilantes ojos de las tropas de la OTAN y el establecimiento de un protectorado. La colonización de los Balcanes es un logro importante de la OTAN, nada menos que con el diligente apoyo de la mayor parte de la Izquierda.

El patrón general de apoyar a los movimientos "separatistas" en países de enemistad o competencia histórica y potencial se extiende al Cáucaso y al Sur de Asia, donde los regímenes euronorteamericanos compiten por forjar esferas de influencia entre los nuevos regímenes clientes corruptos de Georgia, Turkestán, Kazakstán, Azerbayján, etc. Todos estos regímenes clientes que han saqueado a su país enfrentan la oposición interna y el descontento - de ahí su búsqueda de pertenencia a la OTAN como profilaxis contra cualquier levantamiento nacional-popular.

Las "nuevas esferas de poder" del imperio euronorteamericano, la regresión a las tácticas y estrategias colonialistas del siglo XIX hablan de la centralidad del estado como elemento clave para revivir y extender las esferas de la explotación capitalista o lo que se describe amablemente como "actividad de mercado". Lo que logra la intervención del estado imperialista es que "el mercado" trabaje para el capital euronorteamericano. La reconquista económica y militar de los ex estados comunistas se logra a través de medios políticos: el financiamiento y el apoyo ideológico de partidos políticos y de personalidades relacionadas con el imperio y el capital euronorteamericanos.

El reclutamiento de los "regímenes leales" está vinculado con la hegemonía ideológica y cultural euronorteamericana establecida durante y después de la Guerra Fría, dentro y fuera del aparato "comunista" gobernante. El resurgimiento de las formas más salvajes de capitalismo en Rusia, Europa Oriental y la ex U.R.S.S. no sólo es una señal del dominio euronorteamericano, sino de un cínico juego de poder por parte de los líderes políticos de Occidente: saben muy bien que los "mercados libres" en estados débiles llevan al pillaje y a la regresión y no tiene relación con el desarrollo de fuerzas productivas. Sin embargo, Washington, Londres y Berlín alientan y respaldan a los líderes más retrógrados que participan en el robo masivo de la propiedad del estado porque reduce a estos países al avasallamiento por deudas y a una dependencia incondicional e impotente de las instituciones financieras euronorteamericanas. El "nacionalismo" de estos nuevos estados es puramente simbólico. La sustancia de su política económica y militar es neocolonialista.

La extensión del imperio está estrechamente correlacionada con la declinación del colectivismo, el ascenso de las nuevas clases capitalistas bajo la hegemonía euronorteamericana y la profundización de una multiplicidad de nuevas contradicciones.

Contradicciones en las esferas de poder

El nuevo imperio es en realidad dos imperios con alianzas que se superponen y entran en conflicto, y con lealtades. La competencia no militar (al menos por ahora) por esferas de dominio político-económico entre Estados Unidos y Europa se ha intensificado. Las elites europeas encuentran cada vez más intolerable que, a pesar de su unificación y su poder económico, estén bajo el tutelaje norteamericano durante y después de las intervenciones militares conjuntas de la OTAN - políticas militares que Estados Unidos decide, dirige y beneficia unilateralmente. A medida que Europa construye su propio imperio económico en competencia y cooperación con Estados Unidos, intenta construir una estructura militar paralela que coopere y compita con la OTAN dominada por Estados Unidos.

Las esferas cada vez mayores de competencia imperialista - la dinámica de los imperios en expansión - constituyen una de las fuerzas propulsoras del crecimiento de la militarización en Europa y finalmente en todo el mundo. Es inevitable que el nuevo centro imperialista europeo intente copiar las fórmulas estadounidenses: fuerzas de despliegue rápido, ideologías humanitarias, regímenes electos en los clientes colonizados, guerra de alta tecnología, etc.

Sin embargo, la lógica de la competencia imperialista se mezcla con la cooperación imperialista para destruir o debilitar a los adversarios reconocidos: regímenes nacionalistas reformistas, movimientos revolucionarios, etc. En otras palabras, las contradicciones inter-imperialistas están subordinadas a las contradicciones nacional-sociales que surgen entre el imperio y el pueblo trabajador. Esta contradicción funciona en dos niveles. En el primer nivel, la expansión agresiva del imperio euronorteamericano ha conquistado nuevos "espacios" y ha provocado una creciente oposición en las bases "nacionales" y "subnacionales". Los crecientes movimientos guerrilleros en Colombia y Méjico, el surgimiento de regímenes nacionalistas como Chávez en Venezuela y, sobre todo, los crecientes movimientos sociales en el Tercer Mundo se enfrentan directa y obligadamente con el pillaje y la explotación total por parte de las instituciones económico-militares del imperio, ya sean los especuladores financieros, las fábricas del FMI o las compañías petroleras.

El segundo aspecto de la contradicción entre imperio y pueblo se encuentra en el hecho de que el imperialismo euronorteamericano contemporáneo no crea una "aristocracia laboral" dentro de los países imperialistas, sino que se apropia de los recursos económicos del estado, convirtiendo los pagos de la asistencia social en subsidios para los capitales extranjeros, mientras que reduce los salarios y los pagos de no salarios a la mano de obra en los países imperialistas. En otras palabras, la expansión en el exterior (o la construcción del imperio) se basa en la explotación dual, en casa y afuera. La famosa protesta contra la Organización Mundial del Comercio en diciembre de 1999 (la Batalla de Seattle) movilizó a los principales sindicatos contra las multinacionales por asuntos económicos que afectan en forma adversa a los trabajadores estadounidenses - la pérdida de trabajos bien pagos y organizados en sindicatos - y de los trabajadores de Europa y el Tercer Mundo.

Las múltiples contradicciones de los imperios euronorteamericanos suceden a conflictos anteriores que acompañan el surgimiento y la caída de imperios. La primera ola de construcción de los imperios capitalistas modernos entre 1870 y 1914 finalizó con la guerra inter-imperialista de 1914, la Revolución Rusa de 1917, la depresión de 1929 y el efímero imperialismo fascista de las décadas de 1930 y 1940.

La segunda ola de construcción de imperios comenzó después de la segunda guerra inter-imperialista (1940-45) y estuvo dominada por Estados Unidos. Entre 1945 y 1973 el imperio norteamericano se expandió mientras que el europeo se desbandaba parcialmente. Este fue un período sumamente contradictorio porque el imperio estadounidense se construyó sin las "estructuras colonialistas formales". Su expansión enfrentó importantes revoluciones antiimperialistas: China, 1949; Corea, 1950; Cuba, 1959 y finalmente Indochina, 1954-73. El choque entre un imperio en expansión y los movimientos insurgentes de liberación provocó la histórica derrota en Indochina y una declinación relativa en la construcción del imperio estadounidense durante el período 1973-80.

La declinación relativa de Estados Unidos en la década 1970 fue paralela a la resurrección de la construcción del imperio eurojaponés al estilo "postcolonialista" americano. A mediados de la década de 1980 comenzó la tercera ola de construcción del imperio. La victoria del capitalismo euronorteamericano sobre la U.R.S.S., las sangrientas guerras mercenarias y los golpes militares en el Tercer Mundo constituyeron el escenario para el período contemporáneo de la construcción del imperio.

Como queda claro, la construcción del imperio no es un proceso lineal inevitable. Es cíclico. Cada ciclo depende de condiciones económicas favorables, del éxito militar en los conflictos internacionales y la hegemonía sobre los rivales imperialistas potenciales. Cada ciclo va acompañado del surgimiento de poderosos movimientos antiimperialistas, de intranquilidad interna dentro del imperio y de competencia destructiva y conflictos entre las potencias imperialistas. No hay razón para creer que la ola actual de expansión imperialista no se enfrente también con el mismo resultado.

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009