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Buenos Aires, Symphony in blue

 
Ecología en la ciudad, memorias para el futuro

Lo patético sería que hubiéramos aniquilado lo fastuoso de un pasado vibrante y fecundo, convencidos de la superioridad de los materiales más abyectos. Olvidados el mármol, la madera, el hierro, reemplazados por acrílicos, aluminios y hojalatas, edificios que denuncian clamorosamente su provisoriedad se impondrían como paradigma de una cultura urbana radicada en la fugacidad. Si esta opción prevalece, como a menudo pareciera suceder en Buenos Aires, en veinte años más lo fantasmagórico de un presente exonerado de pertenencias culturales y anclajes temporales reinaría en una oscura futuridad que, de sólo imaginarla, resulta aborrecible.
Puede soñarse trabajosamente otra opción, una en la cual los huracanes dañinos de la privatización a ultranza hayan amenguado su destructividad y la ciudad haya podido recuperar espacios, ámbitos y posibilidades.
Estamos en 2019. Algunas ensoñaciones:
En Buenos Aires se ha incrementado de modo sustancial el área de las superficies peatonales. Todo el microcentro está exento de automóviles particulares.
La red de trenes subterráneos, completada, cubre las entrañas de la ciudad las 24 horas del día y lo hace en un recorrido que abarca toda la Capital.
Una legislación extremadamente severa ha reducido a un límite impensado 20 años antes el tamaño y la frecuencia de aparición de los carteles publicitarios de la vía pública.
Fachadas, arboledas, monumentos: todo se ve ahora, mejor y más que nunca.
Se prohibió la demolición o alteración sustancial de no menos de 500 edificios y casas considerados intocables por la Ciudad, cuya subsistencia será garantía de memoria y continuidad.
La ciudad se puso a la altura de su historia con el Botánico y el Zoológico, dilapidado el primero y comercializado el segundo 20 años atrás: ambos forman ahora una gran unidad espacial verde especialmente preservada y puesta en valor con criterios de educación, investigación y esparcimiento.
Limpio y recuperado, el Riachuelo es centro de desarrollo de una urbanización del Tercer Milenio, con circulación de embarcaciones limpias y amplia expansión de los ámbitos públicos. Una frondosa vegetación nueva resignifica toda la zona del Riachuelo y lo convierte en algo parecido a los bosques de Berlín.
Convertido en estación aérea de aparatos generadores de poco ruido y que requieren mínimo espacio, el Aeroparque ha sido completamente liberado de su anillo mortal de estaciones de servicio, restaurantes y centros comerciales. Es un área verde que sirve para conectar a los porteños con el Mercosur y otros destinos.
Marquesinas y anuncios salientes de comercios en las avenidas principales han sido reducidos por una normatividad de la vía pública que prioriza fachadas y espacios visuales.
Desaparecieron los tendidos aéreos de la TV por cable: postes y coaxiales que a fines de siglo prácticamente cubrían toda la ciudad, han sido enterrados. El aire ha vuelto a ser traslúcido.
Eliminado definitivamente el sistema de alta rentabilidad privada para el cobro de multas a automovilistas transgresores, un nuevo cuerpo de vigilancia bajo control de la ciudad replanteó el sistema de extensión de permisos para conducir, modificando completamente el viejo escenario de debilidad y permisividad policial unida a una fuerte ilegalidad de conductores y peatones en la vida pública.
Una flota de vehículos recolectores mecánicos de residuos de nueva generación, silenciosos, eficaces y omnipresentes, se complementa con esfuerzos e iniciativas exitosas para limpiar las aceras que hace 20 años sólo exhibían sordidez en la ciudad.
Con eje en las facultades de Arquitectura y Ciencias Exactas, el proyecto de Ciudad Universitaria diseñado 70 años antes (1958) en Nuñez se ha vigorizado con la llegada al río de un estremecedor Parque de la Memoria que recuerda los horrores de aquella dictadura, la de 1976, que tan severamente impactó a varias generaciones.
En Retiro, una remodelación audaz e inteligente puso en valor esa perla arquitectónica que es la estación del viejo ferrocarril Mitre, redujo sensiblemente el alcance de las tierras ocupadas parasitariamente, parquizó varias hectáreas y renovó la apuesta a un transporte limpio, silencioso y eficaz con locomotoras y vagones de nueva generación.
La ciudad retiene su electricidad motivacional de siempre, en ella se crea y se producen acontecimientos únicos. Un auditorio de música nuevo para 6.000 personas sentadas levantado en Parque Centenario ha relevado al viejo Teatro Colón de su condición de prestador de servicios inadecuados y permanece como lo que nunca debió dejar de ser, un escenario lírico.
El individuo y lo público han resurgido poderosamente sin que los nuevos cambios actitudinales y su correspondencia política de planeamiento progresista hayan espantado a los capitales privados.
Es el 2019 y se respiran aires buenos en Buenos Aires.

Pepe Elischev
Periodista
 

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Articulo publicado en
Abril / 2000