Fotografía de una sala de internación: lo que mortifica y lo que vivifica | Topía

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Fotografía de una sala de internación: lo que mortifica y lo que vivifica

 

Lo que traía puesto cuando llegué: una introducción

El interés por la relación entre locura y libertad se empezó a gestar en mí desde los primeros años de la carrera. A una posición política en relación a los fundamentos de la desmaniconmialización se sumó, también, la ética del psicoanálisis para pensar la locura en general y la psicosis en particular. Lo universal de la perspectiva de los Derechos Humanos y una lectura psicoanalítica que pone de relieve lo singular -y, por ende, en cuestión la idea de “normalidad”- constituyéndose en una ética que no busca normalizar, se convirtieron en el horizonte que orientaría, desde los comienzos, mi práctica clínica.

A partir de una breve descripción de la sala, trataré de ubicar algunos efectos –mortificantes y vivificantes- en las corpo-subjetividades de las personas que la transitan/habitan

Tiempo después ingresé a la residencia y dentro de ella tuve la oportunidad de rotar por el dispositivo de internación de salud mental en un Hospital General de Agudos del conurbano bonaerense, con modalidad de internaciones breves.

Si bien, el paso por dicho dispositivo me confrontó con algunos prejuicios respecto a las instituciones totales, los efectos vivificantes, transformaciones –la mayoría muy rápidas- y los testimonios de los pacientes al momento del alta, me llevaron a la sorpresa. Aun así, también me fue posible ubicar ciertos efectos mortificantes que traía aparejado el estar ahí.

De este modo, a partir de una breve descripción de la sala, trataré de ubicar algunos efectos –mortificantes y vivificantes- en las corpo-subjetividades de las personas que la transitan/habitan. Tratando de realizar una lectura desde el paradigma de la complejidad, sosteniendo las tensiones y saliendo de afirmaciones morales/dicotómicas. Posando la mirada en las prácticas y estrategias por parte del equipo de salud para hacer frente a la mortificación.

En la sala se pone mucho el cuerpo, esta frase se escucha y se experimenta con insistencia: el habitar la misma, sin lugar a dudas tiene efectos en los cuerpos. Considero que el concepto de corpo-subjetividad propuesto por Carpintero (2015) ayuda a pensar de forma más compleja los efectos vivenciados, en tanto supone salir de la dicotomía entre cuerpo y subjetividad, produciendo, en sus palabras “(…) una ruptura con la idea de algo interior opuesto a un mundo de pura exterioridad. Es decir, reducir la subjetividad como sinónimo de aparato psíquico.” Es así como dicho concepto “alude a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación. En este sentido, definimos el cuerpo como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto.” 1

De este modo, los cuerpos atravesados por dicho dispositivo, se convertirán en espacios de constitución de subjetividades y, por lo tanto, en posibles espacios de intervención.

Un pre-juicio

Me gustaría partir desde un tiempo atrás, tiempo en el cual todavía no me había encontrado con la clínica, ya que, para ese entonces estaba terminando la facultad y el conocimiento todavía no se había hecho saber. Releyendo mi tesis de grado me encontré con un prejuicio. En ella, partiendo de la cita de Lacan (1967) “(…) los hombres libres, los verdaderos, son precisamente los locos”2, me preguntaba: “¿Cómo es posible pensar esto si son justamente ellos, los locos, los que históricamente han sido enclaustrados en instituciones de encierro?”3

Si bien, mi tesis tomó otro rumbo, y trató de dar cuenta de qué libertad estaba hablando Lacan y qué costos tenía la misma, la introducción estaba teñida de cierta alusión crítica a las instituciones de encierro. Pero, sobre todo, suponía que los psiquiatras, ante dicha libertad, lejos de escuchar al loco, lo encerraban o medicaban. Lacan habla de lo que les sucede a los psiquiatras frente a dicha libertad: el psiquiatra concernido se angustia y lo encierra, lo vuelve objeto de investigación o lo aplasta con alguna medicación, ´ (…) interpone entre él y el loco cierto número de barreras protectoras´ (LACAN, 1967, 6). Pero no lo escucha.”4

Aun cuando, en dicho dispositivo, pude ser testigo y hasta padecer esa angustia. Por lo menos, en esa sala de internación no es cierto que no se escuche a los pacientes, y dicha escucha, no es exclusiva de los psicólogos que ahí transitamos. Y, hay que decir que el interés llevó a muchos psiquiatras, a lo largo de la historia, a poner el cuerpo ante la locura.

Una fotografía de la sala de internación

A continuación, realizaré una descripción de las características de la sala, ya que a partir de ellas se podrán ubicar algunos efectos en las corpo-subjetividades de las personas que la habitan. Federico Pavlovsky (2011) hace referencia a las palabras de Osvaldo Saidón quien “señala que las instituciones se expresan a través del cuerpo de sus habitantes. La desidia, la burocracia, los terrores, la violencia, la política encarnada en los cuerpos de los sujetos que las transitan. La institución tiene sus efectos en nuestros cuerpos, de eso no cabe duda. Tenemos que estar prevenidos, alertas sobre estos efectos. Para evitar convertirnos en aquello que no deseamos. Para que el manicomio, el ser manicomial, el devenir manicomial, no se instale para siempre en nuestras cabezas.”5

Espacios y tiempo (cronotopía)

La sala de internación de salud mental se encuentra ubicada en el tercer piso -en uno de los extremos- de un Hospital General de Agudos. Hace poco descubrí que en el otro extremo se encontraban internados los “pacientes sociales” y llamó mi atención el hecho de que esas dos poblaciones se ubicaran en los márgenes. Una de las quejas que escuché por parte de pacientes y acompañantes es que, por esa ubicación espacial, la comida siempre llega tarde y fría.

La entrada/salida de la sala se encuentra bloqueada por una mesa con rueditas que hace las veces de puerta. Cuenta con 5 habitaciones: con 4 camas para los pacientes y 4 colchones para los acompañantes. Al ser un hospital a puertas abiertas, se presenta como condición que el paciente sea internado junto con un acompañante, siendo ésta, una de las particularidades que tendrán efectos en los pacientes, profesionales y en los acompañantes mismos. Si bien, la forma en que se enuncia dicha condición, deja a los acompañantes en una función de vigilancia y control, la misma también se puede pensar como estrategia dentro del tratamiento mismo, apuntando a trabajar su vínculo con el paciente. Sin embargo, al estar ahí, los acompañantes transitan por algo similar a una      internación, y es así como sus cuerpos también estarán atravesados por las condiciones de encierro, habitacionales, temporales y normativas. En las reuniones de acompañantes se escucha con frecuencia algo que tensiona: el transitar por la internación de su acompañado se vuelve una interrupción en sus vidas, las vidas afuera del hospital, vidas que siguen (trabajo, otros familiares a su cuidado, etc.) y con las cuales tendrán que hacer malabares para no perderlas.

El office de profesionales se encuentra de cara a la entrada y a su costado izquierdo un gran comedor, con una mesa rectangular, sillas –atadas entre sí- y al fondo “el gimnasio” dónde hay una bicicleta, pesas y una TV. Hay 3 consultorios que -teniendo en cuenta la cantidad de pacientes y profesionales- se tornan escasos, lo que entorpece las actividades. Es así como la sensación de no llegar a hacer todo, no llegar a ver a todos los pacientes, acompaña al tiempo vertiginoso de la sala. 

Al fondo está “el club”, donde se realizan los talleres y frente suyo, el fumadero –único lugar del hospital donde está permitido fumar- y el espacio más frecuentado por pacientes y acompañantes: dónde circulan puchos, risas, mate y silencios, dónde se juega al ping pong y a donde se va los momentos previos a dormir. Al fondo es posible encontrar algunas condiciones de posibilidad para que los cuerpos se vitalicen.

En dichos espacios el verano asfixia y el invierno cala los huesos. Las paredes están pintadas por manchas de humedad, los baños -incluido el de profesionales- pierden agua, se averían y sus refacciones duran poco tiempo. Todo -lo que se puede- se encuentra bajo llave.

La sala no sólo está organizada en espacios, también lo está en tiempos. Horarios para despertar, tomar la medicación, desayunar, grupo de pacientes, grupo de acompañantes, talleres, asamblea, entrevistas individuales, almorzar, descansar, tiempo de ocio, merendar, descansar, cenar, tomar la medicación, dormir. A dichos horarios, no sólo se tienen que “adaptar” los pacientes, sino también los profesionales y acompañantes. La adaptación se torna por momentos difícil: los modos particulares de usar el tiempo por fuera de la internación se ven aplastados por dicha homogenización temporal. Frecuentemente se escucha a pacientes y acompañantes que se quejan por tener que dormir a cierta hora o por no poder tomar un mate después de las 21hs. Frente a dichas normas, en el mejor de los casos, se puede escuchar una fuerza que resiste, dando la posibilidad de ponerlas a trabajar. Ya que sin esto, las mismas se podrían sentir como caprichosas.

Normas de convivencia

Las normas se leen y entregan al ingreso del paciente a la internación, éstas atraviesan tanto a los pacientes como a los acompañantes y profesionales -en tanto encargados de velar por las mismas-.

Algunas de ellas son: 1. Cada paciente tendrá un acompañante. El acompañante no puede compartir cama con el paciente. 2. Sólo se podrá fumar en la sala de juegos. Según el caso, cigarrillos y encendedores podrán ser manejados por enfermería. 3. Se podrá deambular dentro del hospital solo con autorización. 4. No se permite salir de la sala a partir de las 19hs. 5. Deben entregarse a enfermería elementos riesgosos. 6. Los pacientes no pueden poseer ni utilizar celular. Las llamadas serán autorizadas por el equipo tratante. 7. No se puede ingresar ni utilizar ningún artefacto electrónico sin autorización. 8. El horario de visitas es de 15 a 17hs. 9. No pueden permanecer pacientes ni acompañantes en habitaciones ajenas, compartir la cama ni efectuar conductas que atenten contra el pudor. 10. No se permite el acceso a predicadores de ninguna religión. 11. Se puede tomar infusiones solo hasta las 21hs.

Si bien, estas normas se constituyen en un “para todos”, en la práctica estarán marcadas por el caso por caso. De este modo, el equipo de salud tratará de pensar estrategias teniendo en cuenta la singularidad de los pacientes. Produciéndose cierta tensión entre la necesariedad de normas que regulen eso que trae aparejado la locura, pero apostando a que las mismas no aplasten las subjetividades: construyendo excepciones a las reglas, introduciéndolas en espacios grupales e individuales, poniéndolas a trabajar. Tal vez, esta también se puede pensar como una de las estrategias que vitalizan.

Sonidos

Siempre me llamó la atención el cambio abrupto de sonidos cada vez que entraba al office de profesionales. La sala puede llegar a ser muy silenciosa, silencio que se interrumpe en los momentos donde algo de la locura irrumpe, dónde el padecer se hace oír. La sala puede llegar a ser sumamente silenciosa, pero al entrar al office de profesionales la cosa cambia. En dicho espacio las palabras fluyen en el aire sin parar. Los profesionales aprovechan la casualidad de haber coincidido en ese preciso momento con el compañero para hablar sobre pacientes, afectos, angustias, hartazgos, circula el humor, termos y comida. El ritmo es rápido –casi vertiginoso- y, si sucede que se comparte un tratamiento con dos profesionales que se encuentran en ese momento ahí, se arma un juego dónde se puede tener dos conversaciones en simultáneo. El office es un espacio lleno de palabras, lleno de vida, pero también puede ser abrumador.

Talleres, grupos y asamblea

Los lunes a las 10hs se realizan –en simultáneo- el grupo de pacientes y el grupo de acompañantes, en cada espacio se trabaja acerca del tratamiento, del estar en la internación, inquietudes respecto a las normas de convivencia, medicación, acompañamiento e intereses. Estos últimos servirán para planificar los talleres a realizar a lo largo de la semana. Es así como los talleres suelen ser variados y son pensados en relación a la singularidad de sus participantes, así como también, en pos del tratamiento de los mismos. Taller de té y jardinería, futbol, música, CV, cocina, murales, son sólo algunos de ellos. Los viernes se realiza la asamblea en la cual participan pacientes, acompañantes y profesionales de la sala. En la misma se conversa sobre temáticas de convivencia, problemas edilicios -casi siempre se habla sobre lo que no funciona-. Pero, sobre todo, es un espacio dónde se apuesta a que los participantes ejerzan su voz.

Mi participación en dichos espacios grupales me llevó a la sorpresa. Por un lado, en los grupos y la asamblea, pacientes y acompañantes -con el ejercicio de su voz- podían salir de cierto lugar pasivo, quejarse de la situación habitacional, organizacional y normativa; en dicho espacio, tenían un lugar para opinar y preguntar, para hacerse agentes activos de su estar ahí, para indignarse, produciéndose así –a mi parecer-  un efecto de dignidad que vitaliza.

Los espacios más vivos que presencié fueron los talleres. En ellos, los cuerpos apagados, que circulaban por la sala, despertaban. En ellos pude ser testigo y experimentar el disfrute de sembrar una planta o patear una pelota. Cuerpos vivos que corren, se ríen, se miran, se tocan y toman aire fresco, cuerpos distendidos, de sujetos que están ahí, realizando actividades que les gustan, que les interesan, que se orientan a su singularidad. De este modo, considero a los talleres como una estrategia por parte del equipo de salud que apuesta a constituir espacios dónde se produzcan subjetividades más vitales.

La mortificación está de entrada, los pacientes que ingresan dan cuenta de ella: sus cuerpos fragmentados, miradas perdidas, silencio extremo o abrumador discurrir de palabras, su modo acartonado de andar, suspicacias, desconfianzas, discursos y cuerpos desorganizados, cuadros de excitación psicomotriz, catatonías

Lo que mortifica y lo que vivifica

La mortificación está de entrada, los pacientes que ingresan dan cuenta de ella: sus cuerpos fragmentados, miradas perdidas, silencio extremo o abrumador discurrir de palabras, su modo acartonado de andar, suspicacias, desconfianzas, discursos y cuerpos desorganizados, cuadros de excitación psicomotriz, catatonías. Un año sin salir de la cama, arranques de agresividad, intentos de suicidio.

La mortificación se hace patente en el primer encuentro, sin embargo, y para mi gran sorpresa, algo de esto comienza a ceder, produciéndose modificaciones impresionantes en poco tiempo. A esto lo pienso como producto de las prácticas vivificantes de dicho dispositivo. Algunas de ellas, como los espacios grupales (grupos, talleres, asamblea) fueron mencionadas anteriormente. A dichos espacios de intervención grupal, me gustaría agregar también los espacios individuales, en los cuales, el equipo de salud también le pone el cuerpo. Es como si tratáramos de inyectar vida: esta fue una sensación que compartía con mis compañeros. Algo del deseo se ponía en juego y ese empuje de transmisión de energía nos dejaba con un cansancio satisfactorio.

Pero volvamos a lo que mortifica, me gustaría decir que ser testigo de dicha mortificación puede producir mucha angustia. Ulloa (1995) dirá que lo que configura un proceso central en la manicomialización es que “la locura promueve con frecuencia reacciones de maltrato y el maltrato incrementa el sufrimiento de la locura (…) Este maltrato no sólo está referido al fastidio, el miedo, la rabia que suele despertar el trato con la locura, sino que hay algo más específico, inherente a la locura misma, promotor de reacciones en quienes tienen a cargo su cuidado.”6

Si bien, no fui testigo de reacciones de maltrato per se, sí me fue posible ubicar momentos donde la impotencia, el hartazgo, la angustia, el no saber qué más hacer, se hicieron presentes. Y esto no sólo se expresaba en los cuerpos de los profesionales, también se escuchaba por parte de los acompañantes. Creo que una de las cosas que hicieron y hacen posible el trabajo ahí es que no se está solo. Las reuniones de equipo, pero sobre todo, la conversación e intercambio constante en ese office ruidoso, se vuelven fundamentales para combatir el efecto mortífero en las carpo-subjetividades. Y si bien, en dichos espacios sólo participaban los profesionales, en ellos, al hablar de los afectos propios y de los obstáculos en los tratamientos, se podía pensar estrategias en conjunto, lo que producía posibles frente a la impotencia. Ese era ya un artificio contra la mortificación, un artificio que vivifica.

Sin embargo, ese office también se tornaba –por momentos- abrumador. Al ser el punto de encuentro, los afectos y las palabras se entremezclan, se pisan, se grita y en ocasiones es difícil pensar. Lo vertiginoso por momentos obstaculiza, tornándose necesaria la introducción de pausas, de espacios que encuadren un tiempo. Considero que dichos espacios-tiempo son a construir, pero para eso primero hay que poder ubicar de dónde surge dicha urgencia -casi catártica- de hablar con desenfreno. En este punto se me presenta otra tensión: este artificio contra la mortificación, por momentos, se tornaba agotador. Me pregunto si ¿existirá alguna forma para resolver dicha tensión? ¿O si la misma se presenta como un efecto inherente al trabajo con la locura? 

El encierro dentro del encierro

En el artículo 14 de la Ley Nacional de Salud Mental 26.657, se expresa que “la internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social.”7 Me interesa resaltar, por un lado, el carácter terapéutico y por el otro su carácter restrictivo. Esto porque, considero que ayuda a salir de la idea de internación=encierro como única definición. De este modo, la internación se constituirá en un recurso terapéutico, pero restrictivo, ya que la privación de la libertad no será sin consecuencias.

La pandemia se ha inmiscuido en la vida de todas las personas, ha causado y sigue causando efectos y modificaciones en nuestro estar en el mundo. La sala de internación no será inmune a esto. A continuación, presentaré el transitar del aislamiento por Covid de un paciente y los efectos que tuvo el mismo.

Octavio

Para Octavio las cosas no existen si no las ve, es así con las estrellas, las plantas, los autos, las casas. Sin su mirada posada sobre las cosas el mundo desaparece y esto le produce una gran inquietud en el cuerpo. No le gustan las preguntas, hay un vacío en su historia. A partir de esto, su psicóloga tratante, después de infinidad de intentos fallidos para entablar un vínculo con Octavio, comienza a tener las entrevistas en los espacios abiertos del hospital. Ahí Octavio podía ver los árboles, el cielo, el afuera, y el mundo podía existir.

Octavio comparte habitación con 3 pacientes más, un día uno de ellos obtiene el resultado positivo de Covid. El protocolo dentro del hospital indica que todos se aíslen en dicha habitación. Que se aíslen entre esas 4 paredes sin poder circular por la sala durante 10 días. A partir de esto, Octavio comienza con momentos de gran desesperación, yéndose del Hospital 2 veces en una semana, y siendo encontrado por su madre ese mismo día en su hogar. Recuerdo escuchar la angustia de la psicóloga “siento que lo estamos torturando”. Octavio que construía su mundo al verlo, había caído en un vacío. Los días pasaban y Octavio se movía cada vez menos, no salía de la cama, no terminaba ni de tragar el bocado de galletitas del desayuno. Ulloa (1995) se refiere al término mortificación “más que el obvio valor que lo liga a morir, el de mortecino, por falta de fuerza, apagado, sin viveza.”8

Su semblante cambió drásticamente al salir del aislamiento, al volver a tener las entrevistas en el estacionamiento del hospital, bajar al taller de té y jardinería, al salir de ese encierro dentro del encierro. Octavio comenzó a hablar más, a recordar que le gustaban las plantas, en su imagen también se lo notaba más arreglado, su mundo había vuelto a existir.

Este caso me puso a pensar en las diversas dimensiones de cuerpo puestas en juego. Por un lado, el cuerpo orgánico, atravesado por un virus sumamente contagioso, y con él, la instalación de protocolos dentro de la institución para hacer frente al mismo ¿se podría pensar la dimensión política y social del cuerpo en dicho protocolo?

Como todo protocolo, el mismo se enuncia en un universal, dejando de lado otras dimensiones de las corpo-subjetividades. En este caso, la estrategia de tener las entrevistas en los espacios abiertos del hospital, ponía de manifiesto la dimensión del cuerpo pulsional escópica y erógena de Octavio. Estrategia que -rescatando su singularidad- se constituía en una apuesta subjetivante y vivificante. Estrategia que se vio impedida dejando al equipo de salud sin recursos. La angustia experimentada por la psicóloga, pero, sobre todo, el efecto visiblemente mortífero en Octavio, hablan de ello. El salir del encierro dentro del encierro hizo posible ubicar otros efectos en él. Al recuperar la dimensión de la mirada, algo de su cuerpo imaginario –cambio en su semblante y arreglo corporal- pero también simbólico -volver a hablar y recordar- se habían vivificado. 

Para concluir

El paso por dicho dispositivo y la escritura de estas palabras, se me presentaron como un primer esbozo de respuesta a lo que me interrogaba tiempo atrás: ¿Por qué sigue existiendo el dispositivo de internación por salud mental en la actualidad?

Como mencioné anteriormente, la Ley Nacional de Salud Mental presenta a la internación como una medida terapéutica y restrictiva. Se puede entender, a partir de los efectos mortificantes ubicados en dicho dispositivo, el porqué de su carácter restrictivo. Pero, también, me fue posible ubicar lo que tiene de terapéutico. Y cabe decir que el mismo no será sin las estrategias y prácticas puestas en juego por el equipo de salud. Estrategias que, frente a lo mortífero, apostarán a producir efectos de vivificación en las corpo-subjetividades. Estrategias que podrían no estar y que no sólo atraviesan e intervienen sobre los cuerpos de pacientes y acompañantes, sino que también lo hacen sobre los profesionales mismos.

De este modo, los espacios como el office, los talleres, el fumadero, el club, se tornaban en superficies dónde los cuerpos podían circular, reír, encontrarse, disfrutar, jugar. La construcción/institución de dichos espacios-con lo singular en el horizonte- se puede pensar como una de las estrategias terapéuticas, que apuestan a producir subjetividades más vitales. Presentándose como superficies que se constituyen en condiciones de posibilidad para vitalizar los cuerpos.

Dariana Camila Szmulewicz De Icaza
Lic. En Psicología
dariszm [at] hotmail.com ()
Residente de psicología de la Provincia de Buenos Aires

 

Bibliografía

Carpintero, E, “Poder y subjetividad: las formas actuales de control”, en Revista Topía Nro. LXXV, noviembre 2015, Buenos Aires. Versión online

Lacan, J, “Breve discurso a los psiquiatras (Petit Discours aux Psychiatres)”, Presentación del 10 de noviembre de 1967, pp. 6, 17.  

Ley Nacional de Salud Mental 26.657. Decreto reglamentario 603/2013, p.25. 

Pavlovsky, F, “Es-cristo-frenia. Un taller de teatro en una sala de internación de psiquiatría”, en Te tengo bajo mi piel. Psiquiatría y Salud Mental. Topia editorial. Colección fichas para el siglo XXI. Serie Futuro imperfecto. Buenos Aires, 2011, p. 92.

Ulloa, F, “La difícil relación del psicoanálisis con la no menos difícil circunstancia de la salud mental”, en Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1995, pp.240, 243.

Szmulewicz, D, “Psicosis y libertad: una lectura lacaniana”. Tesis de grado, Facultad de Psicología, UBA, 2018, p.4.

Notas

  1. Carpintero, E, “Poder y subjetividad: las formas actuales de control”, en Revista Topía Nro. LXXV, noviembre 2015, Buenos Aires. Extraído de https://www.topia.com.ar/articulos/poder-y-subjetividad-formas-actuales-control
  2. Lacan, J, “Breve discurso a los psiquiatras (Petit Discours aux Psychiatres)”, Presentación del 10 de noviembre de 1967, p.17.
  3. Szmulewicz,D, “Psicosis y libertad: una lectura lacaniana”. Tesis de grado, Facultad de Psicología, UBA, 2018, p.4.
  4. Szmulewicz, D, “Psicosis y libertad: una lectura lacaniana”. Tesis de grado, Facultad de Psicología, UBA, 2018, p.4.
  5. Pavlovsky, F, “Es-cristo-frenia. Un taller de teatro en una sala de internación de psiquiatría”, en Te tengo bajo mi piel. Psiquiatría y Salud Mental. Topia editorial. Colección fichas para el siglo XXI. Serie Futuro imperfecto. Buenos Aires, 2011, p.92.
  6. Ulloa, F, “La difícil relación del psicoanálisis con la no menos difícil circunstancia de la salud mental”, en Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1995, p.243.
  7. Ley Nacional de Salud Mental 26.657. Decreto reglamentario 603/2013, p.25.
  8. Ulloa, F, “La difícil relación del psicoanálisis con la no menos difícil circunstancia de la salud mental”, en Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1995, p.240.

 

 

 

 

 

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Articulo publicado en
Enero / 2022