Nuevas configuraciones familiares ocupan la escena de quienes trabajan con parejas, niños y adolescentes en el mundo occidental contemporáneo. La familia recompuesta a partir de la separación de cada uno de los miembros de la nueva pareja, con los hijos del primer matrimonio de cada uno, tal vez fue la primera de una serie. Tenemos la familia homoparental, familias que apelan a diferentes formas de procreación, proporcionando al niño una madre genética, una madre “de vientre”, un padre “donante” de esperma. Entre tantas otras, podemos ahora introducir una más: la familia en la que uno de los miembros de la pareja es transexual. De hecho, aparentemente, la estructura familiar tradicional no se altera tanto. Tenemos dos adultos y niños. Si los adultos son del mismo género, tendríamos una semejanza con la familia en la que la pareja es homosexual. La diferencia entre esta última y la familia con personas transexuales es que el cambio de género en uno de los miembros genera situaciones inusitadas: por ejemplo, un padre puede quedar embarazado, la madre puede ser un hombre, el padre que antes era hombre ahora se convirtió en mujer. En fin, cambios de género que arrojan nuevos desafíos a nuestra comprensión y a nuestra práctica.