La Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657, herramienta legal para un cambio de paradigma en la atención de las problemáticas de salud mental, sancionada en el año 2010, contó en su momento de elaboración y sanción, con el ferviente apoyo de quienes integramos la Revista Topía, fijando una clara posición ante nuestros lectores. Después de su promulgación y durante el tiempo transcurrido hasta el presente, hemos interpelado y denunciado en nuestras publicaciones, su total falta de implementación, producto de las claudicaciones de los gobiernos de turno, junto al accionar del corporativismo médico-psiquiátrico, férreos defensores de un modelo retrógrado de atención y de sus intereses mercantilistas ligados a una atención en la que se privilegia la cama de internación y la prescripción de psicofármacos.
Al día de hoy, estamos en un círculo vicioso. Hay una ley que se sancionó hace 12 años. Se puso el acento en la sanción y promulgación de la ley y no en crear los dispositivos para implementarla. La ilusión progre es que, con las palabras, las leyes y los relatos se transforma la realidad. La base de esta ley es terminar con los manicomios y, para ello, era necesario generar dispositivos alternativos y dar las diversas luchas contra quienes iban a ser afectados por los cambios. Lo cual, prácticamente, no se llevó a cabo más que en contados lugares por breve tiempo. Para dar una idea histórica, ni siquiera se promovieron los clásicos “planes piloto” como en otros momentos históricos. Sólo palabras, palabras, palabras. Desde hace 12 años, ni los diferentes gobiernos K, ni el macrismo se ocuparon de la ley de Salud Mental.
En las últimas situaciones que tomaron estado público, el del cantante Chano Charpentier y el actor Felipe Pettinato, ambos afectados por padecimientos de salud mental, se ha cuestionado la Ley de Salud Mental, específicamente el artículo 20. Ese artículo dice: “La internación involuntaria de una persona debe concebirse como un recurso terapéutico excepcional en caso de que no sean posibles los abordajes ambulatorios y sólo podrá realizarse cuando, a criterio del equipo interdisciplinario, mediare situación de riesgo cierto o inminente para sí o terceras personas”. La ley definitivamente quita el concepto ya antiguo de peligrosidad, en donde se asocia al loco como loco peligroso, que son la minoría. Pone el eje en el riesgo cierto e inminente. Una segunda cuestión es que la internación antes estaba condicionada puramente por el psiquiatra y hoy requiere de un equipo interdisciplinario, que quiere decir que debe haber dos firmas, de dos profesionales de diferentes disciplinas, uno de los cuales deberá ser psicólogo o médico psiquiatra, pero no se plantea que no se puede internar.
La experiencia italiana puede enseñarnos sobre lo que implica una transformación dentro de la Salud Mental. Donde la ley fue un paso necesario, pero el eje fueron las diversas luchas. Que ni fueron, ni son, ni serán fáciles. La Ley 180 en Italia fue sancionada en 1978, a partir de las luchas sociales y políticas de diferentes sectores de la población. Pero se inició específicamente con una experiencia de cierre de manicomios y trabajos territoriales de Franco Basaglia y del movimiento de Psiquiatría Democrática. En 1979, Basaglia, en sus conferencias en Brasil decía lo siguiente: “Cuando una ley es aprobada eso no quiere decir que mañana será aplicada. Es necesaria mucha vigilancia para que la ley comience a operar. Porque cuando una ley del Estado decreta el fin de la era manicomial, esto quiere decir que el pueblo ha hecho grandes conquistas sociales, y esto no es mérito de los psiquiatras, no es mérito de los médicos, es mérito de todo un pueblo que quiere despegarse de la muerte, de la opresión.” Y más adelante afirmaba que no creía que se “obtenga nada espontáneamente, se obtiene solamente a través de la lucha. Luego de veinte años de lucha, y luego de haber convencido no tanto al gobierno, sino a las organizaciones políticas y sociales, de la necesidad de un cambio en la asistencia, hemos obtenido una ley que debemos defender día a día porque, aunque se trate de una ley del Estado, la mayoría no querría aplicarla, los psiquiatras tradicionales no querrían aplicarla porque determina la pérdida de su poder.” (La condena de ser pobre y loco, pp. 134 y 169). Basaglia enfocaba los puntos centrales. Por un lado, desterrar la idea de posibilidades de cambios sin luchas de diferentes sectores que detentan el poder en el campo de la Salud y la Salud Mental. Por otro, cómo ciertos sectores de poder, como los psiquiatras tradicionales, no iban a querer aplicarla por la pérdida de poder que esto implicaba.
En los últimos tiempos existe una campaña a gran escala contra la ley, en gran parte por el accionar corporativo de quienes vienen bregando por derribar una ley que les pone límites precisos a sus intereses privados, hegemónicos y de lucro, en desmedro de la salud mental de la población.
Desde nuestra perspectiva, tomando lo que fundamentaba Basaglia, es esperable lo que está sucediendo. El problema es la “ingenuidad” de considerar que una ley que afecta intereses no será atacada. Por ello, la cuestión no es la ley lo que debe replantearse ni modificarse, sino promover las diferentes luchas (políticas y teórico técnicas, como definía el propio Basaglia) para que los gobiernos nacional y provinciales, dispongan y asignen (como venimos reclamando desde hace más de una década), los recursos y presupuestos necesarios para la plena implementación de la misma en el sector público, desplegando un sistema de atención integral que contemple la promoción, prevención, asistencia y rehabilitación de la demanda en salud mental, garantizando la atención de todo el espectro de padecimientos mentales. Así también obligar y ejercer el control de la aplicación de la norma y la respuesta a la demanda asistencial, en los sectores privado (empresas prepagas) y de la seguridad social (obras sociales), en los cuales también se dan graves incumplimientos en la atención de sus afiliados.
Sin luchas en el conjunto del campo de la Salud, la Salud Mental y la propia sociedad, no se podrá avanzar en los lineamientos establecidos democráticamente en la Ley 26.657. No son las palabras ni las ilusiones, sino experiencias y luchas las que crearán las transformaciones.
Este número de Topía abre con una agudo editorial de Enrique Carpintero: “A 100 años de la marcha sobre Roma. Las pasiones tristes agenciadas por los nuevos modos de la derecha y el fascismo”, donde revisa tanto su historia como su actualidad. Por ello sostiene cómo “el auge de estos movimientos y partidos del fascismo-liberal encuentran su razón en la capacidad que ha tenido el neoliberalismo de hacernos olvidar como éstos se constituyen a través de su violencia fundadora.”
El dossier es una interpretación de la época en que vivimos: Narciso, el mito de hoy. En “El espejo del estadio. El ´narcisismo de masa´, entre el fascismo y el neoliberalismo” Eduardo Grüner recorre casi 100 años de historia y formula un novedoso concepto: “el narcisismo ‘hace masa’, como se dice, y disuelve al sujeto en la lengua, y la imagen, del Poder. Y eso no es patrimonio de un solo formato político del poder… es un recurso de disponibilidad permanente para el Capital, sobre todo en sus etapas de crisis.” Juan Carlos Volnovich, en “Narcisismo ¿y/o? amor al prójimo” retoma las ideas de León Rozitchner para avanzar sobre la articulación de capitalismo y cristianismo en estos tiempos. Lila María Feldman trabaja la historicidad de los propios mitos en “El narcisoanálisis frente al espejo. (¿Los mitos son eternos, como el agua y el aire?)”. Marcelo Rodríguez, aborda cómo las redes sociales organizan un entorno informativo personalizado en el que nos miramos al enfrentar la pantalla en “Espejos trucados de la era digital”. Finalmente, Rubén Zukerfeld aborda las formas de enfermar de esta época en “Ideales culturales dominantes, hábitos y vulnerabilidad somática”.
En Topía en la Clínica se aborda la cuestión de las depresiones, toda una pandemia de estos tiempos. Hugo Lerner plantea una imprescindible diferenciación en “Tristeza no es Depresión”. Alejandra Taborda y Agustina Labin profundizan en la depresión, pandemia e infancias en “Niñeces. Entre los aquí y ahora y la historia precedente”.
En Área corporal, Carlos Trosman aborda cómo dentro de la estructura social, las emergencias del cuerpo son una vía regia para la improvisación, para la creación en “La vida en el cuerpo: de la planificación a la improvisación”.
Una serie de temáticas actuales se abordan en distintos textos. César Hazaki historiza la relación entre publicidad y medicamentos desde los orígenes a mediados del siglo XX hasta la actualidad de los usuarios cyborgs. Laura Ormando en “Ska del éxodo” advierte sobre cómo la sobrecarga de los Trabajadores de Salud Mental lleva a renuncias dentro del sector público. Sofia Guggiari expone la relación entre enfermedad y género en la actualidad en “Mal hechas”. Tom Máscolo, en su habitual colaboración, alerta que “Ninguna lucha fue individual: la vigencia y los límites de Stonewall”. Darío Cavacini aporta cómo lo que en Occidente decodificamos como enfermedad mental, para otras culturas “son emergencias espirituales que ayudan al curandero a surgir y descifrar la información que tiene para esa comunidad en particular” en su texto “Chamanismo y Salud Mental”. Paolo Bifulco expone los efectos en su propia subjetividad en “Cromañón. A mis diecisiete años, después. Una marca en el pensamiento”.
Además, adelantamos en exclusiva el nuevo Prefacio que David Le Breton escribió especialmente para la segunda edición de Conductas de riesgo, con el sugerente título de “Transformar el riesgo en la materia prima de la invención de uno mismo”. Finalmente publicamos un fragmento de la Primera Mención Séptimo concurso Topía: “La tenue luz de las luciérnagas. Cartografías de una experiencia: intervenciones frente al abuso sexual intrafamiliar contra infancias y adolescencias”, de Andrea V. Quaranta y Nadina M. Goldwaser.
En agosto de 1995 publicamos un número de Topía titulado “Las trampas de Narciso”, donde vislumbrábamos las trampas de la cultura de la representación. Al día de hoy avanzaron mucho más. La apuesta por avanzar con las herramientas del pensamiento crítico permite no ahogarnos en un mar de pantallas.
Hasta el próximo número.
Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer