En esta sección se publican algunos relatos de situaciones clínicas enviadas por los lectores a nuestra redacción donde Emilio Rodrigué agrega breves reflexiones
1- Dentro de poco terminaré mi residencia en Salud Mental. Durante todo este tiempo me interesó el psicoanálisis y quisiera profundizar mi formación. Pero el problema es que veo que la mayoría de las instituciones psicoanalíticas terminan siendo como "iglesias" que defienden su credo al cual uno entra como monaguillo para ir ascendiendo y llegar a dar misa en unos años. El problema es que más allá de eso no sé como continuar mi formación. Me analizo y superviso. A partir de su experiencia y su recorrido, qué es lo que haría en mi lugar: ¿entraría en una iglesia? ¿Seguiría la formación fuera de ellas? ¿Cómo sería? Aunque no es una pregunta clínica, es una pregunta en relación a la "cocina" de la clínica y me sería muy útil su visión del problema.
E. R.:
Pregunta difícil de contestar porque no sé bien la respuesta. Yo comencé con una iglesia -la APA- que más que una iglesia era una catedral, y me costó mucho salir vía PLATAFORMA. La APA me dio cosas buenas y también cicatrices como cualquier institución elitista. La seguridad que brinda cuesta cara. Dicen que los analistas como las abejas precisan de una colmena y que el autodidacta no la pasa bien. Creo que una estructura de base es necesaria. Un buen grupo de estudio y posibilidades de publicación. Entonces, elegí una iglesia que sea una capilla sin pretensiones.
2- Ana es una adolescente de 16 años, muy emotiva, con cierta dificultad en el aprendizaje, que logra remontar con alguna ayuda que le ponga freno a su tendencia a dispersarse y fantasear. Cursa 3º año secundario. Los padres se separaron a sus 3 años de edad. Ella siguió viendo al padre hasta los 6 años, momento en que éste tiene un brote psicótico y se va al interior, aislándose en un campo de sus propios padres. Tuvo una internación y tratamiento psiquiátrico por intervención de sus padres, por períodos, alejándose sin destino conocido por temporadas.
La madre de Ana es una persona hiperresponsable y con somatizaciones, que trató de que sus hijas hagan de cuenta que no tienen padre. La hermana mayor es considerada la exitosa y Ana cargó con la sospecha de ser enferma como el padre. Ana visitó a los 10 años al padre, compartiendo durante algunos días una situación de mucha desprotección. Fue el último encuentro personal. Recibe llamados telefónicos muy esporádicos de él y promesas de visita que no cumplió. Desde que ella comenzó a usar la conexión por internet le propuso al padre que tenga una dirección electrónica y se comunican sin ninguna regularidad. A veces recibe mensajes cariñosos y estimulantes, como lo recuerda con ella de pequeña. En cambio otros mensajes contienen textos delirantes de tipo místico o diabólico que intenta ocultar. Y además la ha hecho confidente del dato de estar en algún lugar desconocido por sus padres y que quiere ocultar, hecho que la conflictúa mucho a Ana. Quiso visitar a su padre pero después se arrepintió. En dos años de tratamiento ha pasado de referirse al padre como un hombre irresponsable y egoísta, a empezar a tomar contacto con la versión de que está enfermo y bregar porque acepte el tratamiento. En sus decepciones cuando un muchachito que le gusta no toma con ella una actitud comprometida, se deprime y fantasea con el padre cariñoso y estimulante de su infancia temprana.
¿Cómo trabajaría usted esta relación con la figura paterna?
E. R.:
Hay psicóticos y psicóticos. Me parece que el papá de Ana es esquizofrénico, enfermedad terrible donde no existen asideros posibles. Yo pondría todas mis fichas en la madre responsable y renunciaría el vínculo paterno. Ana está en un momento crítico de su vida y un buen análisis es imprescindible.
Emilio Rodrigué