La relación entre género y clase es muy compleja, y tomando en cuenta que la teorización sobre masculinidad es relativamente reciente y todavía inestable, es evidente que emprender el análisis de la relación entre masculinidad y clase social es una tarea de una enorme magnitud. En este trabajo me propongo solo esbozar algunas de las posibles relaciones que se pueden abordar en el estudio de la masculinidad y su relación con otras dimensiones de ordenación social, en este caso particular con la clase.
El trabajo de Benería y Roldán (1987) ofrece un buen punto de partida para iniciar esta exploración. Considerando que la masculinidad es parte de la categoría de género utilizo en parte sus observaciones para entender la relación entre masculinidad y clase: Primero, es necesario reconocer que clase y género son dos sistemas de relación social diferentes, pero ambos son necesarios para entender la dominación masculina y la subordinación de las mujeres; Segundo, una sola dimensión de diferenciación social es insuficiente para dar cuenta de la organización jerarquizada de la sociedad.; Tercero, ambos sistemas son semiautónomos, es decir, cuentan con ciertos mecanismos y procesos particulares que son irreductibles a solo uno de esos sistemas de diferenciación social, y Cuarto, interactúan de forma compleja en diversos planos..
Aunque analíticamente se puedan distinguir clase y género, en la vida real es dificil separarlos, por lo cual es preferible abandonar cualquier sesgo dualista y estudiar la masculinidad considerando la dominación y subordinación social como un todo, en donde participan los distintos planos de ordenación de las relaciones de género junto con las relaciones de producción y explotación económicas (Benería y Roldán, 1987).
En el ámbito de los estudios de género y masculinidad han proliferado distintas escuelas y perspectivas teóricas que parten de supuestos epistemológicos, teóricos, metodológicos y políticos distintos, por lo cual es necesario comenzar con una serie de definiciones para ubicar desde que postura se aborda esta indagación en la relación masculinidad y clase.
La categoría de clase social ha sido muy controvertida, pero como resultado desde una posición integradora, la clase de define aquí desde varios planos,: a) la posición respecto a la posesión de los medios de producción o control del proceso de trabajo; b) los aspectos socioculturales como identidad, prácticas o estilo de vida, codificación simbólica de su posición respecto a los medios y relaciones de producción, formas de organización y lucha, y ; c) factores psicológicos que determinan la experiencia individual de su ubicación en la estructura económica.(Benería y Roldán, 1987) Concebir de esta forma la clase social permite establecer relaciones que den cuenta de la complejidad de la interacción con la dimensión de género.
En el campo de los estudios de género se han propuesto diversas perspectivas y definiciones, en este trabajo se entiende al género como una categoría analítica que permite indagar basicamente sobre una dimensión constitutiva de las relaciones sociales, dimensión en donde se articulan desigualdades y jerarquías en torno a los cuerpos sexuados humanos, con sus propios mecanismos de construcción y reproducción. Esta diferenciación, desigual y jerárquica de los cuerpos sexuados se construye en la sociedad como un todo, en las instituciones, normas, valores, creencias, representaciones colectivas, en los medios semióticos y en la experienca subjetiva (Scott, 1996; De Barbieri, 1998).
De acuerdo a Hawkesworth (1999) el género se puede entender como categoría heurística que permite identificar problemas, y proponer conceptos, definiciones e hipótesis. Esta categoría analítica según Foster (1999) guía la investigación en las intrincadas relaciones entre los procesos sociales, culturales y subjetivos que participan en el ordenamiento social en los múltiples niveles, desde el macrosocial, hasta los escenarios de interacción microsocial y en el ámbito individual.
El género como dimensión de diferenciación social se interrelaciona con otras categorías que establecen distancias sociales y ordenan la realidad sociocultural e individual, categorías como la clase y la raza, o cualquier otra dimensión relevante para el ordenamiento de cada sociedad particular (Hawkesworth, 1999; Foster, 1999; De Barbieri, 1998) Esta dimensión de organización jerárquica de la sociedad se transforma históricamente y por lo menos en el plano teórico puede dejar de existir en algún momento del desarrollo sociohistórico.
Las tensiones y contradicciones en la teorización del género se reflejan en los estudios de la masculinidad, además estas aproximaciones ofrecen formas diferentes de abordar el estudio de esta, debido, entre otras cosas a que parten de perspectivas disciplinares diferentes, como la psicología, la sociología y la antropología. Asi mismo, parten de definiciones diferentes, que se confunden y sobreponen, la masculinidad es entonces un concepto con límites borrosos e imprecisos.(Coltrane, 1994) Dentro de estas interpretaciones se encuentran posiciones que consideran a la masculinidad como: a) un atributo personal el cual se puede medir y que poseen en magnitudes distintas los individuos; b) un rasgo de personalidad mas o menos permanente; c) una esencia profunda inscrita en la naturaleza de los hombres; d) un rol en la organización social que se cumple como protector, como autoridad, como proveedor, entre otras funciones; e) lo que hacen los hombres; f) lo que hacen los hombres para ser hombres como tareas de identidad; g) lo que significa ser hombre. (Guttman, 1996; Connell, 1995)
También, se observan diferencias metodológicas y técnicas, lo que hace difícil integrar o contrastar evidencias empíricas, Y un ámbito que se sobrepone a lo teórico y metodológico, se refiere a las posiciones y estrategias políticas, en donde podemos encontrar aproximaciones que naturalizan, reproducen y legitiman la dominación de los unos sujetos sexuados sobre otros., los que intentan eliminar cualquier forma de opresión sobre las mujeres pero afirman la diferencia y refuerzan la distancia entre individuos con base en el sexo o aquellos que también quieren eliminar las formas de dominación y subordinación entre sujetos sexuados entendiendo los procesos socioculturales e individuales que las producen.
Sin embargo, para definir la masculinidad es necesario dejar claro antes como se asume la relación entre género y masculinidad ya que se puede establecer desde diferentes perspectivas. 1) Una de ellas es considerar a la masculinidad por fuera de la categoría de género, fincada en la biología, como algo natural, o como un rasgo ahistórico. 2) Otra posible relación es asumir que la masculinidad es parte del género, pero puede ontologizarse y asumirlo como un rol, una identidad, una ideología; puede, siendo parte del género, ser una configuración de prácticas situada en una formación social particular, como Connell (1995) señala, de la sociedad occidental. 3)También, la masculinidad se puede abordar como parte del género a nivel heurístico refiriéndose a una parte de esa dimensión de diferenciaciación y jerarquización social a la que se refiere el género. La masculinidad como una categoría analítica puede comprender el ámbito de la dominación de unos individuos con cuerpos sexuados y capacidades reproductivas diferentes.
La masculinidad como parte del género en el sentido heurístico definirá una parte de la realidad social que puede ser estudiada por diversas disciplinas, las cuales acotarán aspectos particulares de la dominación masculina como sus objetos de estudio. La masculinidad como herramienta analítica comprenderá la formulación de interrogantes, de problemas de investigación, conceptos y explicaciones tentativas de esos procesos y mecanismos a través de los cuales se produce y reproduce la dominación de unos individuos con cuerpos sexuados sobre otros, en contextos históricos y socioculturales específicos. Cada disciplina y teoría dentro de ella definirá desde su particular nivel de análisis un objeto de estudio que pueda dar cuenta de los procesos y mecanismos que participan en la producción y reproducción masculina, en ese nivel de específico (sociológico, antropológico, psicológico, etc.)
Este lugar o posición de dominación, desde el cual se intenta subordinar a otros individuos, los cuales pueden oponer resistencia, la masculinidad considerada una categoría analítica en su delimitación de este ámbito de la dominación de unos individuos con cuerpos sexuados sobre otros se articula o abarca tres dimensiones
Dimensión Social. Esta dimensión se refiere a la organización social de las prácticas organizadas institucionalmente de acuerdo a la clasificación de los individuos tomando en cuenta las características atribuidas socialmente a unos y otros cuerpos sexuados. La valoración y división de las prácticas puede ser diferente para cada grupo sociocultural. Por ejemplo, a quien se le permite tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, quien debe cuidar a los hijos e hijas cuando están enfermos, quien se responsabiliza de la anticoncepción, quien ejerce la violencia sexual., En esta dimensión también se encuentran las normas formales e informales que regulan las relaciones entre los individuos sexuados.
Dimensión Cultural. En donde se engloban las codificaciones o representaciones compartidas colectivamente, que establecen en el ámbito simbólico las diferencias construidas socialmente entre los individuos a partir de sus características corporales y sus potencialidades reproductivas. Se pueden observar representaciones que adjudican a lo masculino la fuerza, la inteligencia, también la producción de pornografía en cine o prensa ofrece representaciones en donde la mujer es pasiva y puede ser sometida a todas las vejaciones imaginables. Las relaciones entre los sexos en cualquier ámbito se codifican y en los medios masivos de comunicación, en el arte, la ciencia y la religión, generalmente presentando a las mujeres subordinadas a los sujetos y reglas masculinas. La elaboración simbólica a nivel colectivo puede contribuir a la naturalización de las relaciones de dominación.
Dimensión Subjetiva. Que refiere a la construcción interna que cada individuo mantiene y negocia dentro de su contexto social. Esta construcción individual determina las formas en que sienten, piensan, actúan y se relacionan los individuos. La subjetividad es dinámica, responde y a su vez influye en la organización social y mediación cultural de las relaciones entre los géneros. La configuración sociocultural de la masculinidad se cristaliza en la experiencia individual como cuando un individuo asume que tiene el derecho sobre el cuerpo y erotismo del otro porque lleva "dinero al hogar" o da por hecho que a él no le toca faltar al trabajo para cuidar a un hijo enfermo; o que él tiene el derecho de golpear al que le desobedece en la familia.
La masculinidad como parte del género y actuando como herramienta heurística comprende esas tres dimensiones, pero en relación con otras distancias sociales como la clase, la raza o cualquier otra distancia social relevante para cada sociedad. Es ineludible en este recorte heurístico asumir que la dominación implica la relación entre sujetos dentro de prácticas organizadas socialmente y la existencia de sujetos diferentes, tanto dominantes como dominados. De la misma forma que en cada formación social este tipo de dominación se cristalizará de manera particular.
· Interrelación del l trabajo y las posibilidades del cuerpo sexuado
La masculinidad al interactuar con la clase nos hace pensar en configuraciones particulares de dominación que se articulan en lo social, cultural y subjetivo. Por un lado, una dominación de unos cuerpos sexuados sobre otros y por otro lado, la dominación de acuerdo a la posesión de los medios de producción y a su posición en la estructura económica.
El tipo de trabajo que se asigna diferencialmente a los individuos y los coloca en distintas posiciones de la sociedad, determinando con ello como se distribuye el acceso a los recursos simbólicos y materiales . Además, Esos conjuntos de prácticas que constituyen los trabajos pueden considerarse como señala McElhinny (1994) usando el noción de "habitus" de Bordieu, que ligados al trabajo puede dar lugar a los habitus condicionados ocupacionalmente. Es decir, las experiencias laborales contribuyen a construir estilos de habla, formas de pensar, de sentir y de actuar particulares.
El análisis de la relación entre masculinidad y clase puede partir del papel de la organización del trabajo sobre las relaciones entre cuerpos sexuados y a la inversa cómo la diferenciación y jerarquización de los cuerpos sexuados influyen en la organización y jerarquización de los sujetos en las relaciones laborales y económicas. Es decir, el trabajo define la posición de los individuos de acuerdo a la posesión de los medios de producción, a lugar que ocupa el individuo y el trabajo en la estructura económica, unos se relacionan con sus iguales en sindicatos otros en sociedades comerciales, unos comparten ciertas prácticas "propias" de su clase en las que están reguladas la participación de los mismos hombres, de las mujeres y sus familias.
De esta forma, la relación de mujeres con el trabajo o actividad económica en cada clase determinará las relaciones entre hombres y mujeres, sus espacios, reglas de negociación del mismo trabajo y sus productos, asi como la posibilidad de dominación masculina en la vida familiar y conyugal, la sexualidad y reproducción. La diferenciación estructural del trabajo por sexo regulará las posibilidades de trabajo e ingreso de las mujeres, los trabajos y salarios aún por el mismo tipo de trabajo que los hombres, bajo configuraciones diferentes para cada clase social. Es decir, los procesos socioculturales (normas formales e informales, prácticas como el hostigamiento) y estructurales (horarios, pago) de las relaciones de producción impondrán restricciones y facilidades para el acceso diferencial de cada tipo de individuo sexuado en respuesta a la propia dinámica de las relaciones económicas.
El trabajo determinará el acceso de los individuos a los recursos, los bienes y las relaciones limitando el capital con el cual el trabajador saldrá hacer la vida en la comunidad y en la familia, estableciendo límites para conseguir un posible lugar jerárquico con las mujeres y la familia.
Por otro lado, el acceso de las mujeres al trabajo estará mediado por los procesos sociales, culturales y subjetivos que producen y reproducen las relaciones entre los géneros. Por ejemplo, lo que se refiere a las prácticas, con sus normas y regulaciones, como la reciprocidad que establezcan con sus parejas en el hogar y la reproducción. Entre clases existe la misma reciprocidad entre hombres y mujeres en estos terrenos?; como el cuidado de los hijos, la libertad para controlar su tiempo y libre tránsito en los espacios sociales (Stern, 1999); cómo, cuándo y con quién se puede dar la vida sexual, etc.
Lo que se refiere a la elaboración semiótica, con la producción de estereotipos, representaciones, valores, prácticas discursivas que serán la mediación de las relaciones entre los individuos sexuados. Por ejemplo, quién tiene habilidades intelectuales, fuerza, vinculación afectiva. También, la forma de pensar, de actuar y de sentir que constituye la experiencia subjetiva de los individuos de acuerdo a su ubicación en la diferenciación sociocultural de acuerdo a su cuerpo sexuado. Estos ejes de diferenciación genérica afectarán o determinarán la participación en las relaciones de producción.
El trabajo es central en la definición de la identidad genérica como puede evidenciarse en el trabajo de McElhinny (1994) con mujeres que entran a ocupaciones consideradas masculinas, como el de policía. Ellas llegan a presentarse de forma masculina al manejar los recursos como la forma de vestir, despliegues de fuerza, formas ritualizadas de usar herramientas y el uso del lenguaje. De acuerdo a esta autora, las ocupaciones que establecen distancias de clase pueden ofrecer recursos simbólicos, prácticas y experiencias distintas a los individuos.
En la medida en la cual las ocupaciones están organizadas por sexo y el pertenecer a una clase, permite participar en ciertas ocupaciones, las cuales, a su vez, posibilitan a unos individuos sexuados colocarse en una posición de dominación sobre otros cuerpos sexuados a través de estrategias específicas ligadas los recursos simbólicos, prácticas y experiencias ocupacionales y por tanto de clase.
Cada clase conforma una organización sociocultural y subjetiva del trabajo que a su vez constriñe y favorece ejes de dominación de unos cuerpos sexuados sobre otros. Las expresiones pueden ir desde la exclusión de toda actividad productiva; el ingreso a las actividades remuneradas pero reguladas; el control sobre los productos del trabajo; la distribución de las actividades domésticas no pagadas.
Entre los obreros y campesinos es mas frecuente que las mujeres participen en las actividades económicas que puede producir una ganancia, en las tareas agropecuarias unas, en el trabajo informal o formal otras, este es un ámbito en el cual los hombres pueden ejercer control y beneficiarse de ello. Las expresiones pueden ser múltiples condicionar la participación de las mujeres en ese tipo de actividades. Por ejemplo, que el trabajo se realice dentro del hogar o en los horarios que les permitan a las mujeres brindarles atención; aportar inequitativamente para el mantenimiento del hogar, cuando el se guarda parte de su salario y ella lo aporta todo.(Benería y Roldán, 1987)
También, en el trabajo doméstico, las mujeres pueden trabajar remuneradamente y pagar o realizar ellas mismas el trabajo doméstico, obligación que no necesariamente consideran los hombres.
Los cambios en los sistemas de producción tanto nacionales como internacionales pueden promover cambios en las relaciones entre los géneros, pero no necesariamente promueven la equidad, y mas bien, como lo muestra el estudio de Benería y Roldan (1987) la subproletarización de las mujeres puede favorecer que contribuyan de forma directa a la economía familiar, sin poder establecer, necesariamente, las relaciones mas equitativas.
En otras clases, es posible que no existe este ámbito de control, pues las mujeres trabajan remuneradamente con menos frecuencia. En la clase media, tal vez las mujeres sí trabajen remuneradamente pero entre los dos paguen el servicio doméstico o ambos participen en su realización, aunque siempre será un posible escenario de control.
· Concepción de la familia de acuerdo a la clase y al género
Las estrategias de reproducción social de cada clase se organizan en gran medida a partir de la estructura y dinámica familiar la cual es diferente de clase a clase. Por ejemplo en México, el número y composición de la familia difiere drásticamente entre los campesinos y obreros en comparación con los profesionistas, tanto en el número de miembros, mayor entre los pobres y en su composición, la familia extensa mas frecuente entre trabajadores del campo y obreros.
También, respecto a la dinámica se podrá observar que el control de los recursos, las decisiones sobre la migración, acceso a la escuela, incorporación al mercado de trabajo de sus miembros, la fecundidad y regulación del tiempo libre estará en parte determinada por las creencias, valores, estereotipos, normas, prácticas e interpretaciones particulares en los que se apoya la dominación masculina. Asi, los dueños de los medios de producción y los profesionistas en puestos de mando no tengan que migrar y siempre participarán en las decisiones familiares, asumirán solos el mantenimiento de la familia entera y mantendrá el control directo que puede ser legitimado y no este exento del uso de la violencia si l considera necesario.
Los hombres en general, pueden buscar que sus compañeras los respeten y los traten con deferencia, pero el respeto puede ser interpretado de distintas maneras, por ejemplo entre los proletarios, el respeto hacia el hombre es no salir de la casa a visitar conocidos o parientes, salir al parque o al cine sin el permiso de los hombres. Para otros grupos de hombres, el que la mujer cuide su apariencia física o que salga con otro hombre.
· Creencias, visión del mundo, codificación cultural masculina en cada clase
Diversos autores asumen que existe una masculinidad hegemónica en la sociedad occidental (Connell, 1994; Seidler, 1995) que guarda relaciones de dominación y subordinación no solo con otros géneros, sino con otras masculinidades. Sin embargo, esta posición puede simplificar la realidad de países como México, que se caracteriza por ser pluricultural, pero aún sin considerar a los indígenas con su propia cosmovisión, los grupos urbanos de diferentes clases pueden tener una elaboración simbólica de la realidad relacionada pero semiautónoma. Como lo plantea Lommintz- Adler (1995 ) la existencia e interrelación de culturas. La cultura a nivel global como puede ser la reproducida por los medios masivos; la cultura regional, como la creada y recreada en el nivel nacional o en determinadas regiones del país y; la cultura local en las comunidades, barrios particulares, en donde se reelaboran y contestan las culturas de los otros niveles antes mencionados. La influencia o relevancia de cada nivel dependerá de las circunstancias, no se puede dar centralidad a un solo nivel cultural.
De esta forma, es posible pensar que las culturas masculinas, aunque pueden estar relacionadas, son diferentes entre las clases y no necesariamente las codificaciones simbólicas producidas por aquellos grupos que detentan el control de los medios de producción se impone y determina su interpretación de las relaciones entre los géneros sobre las otras clases.
La ideología y representaciones que comparten los capitalistas pueden ser despreciadas por las otras clases al colocarse fuera de sus creencias valores, representaciones e interpretaciones particulares de la realidad entre los géneros. SE pueden contraponer el valor de trabajar la tierra, manejar el machete, la habilidad para manejar herramientas, de tener unas manos toscas y fuertes, frente al despliegue de conocimiento y habilidades adquiridas en la escuela, el uso de tecnología que no requiere fuerza física.
Hay autores que proponen que la interpretación ideológica de cada clase acerca de las mujeres y la representación de la categoría sexual que ejerce la dominación puede tener expresiones diferentes, es decir, en cada clase el sentido de las prácticas, relaciones y la experiencia misma respecto a los cuerpos sexuados subordinados y los cuerpos sexuados dominantes tienen construcciones particulares. Estas codificaciones simbólicas legitiman y naturalizan la dominación.
En un trabajo con trabajadores agrícolas mexicanos, se observó que a través de las prácticas discursivas y las producciones culturales como las canciones se realizan una serie de operaciones simbólicas de dominación, se delimita un grupo de mujeres como objeto de sometimiento y degradación (Peña, 1998). De la misma forma, Ramos (1962) observa entre los obreros, que su discurso esta lleno de insultos sádicos y expresiones de degradación de la mujer en comparación con sus contrapartes de la clase media. Por otro lado, de acuerdo a Peña (1998) los trabajadores agrícolas se atribuyen a sí mismos una clase especial de virilidad creando un valor particular de los mexicanos.
Estas formas particulares de usar los recursos simbólicos no solo establece una relación de dominación sobre las mujeres, sino también, pueden ser una forma de resistencia ante la dominación que sufren por parte de los miembros de otras clases.
Es necesario explorar cuales son los recursos y ejes a través de los cuales cada clase construye su propia dominación a partir de la construcción simbólica de los cuerpos sexuados.
Conclusiones
La masculinidad entendida como la dominación de unos cuerpos sexuados sobre otros se relaciona con la clase en diferentes formas, la organización de los conjuntos de práctica como clase y sobre todo alrededor de las actividades productivas, conforman disposiciones, experiencias, formas de uso del cuerpo, de los recursos simbólicos que pueden deslizarse hacia las practicas, relaciones y experiencias que producen y reproducen la dominación masculina dentro del ámbito laboral y en otros ámbitos como la familia, la sexualidad, la reproducción, el uso del tiempo libre.
Los mecanismos de construcción de distancias sociales de tipo jerárquico alrededor de las relaciones de producción comparten elementos y mecanismos con la diferenciación social entre los sexos, ya que los procesos de producción de jerarquización social en ambos ámbitos se coordinan, algunos se sobreponen y son autónomos en la dominación masculina
La diferenciación sociocultural y subjetiva que se crea a través de los mecanismos que soportan las relaciones de producción interactúan con los procesos que producen y reproducen la dominación de unos cuerpos sexuados por otros. Es ta interacción se puede vislumbrar a través de distintas vías: ofreciendo recursos, prácticas, valores, normas, representaciones y experiencias que se reintroducen en las relaciones entre los sexos dando lugar a una posición de dominación.
Referencias
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[1] Psicólogo, Coordinador del Area de Masculinidad, Programa Universitario de Estudios de Género, Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja las áreas de Masculinidad; Salud Sexual y Reproductiva; Embarazo Temprano; Paternidad y Sexualidad Masculina Entre sus principales publicaciones se encuentran: "Repetición intergeneracional del Embarazo Adolescente y la Relación Madre-Hija". En: M. de la Paz López (Comp.) Hogares, Familias: Desigualdad, Conflicto, Redes Solidarias y Parentales. México: Sociedad Mexicana de Demografía, 1996. Coautor de "El Embarazo Adolescente y la Pobreza". En: P. Bonfil y V. Salles (comp). Mujeres Pobres: Salud y Trabajo. México: Gimtrap, 1998.