El cuerpo es la base de nuestro modo de estar en el mundo, activo, vivo, moviéndonos, actuando en el día a día. Estoy viva, me siento viva al moverme intencionalmente, coloreado de los afectos que acompañan el hacer, participar en tareas/actividades significativas. Así vivo yo, al Estar-en-el-mundo interactúo en el proceso de la constitución del sí/mí mismo con y entre otros, compartiendo espacios significativos.
Somos nuestro cuerpo y tenemos un cuerpo. El cuerpo es siempre nuestro primer lugar para comprender-nos y comprender el mundo
Algunos filósofos, fisiólogos, sociólogos, neurofisiólogos, antropólogos, psicólogos hablan con frecuencia de un cuerpo estático, encapsulado, individual, fragmentado, simbólico. Lo hacen desde una perspectiva teórica, sin haber vivido la experiencia a la que se refieren. Muchos profesionales “acatan” estas teorías otorgándoles autoridad e influencian las intervenciones en psicoterapia y pedagogía del movimiento. Debido a ello, quiero expresar y compartir mis reflexiones basadas en mi experiencia personal y profesional.
Mis preguntas cuando hablamos del cuerpo son: ¿Qué es el cuerpo? ¿Qué se siente al estar o/y ser en el cuerpo?
Skårderud, psiquiatra noruego, habla de su experiencia:
“Estamos en movimiento, y cambiando todo el tiempo. Entramos al mundo desde una gran nada, nos extendemos en diferentes direcciones. Descubrimos constantemente cosas nuevas. Actuamos (en el mundo) desde y con nuestro cuerpo. El cuerpo es la experiencia primera de todo. Esto es irreversible e inevitable. Aunque sea difícil nos abre grandes posibilidades. Se trata de abrirse al mundo usando nuestros sentidos. Dejándonos sentir somos, tomando consciencia de que estamos vivos.” (p. 11, 2004).
Concuerdo con él en ver a la persona moviéndose, sintiendo, actuando, viviendo. Skårderud no menciona la participación y el contexto, aspectos fundamentales en mi experiencia de estar en el mundo, dado que el estar-en-el-mundo es participar con otros, interactuando en el proceso de la constitución del sí mismo con y entre otros en un contexto.
El niño se mueve, explora, juega, descubriendo el mundo que le rodea, adquiriendo capacidades y ampliando su campo y posibilidades de acción e interacción con el entorno y los otros. Al jugar, el cuerpo está vivo, sintiendo, atento. Moviéndose, la persona crece; es necesario moverse-actuar para construir el modo-de-ser, su sí mismo en este mundo occidental postmoderno.
En el viaje por la vida, moverse es fundamental para vivir, crecer, existir. Moverse no porque sí, sino porque es inherente a la naturaleza humana la intención al actuar y la reflexión de lo que se hace. Al moverse intencionalmente el niño explora, va descubriendo. La intencionalidad del movimiento responde a la curiosidad para conocer, descubrir que es lo que está más allá de su alcance, responder a preguntas fundamentales como: ¿Quién soy y cómo es el mundo en el que me muevo y relaciono?
La necesidad de jugar la describió Piaget (1969) como la actividad científica del niño para conocer el mundo que lo rodea. El juego requiere interés, entusiasmo, concentración, atención, dedicación, absorción en lo que está haciendo. Estas son maneras de estar en el mundo, de sentirse vivo a través de los movimientos necesarios para actuar, relacionándose. Winnicott (1990), Piaget (1969), Vygotsky (2009), entre otros, señalaron estos aspectos fundamentales para el crecimiento.
Retomo las preguntas: ¿Qué es el cuerpo? ¿Se puede explicar el cuerpo? Desde la perspectiva fenomenológica, las acciones se describen en primera persona. Las experiencias corporales son la base de mi subjetividad. El intento de explicar el cuerpo resulta en la reducción de su complejidad y dinamismo. Cuando analizamos el cuerpo siempre habrá algo que escapa al análisis, un resto mágico.
Los significados más profundos y las características dinámicas de nuestra corporeidad los señala Merleau Ponty (1993), al poner el acento en la experiencia subjetiva del cuerpo. M.P. habla de un cuerpo viviente prereflexivo. La subjetividad humana es para Merleau Ponty (también para Sartre, 1956 y Marcel, 1987) estar-en-el-mundo en mi cuerpo activo, dinámico, cambiante en un nivel pre-reflexivo y creando significados a través de mis acciones.
Somos nuestro cuerpo y tenemos un cuerpo. El cuerpo es siempre nuestro primer lugar para comprender-nos y comprender el mundo. La experiencia viene antes del análisis. Lo pre-reflexivo, siguiendo a M. Ponty y J. P. Sartre, viene antes de la reflexión. La experiencia se origina a través de los encuentros del cuerpo, la reflexión sobre dichos encuentros y la significación que damos a los hechos. El cuerpo vive la experiencia, el cuerpo actúa, es el “lugar” para ser, creando espacios significativos.
El cuerpo está en interacción vital con el mundo creando significados. Los significados se construyen a través de la reflexión sobre la acción en la que la persona participa. Estos aspectos son inseparables, pero no están” fusionados”, se viven durante el movimiento, como al caminar, en la danza, en el deporte vivenciamos la unión de lo subjetivo y lo objetivo. Podemos vivenciar sentirnos fluir y ser una totalidad. El cuerpo es siempre existencial. Estamos en el mundo, vivimos el mundo con y desde nuestro cuerpo. También podemos vivir alienación, distanciamiento, cosificación, cuando la persona trata a su cuerpo como objeto de consumo o herramienta de trabajo, exponiéndose a esfuerzos extremos o actuando en contextos opresores o excluyentes donde existe desigualdad o discriminación.
La alienación de ciertas funciones biológicas del cuerpo, es también un aspecto del día a día. Así lo describe D. Leder, médico y filósofo, en “El Cuerpo Ausente” (1990), quien realiza un análisis fenomenológico minucioso de la paradoja del cuerpo presente/ausente en el día a día. Por ejemplo: Las vísceras, ausentes de la conciencia en vigilia, están activas en el día a día y constituyen el sostén de la vida.
El cuerpo está en interacción vital con el mundo creando significados. Los significados se construyen a través de la reflexión sobre la acción en la que la persona participa
Leder describe varios aspectos del cuerpo presente/ausente en nuestra vida diaria: El cuerpo ecstático y recesivo. El cuerpo está disponible en limitada medida a nuestra consciencia. Por ejemplo: Comer una manzana cuando siento hambre. La acción comienza con la sensación de hambre en un entorno físico social (oficina) de trabajo, esto genera el traslado desde la oficina al comedor para buscar la manzana. El acto de comerla, deglución, digestión, evacuación se suceden automáticamente. Es así como parte del proceso no aparece en la consciencia del actor, excepto al principio la sensación de hambre y al final, al percibir movimientos intestinales, como indicación para que el individuo se desplace al baño para evacuar; signo de completado el proceso digestivo.
Este análisis nos enfrenta con la paradoja que el cuerpo sano y en buen funcionamiento está presente debido a su ausencia, y a pesar de estar ausente en la consciencia, continúa activo y cambiante.
Leder (1990) se refiere al cuerpo ausente a nuestra consciencia en las actividades de la vida diaria, ya que nuestro foco en el ejemplo anterior está en la actividad de caminar para tomar la manzana y no en el movimiento de las piernas o la actividad de un órgano.
En la acción de comer la manzana: estoy presente durante los tres primeros bocados, al morder, saborear, masticar. Luego estas acciones se tornan automáticas y focalizo mi atención en las noticias de la pantalla del comedor. Durante la deglución, digestión, funciona el cuerpo presente/ausente.
En el cuerpo ecstático, el foco está fuera de nosotros, el foco se dirige al mundo circundante o a la actividad que se realiza.
El cuerpo está próximo/presente debido a su ausencia. Al olvidarse de sí mismo, se trata de tornarse menos objeto para sí mismo y para los otros. Esta forma de “olvido de sí mismo” es crucial para que podamos participar en el mundo, con los otros.
Es la denominación utilizada por Leder para describir el interior del cuerpo. Hay funciones que nunca podremos sentir o que nunca tendremos conocimiento de las mismas, por ejemplo, el páncreas o el estómago; que constituyen el cuerpo ausente y que son fundamentales con su actividad.
En el ejemplo anterior de comer la manzana, yo no tengo control sobre el funcionamiento de mi sistema intestinal; éste funciona automáticamente. El interior de nuestro cuerpo escapa con frecuencia a la experiencia directa. Como ejemplo, nunca podré reconocer una fotografía de mis propias vísceras; mis intestinos (vistos por dentro). El interior de nuestro cuerpo se caracteriza por su silencio y su funcionamiento está fuera del control voluntario.
La alienación del cuerpo, a nivel biológico, se vive mientras no se siente, ni se considera, cuando funciona “bien”.
Mi corporalidad /mi experiencia subjetiva del cuerpo es una construcción social, surge al internalizar experiencias de la corporalidad de y con otros.
El descubrimiento de las “neuronas espejo”, confirma el proceso neurológico de esta experiencia. La mirada del Otro/a, dirigida hacia mí responde a la experiencia: ¿Cómo me ven? ¿Quién me ve? “Contribuirá” a mi experiencia de quien soy.
La alienación del cuerpo, a nivel biológico, se vive mientras no se siente, ni se considera, cuando funciona “bien”
“Existir sólo como cuerpo es un problema”, ya que el cuerpo no está solo, aislado de los otros, como señala Marcel. Existir existencialmente es actuar como ser pensante, emotivo, interactuando, asumiéndose como ser libre y creativo entre y con los otros
Tomo distancia de la perspectiva problemática del hombre/mujer aislado/a: “Soy sólo un cuerpo” hacia la posición participativa del sujeto: “Soy un ser entre y con otros seres”, capaz de interacción con los otros en el mundo. La participación como la entiende G. Marcel es posible a través de un tipo especial de reflexión en la que el sujeto se ve como un ser entre otros seres, más que como un objeto. Esta mirada se opone a la posición de Sartre quien considera la presencia del Otro, distante, me convierto en objeto, vivo un enfrentamiento. Yo me convierto en objeto de mí mismo (el cuerpo-en-sí) como una cosa ajena. Una división radical se introduce entre mi cuerpo como lo vivo y mi-cuerpo-objeto que ha sido “desenmascarado”, definido y delimitado por una mirada externa. Para Sartre (1956) la mirada evaluativa del otro, despierta la auto-consciencia de mi cuerpo vivido como objeto, mirado por otro “acusador”, a quien siento (o constituyo en) dueño de la situación, lo que genera desigualdad de poder.
En las experiencias de empatía, el otro me trata como sujeto, ocurre una incorporación mutua donde el Otro/a vive conmigo el mundo que ambos habitamos. La mirada apreciativa alentadora me hace consciente de mi corporalidad, aceptándome. Me siento afirmado en mi cuerpo por el toque (físico o verbal o de la mirada) de quien me ama/acepta (Merleau-Ponty, Marcel, M. Buber).
En realidad, la participación con los otros se vive a través de sentimientos como la compasión, empatía, lo que además de permitir al sujeto vivir su cuerpo como cuerpo-propio, le capacita para reaccionar hacia los otros como ser en mi cuerpo/corporalidad, sintiendo, creativo y participativo. Sentir es un modo de participación, un acto creativo que acerca al sujeto a una experiencia de ser entre los otros seres.
Realicé esta revisión, de los modos de “estar-en-el-mundo” en movimiento, con una mirada fenomenológica existencial del cuerpo cambiante moviéndose. Señalo la importancia del juego como la actividad en la que la persona actúa, moviéndose, crece, cambia.
Leder (1990) nos enfrenta con la paradoja del cuerpo presente/ausente, describe las diferentes maneras de ausencia en el día a día: el cuerpo ecstático y recesivo. El cuerpo “presente/ausente”, cambia continuamente, es dinámico, moviéndose y al mismo tiempo mantiene funciones vitales que nos facilitan la participación en los diferentes contextos.
Mi cuerpo se constituye/construye como mío, en interacción, intercorporalidad, participando. Moverme, sintiéndome para actuar y participar y construir significados en un mundo complejo tan cambiante como el cuerpo. Estos cambios continuos, tanto del cuerpo como del mundo en el que vivimos, son inasibles.
Sentir es un modo de participación, un acto creativo que acerca al sujeto a una experiencia de ser entre los otros seres
Estas paradojas: el cuerpo presente/ausente, dinámico, participando, tuvo y tiene influencia en mi visión del cuerpo y del ser. El cuestionar lo obvio despertó mi curiosidad de explorar nuevas posibilidades en la profesión de lo corporal y de psicoterapia. Generó preguntas y diálogo con colegas, por ejemplo: ¿Qué reacción despierta en el alumno tomar consciencia de su cuerpo ausente? ¿Qué consecuencias tiene tomar consciencia del cuerpo ausente en la salud y la calidad de vida de pacientes y alumnos, a largo plazo?
Bibliografía
Holzman, Lois, Vygotsky at Work and Play, Routledge, N.Y., 2009.
Leder, Drew, The Absent Body, The University of Chicago Pres., London, 1990.
Marcel, Gabriel, Aproximaciones al Misterio del Ser, Encuentro Ediciones, Madrid, 1987.
Merleau Ponty, Maurice, Fenomenología de la Percepción, Planeta Argentina, Buenos Aires, 1993.
Sartre, Jean Paul, Being and Nothingness, Gramercy, New Jersey, 1956.
Winnicott, Donald, Home is where we start from, Penguin books, England, 1986/90.
Skårderud, Finn, Andre Rejser, “Bevægelser” p.9; “Kroppene” p.30, Gyldendals bogklubber, 2004.