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Dar en el blanco: Estudios psicoanalíticos

 
Trasmisión psíquica intergeneracional inconsciente. La identificación. Ediciones Triburgo (Barcelona), 302 páginas.

Víctor Korman es un psicoanalista Argentino radicado desde hace muchos años en Barcelona. Esta obra que presentamos es de una gran magnitud, no solo por su extensión, sino por la calidad de los temas tratados. Algo no común en el psicoanálisis. Si desde el título se plantea el campo teórico; desde el subtítulo se sostiene una declaración de principios: 1°) Existe una trasmisión psíquica entre generaciones; 2°) Entre todas las modalidades de esa transmisión psíquica se ha privilegiado aquellas que son inconscientes; 3°) El vocablo “Intergeneracional” condensa y expresa de manera implícita, que la estructuración subjetiva acontece en el seno de las relaciones objetales, que el psicoanálisis califica -en sentido amplio- de edípicas. La colección de esta obra la constituyen 10 tomos divididos en cuatro partes. En las tres primeras trata sobre una exploración minuciosa de las teorías identificatorias de Freud, Klein y Lacan. La cuarta parte -tomo 10- está dedicada a la perspectiva del autor sobre el tema. A continuación publicamos un fragmento de este tomo.

La clínica psicoanalítica como punto de partida

Cuáles serían los entresijos psíquicos que permitieron a un niño de apenas dos años y medio seleccionar -entre varias docenas de aviones de juguete fabricados con diversos materiales- unos pocos y decir por primera vez: “¡étos’ son aviones de madera!” ¿Qué progresos en la simbolización le posibilitaron la proeza de excluir de un cajón con muchísimos avioncillos sólo los que estaban hechos de ese material y constituir, así, un grupo diferenciado, sin tener la menor idea acerca de qué era un conjunto, ni qué era una clase? ¿De qué manera el infante iba haciendo suyo el complejo sistema lingüístico en que quedó inmerso tras su nacimiento? En fin: ¿cómo avanzaba la construcción de su aparato psíquico?

Ya en el terreno de la clínica psicoanalítica de adultos, ¿qué podría decirse -y más complejo aún, hacerse- respecto de una situación como la de Joan, un adulto joven en análisis, en quien el meollo identificatorio se procesó de una manera tan sui generis como la siguiente: no aconteció aquello de: “me trasmites algo de ti y aunque lo compartamos, lo hago mío, de manera tal que en mí será algo diferente”. La violencia de la apropiación (véase 2.4. del tomo 1), mecanismo que a dosis mínimas participaría en toda identificación, operó en Joan a gran orquesta. Tener un rasgo en común con su padre era vivido por él como haber cometido una expropiación: no era algo que se podía compaginar, armonizar, sino que, lisa y llanamente, se representó en su inconsciente como un robo, que se acompañó de intensas reacciones persecutorias que le embargaron. Lo que predominó en sus identificaciones estructurantes no fue la dinámica simbólica, diferenciadora, sino la del narcisismo a tambor batiente: “o lo tienes tú o lo tengo yo.” Joan tenía la misma afición de su padre: montar maquetas de barco. Pero el problema no radicaba en que compartiesen ese hobby, sino en el exceso de imaginario puesto en juego -inevitable, dada su organización psíquica- y en cómo fue significada esa mancomunidad.

Algo similar -predominio de identificaciones narcisistas poco resignificadas por las identificaciones edípicas- le sucedió a Elizabeth, pero sus manifestaciones clínicas eran, sin embargo, muy diferentes. Se trataba de una muchacha de apenas 18 años cuando acudió a mi consulta. En ella tampoco operó adecuadamente el aspecto bifronte -trasmisión de la semejanza y diferencia- de la identificación. Resultó muy difícil establecer los motivos de las grandes desemejanzas entre ella y sus padres. En las múltiples entrevistas mantenidas con la pareja parental no aparecía una carga patógena excesiva en ninguno de los dos miembros. Sin embargo, la estructura psíquica de la hija era considerablemente grave, al igual que algunos de sus síntomas. Otro enigma que pudo resolverse en buena medida, pero no íntegramente.

Por otra parte, los resortes de la cura psicoanalítica fueron asuntos que siempre me ocuparon y preocuparon. ¿Sobre qué facetas de la organización y del funcionamiento psíquico incidimos para que se produzcan cambios psíquicos favorables? En la praxis clínica, ¿cuál sería la tarea a realizar con las identificaciones? El tema me apasionaba en sus dos vertientes: a) el de la estructuración subjetiva y b) el de la transformación clínica de aquello que la identificación había constituido.

Tuve ocasión de participar en muchos debates con colegas ya sea en congresos, jornadas, conferencias y también en grupos de estudios, en los que se trataron estas cuestiones. Conocía las respuestas que Freud, Klein y Lacan habían dado a estas preguntas “eternas” del psicoanálisis. Los textos, seminarios y artículos de los tres -muchos de ellos se enumeraron en las bibliografías incluidas al final de los tomos dos, cinco y nueve- fueron leídos y releídos exhaustivamente. Pero me interesaba mantenerlas en suspenso, para tratar de descubrir -si fuera posible- algunas facetas novedosas dentro del tema de la identificación.

La psicoanalítica, como cualquier otra teoría, necesita recrearse permanentemente. Ella no otorga respuestas para todo, ni éstas serán válidas para siempre. Los posicionamientos dogmáticos suelen simplificar demasiado, hacen perder la complejidad de las teorías. Se recurre a tales extremos para construir muletas que otorgan cierta apariencia de seguridad en la praxis con los analizantes. Vana ilusión. Se estará más cerca de los ideales teóricos que de las realidades clínicas. Y en lugar de entrar con estas últimas en una confrontación molesta, pero constructiva, se apela casi siempre a lo ya dicho o a lo demasiado conocido. Lo cierto es que ninguno de nuestros maestros trabajó en situaciones similares a las que hoy tenemos; las de ellos fueron condiciones difíciles -sin duda- pero, es obvio, no fueron las actuales. Por eso se requiere reinventar el psicoanálisis para que pueda ser operativo en el siglo XXI. Será necesario conjugar el rigor metapsicológico con la ductilidad y plasticidad en la clínica; aunando lo heredado -que es mucho- con la creación necesaria, que siempre será poca. Hacerlo operativo en este siglo no es sinónimo de adaptarlo a las características del mismo; el psicoanálisis siempre ha sido un tanto marginal y “desadaptado”; en cierto sentido ha funcionado a contracorriente del espíritu de las épocas que atravesó. Y es probable que continúe su existencia con esos rasgos. Los capítulos de este tomo pretenden, con modestia, aportar algunos granos de arena, en el terreno específico de la trasmisión psíquica intergeneracional inconsciente, para que el psicoanálisis no quede arrumbado en el baúl de los trastos viejos.

Para mayor información sobre el libro puede escribir un correo al autor: victor.korman5 [at] gmail.com

 

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Articulo publicado en
Agosto / 2017