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La ilusión de un porvenir

 

Un poco de historia...

En la década del 60 y principios del 70, los cambios sociales eran creíbles. Existía en los hospitales y demás instituciones de la Salud Mental, una militancia que propiciaba el contacto de la institución con la comunidad que lo rodeaba. La prevención primaria y las redes comunitarias protegían a la población creando lazos solidarios. El hospital salía a la comunidad ofreciendo un marco de prevención y esclarecimiento, que excedía a la mera cura del paciente enfermo. Eran años políticamente tumultuosos, en los que muchas veces se confundían o emparentaban la militancia política con la práctica profesional.

Con la irrupción del proceso, los lazos del hospital con la comunidad se rompieron. Hubo exilios, desapariciones. Estar en grupo fue peligroso. Esto tuvo distintos impactos en la sociedad y en los profesionalesde la Salud, que insertos en la comunidad, tuvieron que adaptarse a las nuevas reglas de juego. Pasaron a tener preponderancia el aislamiento, lo individual en lugar de lo grupal y lo comunitario. Florecieron aquellas modalidades terapéuticas que se adecuaban a esos tiempos. Quienes llegaban al hospital se atendían, quienes no, quedaban fuera de la estructura estatal de Salud.
Con el advenimiento de la democracia, hubo un intento de resurgimiento de aquello que había quedado “olvidado”. Sin embargo, el país había cambiado. Una copia de lo viejo en un país nuevo dió escasos resultados. No se podía hacer lo mismo, reinventar lo ya inventado. Las prácticas en Salud Mental despedían un olor a refrito ya conocido e ignorado. El optimismo duró poco. El intento modernista con aires europeos se esfumó en medio de una debacle económica que dió lugar a un “cambio de la historia” y al “cese de las ideologías.” La caída de las utopías junto al sálvese quien pueda repitió el corte entre las instituciones que brindan “Salud” y quienes la reciben.

Algo de actualidad...

En todo este proceso, estuvieron los que se quedaron, los que se fueron, y los que volvieron. La metamorfosis que provoca el tiempo, estableció castas de culpables, salvadores, nostálgicos e indiferentes. Hubo un quiebre. Los Servicios de Salud Mental se fueron convirtiendo progresivamente en Servicios de Psicoanálisis. Curiosa paradoja, ya que la práctica que inicialmente fue resistida y marginada por la vieja psiquiatría clásica, se aggiornaba excluyendo alternativas interdisciplinarias, que agrandaran el estrecho enfoque que el consultorio.tiene en los Servicios hospitalarios. La escasez de recursos transformó a la población de profesionales, en casi exclusivamente compuesta por psicólogos, trabajando ad-honorem. Las grandes figuras del mundo psi, desilusionadas por un pasado de ilusiones truncas, se apartaron de las instituciones públicas. Se produjo una fragmentación y atomización. Cada gurú con sus seguidores.
Los jóvenes profesionales motivados por sus deseos de formación psicoanalítica, comenzaban a hacer sus primeras armas en los hospitales y en estas condiciones. Se encontraban, al entrar, con la Institución y sus normas, sus valores, su cultura, su modo de funcionar cotidiano que ya estaban instituídos. En un comienzo, la cultura del principiante suele chocar, pero luego se entremezcla con la imperante en el lugar, pasando a ser un engranaje más de la pesada maquinaria de Salud. Se establece una curiosa paradoja, ya que el hombre crea engranajes para formar una máquina que le sirva, pero termina sirviendo a ésta, asegurando su perpetuación: Una repetición incesante de movimientos rítmicos y pendulares, que aplastan los restos de una subjetividad gimiente.
Los primeros pasos en una Institución requieren de algo establecido que respalde el acercamiento hacia aquello que resulta desconocido, inquietante. Es en este momento en que lo subjetivo, puede tender a desvanecerse. Se busca una uniformidad que identifique a la persona entrante como un miembro más del lugar al que pertenece. Sin embargo, puede haber una articulación entre lo establecido en la Institución con aquello nuevo que permita un crecimiento dinámico de la misma, que la agilice, pero que a la vez atenta contra su integridad.
Muchos jóvenes profesionales intentaban aprehender el quehacer de la práctica privada en las instituciones públicas. Los Servicios públicos de Salud Mental se convertían pues, en una suerte de microconsultorios privados, funcionando simultaneamente.
La falta de límites en el tiempo de los tratamientos, junto a la escasez de recursos, disminuyó la cantidad de población que accedía a una terapia, mientras aumentaba la demanda en las consultas. Los pacientes atendidos eran aquellos que llegaban a entrar en la compactadora teórica que los profesionales poseían. Compactadora que estaba motivada, más por un deseo de formación que por un interés asistencial.
Otro hecho que se observó, fue la transmisión de la violencia institucional: la que recibían los terapeutas la transmitían a los pacientes. Los escasos salarios, los escasos recursos, y el renunciamiento a las expectativas de cambio provocaron una doble cronificación de pacientes y terapeutas. Estos últimos, suelen envejecer al compás de la Institución, que va perdiendo su brillo, lo que provoca una burocratización de la tarea, una repetición insensata de actitudes y costumbres. La cronificación no obedece necesariamente a un mero pasaje del tiempo lineal, sino a un tiempo interno que puede modificarse o no de acuerdo al posicionamiento de cada uno. Se trata de una cronificación pero con un régimen expulsivo. Esto provocó la instalación del famoso “Zapping Institucional”. Una suerte de desfile de terapeutas, que buscando un progreso profesional, dejan rápidamente las Instituciones en las que se encuentran por otras que les brindan mayores ventajas. Esto conlleva una falta de compromiso, una ausencia de “camiseta”, un constante cambio en el equipo de profesionales. Las prácticas terapéuticas se transformaron en un “como si”, en un pacto perverso entre pacientes y terapeutas en el que no se denuncia lo que no funciona, a cambio de recibir las escasas migajas que el sistema otorga. Derivaciones que no conducen a ningún lado, o largos plantones a cambio de medicación gratuita.
Sin embargo, y a pesar de lo dicho, se ha visto un retorno a las instituciones públicas. Esto no es producto de un convencimiento acerca de lo social vs. lo individual, sino que tiene un motivo fuertemente económico. Se ha visto un desplazamiento de la población que concurre al hospital. Los muy pobres dejaron de venir, los pobres siguen concurriendo, e hizo su aparición la clase media: “los nuevos pobres”, quienes carecen de posibilidades de acceder a tratamientos privados considerados “mejores”. Los “nuevos pobres” más afortunados, consultan a través de la obra social a la que les tocó pertenecer en suerte. En fin, los tratamientos privados son cada vez más escasos, pero cotinúa la simulación de lo privado en lo público.

Perspectivas futuras, aunque no tanto...

Es decir, la nueva tendencia, no tan nueva por cierto, es otra vez la “institucionalización”de los pacientes y terapeutas, sumidos ambos a reglas de juego que no obedecen en la mayoría de los casos, a criterios terapéuticos sino económicos. Las obras sociales, presas de la corrupción buscan el enriquecimiento del cacique de turno, y las prepagas la ganancia de sus dueños.
En este sentido, las instituciones semipúblicas o semiprivadas, en las cuales no hay un dueño, o los intereses políticos no exceden las meras luchas internas por reconocimiento y prestigio, permiten una práctica terapéutica más transparente, y con mayores posibilidades de producir modificaciones. Lo económico, si bien es algo importante, no es el fin más inmediato, y además no se decide en el despacho de un dueño, ni tampoco en el pasillo de un ministerio.
Es por eso, que aparece el “volver a la comunidad”, que puede cumplir con varios objetivos de diferente orden. Estos objetivos no solo no se contraponen entre sí, sino que se potencian. La necesidad de los profesionales que ven reducidas sus posibilidades en el ámbito privado se conjuga con la necesidad de una población cada vez más empobrecida y a la que es necesario desde un punto de vista ético dar respuestas en el campo de la Salud Mental.

Hernán Polakiewicz
Psicólogo
Ex Jefe de residentes del hospital Evita

Bibliografía consultada

• Galende Emiliano, “Psicoanálisis y Salud Mental”. Paidós. 1994.
• Ulloa Fernando, “La dolce Evita... el aislamiento”. La dolce Evita núm. 2. 1991.
• Polakiewicz Hernán y otros, “La urgencia de crear”. Primeras jornadas sobre creatividad del Centro Oro. 1992.
• Balán Jorge, “Cuéntame tu vida. Una biografía colectiva del Psicoanálisis argentino”. Planeta Espejo. 1991.
• Winnicott Donald, “Realidad y Juego”. Gedisa. 1990.
• Vezzetti Hugo, “Aventuras de Freud en el país de los argentinos”. Paidós. 1996.
• Terán Oscar, “Nuestros años sesentas”. Puntosur. 1991.
 

 
Articulo publicado en
Marzo / 1997