Yo me rebelo, luego nosotros somos
Albert Camus
Solo están lejos las cosas que no sabemos mirar
Atahualpa Yupanqui
Padre, que están matando la tierra, Padre, dejad de llorar que nos han declarado la guerra
Joan Manuel Serrat
Cuando la nave escora
Este es un artículo que fue escrito bajo la frase influencia de A. Gramsci: “con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”, es un intento de respuesta al mayor proyecto de obsolescencia programada que impone el capitalismo: ni más, ni menos, que la continua trasformación del ser humano en un cyborg adaptado a los ideales del consumismo. Un hedonismo complaciente al poder. Está en línea con lo que Enrique Carpintero más de una vez se preguntó en sus escritos: ¿cómo inventamos lo que nos mantiene unidos?
Las marchas opositoras al cambio de régimen legal propuesto por el gobierno chino a Hong Kong produjeron una enorme indignación, ésta llevó a multitudinarias manifestaciones de protesta. Quienes participaban de las mismas cubrían sus caras para evitar el reconocimiento facial, algoritmos que permiten reconocer al instante la identidad de alguien, iban munidos de poderosos láseres manuales con los que apuntaban a las innumerables cámaras de vigilancia, al pegarles “ese tiro láser” las cámaras se enceguecían y no podían registrar las imágenes de las columnas de manifestantes. Los que marchaban de esta manera rompían el cerco tecnológico de la represión, hacían fracasar los dispositivos de imagen, anulaban particularmente el reconocimiento facial. De esta manera podían llegar a los lugares de concentración sin que el aparato estatal los reconociera inmediatamente.
La historia nos demuestra, una y otra vez, que los vengadores solitarios aumentan la represión hacia la sociedad, como sabemos el miedo paraliza e invita al sometimiento al poder
Ocurran donde ocurran las revueltas, los rebeldes que participan en ellas empiezan a incorporar la tecnología dentro de sus escudos de defensa. Estos son los cyborgs que luchan y se rebelan, emplean estos y otros recursos técnicos en beneficio de sus luchas. Sus acciones están alejadas, por ejemplo, del atentado solitario de Anthony Quinn Warner, quien se inmoló dentro de su camioneta. La hizo explotar con él adentro cerca del edificio de AT&T en la ciudad de Nashville. Anthony estaba en contra de la tecnología 5G y quería llamar la atención sobre el peligro de la misma.
La diferencia entre los dos modos de enfrentar la avanzada del control político y social que el capitalismo realiza por medios tecnológicos son notorias: en el primero se pone en juego la vida, se potencia la vida propia apoyada la misma en las multitudes indignadas. Se acciona colectivamente, se arriesga la vida en un colectivo que busca impedir los injustos avances del poder central y busca mejoras para las mayorías desfavorecidas por el poder de turno. (Es una solidaridad que escapa a la abstracción que la mayoría de las veces se manifiesta en esas proclamas que sólo requieren ser firmadas y nada más. Una solidaridad abstracta que no arraiga en lucha alguna y que lamentablemente no suele ser más que otro producto que circula por la red).
El acto terrorista de Anthony es realizado por un solitario que justifica el deseo de suicidarse por una supuesta causa justa que, como ya sabemos históricamente, traerá mayor control y represión para los que quieren seguir viviendo. El terror no despierta históricamente en la población un movimiento colectivo hacia la rebeldía, por el contrario, suele paralizar y aumentar el miedo. En definitiva, favorece la claustrofilia. Alimenta el amor por el encierro que habita cada hogar cyborg. Es un miedo que se expande de casa en casa y viene envuelto en entretenimiento y propuestas para consumir, juega a favor de quienes tienen el poder, la historia nos demuestra, una y otra vez, que los vengadores solitarios aumentan la represión hacia la sociedad, como sabemos el miedo paraliza e invita al sometimiento al poder. Conclusión: los atentados solitarios son terrorismo y no convocan a la rebelión, por el contrario, la detienen.
Podemos establecer, siguiendo a Albert Camus, que en el ataque solitario predomina el resentimiento: “El resentimiento es siempre contra sí mismo (…) Parece, en fin, que el resentimiento se deleita de antemano con un dolor que querría que sintiese el objeto de su rencor. La rebelión, por el contrario: no es un movimiento egoísta, en su esencia (…) la rebelión se hace contra la mentira y la opresión. Además, a partir de esas determinaciones, y en su impulso más profundo, el rebelde no preserva nada, puesto que pone todo en juego…”1 Es decir, que cada manifestante hace un quiebre (puede ser fugaz o prolongado, de acuerdo a su inserción en las rebeliones siguientes) con el individualismo que campea hoy en el mundo, busca superarlo apoyado en sus semejantes, en esos múltiples otros desconocidos hasta no mucho tiempo atrás.
El cyborg que se rebela, que no acepta las condiciones que le plantea el poder no está separado de la historia humana anterior, recoge infinidad de luchas y experiencias. El cyborg actual al rebelarse, como dice Donna Haraway al escribir el Manifiesto cyborg, comienza a tomar la tecnología como un arma de defensa a su servicio. Grande o pequeña la rebelión puede ser defensiva (no perder los derechos que ya se tiene o alguna injusticia) u ofensiva (conmueve un país para poner de rodillas la opresión y el sometimiento). Al ocupar el espacio público vislumbra, muy tenuemente todavía, cómo funciona el mayor proyecto de obsolescencia programada del capitalismo actual: se trata de la continua transformación del ser humano en Cyborg.
Es necesario hacer notar que la mayoría de las rebeliones suelen ser reabsorbidas por el capitalismo haciendo aceptables muchas de sus propuestas, excepto aquellas que buscan el fin al capitalismo. Pese a ello en sus acciones está la mayor potencialidad de la solidaridad en este mundo hiperconectado a la placenta mediática que promueve la singularidad, de la que uno de sus pregoneros es Elon Musk.
Sacate el antifaz/ te quiero conocer
Desde las pantallas y por medio de nuestras prótesis que son ya parte del cuerpo humano, insisten en construir un individualismo infinito, ilusorio y engañoso que se entretiene, disfruta sexualmente y trabaja en su casa
Un cuento, del libro de Bradbury El Hombre Ilustrado, nos anticipó parte de este presente que vivimos, las imágenes se han incorporado a nuestro cuerpo y desde allí nos dan identidad. Estamos conectados a una Babel de imágenes desde antes de nacer, el capitalismo las dirige para aumentar permanentemente la fusión hombre-máquina, hibridación con las máquinas de comunicar que organiza nuestra identidad cyborg. Ya no hace falta, como en la novela de Bradbury, que se oculte el sol y que las imágenes cobren vida y dicten nuestros proyectos. Ya no hay sombras, todo ocurre durante 24/7, viene en el haz de luz de un Smartphone que ilumina mucho más allá de lo que propone su linterna. Desde las pantallas y por medio de nuestras prótesis que son ya parte del cuerpo humano, insisten en construir un individualismo infinito, ilusorio y engañoso que se entretiene, disfruta sexualmente y trabaja en su casa con los dispositivos de comunicación, todo esto es parte de la religión, diría Charly García.
Zafarrancho de combate
Hong Kong y sus manifestantes son la muestra palmaria de cómo el cyborg rebelde puede usar la tecnología a su favor, saca beneficio de su uso. Local o globalmente apunta a agrietar la dominación capitalista que aspira a ser absoluta. Cada dispositivo que usa para favorecer sus movimientos rebeldes rompe con la hibridación hombre máquina favorable al mayor panóptico conocido de la historia. Un Caballo de Troya que nos envió Silicon Valley y que solo parecía haber llegado para entregarnos gratuitamente las joyas del bienestar. La realidad fue que propuso la hiperconectividad para su propio beneficio, así la sumisión siguió por vía del enamoramiento de las máquinas. Desmintió el refrán popular que “a caballo regalado no se le miran los dientes”. Fue una paz posterior a una guerra que los cyborgs no entendieron cómo y por qué ocurrió, tampoco el objetivo de la misma y mucho menos las transformaciones que traía aparejadas a los seres humanos. El Caballo de Troya promovía unos “años locos” (como aquellos posteriores a la guerra 1914-1918 que colapsaron con el advenimiento de la denominada Gripe Española) de entretenimiento, sociabilidad ampliada por el Smartphone, sexo virtual, y la gran ilusión del trabajo en casa, esta última es una actualización de las formas de trabajo medieval. En suma, era para el usuario, si lo tomaba acríticamente, pura ganancia, se adentraba apasionadamente en el nuevo maná provisto por la placenta mediática. Casi sin darnos cuenta, o mejor dicho no tomando en cuenta las voces que alertaban sobre lo que estaba dentro del Caballo de Troya: nada más, ni nada menos que el usuario deviniera cyborg al hacer maridaje con sus máquinas de comunicar. En el camino la caracterización de ciudadano desapareció, devino en usuario y la mutación cyborg no se hizo esperar.
El canto a la singularidad obnubiló la solidaridad, la hizo invisible a los ojos. Solidaridad que sólo la rebelión puede volver a poner en escena
Quizás esa ilusión propagada tantas veces por la ola tecnofílica que clamaba a los cuatro vientos que internet iba a desarrollarse para expandir y distribuir el conocimiento no midió, ocultó, no tuvo en cuenta que el capitalismo de plataformas devoraría todo, con su lógica de la ganancia el sistema capitalista se iba a apropiar de la web para no soltarla más. Para ello inventa dispositivos-prótesis para hacer negocio con los big data. Es decir, para sacar ganancias, utilidades que solo llenan las faltriqueras de los monopolios tecnológicos. El canto a la singularidad obnubiló la solidaridad, la hizo invisible a los ojos. Solidaridad que sólo la rebelión puede volver a poner en escena: “La solidaridad de los hombres se funda en el movimiento de rebelión y éste, a su vez, no encuentra justificación sino en esa complicidad.”2
Esa ilusión de la web como exclusivamente buena y al servicio de los usuarios perduró mucho tiempo como ola tecnofílica que venía para estar a nuestro servicio, empujada y aprovechada por los tiburones como Google, Facebook, Apple, etc. Enormes empresas que vieron el mayor negocio del capitalismo actual sin que los usuarios entendieran muy bien de qué se trataba. Morozov lo señala como el avasallamiento de los estados por parte de las empresas tecnológicas: “La falta de regulación permitió la instalación de grandes monopolios, un feudalismo tecnológico.”
El reconocimiento facial es un avance más del panóptico global, es una expresión clara de la aspiración de tener registrada cada parte de su cuerpo, su manera de caminar, de hablar, etc. y quienes luchan han salido del enamoramiento tecnológico, dejan de ser usuarios para convertirse en rebeldes que no se quieren adaptar a las condiciones que el estado chino, en este caso, trata de imponer. Para marchar, para luchar es imprescindible no quedar atrapados en las imágenes que el control social impone. Saben del peligro que implica el control facial, conocen sus implicancias y buscan alternativas defensivas al mismo. Que el aparato estatal capture las caras rebeldes es peligrosísimo y tratan de impedirlo. El rostro es un objetivo apetecible y precioso del mundo 5G que está desarrollándose. En las revueltas actuales quienes anulan las cámaras con sus láseres marcan un camino en el uso de tecnologías defensivas en las futuras movilizaciones.
Magia y tecnología
Con el reconocimiento facial por los algoritmos, un miedo atávico se potencia nuevamente y la imagen capturada por el poderoso vuelve a ser una gran amenaza en este caso para los nativos digitales. Es necesario remarcar que algunas de estas luchas contra el reconocimiento facial han funcionado, hay ciudades que van prohibiendo su instalación y su uso. Pero eso no es todo, hay que comprender de qué se trata este panóptico que nos controla desde nuestro interior y en la calle analizando nuestro rostro a cada paso que damos.
Muchas culturas nativas al contactar con el hombre blanco rechazaban que les sacaran fotos, para sus cosmovisiones la cámara poseía un poder mágico muy poderoso, era un arma letal dado que consideraban que el ser fotografiado por el invasor, el conquistador, el antropólogo, etc., éste se apoderaba de su alma y de esta manera le arrebataba su ser. En definitiva, la fotografía era una magia maligna que le hacía perder el sentido de su vida al retratado, hoy podríamos decir que lo llevaba hacia la muerte tanto cultural, como psíquica.
El ejemplo muestra cómo en la mayoría de los choques entre culturas diferentes, en una de ellas la magia daba una explicación del mundo y en la otra apoyándose en la tecnología de punta (en éste caso la fotografía para registrar y analizar a los hombres) la dominación se instaura y se expande. El reconocimiento fácil es una de las más modernas y poderosas armas para el control social absoluto, vemos en él una de las expresiones más claras del panóptico global que avanza, el capitalismo usa de esta manera los despliegues de la web y su aparatología. Mientras trata de conseguir nuevos negocios desde el interior de los usuarios, convierte a la tecnología de avanzada como una parte de los nuevos dioses que todo lo saben. Colabora en imponer sus condiciones, es una clara manera de prepararse para infundir terror. Todo lo que pueda capturar y encerrar en algoritmos, en imágenes el poder lo captura y encierra, lo identifica, lo agrupa de acuerdo a sus conveniencias en el sistema global de control panóptico, algo así como googleame otra vez. George Orwell, en la novela 1984, proclamaba que no podían meterse en nuestra cabeza, lamentablemente al apoderarse de nuestros deseos han logrado transformar nuestra intimidad en su territorio. Al volvernos extimidad constante no hacemos más que repetir el modelo capitalista que llevan adelante Apple, Facebook, Uber, etc.
Es por eso que las empresas tecnológicas han buscado muchas maneras de establecer los objetos tecnológicos como fetiches protectores. El visionario de crear este entorno amigable entre la tecnología y los usuarios fue Steve Jobs. Pensó, quizás sin saberlo, a lo Winnicott: las máquinas de Apple debían ser objetos transicionales, acompañantes mucho más allá de su uso. La idea sin duda funcionó, no hay más que mirar a Apple cuyo valor en la bolsa no cesa de crecer debido a sus increíbles ganancias.
La post pandemia y el uso de las prótesis comunicativas
La pospandemia a la que nos vamos acercando muy lentamente pondrá al descubierto la profundidad de nuestro malestar con nuestras prótesis comunicativas
La pospandemia a la que nos vamos acercando muy lentamente pondrá al descubierto la profundidad de nuestro malestar con nuestras prótesis comunicativas. Las cuarentenas mostraron todos los inconvenientes que la hibridación trajo. Amenazado por el virus, el usuario se vio devorado por las pantallas. ¿Servirán las largas horas pasadas ante la computadora o el celular para agudizar la percepción del malestar vivido durante la cuarentena? ¿Se romperá la idealización del trabajo en casa? ¿O seguiremos siendo usuarios que respondemos instantáneamente al wasap, a las publicidades, a las fake news, etc.? ¿Daremos por sentado que el capitalismo es el único sistema en el que debemos vivir? ¿Podremos ver más lejos como decía Yupanqui?
Es evidente que una parte de la fascinación por la comunicación se ha quebrado, los malos momentos vividos este año de sobredosis de pantallas, por ahora, están en el registro de cada uno de nosotros. Quedará por verse si triunfa la línea tecnofílica, esa que dirá que gracias a las pantallas pasamos mejor la cuarentena o aquella que podrá dar cuenta de los padecimientos que produjo estar días y días devorados por nuestras prótesis comunicativas. El capitalismo de plataformas nos llevará hacia esa dirección, algo así como más pobres, pero mejor tecnificados. La segunda puede que sea un inicio de revueltas donde los cyborgs rebeldes usen la tecnología a favor de luchas y puedan cobrar consistencia y profundidad en su accionar para desarticular este proceso de obsolescencia programada de lo humano para seguir constituyendo cyborgs adaptados y obedientes. Camus lo tenía muy claro: “Yo me rebelo, luego nosotros somos”.
César Hazaki
Psicoanalista
cesar.hazaki [at] topia.com.ar
Notas
1. Camus, Albert, El Hombre Rebelde, Editorial Losada, Buenos Aires, 2014.
2. Camus, Albert: ob. cit.