Cuanto más extraño y grotesco sea un incidente, más cuidadosamente merece ser examinado
Sherlock Holmes
Algunas promesas de Silicon Valley son tan dulces que siempre queremos más. La inmortalidad, las criptomonedas, los autos voladores, Marte, la armonía digital, la riqueza inigualable
David Streitfeld
Un día se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores asegurando que sabían tejer las telas más maravillosas que pudiera imaginarse (…) las prendas poseían la milagrosa virtud de convertirse en invisibles para todos aquellos que no fuesen merecedores de su cargo o que fueran irremediablemente estúpidos
Hans Christian Andersen
En esta hibridación entre tecnología y magia de la cultura actual se promueve la creencia de que los límites no existen, que Silicon Valley tiene la capacidad de llevarnos a soluciones que parecen dispuestas por los dioses. Después de todo, nuestra manera de pensar, de imaginar, de amar, de comunicarnos ha sido modificada por sus arrolladoras invenciones. No quedan afuera de las mismas ni el espacio exterior, ni la guerra. Esta última, estamos viendo, se vuelve más y más cibernética. Algo así como: “con drones y ejércitos de hackers hábiles le complicamos la vida a cualquiera”.
La innovación tecnológica aparece como un criterio de verdad absoluta, nada es imposible y los desarrolladores tienen esa aura de inefabilidad que los protege como a una casta sacerdotal
Bajo estas condiciones cómo no dar, por cierto, lo que el propio Silicon Valley promueve: esto es, que todo lo que allí se origina tiene ese sabor a éxito sostenido y garantizado. La innovación tecnológica aparece como un criterio de verdad absoluta, nada es imposible y los desarrolladores tienen esa aura de inefabilidad que los protege como a una casta sacerdotal. Tan es así que nos quieren persuadir de que se puede vencer a la muerte. Pese a ello, la cantidad de fracasos es innumerable, es lógico que así ocurra, pero Silicon solo muestra la cara del éxito. Es decir, que las empresas tecnológicas monopólicas han logrado convencer a los habitantes de todo el mundo que lo imposible no existe, que siempre hay un Non Plus Ultra por demoler. La creencia en su inefabilidad trabaja para que haya miles de incautos dispuestos a seguir a pie juntillas que la felicidad está en los productos por venir, parafraseando a Charly García “es parte de esta la religión tecnocientífica”. En el mundo de las grandes empresas tecnológicas todo parece una burbuja que no explotará nunca. Se infla, se infla y la innovación constante hace que los bolsillos de las grandes empresas tecnológicas alcancen cifras astronómicas que no paran de crecer. Tanta certeza, tanta ilusión abre las puertas para que aparezcan los sastres que engañaron al emperador ofreciendo hacerle un traje de oro que los tontos no podrían ver. El cuento tradicional tiene mucho que decirnos para que insistamos en la necesidad del pensamiento crítico. “El nuevo traje del Emperador” nos alerta sobre lo que sucede cuando tratan de llevarnos por el lado de la credulidad y la negación. Y que no se debe olvidar la amenaza de esa promesa de que alguien viene a ofrecernos el mapa secreto del tesoro del pirata.
Elizabeth Holmes, de ella se trata, dejó la universidad de Stanford a los 19 años predicando ante quien quisiera escucharla: -Dadme una gota de sangre y modificaré la salud de los habitantes de Estados Unidos
La ingenuidad de los creyentes fue el primer paso para la estafa. De alguna manera el contexto ya estaba preparado para cuando llegó esa estrella que prometió el oro y el moro dentro de la industria biomédica. Elizabeth Holmes, de ella se trata, dejó la universidad de Stanford a los 19 años predicando ante quien quisiera escucharla: -Dadme una gota de sangre y modificaré la salud de los habitantes de Estados Unidos. Declaraba que tenía las llaves para un software que revolucionaría los análisis de sangre y que iba a dedicar su vida al mismo. Se presentaba como una ambiciosa con vocación social en el área médica. Agustina Larrea1 comenta que cuando buena parte del planeta seguía extasiada con los jóvenes desolladores y las grandes corporaciones Elizabeth Holmes brillaba. Estaba decidida a que su sueño infantil de ser multimillonaria se convirtiera en realidad. Este deseo infantil tenía un postre digno de los relatos infantiles: cuando el dinero colmara sus arcas, siendo ya multimillonaria el presidente de los Estados Unidos se arrodillaría a sus pies para pedirle casamiento. Increíble pero real: una Cenicienta del siglo XXI que se forjaría a sí misma, y nunca dudó de que sus sueños se cumplirían en el campo de la invención tecnológica.
El mito inicial de las empresas de garaje tecnológicas realizadas por jóvenes daba sostén a la ilusión de un mundo distinto en el que la tecnología de punta lograría un mundo mejor
Recordemos que el mito inicial de las empresas de garaje tecnológicas realizadas por jóvenes daba sostén a la ilusión de un mundo distinto en el que la tecnología de punta lograría un mundo mejor. Elizabeth Holmes era el modelo del individuo emprendedor que tan bien le queda al capitalismo de plataformas que trabaja para arrasar todas las formas previas de vivir, relacionarse, comerciar, trabajar, amar, etc.
Holmes (ilustre apellido de la investigación policial de la literatura inglesa) aplicaba una lógica rigurosa para sus ideas. Impactó desde muy temprana edad a la comunidad tecnológica. Irrumpió a los diecinueve años como una estrella de brillante y arrasador futuro. Rápidamente se la sindicó como la heredera de Steve Jobs, le creyeron sus promesas y por ello se coronó como la gran candidata llamada a crear originales invenciones tecnológicas de punta. Holmes alimentaba esa creencia proclamando que todavía no habían visto lo mejor que tenía para dar.
Se centró en desarrollar equipos de diagnósticos clínicos veloces, económicos y altamente eficaces. Se trataba de que el paciente con solo una gota de su sangre tomada por él mismo, sin intervención de terceros, de la yema de un dedo tuviera su diagnóstico en instantes. Llamó a su emprendimiento Theranos, palabra que implicaba una relación entre diagnóstico y terapia, tenía como objetivo renovar el modo en que las personas se hacían análisis de sangre. Nuevamente viene en nuestra ayuda A. Larrea al indicarnos que la muletilla central de Holmes era: “Cambiar un paradigma” y la repetía una y otra vez ante posibles inversores, los que quedaban atónitos cada vez que les contaba cómo había visto sufrir a varias personas por los pinchazos que recibían a la hora de hacerse test sanguíneos. Es decir, ponía el acento en algo que era evidente, pero que estaba velado: el terror primario. Señalaba, sin decirlo, la extracción de sangre con el vampirismo. Una idea que resolvería miedos primitivos: el vampiro que bebe nuestra sangre, que extrae de nuestro interior la sangre y nos debilita hasta matarnos. El proyecto biomédico buscaba resolver o minimizar lo primario. Brillante. Eso colaboró en potenciar las promesas de esta Cenicienta que devino en una estafadora como los sastres que engañaron al emperador. La unión entre lo inconsciente y el potencial de esos desarrollos llevó a muchos inversores hacia Theranos. Con su polera negra, prenda ritual que tomó de Steve Jobs, otra astuta señal para que la vieran como su heredera, se lanzó a conseguir inversiones. Con todo ese marketing, más asesores, construyó su imagen y se centró en seducir a importantes personalidades de la política, la economía y la ciencia.
En su charla TED como en las múltiples conferencias o rondas de prensa anunciaba, una y otra vez, que con una sola gota de sangre extraída del cuerpo humano y colocada en una máquina, una supercomputadora especializada provista de un software de su creación podía llegar a informar en instantes los resultados. El anuncio implicaba un salto cualitativo en la ingeniería de la medicina. Podía borrar una enorme cantidad de tiempo y abaratar las prestaciones médicas. Holmes-Theranos hizo anuncios variados y espectaculares para los que buscaba y pedía fondos en grandes cantidades. De esta manera consiguió setecientos millones de dólares. Claro que los anuncios siempre protegían datos del fantástico invento, Holmes explicaba que había tantos intereses en pugna que era necesario que no se filtrara y se copiara lo que Theranos estaba elaborando. Hablaba del miedo a que hackearan sus descubrimientos. Razones no le faltaban para que le creyeran, todo el mundo sabía que la tecnología de Silicon Valley estaba desde sus inicios plagada de robo de ideas y programas.
Con su propuesta de que el paciente podía tomar la gota de sangre y enviarla a Theranos por distintas redes de farmacias, causó sensación. De esta manera se podía tener el resultado en tiempo real sin pasar por situaciones de temor y evitar las esperas inquietantes de los resultados.
Casi podríamos decir que Holmes actualiza la alquimia, convierte el complejo proceso del análisis de sangre en una simpleza mágica en la que el paciente entregaría poco de su interior y recibiría el historial diagnóstico que le salvaría la vida. En un abracadabra tecnológico el cobre se transformaba en oro. Hay que reconocer que su obsesión por eliminar las agujas en las extracciones de sangre era una intuición muy poderosa, hacía creer que su software podía lograrlo. En cierto sentido estaba usando algo conocido en el mundo empresario, como dice David Streinfeld: “Uno de los más repetidos clichés del mundo de las nuevas empresas es: ‘fingí hasta que lo consigas’, la que sustenta la idea el proyecto avanza y así convencer a la gente de invertir enormes cantidades de dinero con la esperanza de que un día alcanzarán el éxito prometido”.
Siendo laboriosa como los sastres que le confeccionaban el traje al emperador, tenía un método riguroso: levantarse al alba, orar, hacer gimnasia, ser la primera en llegar a la oficina y vivir para el trabajo eran los principios que pregonaba y llevaba adelante.
Elizabeth Holmes, ubicada históricamente en el devenir de los negocios tecnológicos, es casi una figura necesaria para volver a recrear la mística de los negocios de las tecnológicas. Recordemos que poco tiempo antes el índice bursátil Nasdaq Composite se convirtió en una burbuja de especulaciones. En el período 1995-2000 subió un 400 por ciento, como ya nos tiene acostumbrados, la historia de los capitales especulativos la burbujapunto.com tuvo una caída brutal e hizo desaparecer empresas y negocios. El casino puntocom hizo que acciones como las de Cisco, por ejemplo, cayeran un 86%. La denominada nueva economía se desvaneció en el aire y a la vista de todos los que allí habían apostado su dinero.
El negocio de internet necesitaba reorganizarse y volver a generar personajes para que el sueño de Silicon Valley rejuveneciese. Es después de ese desastre donde la joven Cenicienta viene a promover una nueva ola de entusiasmo, nadie lo organizó, pero su proyecto devolvía la necesidad de creer. Podía, cual predicador, recrear los sueños de las juveniles empresas de garaje. Quizás no sólo su capacidad de seducción la hizo acercarse a las altas esferas políticas y económicas, quizás los inversores tecnológicos, la economía y la política necesitaban de sus pregones. Holmes tuvo una indudable capacidad de seducción con hombres como Bill Clinton, Rupert Murdoch, Henry Kissinger, el exsecretario de Defensa James Mattis y un grupo enorme de inversores de primera línea. Tal vez fue una manipulación de ida y vuelta. Eso que llamamos el poder, con todas sus características difusas y escurridizas, usó a Elizabeth Holmes para que el negocio tecnológico volviera a atraer los dineros que habían huido del Nasdaq. Su proyecto, su juventud y su protestantismo eran dignos de admiración y respeto en una sociedad donde el hacerse a sí mismo es el dogma. Ella era un ejemplo a seguir. Demostraba que podía atraer el dinero de los inversores y generar nuevos negocios rentables para los inversores. ¿La crisis de la burbujapunto.com? Olvidada. Ya había transcurrido el tiempo necesario para que las empresas se reagruparan, los que sobrevivieron absorbieron a precio de saldo a los que se hundieron. También se modificó el negocio de cabo a rabo. Una vez más el dinero comenzó a fluir hacia las nuevas invenciones. Theranos y las personalidades del mundo político y económico se beneficiaron por la nueva creencia ilimitada. La consecuencia de esta alianza para salir del colapso no explicita totalmente por qué Theranos se convirtió en un éxito. Debemos agregar lo que mencionamos más arriba: con sus descubrimientos iba a derribar miedos atávicos y alivianar los costos de las empresas médicas, todo el conjunto hizo que en el momento cúspide la empresa fuera valuada en 9.000 millones de dólares y empleara trescientos empleados.
Una estafa enorme que llevó la empresa a la quiebra e hizo que Ian Gibbons, su investigador científico jefe, la cabeza científica del proyecto, se suicidara antes de declarar ante el juez que todo era una mentira
Pero Theranos fue cayendo en picada en credibilidad dado que la máquina mágica era solo una caja negra prácticamente vacía a los efectos de los análisis. Los análisis que se hicieron con la misma eran erróneos y agravaron la vida de muchos pacientes. Las empresas de medicina que se habían asociado al desarrollo le retiraron el apoyo. En síntesis, Holmes tomaba dinero para proyectos que no existían. Una estafa enorme que llevó la empresa a la quiebra e hizo que Ian Gibbons, su investigador científico jefe, la cabeza científica del proyecto, se suicidara antes de declarar ante el juez que todo era una mentira. Nunca falta la sangre en estos delitos que parecen ser de guante blanco. La crisis de la burbujapuntocom había quedado atrás, las tecnológicas se adueñaron de la economía y hoy nos imponen el capitalismo de plataformas. Ya la Cenicienta no era necesaria, pero no se puede dejar de reconocer que Elizabeth Holmes puso sobre el tapete el delito y la estafa en lo más alto del mundo Silicon Valley.
El final comenzó con una nota del The Wall Street Journal donde se anunció que “el rey estaba desnudo”, que Holmes no había cortado el prometido traje de oro para sostener el negocio de Theranos. Que el software y la máquina de análisis eran solo una fantasía que llevaba varios años ocultándose. Theranos entró en una crisis interminable que la llevó a la inevitable quiebra y cerró sus puertas en 2018. En enero de 2021 E. Holmes acaba de ser juzgada y en esta primera instancia se le comprobaron cuatro delitos de fraude. Quedan varios cargos más que se seguirán dilucidando en el juicio que ahora le toca a su socio y expareja Ramesh “Sunny” Balwani. Holmes está en libertad condicional y puede que llegue a ser sentenciada hasta con veinte años de prisión. El sueño de ser multimillonaria y que el presidente de los EEUU se arrodillara para pedir su mano sucumbió. Su mentira, quizás en algún momento funcional para muchos para salir de la crisis del Nasdaq, ya había llegado muy lejos y la condujo hacia los tribunales en donde es acusada de diversos fraudes y estafas. Elizabeth puede que termine fregando el piso de su celda por veinte años. Es decir, puede que termine sus días donde comienza el cuento de Cenicienta, pero ningún hada irá en su ayuda. Elemental Watson.
Nota
1. Larrea, Agustina, “Sangre y millones”, 22/05/2021 en https://www.eldiarioar.com/cultura/sangre-millones-ascenso-caida-estafad...