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Acerca de la soledad

 
Relato de una Experiencia

Un poco de historia

I
El día que Juan ingresó al taller nos dijo: “Ahora cuando me vaya, ustedes van a hablar mal de mí”. Salió por la puerta y regresó a mirarnos, desafiante.
Al cabo de cinco años, continuaba asistiendo al taller.

II
Conformamos un Colectivo dirigido a personas con sufrimiento mental, y en situación de vulnerabilidad social, económica y familiar.
A nivel institucional trabajamos desde el año 2006 dentro del ámbito universitario; somos un Proyecto de Extensión consolidado, avalado y subsidiado por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Este Colectivo interdisciplinario concibe al arte como una herramienta de transformación social que aborda los procesos individuales, grupales y comunitarios, cuya finalidad es la construcción de redes sociales, además de la inserción-reinserción de personas con padecimiento psíquico.

Consideramos fundamental la realización de producciones artísticas grupales y el trabajo cooperativo, a partir de la creación de propuestas culturales y artísticas en espacios comunitarios. Las producciones parten de lo lúdico, ya que como sostiene Gadamer, la base antropológica del concepto “arte” está asociada al concepto “juego”. Así, recuperamos el elemento lúdico del arte como proceso de construcción-reconstrucción continuo que inevitablemente requiere la participación de otros.

El primer objetivo se enmarca en el fortalecimiento personal con el fin de habilitar confianza en el propio decir y hacer. Luego continuamos con el fortalecimiento grupal, para lo que realizamos proyectos que faciliten la pertenencia y cohesión básicas. A nivel comunitario, cuando llega la producción al entorno, se promueven lazos sociales, circula la obra y se crea con el otro.

III
Con el tiempo nos fuimos enterando que Juan había egresado de la Escuela de Arte y que, además de pintar, escribía muy bien, sobre todo poesía.
Poco contaba de su vida, muy reticente a los recuerdos personales. Jubilado muy joven, tenía 52 años. Usaba siempre una campera negra, aún en verano. Su frase frecuente era: “Ustedes no saben lo que es estar solo”.

IV
A medida que el dispositivo se amplió, incorporamos nuevas propuestas teóricas y estéticas a nuestra praxis. Comenzamos a integrar los lenguajes artísticos, abordando las producciones desde el cuerpo, la escritura y la imagen en un Taller de Lenguajes Combinados.

Las actividades se inician y finalizan con y desde el cuerpo; siempre partimos y regresamos espacialmente al círculo grupal. Según Sachs, “la forma más antigua de danza coral es el círculo” que permite estar equidistantes, ser y sentirse parte. Se prepara el cuerpo desde el caldeamiento, donde un movimiento puede traducirse en palabras y ese significante transformarse en imagen o color. Un lenguaje se integra al otro.

V
A pesar de las indicaciones para trabajar desde el cuerpo, Juan no se sacaba la campera. Pasaron años hasta que aceptó trabajar sin ella. Con el tiempo llegó a aparecerse con una camisa de colores.
Cuando durante semanas no podía levantarse de la cama, un compañero iba a su casa y lo ayudaba a limpiar. Le indicábamos que dejara el teléfono en la cocina, así al recibir nuestra llamada, podía levantarse y concurrir al taller.

VI
Desde el taller se crea un espacio que permite a las personas trascender barreras físicas, relacionales, y expresivas.
El objeto de la producción artística grupal, desde sus múltiples dimensiones comunicativa, poética y metafórica, devuelve otras miradas que contribuyen a la subversión de versiones rígidas para poder ampliarlas en su sentido vital. Permitiendo el atravesamiento del temor a la exposición y la liberación de bloqueos corporales.
El arte habilita el despliegue de un lenguaje universal que no se circunscribe a la palabra, sino que abarca y facilita líneas de fuga creativas. Legaliza el absurdo, la metáfora y la representación imaginaria.

VII
Inicialmente, en los trabajos corpo-teatrales, Juan no participaba, solo sacaba fotos. De a poco, se permitió intervenir. Luego, se subió a un escenario, pero con máscara.
El año pasado y bajo el título “Todo se transforma”, se presentaron en el teatro escenas trabajadas como fotografías con implicancias de opresión, maltrato hospitalario, soledad, secuelas de sus propias vidas, escenas que ante el paso del vuelo de mariposas se transformaban. En medio de una presentación nos sorprende a todos quitándose la máscara.

Casi como un sueño

VIII
Hace dos meses nos informa que se tiene que operar porque tenía el “estómago subido”. La cirugía era inminente. Dos de sus compañeros se ofrecieron a acompañarlo con los estudios y análisis.
Nos enteramos que había una hermana que lo iba a llevar a la clínica el día de la cirugía.
En el taller aparecieron y se trabajaron los miedos, el dolor.
El día de la cirugía a la noche nos avisan que había fallecido. La cirugía era más compleja de lo que inicialmente se planteó. Llamo al teléfono de Juan, atiende su hermana, confirma el fallecimiento y dice que nos va a llamar si decide velarlo. Necesitamos información para saber qué decir a los coordinadores2 y a sus compañeros talleristas.
A medianoche se nos comunica que decidieron velarlo.
A la mañana se acercan los primeros coordinadores. La sala está cerrada. Llega una sobrina, abre y se va.
A las 11 llegamos el resto del equipo. Descubrimos que había familiares próximos porque se acercan tres sobrinos más. La hermana que llamó informando del velatorio decidió no asistir e irse a trabajar. Su hija nos dice: “Cada cual resuelve la muerte a su manera” y vaya si es cierto.
Los sobrinos se van, aduciendo ir a buscar a un tío (otro hermano) a la estación, que venía de Buenos Aires. Nos piden que nos quedemos, que ellos ya regresaban.
El sentimiento predominante, no desde una cuestión de religiosidad, sino de simple humanidad era no dejar el cuerpo de Juan solo.
Los trabajadores de la sala velatoria deben llevarse el ataúd. Les pedimos que esperaran el regreso de los familiares. A la hora, no pueden esperar más, es sábado y en breve, se cierra el ingreso al cementerio.
Llamamos a la sobrina, nos dice que acompañáramos nosotros el cuerpo, que en veinte minutos llegaría su tío. Cinco coordinadores decidimos ir hasta que la familia se hiciera presente.
Al llegar al cementerio llamamos a la sobrina, quien nos reitera que en veinte minutos llegaría el tío.
El conductor del coche fúnebre se acerca a la administración y deja los papeles. Vamos con él intentando saber dónde iban a dejar el cuerpo.
La señora de la administración lee las planillas, se acerca y pregunta:- ¿Juan L. era empleado municipal? Sabíamos que sí, jubilado.
Se acerca otro hombre, ella le enseña los papeles. Se miran. Nuestra incertidumbre se acrecienta.
Por enésima vez explicamos que la familia estaba por llegar, que nos dijeran dónde dejarían el cuerpo, así avisábamos.
El chofer nos aclara, ya lo van a enterrar, la fosa está hecha y los papeles firmados. Que por favor, lo ayudáramos a llevar el cajón.
Recién en ese momento, decidimos no esperar más, ni llamar a familiar alguno. Estábamos ahí y esa era la función en ese momento, acompañar.
En el auto, todos nuestros comentarios iniciales se transforman en silencio profundo, todas nuestras perplejidades en certezas.
Seguimos al carro fúnebre por las callecitas del cementerio. De pronto, el auto se detiene.
Un señor de campera grande negra, despeinado, de gruesos anteojos, se acerca a hablar con el conductor.
Nuestra extrañeza se agudiza.
El coche fúnebre avanza, nos detenemos frente a la sepultura.
Los cinco caminamos entre las tumbas hasta la fosa. En silencio, el chofer nos guía.
Sorprende que cuatro enterradores estén al lado del sepulcro. Conjeturamos que era porque sabían que no había familiares.
El hombre que minutos antes charlaba con el chofer, estaba también allí, y nos pregunta:
-¿Es Juan L?
Llama la atención la familiaridad con que pronuncia el nombre.
- Compañero nuestro- dice.- Él trabajaba acá cuando tuvo el accidente.
-¿Trabajaba acá? - Preguntamos incrédulos.
-Sí, yo estaba cuando el tractor lo enganchó de la campera, él gritaba, pero el tractorista no lo escuchaba. Le rompió el brazo en tres partes, le subió el estómago. De ahí en más no se pudo recuperar, con la licencia se hizo aún más solitario.
Un sepulturero, que hasta ese momento estaba en silencio exclama:
-Siempre tuvo problemas con los hermanos, pero no se merecía morir así de solo.
De pronto hay dos hileras de personas, son cinco ellos, somos cinco nosotros, en medio la fosa aún vacía. Todo es un ensueño.
Caminamos despacio, sacamos el ataúd del coche y entre todos lo colocamos en la tumba.
Antes de que los primeros terrones de tierra cayeran sobre la madera, otro de sus compañeros dice:
- Era un buen hombre. Démosle un aplauso. Majo a mi lado llora.
Y todos aplaudimos.
El sol iba cayendo, los rayos iluminaban oblicuamente las tumbas, las lápidas, los árboles. Absortos escuchábamos el ruido de la tierra cayendo sobre el cajón.
De pronto, el enterrador levanta su cabeza y dice:
- Que increíble, Juan siempre me cargaba y decía  “Yo te voy a enterrar a vos” porque era más joven. ¡Y mirá vos!
Cuando el enterrador finalizó, apoyó su brazo sobre la pala y nos dijo:
- Soy Aníbal. Por esto que han hecho por él, les digo que tienen acá un amigo. Lo que necesiten, vienen y me lo piden.
A veces la magia existe. Asombrados ante las sorpresas de la vida y las conexiones, en ese instante comprendimos su empleo, su jubilación temprana, su propia historia de padeceres y soledades, todo lo que temía contarnos, pero que sin embargo pudimos descifrar ahí, en su despedida.

IX
Fijman se pregunta:- “¿Acaso imaginan el velorio de un loco?”
Nosotros sí.

 

Bibliografía

Calmels, Daniel (2005) “Antología personal”, Editorial Colihue.

Gadamer, Hans-Georg (1991) “La actualidad de lo bello”, España, Paidós.

Pichón Riviere (1987) “El proceso creador. Del psicoanálisis a la psicología social III”, Editorial Nueva Visión.

Sachs Curt (1944) “Historia Universal de la Danza”, Ediciones Centurión.

Zito Lema, Vicente, “Jacobo Fijman poeta en Hospicio”, revista Talismán, número 1°, mayo 1969.

 

Notas

1. Ex-Directora de Dispositivo ArtQuimia. Actual directora de Colectivo Crisálida: Arte + Salud Mental + Intervención Comunitaria.

2. Llamamos talleristas a las personas que asisten a los talleres y coordinadores a quienes los dictan.

 

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Articulo publicado en
Agosto / 2015