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Titulo

Generosidad: el respeto por la diversidad sexual

 

Introducción

Cuerpos sexuados, modalidades deseantes, elección de objetos, descargas pulsionales que exceden, estallan y no se aprisionan en los moldes que el binarismo: femenino – masculino encierra. Prácticas de encarnar el deseo, la pasión y la identidad que requieren ser reconceptualizadas para que las teorías que pretenden describirlas y ayudarlas en sus sufrimientos no las continúen violentando a través de una imposición de sentido psicopatológico que, a diferencia de nuestro imperativo ético que nos obliga a trabajar con el sufrimiento humano, nos deja inermes en nuestra tarea tanto clínica como teórica.

En este trabajo se desarrollará un caso clínico de un paciente que, biológicamente mujer, construyó una identidad de género masculina y estaba en pareja con un varón, definiéndose ambos como homosexuales. Desde sus apariencias, esta pareja parecería estar conformada por un varón y una mujer; es decir que se juzgaría a este noviazgo como heterosexual. Pero más allá de la mirada, si uno escucha el discurso de estos sujetos, el planteo es drásticamente diferente. Se intentará desarrollar algunas hipótesis a partir de diversas herramientas teóricas tomadas de Los Estudios de Género y el Psicoanálisis con dicha perspectiva, teniendo en cuenta que al trabajar sobre la diferencia genérica estamos atravesados por cuestiones epistémicas, políticas y éticas.

Muchos interrogantes quedaran abiertos y desplegados, ya que las prácticas reales y concretas de los sujetos avanzan más velozmente que las posibilidades de los profesionales de poder transformar sus pensamientos en palabras encerradas en teorías, es decir, de poder conceptualizar simbólicamente aquello que forma parte de la vida cotidiana de los sujetos. El peligro de esta distancia es no saber ser cuidadosos con la herencia, es decir, poder discriminar sabidurías que, aunque añosas, se mantienen con la misma potencia de sanar que en su origen, de modalidades de conceptualizar que, iatrogénicamente, nos harían caer en discriminaciones, no solo simbólicas, sino visibles, palpables y tangibles.

Caso clínico

Antes de comenzar con la descripción del caso clínico vale una aclaración: Como sujetos, estamos atravesados por un lenguaje que tiene una particularidad fundamental: no podemos utilizar discurso si no es vistiéndolo de rosa y celeste. No solo los cuerpos, sino también las palabras se encuentran sexuadas e investidas de género. Como el paciente, a pesar de tener un cuerpo femenino, se definía como varón y me solicitaba que lo llame con el nombre que había elegido perteneciente a ese género, opte por respetar su pedido, no solo cuando me dirigía en las sesiones individuales, sino también en el desarrollo de este trabajo.

El paciente al que nombraremos Juan tiene 23 años y se interna en la sala de psiquiatría del HIBA en noviembre del 2009 luego de realizar entrevista de admisión en dicho servicio. A partir de la historia clínica se recaba la siguiente información: Presenta un cuadro de bulimia nerviosa de tipo no purgativa desde hace 3 años en los que presenta atracones diarios, con conductas compensatorias de ayuno prolongado, habiendo realizado en diferentes momentos de su vida ayuno de hasta 40 días en los que únicamente tomó líquidos, sin haber ingerido ningún alimento, habiendo bajado 20 kg. Niega haberse provocado el vómito, el uso de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos y realizar ejercicio excesivo. Niega también alteraciones del ciclo menstrual. Refiere haber tenido como peso máximo 110 kg., peso mínimo 52 kg. (hace 2 años) y peso actual 102 kg (IMC 38, 93). Acompaña dicho cuadro sintomatología de la serie depresiva: intensa angustia, anhedonia, hipobulia, aislamiento social, ideas de ruina y culpa. Niega ideas de muerte y auto heteroagresivas e ideas de desesperanza.

A los 21 años les manifestó a sus padres que es transexual a través de una carta, en la que describió, desde su infancia hasta la actualidad, todos los momentos y situaciones en las que no se había sentido mujer. Los padres se niegan a admitir la identidad de género asumida por su hijo. Les enoja que quiera hacerse llamar por otro nombre, que quiera operarse y se oponen a aceptar sus planteos, deseando que ellos sean algo pasajero y pasibles de ser corregidos y curados. Esto angustia mucho al paciente quien anhela el reconocimiento de la progenitura presentando el deseo de no producir un autoengendramiento. Frente a esto, Juan plantea: “mis papás me siguen llamando Claudia, me hacen sentir todo el tiempo que no me comprenden. Pareciera que las cosas que me hacen sentir bien son tan simples y no las hacen.”

Juan pasa gran parte del día encerrado en su casa y comiendo solo para no ser criticado por sus familiares. Se vincula con el mundo externo a través de una pantalla de computadora; establece vínculos con los otros mediante juegos en internet. Entrando en las reglas del mundo virtual puede ser un varón, presentarse como tal y no dar explicaciones que suelen agotarlo y enfrentarlo a discriminaciones potenciales. Así, se priva de poner su cuerpo, su voz, la cercanía física con los otros.

A continuación se detallan fragmentos textuales de las entrevistas que fuimos teniendo a lo largo de 3 semanas de internación: Dice el paciente: “soy transexual y no travesti. Los travestis solo se visten de mujer. Soy transexual porque soy del género contrario al biológico con el que nací. Yo me siento travesti cuando me visto de mujer, que lo tengo que hacer para trabajar y ganar plata, eso me hace sentir como una prostituta.”…“Empecé a hacer dietas para bajar de peso, trabajar y juntar la plata necesaria para cambiar de sexo y ser un varón. Antes yo no sabía que era, solo sabía que era distinto”.

En relación a su pareja plantea: “Mi novio me dice bebé, pero esa palabra no es ni femenina, ni masculina.” Me muestra los anillos de compromiso, sin nombre, solo con fecha (de hace 2 años). Me cuenta que el día que los fueron a elegir, su pareja le pidió que se ponga una camisita, un pantalón de vestir, un sweater escotado y una bufanda roja. Aclara: “estas prendas y los corpiños, son las únicas prendas femeninas que tengo. Fui sin maquillaje porque lo odio. No me voy a vestir de mujer nunca más. Y agrega: “si yo tengo hijos, quiero que sean del corazón, que una mujer me preste su útero. Yo quiero un hijo, pero no un embarazo. Son 2 cosas diferentes. No soportaría darle de mamar a un hijo. Mis tetas no me gustan. Se puede sacar la leche, pero no quiero que me ordeñen como a una vaca”.

“Hace 7 meses que no tenemos relaciones sexuales. La última vez que intentamos hacerlo, tuvo impotencia. Él dice que fue porque yo llore, pero yo llore de frustración, porque quería hacerlo. Yo tengo deseos, pero mi cuerpo me incomoda. Me molesta el peso y las tetas, por eso nunca me saco el corpiño. Me molesta que cuando me muevo, se me sacuda todo. Quiero bajar de peso para poder disfrutar de la sexualidad”.

Acerca del sexo, la Identidad de género y la elección de objeto

A partir de estos breves fragmentos se plantea una cuestión fundamental que implica pensar y diferenciar conceptos que aparecen más anudados en la teoría que en la práctica: el sexo, la constitución de la identidad de género y las modalidades deseantes al elegir un objeto amoroso. Juan plantea que, si bien su anatomía es femenina, no necesariamente el ser hombre o mujer se define por la existencia del pene, sino por algo que hace a la estructuración de un núcleo identitario, es decir, un sentimiento inicial de ser varón que es anterior a la marcación anatómica del cuerpo y que se imprime con tal nivel de potencia, que tendrá la fuerza de rechazar aquello que su físico propone. Esto implica descapturar los enunciados teóricos que abrochan, como si se tratase de una emergencia natural, un cuerpo biológico con una determinada identidad de género, sin tener en cuenta complejísimos procesos tanto vinculares como sociohistóricos. En este sentido, parecería ser, que es difícil plantear a la anatomía como productora de consecuencias psíquicas. Este planteo es válido, no solo para travestis, transexuales y demás diversidades, sino para todos los seres humanos.

Al mismo tiempo es posible diferenciar aquello que es del orden de la identidad, es decir, de los modos en los que el sujeto se reconoce como perteneciente a una de las categorías genéricas, como algo diverso a lo que implica el territorio de la sexualidad, entendiéndola no solo desde su vertiente genital, sino incluyendo también un plus no reductible a lo autoconservativo y que da cuenta de los movimientos deseantes y pulsionales. Nacer con un determinado cuerpo biológico, un sexo y cromosomas específicos, por un lado no implicaría y, al mismo tiempo se diferenciaría, de la construcción de la identidad de género que cada sujeto arma. La construcción de la identidad de género aparece

como algo más primario, más temprano en la constitución del psiquismo y diferente a la elección de objeto. Esto implica que homo y la heterosexualidad debe diferenciarse de la constitución de la feminidad y de la masculinidad, ya que la primera alude a la elección de objeto y la segunda a la identidad.

 

Acerca del compromiso ético y político de la dimensión epistémica

Juan presenta intensa angustia de no ser comprendido y de ser discriminado en una sociedad a la que le cuesta soportar la diversidad en general y, dentro de ellas, la sexual. Lejos del binarismo que nuestra cultura propone, en la que solo cabría lugar para lo femenino y lo masculino; en las subjetividades se instala y se encarna una diversidad que estalla las clásicas categorías con las que se pensó a lo humano y a la psicopatología que lo aqueja. Modalidades deseantes, estructuración de psiquismos, encarnaciones pulsionales y corporales que padecen de quedar huérfanas de sentido al ser significadas por representaciones tradicionales y añosas que se dedican a desigualarlas en lugar de intentar comprenderlas y atraparlas en su significación específica. Esta multiplicidad que se aleja y se opone al binarismo clama por 2 cuestiones de fundamental importancia. Por un lado, debemos revisar, alertarnos y deconstruir las concepciones epistemológicas que interpretan a estas nuevas modalidades como psicopatológicas per se. A lo largo de nuestra historia se constituyo el imaginario de la heterosexualidad como norma y la homosexualidad como el desvío de la misma. Este marco heteronormativo llevo a afirmar que la discordancia entre el cuerpo biológico y su representación sexuada, puede ser producto de una modalidad de estructuración perversa, acarreando esto graves consecuencias. Por el otro, debemos realizar el trabajo de identificar las formas que pudiera ir adoptando la psicopatología en las nuevas modalidades que registramos en el sufrimiento humano. Este tipo de planteos implica pensar que lo epistémico y las formas que va adquiriendo el conocimiento anclado en un socio histórico particular, excede, trasvasa y se escapa de lo meramente científico latiendo constantemente en su interior y como uno de sus más fuertes impensados, dimensiones que también son políticas y éticas. Cualquier idea acerca de lo patológico remite a cierta idea de salud o normalidad que es consonante con los ideales y mandatos de su tiempo. Así es que toda cultura oferta un abanico limitado de modalidades subjetivas estimuladas y socialmente reconocidas, con su contrapartida de consignas y restricciones de época sancionadas desde las diferentes instituciones del momento socio histórico específico. La cultura armo de la diferencia, desigualdad, estableciendo para cada una de las diversidades que se alejaban del modelo una discriminación específica. Violencia simbólica a partir de la homogeneización de lo diverso dañando los deseos que no se anudan al poder. La discriminación de lo diferente, de cada una de las diferencias que se encarnan en los seres humanos atenta y destruye aquello que caracteriza uno de los tesoros más grandes de la humanidad: su inagotable diversidad.

Conclusión

Cada generación de profesionales tiene sus desafíos, aquellos que son propios del momento socio histórico en el que se encuentran inmersos. No basta con repetir verdades encerradas en los grandes maestros, tenemos el compromiso de revisar inequidades e injusticias que, si bien muchas veces se han invisibilizado a nuestros ojos, desmantelan subjetividades a través de múltiples sufrimientos. Si bien es fundamental poder estudiar las determinaciones inconscientes, intrapsíquicas, pulsionales y deseantes que el psicoanálisis tradicionalmente ha estudiado, trabajamos con sujetos de derecho, responsables de la esfera pública. Debemos repensar cuales de nuestros sufrimientos actuales son “malestar en la cultura”. Esto nos obliga a pensar sobre cómo hacer para incluir dentro del psicoanálisis lo que aquellos movimientos de derechos humanos sostienen, incluyendo la ampliación de los derechos civiles. La potencia de una teoría, su fuerza radica en su capacidad para ponerse al servicio de los modos de sufrimiento de los tiempos que nos toca vivir y esto implica democratizar los espacios productores de conocimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

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-Fernández A.M. \"Morales incomodas. Algunos impensados del Psicoanálisis en lo Social y lo Político\". Revista de Psicoanálisis, Facultad de Psicología, UBA, N°2, Marzo 2002

-Tajer D. “Diversidad sexual y Psicoanálisis”. Conferencia dictada en el Colegio de Psicoanalistas 6-11-08.

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-Dío- Bleichmar, E.: “El Feminismo Espontáneo de la Histéria” Ed. Adotraf, Madrid, 1985
-Bleichmar S “Paradojas de la Sexualidad Masculina” Edit Paidos, 2006

 

 

 

 
Articulo publicado en
Enero / 2011