“Todo hombre es un loco – pensó – ; pero, ¿qué es un destino humano,
sino una vida de esfuerzo para unir a ese loco con el universo?...”
André Malraux [1]
Estamos aquí, convocados bajo el lema de un encuentro sobre pensamiento crítico. Crítica cuya raíz “cri” nos remite a discernir, cribar, discriminar. Idea de tamiz que funciona en el sujeto, dejando algo sobre la superficie, abandonando algo que ya no sirve, que no es operativo.
Para comenzar el proceso de discernimiento, iniciamos el tránsito por medio del proceso de resignificar el espacio donde nos desenvolveremos.
De este modo, nos dimos la posibilidad de pensar qué lugar representa el escenario. El lugar del escenario es un supuesto lugar. Iluminado, a la vista de todos, el escenario recrea lo que no está y marca una asimetría. Es un lugar para ex - poner. Vértice que convoca miradas, prioriza lo visual sobre lo auditivo.
El auditorio es otro lugar, lugar de las preguntas, de la interpelación. Lugar de la escucha que permite el movimiento de lo dicho, de una mirada diferente sobre lo ex - puesto y multiplicada por cada uno de los asistentes.
Esta imagen del escenario y el auditorio, es tomada como base de nuestro trabajo. Convencidos que en la interioridad, ambos deben tener cabida para poner en funcionamiento el proceso reflexivo. Es así que realizamos la analogía a través de los elementos que este espacio nos permite, invitándolos a cada uno de ustedes a tomarla para sí.
Es porque en primera instancia hemos realizado este proceso sobre nosotros mismos, que nos animamos a realizarles esta solicitud. Favorecer la palabra sostenida en la acción sobre el reinado de la imagen es nuestro desafío. Trabajo interior que pretende ser sostenido a lo largo de esta ponencia y que habla de cómo vemos este tiempo histórico, con qué recursos trabajamos en nuestra cotidianeidad y qué principios de respuestas construimos en el hacer diario. Derrotero que transforma lo invisible en visible de la mano de la palabra que se imbrica en la acción, que no es otra cosa que la puesta en funcionamiento de una Ética que gira en torno a un conglomerado de Valores sosteniendo como premisa la participación de todos en la construcción del conocimiento.
2.
“Es evidente que el terror impuesto por la última dictadura militar
se vuelve a vivir con un Estado que hace desaparecer a los
ciudadanos de su lugar social... En este sentido, es necesario producir
una razón apasionada que tenga la potencialidad de construir
comunidad. Una razón apasionada que permita crear una esperanza
de que el mundo puede ser cambiado”
Enrique Carpintero [2]
La peste nos ha invadido. Una peste implica un fantasma, algo que remite a un imaginario trágico y totalmente predecible: la muerte. En las aldeas medievales, o los primeros rancheríos, la imagen de la peste implicaba el imperio de lo terrorífico. Cuarentenas, fuego y desesperación, mortandad de los más débiles, angustia de las madres ante las muertes de los angelitos, avasallamiento por parte de los ejércitos que encerraban a cualquier sospechoso de portar los “signos del mal”. Represión y aislamiento, eran la cura.
Hoy, la peste nos ha invadido nuevamente. Con otros signos, con otros síntomas, pero con la misma dinámica y – se sospecha – la misma terapéutica.
De aquella peste primigenia, quedaron como resabio los anticuerpos, el ansia de los hombres de ciencia por encontrar una explicación, las vacunas. De esta, aun no sabemos qué nos proveerá. Por lo pronto – realizando una analogía – se nos figura que, en el cuerpo social, estuviesen comenzando a aparecer anticuerpos; los intelectuales (los científicos de entonces) intentan dar con una respuesta en una búsqueda desesperada por explicitar su dinámica; ahora bien, en lo que a vacunas respecta, pareciera ser hasta ahora que, la única que todos propugnan como la más eficaz en estos casos es el recuerdo, el no olvido, la férrea determinación de mantener viva la llama de la memoria.
¿De qué vale saberse no contaminado si de cualquier modo el espanto llegará? Tarde o temprano, la peste – en tanto peste, en tanto invisible invasor, en tanto concepto que remite al fantasmal desconocimiento de su etiología – se instalará en cada uno de los espacios, hasta los más preservados. Porque esa es una de las cuestiones de la peste: su sutileza. La invisibilidad del enemigo es lo más terrible en cualquier batalla. Tercer milenio y el campo de lo imperceptible ha pasado de lo microscópico a lo ideológico.
Bajo los lemas de “la muerte de las ideologías” y “el fin de la historia” se extendió un manto de ignorancia sobre la génesis de este “mal” que nos asecha. El fin de milenio pasado vedó el acceso a la reflexión con sus “llame ya”, “satisfacción inmediata”, “producción, eficiencia y eficacia”, “nivel de vida”. Estos conceptos acunaron a más de un niño instalando en el imaginario social una idea del vivir inexistente.
Pervertidas las instituciones en sus contenidos, las mismas fueron perdiendo fuerza en su valor de red [3] . Sumado a esto, décadas infames de desmembramiento, arrullaron en forma de susurro la infancia de muchos hoy adultos. Estos conceptos establecieron un polo de atracción sobre el cual giraron las características del “ser argentinos” de los últimos tiempos. Un perfil que se desgranó a partir de la semana heroica de diciembre de 2001.
Podemos pensar – como muchos pretenden – en sólo una revuelta callejera, un berrear de niños que reclaman a sus padres (Estado e Instituciones) el último camioncito en una vidriera de juguetes, la última “Barbie”, el autito a control remoto. “La clase media salió a quejarse porque le metieron la mano en el bolsillo”, “siempre hay infiltrados en estas cosas, merecían ser reprimidos”. Podemos pensarlo así. O también, podemos ser más osados e intentar ir más allá de los sucesos, leer detrás de la escena las entrelíneas de los textos que se filtran en las imágenes, en lo no dicho. En los hechos y en las consecuencias que se desprenden de ellos.
El surgimiento de las Asambleas Populares, pensadas como nuevos sujetos políticos, ha marcado una antípoda respecto del eje que gobernaba la vida de los argentinos hasta diciembre de 2001. Este eje antagónico se posiciona desde un conglomerado de principios que sostienen el “llame si quiere o cuando quiera, y si no quiere, no llame”, “la satisfacción es la culminación de un proceso”, “trabajo, dignidad y cambio social”, “calidad de vida”; conjunto de ideas y – más que nada – de saberes casi olvidados. Este nuevo sujeto político además, le arranca la máscara al poder mostrándonos su verdadero rostro. Facciones horrorosas que – maquilladas de primer mundo – en verdad guardan para sí el reflejo de “la idea de que el crecimiento ilimitado de la producción y de las fuerzas productivas es de hecho la finalidad central de la vida humana”. [4]
Hasta aquí la tópica de la peste.
2.
“LA SERPIENTE – Adán ha inventado algo nuevo. Ha
inventado el mañana. Ahora que te has descargado del
peso de la inmortalidad inventarás cosas todos los días”
Bernard Shaw [5]
Decíamos que lo invisible pasó de lo microscópico a lo ideológico. Con esto nos estamos refiriendo a la incapacidad de comprender cuán profundos son los impactos de lo no asequible a lo sensorio. Si bien el estruendo de una bomba lleva a girar el rostro y descubrir el desastre de su huella, o la visión demoledora de un grupo policial dando “palo y a la bolsa” a los habitantes de la nación que manifiestan en defensa de sus derechos despierta atrocidad – a las claras y de una – en quienes los observan, existe un orden de desastre mucho más perturbador e insondable. Este nivel insustancial – pero no por esto menos real – es el de la palabra.
Palabra que atraviesa muros, impacta sobre la materia y la moldea. Da vida o mata, según sea el caso. “Dijo Dios: “Haya luz” y hubo luz.” [6] Por algo será que los autores bíblicos escribieron Dijo Dios. No pensó o hizo. Decir que oficia de clave, actualiza el deseo, rúbrica específicamente humana. Dios que conlleva el sello del hombre, hombre que refleja en la palabra, su poder creador. El valor de la palabra ha signado la historia de la humanidad. Siendo sujetos de lenguaje, la existencia individual y la sociedad misma, pueden ser leídos como discursos. De este modo, es en el espacio de la puntuación donde podremos advertir el sentido de lo dicho.
Acercarnos a la comprensión de “lo humano” desde el punto de vista del lenguaje, nos abre una puerta a una serie de fenómenos que se inscriben tanto en la exterioridad como en la interioridad del sujeto. Inscripción verbal, manuscrita, mecanografiada, o desde un ordenador – formas modificadas por el devenir de la historia – la palabra se convierte en base estructural constitutiva de la humanidad.
La palabra no sólo nomina algo. La palabra significa, remite, soporta una representación, permite la ruptura de la clausura, habilita el ingreso a la reflexión en donde “en este esfuerzo la imaginación desempeña... un papel central, puesto que el cuestionamiento de las “verdades establecidas” no es ni puede ser nunca un cuestionamiento en el vacío, sino que va siempre de la mano de la posición de novedosas formas/figuras de lo pensable creadas por la imaginación radical y sujetas al control de la reflexión, todo ello bajo la égida de un nuevo “objeto” de investidura psíquica, objeto no-objeto, objeto invisible, la verdad. Verdad, no como adecuación del pensamiento y la cosa, sino como el movimiento mismo que propende a abrir brechas en la clausura donde el pensamiento tiende siempre a encerrarse de nuevo”. [7]
De este modo, la fuerza vital de la palabra humana, nos posiciona como Adanes ante la realidad, poniendo bajo nuestro dominio las posibilidades de construir los modos de accederla, pensarla, modificarla, apropiárnosla y disfrutarla o padecerla según sea el lugar desde el cual nos acerquemos a ella. Porque ningún abordaje de la realidad es inocente, ya que ninguna palabra lo es. Es entonces el entramado de vocablos, significaciones, puntuaciones, expresiones y en su consecuente puesta en acción, lo que oficia de referente respecto de los lugares donde los sujetos nos posicionamos ante lo que nos acontece.
Que ningún abordaje de la realidad sea inocente, nos remite definitivamente a un concepto Ético. Desvinculando de plano “lo moral” respecto de la palabra – ya que la palabra no es ni moral ni amoral, simplemente es – acordar que sus concatenaciones dan cuerpo a una Ética, es el encuadre que sostiene este posicionamiento.
Ética que aglutina Valores Humanos recordándonos nuestra condición, alejándonos de la animalidad y habilitándonos el paso del estatuto de habitantes al de ciudadanos.
Desde allí abrimos las compuertas hacia la valoración de la palabra y nos zambullimos en el estrepitoso mundo del sujeto y las ideologías.
3.
“Los aztecas se referían a los españoles como popolocas, que quería decir bárbaros
por sus acciones, sus vicios y ambición desmedida por el oro”
Martivón Galindo [8]
La conceptualización del orden totémico en el ámbito de la ciencia, ha signado la comprensión de los procesos de configuración singular y social, ocupando el estatuto de estructura fundamental, desde el cual puede leerse la cultura. En torno a este concepto [9] es donde damos los primeros pasos en el análisis respecto del principio de alteridad y su vigencia como fuerza limitante de la barbarie. Este principio apunta a dar cuenta de la existencia de otro, a la posibilidad de advertir las diferencias y por sobre todo a consentir su coexistencia.
Preguntarnos sobre la vigencia de este principio en estos tiempos críticos es una deuda impostergable.
En este momento consideramos oportuno realizar una puesta en suspenso sobre este concepto para girar la mirada y revisar la historia. Lo que signó el desarrollo del devenir humano, ha sido la lucha constante contra este principio y son los episodios de esclavitud, sometimiento, racismo, exclusión los que dan cuenta de esto.
De la mano de Foucault, accedemos a una sucinta pero explícita descripción del sujeto que se encuentra en el orden de la barbarie. “A diferencia del salvaje, el bárbaro no se apoya en un fondo de naturaleza del cual forme parte. El se recorta sobre un fondo de civilización contra el cual choca. El bárbaro no entra en la historia fundando sociedades: entra más bien penetrando, incendiando y destruyendo una civilización. Creo, por tanto, que el primer punto es éste: la diferencia entre el bárbaro y el salvaje consiste en la relación con una civilización, por ende con una historia precedente. No hay bárbaro sin una historia anterior, que es la de la civilización que incendiará. Por otra parte, el bárbaro no es, como el salvaje, vector de intercambio. El bárbaro es vector de algo totalmente diferente: es vector de dominación. A diferencia del salvaje, el bárbaro se adueña, se apropia; practica no tanto la ocupación primitiva de la tierra, como la rapiña. Esto significa que su relación con la propiedad es siempre secundaria: solamente se adueña de una propiedad preexistente; pone a los otros a su propio servicio; hace cultivar la tierra, hace custodiar sus caballos, hace preparar sus propias armas. Asimismo, su libertad siempre se apoya en la libertad perdida de los otros. En la relación que mantiene con el poder, a diferencia del salvaje, el bárbaro nunca cede su libertad. El salvaje es quien tiene en sus manos una suerte de plétora de libertad, que sin embargo cede para garantizar su vida, su seguridad, sus bienes. El bárbaro en cambio, jamás cede su libertad. Si se dota de un poder, se da un rey, elige un jefe, no lo hace para disminuir su parte de derechos. Lo hace, al contrario, para multiplicar su propia fuerza, para ser más fuerte en sus rapiñas, en sus hurtos y en sus estupros, para ser un invasor más seguro de su fuerza. El bárbaro instaura un poder como multiplicador de la propia fuerza individual. Esto significa que el modelo de gobierno es para el bárbaro un gobierno necesariamente militar, y que no se funda en esos contratos de cesión civil que caracterizan al salvaje” [10]
Es importante observar las características que señala el autor respecto del bárbaro ya que, en lo descriptivo, podemos dibujar los contornos que en el orden de lo subjetivo imprime una determinada ideología. Sumado a esto, dicho modo de accionar abre el espacio de análisis respecto de las consecuencias que en lo social se despliegan: un concepto de propiedad, una idea de libertad, una constitución del sujeto. Dupla civilización y barbarie que incursionan en el tejido de lo social influenciando lo público, lo doméstico y lo subjetivo propiamente dicho. Discurso que se manifiesta con una expresión determinada, una puntuación específica y que pretende poner bajo sospecha el principio de alteridad.
Así, este encuadre ofrecido por el autor, muestra el ámbito donde se desenvuelve, quien – negando el pacto social – irrumpe desde el patrocinio de la barbarie instaurando un quiebre histórico. Historia que, si la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, tal como dice la canción. Ahora bien, al punto que intentamos arribar es a un intento de explicitación de los factores que conforman la vigencia de ese orden. Es por eso que, hecho este impasse, volvemos nuevamente la mirada hacia lo subjetivo y su relación con la cultura y el malestar que conlleva.
Tal como Yago Franco plantea en su escrito, poner la visión sobre el pacto fraterno y la ley fraterna que de él se desprende – posterior a la muerte del padre narcisista – es un eje que nos permite leer las acciones de la humanidad en lo que a Derechos Humanos se refiere.
Y es en este punto donde encuadramos la puesta en funcionamiento de los procesos de discriminación.
En el fracaso del estado de hermandad, propuesto por el pacto social, es donde se reeditan las luchas, se acrecientan las diferencias y se regresa a un momento prehistórico de vinculación. Porque, tal como señala Levi Strauss, “el aspecto positivo de la prohibición es marcar un comienzo de organización” [11] , y es entonces la organización misma la que se convulsiona cuando los principios que la sostienen se ven amenazados. Si bien todos estos conceptos, se suponen inscriptos en la historia de la humanidad como etapa superada por la instauración de la cultura, es en estos momentos críticos donde pareciera que se reedita, pero en forma de fracaso, el pacto fundante. Un ataque inminente a los principios derivados de la ley fraterna, conlleva al sujeto a erigirse en parámetro y como tal, en límite, por medio del cual funciona como ítem de inclusión o exclusión de los demás. Como si de pronto se olvidase que el mito del héroe no es ni más ni menos que una visión poética del mito de la horda primordial.
Todos estos puntos aumentan su influencia conflictiva cuando se elevan al rango de políticas de Estado.
Asociar el Estado capitalista con el padre narcisista y avenirse un pueblo a sus acciones como hijos cuyas satisfacciones directas deben ser impedidas en pos de una privativa relación con él, no nos resulta una metáfora desconocida.
Teniendo en cuenta las consecutivas etapas de terror vividas en nuestro país, no podemos menos que llamarnos a la reflexión del por qué de estas emergencias y sobre cómo dar con mecanismos que disipen su reedición.
Tiranía en la seguridad, tiranía en lo económico, tiranía en lo institucional, no dicen ni más ni menos que Tiranía por parte del Estado. Estado inserto dentro del sistema capitalista que acrecienta la heteronomía [12] de la sociedad por medio de su significación imaginaria.
Y estas es una de las consecuencias de la preeminencia de un Estado que se dinamiza desde la órbita del capitalismo.
La ley fraterna devenida del pacto fraterno, conmina a los sujetos a un estado de semejantes. Para poder alcanzar ese estado, es necesario deponer la satisfacción pulsional y acceder al malestar que resulta de “... “civilizar” las pulsiones en beneficio de la vida en común, al hacerse presente el principio de la alteridad en lo colectivo.” [13]
Es en verdad contra la barbarie propia del imperio de una ley tiránica contra lo que se lucha.
Concediéndonos una relectura de lo histórico [14] es desde las preguntas que el presente nos permite desde donde volvemos la mirada hacia el pasado para reconocernos como sujetos.
El imperio de la barbarie y los intentos de avenirse los sujetos a la primacía de la cultura, con su malestar que le es propio, reclama una puesta en escena en el ámbito de la memoria. Y son los hechos acaecidos en nuestro país durante los últimos meses los que arrojan luz sobre el pasado y a su vez son iluminados por él.
Del mismo modo que en “La noche boca arriba” de Julio Cortazar, es el contexto lo que significa a los sucesos. La angustia y la desesperación sufridas por los seres humanos, es la misma. Es por eso que, desde el interior (geográfico) y desde el interior (del ser humano), tenemos algo para decir y para escuchar. Y es en el ámbito de este encuentro donde pueden establecerse estos dos procesos.
De todas maneras, si no podemos ir más allá, será dificultoso encontrar el denominador común entre aquellos y estos, dejándonos indefensos frente a los hechos venideros inhabilitándonos para hallar defensas efectivas y dando paso a la primacía de la barbarie, que no es otra cosa que el reinado del Tánatos.
4.
“Aquella misma tarde Bernard Rieux estaba en el pasillo del inmueble,
buscando sus llaves antes de subir a su piso, cuando vio surgir del fondo oscuro
del corredor una rata de gran tamaño con el pelaje mojado, que andaba torpemente.
El animal se detuvo, pareció buscar el equilibrio, echó a correr hacia el doctor,
se detuvo otra vez, dio vuelta sobre sí mismo lanzando un pequeño grito y cayó al fin,
echando sangre por el hocico entreabierto.
El doctor lo contempló un momento y subió a su casa”
Albert Camus [15]
Los síntomas de la peste han variado a lo largo del tiempo, no por eso perdiendo su eficacia en el imaginario, ni siendo menos aterradores. Así como hemos sostenido el camino de la invisibilidad del terreno en donde se pone en juego, intentaremos dar cuenta de los signos y manifestaciones por medio de los cuales tomamos conocimiento de ella.
Nos apoyamos en lo dicho por Castoriadis, aproximándonos a conceptos que nos permiten una lectura más clara para iniciar luego el proceso del cambio. Algo hemos señalado cuando nos referimos al ideal de la finalidad de la vida humana dentro del sistema capitalista.
Este concepto abre un abanico de consecuencias en la subjetividad que – a manera de impronta – da forma al comportamiento de las personas en el marco de lo social.
El engarce entre lo público y lo privado no nos es ajeno, y es por este motivo que incursionamos en el análisis del sistema capitalista cuando hablamos de subjetividad. Convenir en que lo que se intenta promover desde las significaciones imaginarias sociales [16] conlleva a la construcción de un “modo del ser”, opera como decodificador de las fuerzas bajo cuya órbita nos encontramos influidos los sujetos.
De este modo, la significación imaginaria del capitalismo, es uno de nuestros vértices de aproximación, habida cuenta de la imperiosa necesidad de encontrar respuestas y generar alternativas de acción dentro de la difícil situación que nuestro país atraviesa. Sabemos de la importancia diagnóstica en el decurso de un tratamiento, por eso nos detendremos en este ítem situando el terreno de gestación de nuevos caminos en el develamiento de las consecuencias que la misma registra en la subjetividad.
Favorecer desde los Aparatos Ideológicos del Estado, el discurso de la satisfacción inmediata, de la supremacía del “nivel de vida”, del discurso racista que propende a excluir al distinto, debe ser considerado cuanto menos homicidio en primer grado con premeditación y alevosía agravado por el vínculo. Es inocular en las generaciones futuras el virus del individualismo, hecho que ambiciona el “divide y reinarás”. Lo que pareciera ser que no se comprende, es que luego de la división, nada queda para reinar.
Este accionar crea el espacio para el avance de la insignificancia [17] aspirando a la cancelación de la existencia de un nosotros. Todo el discurso social se pretende orientar hacia una primacía del yo, o del vos, a lo sumo de ellos. Tercera persona del plural que sirve para remitirse indirectamente a los que “no son como uno”, o en su defecto, para señalar el espacio ideal tan ansiado de pertenencia: “ser como ellos”.
Es en la crisis del proyecto identificatorio [18] donde se procura instalar el quiebre del sujeto y por ende de lo social. De este modo el ser humano, sintiéndose incapaz de apoyarse en las instituciones ya no encuentra lugar dónde referenciarse. Sin saber quién es y qué función cumple, nada de lo que realice adquiere sentido.
Así, el Estado pasa a formar parte de un gran reservorio tanático en permanente situación de amenaza. Porque de otro modo es insostenible. Es imposible mantener el principio de exclusión del diferente, si no se construyen redes discursivas que lo soporten. Discurso racista [19] que habla más allá de las razas, ensaya justificar el accionar homicida del Estado en cuanto a poder mortífero se refiere. Estado que incita a la muerte social a más de la mitad de la población arrebatándole el derecho al trabajo. Estado que propende a la muerte en vida a miles de jóvenes instándolos al exilio, a la perdida de sus raíces, al alejamiento de su cultura. Estado que sentencia a la muerte de muerte a niños y ancianos negándoles un plato de comida bajo el imperio del índice de las medidoras sociales que hablan de “línea de la pobreza”. Estado que alienta en sus ciudadanos la sensación de inseguridad y promueve y propaga expresiones como pena de muerte. Tiranía de Estado que incita a la lucha del hombre contra el hombre, disolviendo la idea de semejantes, pretendiendo destituir de la condición humana al otro para poder aniquilarlo (si es no – humano, es más sencillo deshacerse de él).
Cuando la función propia del Estado y sus instituciones debieran recordar el pacto básico en donde, todos los sujetos depositan su propio poder mortífero en ese terreno para avenirse a las leyes y preservar al otro y preservarse a sí mismos, lo que en realidad ansia es que éstas se vuelvan contra el sujeto asestando su golpe más certero: vaciando de significado la existencia.
El alud de imágenes que escupe el poder como anestesia, invita a la pasividad y al no compromiso de los sujetos en la cosa pública. Pasividad que lleva a anular la potencia, exacerbar el deseo y permitiendo sólo herramientas falsas de satisfacción. Pretensión de llenar la falta, agrandándola (dos caminos que arrastran al mismo punto: la locura).
Estado que debiera dar lugar al desarrollo del ciudadano, pero que aspira a impotentizarlo nominándolo consumidor. Este corrimiento de la palabra, genera nuevos espacios legales en que – ilusionando protección (leyes de protección al consumidor, línea del consumidor) – lo único que coopera en instalar es la pérdida de los espacios reales de participación. Talk show que disfraza de comunicación al monólogo estéril y vacuo.
Ilusionando las personas que nada queda por hacer, vivenciándose todo el accionar del ser humano como impotente ante los hechos que de ningún modo siente que puede cambiar, ante la corrupción que se muestra impune, y ante la amenaza permanente de la pérdida de lo básico para la vida, el sujeto declina su potencial poniendo en tela de juicio sus propios recursos para modificar lo establecido.
De esta manera, los síntomas de la peste, invaden los corredores de las instituciones, las habitaciones de los hogares, los espacios públicos, disfrazados de otra cosa, de “cosa interactiva”, pero no siendo más que máscaras para el ocultamiento de la batalla más virulenta en la que se encuentra el ser humano: la lucha por la supervivencia de la especie humana.
Porque si de intento de vaciamiento de la palabra y de cerramiento de los caminos hacia la acción estamos hablando, es de difusión del deseo a lo que en realidad nos estamos refiriendo, de extravío, de alienación.
Alienación contra la cual el sujeto permanentemente lucha y que no permite otra salida que no sea el delirio.
5.
“MACBETH
...Doctor, ¿cómo está vuestra paciente?
DOCTOR
No tan enferma mi señor, como atormentada por
fantasías incesantes que no le permiten descansar.
MACBETH
¡Curadla! ¿Acaso no podéis curar un espíritu enfermo,
arrancar de su memoria un dolor arraigado,
borrar el pesar escrito en su cerebro,
y con algún dulce antídoto que permita olvidar
liberar su agobiado pecho de todo el veneno
que le oprime el corazón?
DOCTOR
En tales casos, el paciente
debe encontrar el remedio propio”
William Shakespeare [20]
El corredor hacia el dolor queda así abierto. Ahora bien, para adentrarnos en esta etapa del trabajo, es importante realizar algunas consideraciones al respecto. Para esto, nos resulta pertinente remitirnos al trabajo de Mirta Zelcer [21] , sobre todo en lo referido al par conceptual “consumidor-consumible” y a la lectura que nos permite la obra de Freud.
Intentar rastrear la cadena de significaciones que van desde el dolor individual hasta el dolor social, es un propósito que nos hemos impuesto en esta presentación.
Para este fin, recurrimos a Inhibición, síntoma y angustia [22] donde encontramos un apartado referido al dolor que, consideramos, arroja luz sobre el primer peldaño que necesitamos transitar. Este primer peldaño se instala en el sujeto y da pie a posteriores intervenciones psicoanalíticas [23] que profundizan en la lectura de las etapas más tempranas de la constitución psíquica.
Si bien es amplio el campo de apreciaciones teóricas que pueden aportar a este punto, convenimos en continuar con Freud y ahondar en esta cita que habla a las claras de la naturaleza perturbadora del dolor.
Acordada la analogía de funcionamiento, referido a las investiduras, con el dolor de origen orgánico, el dolor psíquico conlleva su par solidario con el concepto de duelo. Si de quitar el cuerpo del agente causante del dolor se trata para evitar el daño dentro del orden orgánico, en el ámbito de lo psíquico esta acción resulta más dificultosa.
Dice Freud: “A raíz del dolor corporal se genera una investidura elevada, que ha de llamarse narcisista, del lugar doliente del cuerpo... Pues bien; en este punto parece residir la analogía que ha permitido aquella trasferencia de la sensación dolorosa al ámbito anímico. ¡La intensiva investidura de la añoranza, en continuo crecimiento a consecuencia de su carácter irrestrañable del objeto ausente (perdido) crea las mismas condiciones económicas que la investidura del dolor del lugar lastimado del cuerpo y hace posible prescindir del condicionamiento periférico del dolor corporal! El paso del dolor corporal al dolor anímico corresponde a la mudanza de investidura narcisista en investidura de objeto... Si la sensación de displacer que entonces nace lleva el carácter específico del dolor (no susceptible de otra descripción), en lugar de exteriorizarse en la forma de reacción de la angustia, cabe responsabilizar de ello a un factor que ha sido poco tenido en cuenta hasta ahora en la explicación; el elevado nivel de las proporciones de investidura y ligazón con que se consuman estos procesos que llevan a la sensación de displacer. Tenemos noticia, además de otra reacción de sentimiento frente a la pérdida del objeto: el duelo... El duelo se genera bajo el influjo del examen de realidad, que exige categóricamente separarse del objeto porque él ya no existe más Debe entonces realizar el trabajo de llevar a cabo ese retiro del objeto en todas las situaciones en que el objeto (Objekt) fue asunto (Gegenstand) de una investidura elevada. El carácter doliente de esta separación armoniza con la explicación que acabamos de dar, a saber, la elevada e incumplible investidura de añoranza del objeto en el curso de la reproducción de las situaciones en que debe ser desasida la ligazón con el objeto.” [24]
Estas palabras describen el funcionamiento del proceso que se instala en lo singular dando cuenta del movimiento que se produce en el sujeto y dejando entrever las huellas que promueve.
Ahora bien, ingresando en forma inevitable a la esfera del hombre vinculado con su entorno, el motivo causante del dolor psíquico, merece una lectura específica cuando se alude a las pérdidas provenientes del ámbito social.
Es en el espectro del sufrimiento donde quedan grabadas las huellas del dolor ante la destitución social a través de la pérdida del trabajo, ante la pérdida de los espacios de expresión, ante la sensación de impotencia que se pretende instalar frente a los acontecimientos, ante el intento de inscribir al sujeto como “consumidor – consumible” [25] ansiando extinguir lo propiamente humano.
Una pregunta nos surge en este instante: ¿qué sucedería si, después de todo lo ocurrido, las condiciones sociales se revirtiesen en forma inmediata? Ese mismo sujeto, abortado de lo social, inscripto en el orden del “no consumidor”, habiendo padecido la impotencia ante los hechos de corrupción llevados a cabo por los mismos que él eligió cuando aun se consideraba un ciudadano ¿volvería a ser el mismo? ¿se borrarían de ese modo las marcas del dolor?
Consideramos que no. Nos atrevemos a pensar que lo vivido seguramente teñirá el desenvolvimiento de cada uno de los actores sociales. Por una parte, quedará la amenaza inserta como angustia. Por otra, las nuevas preguntas que se dieron cita en las generaciones que fueron atravesadas por estos hechos, se mantendrán vivas para inaugurar un nuevo preámbulo.
De todos modos, la hipótesis del cambio inmediato, sólo nos sirve para aventurar una línea de trabajo que ponen sobre el tapete, el impacto y el valor de cambio de rumbo que asisten a estos sucesos de principio de milenio.
Y el principal giro que propugnan es el transformar a los sujetos de habitantes en ciudadanos. ¿A qué nos referimos con esto?
La ilusión de ciudadanía que se intentaba sostener desde el Estado, basada en el sufragio de cuando en cuando, cayó por el piso cuando, cuestionando el sistema de representatividad, el pueblo se hizo presente diciendo lo que tenía para decir, no delegando ya su voz ni enajenando los espacios que por naturaleza le pertenecía.
Dicho de otro modo, el dolor generado tanto por la toma de conciencia de que la ciudadanía aun no había sido, sino una ilusión, despertó en los habitantes del pueblo de la nación el impulso necesario para dar a luz el sentido cabal de su condición de sujetos plenos de derechos.
Este paso, sólo viable a través de la ocupación de los espacios sociales, dio por tierra con la queja iniciando el trayecto de la construcción de un nuevo pacto social. En este estado de las cosas, “desasida la ligazón con el objeto”, queda energía disponible para reestablecer nuevos modos de vincularse entre sí y con el conjunto de representaciones sociales, dando paso a un nuevo posicionamiento y – de este modo – a un nuevo estatuto.
Esas imágenes de las movilizaciones realizadas durante el último tiempo en nuestro país hablan respecto de la fuerza existente en el núcleo mismo de lo humano. Fuerza que, remontándose a esa huella de dolor, reinscribe la historia desde allí gestando un nuevo espacio social.
Consideramos que rescatando el valor de la acción como pontífice entre el potencial posible con lo posible, es como el sujeto se reencuentra.
En las acciones del pueblo de la nación argentina, los hombres encontraron un nuevo sentido a la condición humana. Tal como señala Mirta Zelcer “ en la actualidad, al definir la producción de subjetividad social como de comsumidor – consumible y al consumido como excluido radical o exterminado social, la dimensión de HUMANIDAD se ve totalmente resquebrajada” [26] y es contra ese resquebrajamiento ante el cual se respondió.
Sabemos que, en la medida en que las instituciones continúen pervertidas, los espacios contaminados y la dirigencia corrupta, el ser humano continuará en un circuito de dolor por las pérdidas de los soportes que en un tiempo tenían sentido.
Al mismo tiempo, elaborar el duelo por la caída de esas instancias, significa una crisis que – como señalamos al principio de este trabajo – pasa por el tamiz lo que sirve de lo que ya no. Pero, como en todo tamiz, algo queda.
Y es desde allí donde el sujeto encontrará el apoyo para edificarse.
6.
“La democracia existe como tal, cuando la relación entre los gobernados y el gobierno se rige por el principio de que el Estado está al servicio de los ciudadanos y no al contrario; de que el gobierno existe para el pueblo y no viceversa. Está en juego tanto la dignidad y la justicia que se debe a los aún integrados como también la simple supervivencia de la masa creciente de excluidos; está en juego los valores fundantes de un poder no despótico y obviamente también, la afirmación de quién es el titular último de la soberanía; ese que dejando de lado la comodidad de su vida privada salió a la calle vestido con el traje insolente de sujeto buscando en las calles y en las plazas el amor fascinante de la emancipación”
José Figueroa [27]
Podríamos a esta altura del trabajo, dar por concluido todo, cerrar las puertas de nuestros hogares, bajar los brazos y decidirnos a esperar el Apocalipsis que de hecho parece ser inevitable. Podríamos olvidar, no ejercer la memoria, que – como antes dijimos – parece ser la única terapéutica por ahora recomendada. Podríamos esto y mucho más. Pero no.
NO, porque el impulso vital aun pugna por decir lo suyo en los ámbitos menos esperados: en las columnas de gente que clama por ser escuchada, en los ruidos ensordecedores de las cacerolas, en las mujeres que acompañan a sus compañeros en la lucha, en los niños que se empeñan en seguir viviendo aun a costa de no tener garantizado lo mínimo para la subsistencia, en las inteligencias que brotan en los bancos de las escuelas desmanteladas, en las obras de arte que – más allá de hablar del horror o de estar hechas con trozos de cuerpo – gritan el valor de la vida a pesar de todo.
NO, porque la posibilidad de reflexionar es inextinguible y es inherente al ser humano, imposible de ser enajenada, imposible de ser arrancada de la constitución misma del sujeto. Reflexión que nos permite cuestionar las verdades fundamentales, los axiomas constitutivos de la ciencia y los mitos constructores de cepos y cadenas que pretenden podar la imaginación sesgando, bajo el imperio del cumplimiento de vaya a saber qué profecía mortal, el desarrollo del ser humano.
NO, porque consideramos que “todo hombre tiene un legítimo derecho al respeto de sus semejantes y también él está obligado a lo mismo con respecto a cada uno de ellos” [28] ya que la dignidad no es un bien negociable, se porta en la condición humana como la piel sobre el cuerpo, y ninguno de los “vicios que violan el deber de respetar a los demás hombres” [29] tenderán a triunfar sobre la humanidad en tanto y en cuanto exista un solo ser humano que se atreva a las preguntas.
NO, porque la constante amenaza de muerte plasmada por la Tiranía de Estado es reversible por medio de la participación, porque el hecho de sabernos los soberanos hace que tengamos en nuestras manos la posibilidad de volver sobre nosotros la fuerza creadora de nuestras propias leyes delegadas en tiempos pasados en la noción de representatividad, idea que hoy – vaciada de contenido – debe ser sustituida por “nos, el pueblo de la nación argentina”, construyendo ese nuevo preámbulo que garantiza un nuevo nacimiento.
NO, porque somos plenamente conscientes de que el ser humano es junto a, al lado de, en oposición a, siempre en relación con otro, que si es negado, en ese mismo acto retira de sí la posibilidad de constituirse. Porque sólo el accionar correcto dentro de la tela social, restaura los aspectos carcomidos por la tiranía y el imperio de la barbarie.
NO, porque la condición humana habla de valores que la caracteriza y la transforma en algo irrenunciable. Valores que, más allá de la época, atraviesan al sujeto instándolo a la búsqueda de la verdad como herramienta incuestionable para la fundación y el desarrollo de la subjetividad.
Así estamos, observando atentamente los sucesos, siendo partícipes del cambio, rescribiendo la historia por medio de un nuevo pacto fundante, saldando las deudas con los excluidos, desmenuzando las redes del poder que desde su invisibilidad pretenden ejercer dominio sobre los espacios más sutiles de la subjetividad, desnudando la puntuación del discurso tiránico, creando nuevas herramientas para la reconstrucción.
Este es nuestro compromiso, y – al decir de Yago Franco [30] – también nos preguntamos “¿De qué sirve nuestro saber acerca de la sociedad, su estado, su crisis, etc?” El autor nos acerca una cita de Castoriadis como luz de faro en la tormenta: “Muy poco y mucho. Muy poco pues la transformación del estado presente de la sociedad mundial no es evidentemente un asunto de saber, de teoría o de filosofía (...) Pero este saber puede ayudarnos mucho si nos hace capaces de denunciar o destruir la ideología racionalista, la ilusión de la omnipotencia, la supremacía del “cálculo” económico, el absurdo y la incoherencia de la organización “racional” de la sociedad, la nueva religión de la “ciencia”, la idea del desarrollo por el desarrollo. Esto podemos hacerlo si no renunciamos al pensamiento y a la responsabilidad, si vemos la razón y a la racionalidad en perspectiva apropiada, si somos capaces de reconocer en ellas creaciones históricas del hombre. La crisis actual avanza hacia un punto en el que o bien nos enfrentaremos con una catástrofe natural o social, bien, antes o después de esto, los hombres reaccionarán de un modo u otro y tratarán de establecer nuevas formas de vida social que tengan un sentido para ellos. Esto no podemos hacerlo por ellos y en su lugar; ni tampoco podemos decir cómo se podría hacer. Lo único que está a nuestro alcance es destruir los mitos que, más que el dinero y las armas, constituyen el obstáculo más formidable en la vía de la reconstrucción de la sociedad humana” [31]
Los mitos, el verdadero rostro imperceptible de la peste. Los mitos, nuestros verdaderos enemigos... Y hacia ellos vamos.
[1] Malraux, A. – La condición humana – Editorial Sudamericana, 1995.
[2] Carpintero, E. En el actual capitalismo las pasiones son tratadas con prozac – Artículo publicado en la Revista Topía, 2002.
[3] “Entendemos esta red como una estructura dinámica de significaciones que dota de sentido a las acciones de los sujetos individuales – como parte de sujetos colectivos – comprometiendo pensamientos, representaciones, sentimientos y acciones” Vera, R. – Cuadernos de Formación Docente. Orientaciones Básicas de los Talleres de Educadores – Ed. UNR (Dirección de Publicaciones), 1988
[4] Castoriadis, C. – Sobre el desarrollo – Ed. Kairos, 1980
[5] Shaw, B. – Vuelta a Matusalén – Ed. Sudamericana, 1958.
[6] La Biblia latinoamericana – Gén 1,3 – Ed. Paulinas, 1972.
[7] Castoriadis,C. – El inconsciente y la ciencia – Ed. Biblioteca Nueva, 1989.
[8] Yago, F. – Más allá del malestar en la Cultura – Versión ampliada del texto del mismo nombre publicado en Topía Nº XXV. Forma parte de “Argentina tango y exilio” . Esta frase fue citada por el autor para dar inicio al desarrollo sobre el tema de la barbarie, punto en que nos apoyaremos para incursionar en el impacto de las ideologías sobre la subjetividad.
[9] “Freud propuso que hubo un mítico momento en la prehistoria de la humanidad, en el cual la ley imperante era la del padre narcisista que era la ley misma, y mantenía sojuzgados a sus hijos. Estos se unieron para darle muerte, pero no pudieron evitar luego caer en luchas fraticidas. Mediante un pacto, instituyeron una ley de autolimitación, en nombre del padre muerto. El pacto mismo es el intento de institución de ese Otro, como algo diferenciado del conjunto Ese primer movimiento instituyente, la creación de un tótem, implica aun un grado importante de heteronomía para la sociedad; porque la ley instituida es vivida como sagrada y ajena a los sujetos. La totemización de las sociedades se observa en la distancia que hay entre los sujetos y la ley emanada de las instituciones. Alcanza su mayor grado en los estados totalitarios, donde la ley del jefe-padre narcisista parece reinstalarse, y la sociedad vuelve por lo tanto a un modo organizativo primitivo. Las llamadas democracias procedimentales (como la nuestra), presentan aun un variable grado de heteronomía de la sociedad, es decir de totemización de sus instituciones, aunque el principio de alteridad encuentra una cierta institución. El Otro de lo colectivo recién llega a cumplir su función en sociedades de régimen democrático” Franco, Y. – Más allá del malestar en la cultura – op. cit.
[10] Foucault, M. – Genealogía del racismo – Ed. Altamira – Ed. Nordan - Comunidad
[11] Lèvi_Strauss, C. – Las estructuras elementales del parentesco – Ed. Piados, 1969.
[12] “... Los sujetos – atados a un mito desconocido por ellos como tal – atribuyen un origen extrasocial a las leyes que los gobiernan, como si no fuera obra de los humanos, como si todo fuera un instituido, perdiéndose la noción de la capacidad instituyente de lo colectivo. Así sea con la sociedad feudal, o con el orden cosmológico incaico, o con los mitos del capitalismo actual (con su onmínodas leyes de mercado) lo que se consigue es ocultar las fuentes del poder en el conjunto. Y así el poder se hace más extraño a los sujetos. Esta concepción es fundamental para entender la propuesta de Castoriadis de ocuparse, más que de la explotación humana, del poder como cuestión central para el accionar político lúcido” Psicoanálisis, filosofía, sociedad, Castoriadis – Glosario – Revista Topía, 2002.
[13] Franco, Y. – Más allá del malestar en la cultura – op. cit.
[14] “La historia, entonces, ya no es recorrido sino construcción. Ya no es tampoco el deshecho o lo superado, sino el lugar donde se fractura la continuidad histórica en búsqueda de legitimaciones. De ahí, más que resaltar la historia como substancia, como cosa hecha, podamos hablar de la tarea de historiar que correspondería a la acción de ir al pasado, como diría Bachelard, desde las certidumbres del presente... La historización o la acción de historiar, implicaría un diálogo, una dialéctica entre el pasado y el presente en el que las “verdades” o las preguntas presentes darían sentido al pasado”Brebbia, R. – Cuaderno de epistemología – U.N.R. Editora, 1998.
[15] Camus, A. – La peste – Ed. Sudamericana, 1995.
[16] “... es una posición primera que inaugura e instituye lo histórico-social, procediendo del imaginario social instituyente, expresión de la imaginación radical de los sujetos. Hay significaciones centrales que no tienen referente, que son referente de otras que son secundarias, las instituyen. No son necesariamente explícitas, ni son lo que los individuos se representan, aunque dan lugar a las representaciones, afectos y acciones típicos de una sociedad... El campo socio-histórico se caracteriza esencialmente por significaciones imaginarias sociales, las que deben encarnarse en las instituciones”. Psicoanálisis, filosofía, sociedad, Catoriadis – op. cit.
[17] “Se produce así lo que Castoriadis denomina avance de la insignificancia: todo parece carecer de significación, los individuos no consiguen orientarse, sus actividades han perdido significado, excepto en lo que respecta a ganar dinero (en cuanto esto les resulta posible). No hay ningún objetivo colectivo, el individuo se ve retrotraído a una existencia privada, vaciándose el espacio público” Franco,Y. – De un psicoanálisis a otro – Trabajo presentado en el Primer Congreso Virtual de Psicoanálisis: “Los psicoanálisis en Castellano desde el Sur del Planeta”, además en Revista Topía, 2002.
[18] Franco, Y. – De un psicoanálisis a otro – op. cit.
[19] “El racismo representa la condición con la cual se puede ejercer el derecho a matar. Si el poder de normalización quiere ejercer el viejo derecho soberano de matar, debe pasar por el racismo. Pero también un poder soberano, es decir un poder que tiene derecho de vida y de muerte, si quiere funcionar con los instrumentos, los mecanismos y la tecnología de la normalización, debe pasar por el racismo. Que quede bien claro que cuando hablo de homicidio no pienso simplemente en el asesinato directo, sino todo lo que puede ser también muerte indirecta: el hecho de exponer a la muerte o de multiplicar para algunos el riesgo de muerte, o más simplemente, la muerte política, la expulsión” Foucault, M. – op. cit.
[20] Shakespeare, W. – Macbeth – Alianza Editorial, 1981. Ed. alianza
[21] Zelcer, M. – Subjetividades y Actualidad – Revista Topía, 2002.
[22] “He aquí el único contenido seguro: el hecho de que el dolor – en primer término y por regla general – nace cuando un estímulo que ataca en la periferia perfora los dispositivos de la protección antiestímulo y entonces actúa como un estímulo pulsional continuado , frente al cual permanecen impotentes las acciones musculares, en otro caso eficaces, que sustraerían del estímulo el lugar estimulado. En nada varía la situación cuando el estímulo no parte de un lugar de la piel, sino de un órgano interno; no ocurre otra cosa que el reemplazo de la periferia externa por una parte de la interna...” Freud, S. – Inhibición, síntoma y angustia – Amorrortu Editores, 1979.
[23] Aquí podemos recordar los trabajos de Winnicott y Balint.
[24] Freud, S. – Inhibición, síntoma y angustia – Amorrortu Editores, 1979.
[25] “La tesis que presento afirma que las ideas de consumo producen la necesidad de consumir pero a su vez, y como efecto identificatorio, promueven la necesidad de ser – y entonces de ofertarse como – objeto de consumo: ser un consumible – existente. Se halla la meta indicada por el mercado como objeto nuclear: ser un consumidor, pero se produce también, al decir de Wisdom, la reversión de la meta: el mercado como objeto orbital, determinando hacia el self que éste se presente como objeto de consumo. He aquí algo de un envés. Probablemente sea ésta la necesidad que provoca la ideología que produce a su vez, la subjetividad de consumidor – consumible.” Zelcer, M. – op. cit.
[26] Zelcer, M. – op. cit.
[27] Figueroa, J. – Ciudadanía & Democracia (El insolente rescate del sentido de la emancipación) - Inédito.
[28] “ Llamamos modestia a la moderación en las pretensiones en general, es decir, a la restricción voluntaria del amor a sí mismo que hace un hombre al tener en cuenta el amor así mismo ajeno, la falta de esta moderación (inmodestia) en lo que se refiere a la exigencia de ser amado por otros se llama amor propio (philautia). Pero la falta de modestia en la exigencia de ser respetado por otros es la arrogancia (arrogantia). Por tanto el respeto que tengo por otros o que otro puede exigirme (observantia aliis praestanda) es el reconocimiento de una dignidad (dignitas) en otros hombres, es decir, el reconocimiento de un valor que carece de precio, de equivalente, por el que el objeto valorado (aestimii) pudiera intercambiarse – Despreciar consiste en juzgar que una cosa carece de valor” Kant, I. – La metafísica de las costumbres – Ed. Altaya, 1996.
[29] “Estos vicios son: A) la soberbia, B) la maledicencia, y C) la burla.” Kant, I. op. cit.
[30] Franco, Y. – Subjetividad: lo que el mercado se llevó (Una perspectiva desde el pensamiento de Cornelius Castoriadis) – Texto publicado en la revista de debate y crítica marxista Herramienta – Nº 22, otoño de 2000, Buenos Aires y en Revista Topía, 2002.
[31] Castoriadis, C. – Sobre el desarrollo - op. cit.
Viviana Demaría
psicoanalista y escritora
viviana_demaria [at] data54.com