De un tiempo a esta parte ha entrado en escena pública una nueva figura que ha tomado particular relevancia por el modo en que se presenta a sí misma como un interrogador del status quo: el denominado lenguaje inclusivo. Ocasionando, como es esperable, respuestas de las más variadas: objeciones, celebraciones, resistencia. Se dirá que no existe mayor diferencia entre éste y cualquier jerga constituida en el seno de un grupo social, en tanto se lo suele pensar como “el lenguaje de los jóvenes”, irrupción de una nueva configuración que quebraría antiguos cánones de una estructura lenguajera aparentemente conservadora e indeseada.
Difícilmente pueda ponerse en duda el nexo entre la lengua y la realidad. En cualquier intento de modificar la realidad existe algún componente de uso lingüístico, así como una precisa elección y uso de determinados discursos.