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La otra cara del concepto de resiliencia

 

De un tiempo a esta parte, se utiliza en trabajo social y en otras ciencias sociales el concepto de resiliencia con bastante amplitud y aceptación. Liliana Calvo (2005) describe y explica el origen del término:

 

"Werner, una estudiosa de la epidemiología social, observó durante alrededor de treinta años cómo se desarrollaba la vida de una Comunidad en Hawai, donde muchos de los integrantes sufrían diversas situaciones de riesgo.

El sujeto no es el simple producto o consecuencia de lo que lo rodea, puede lograr superarse y sobreponerse a situaciones difíciles.

Así descubrió que algunos de los niños o jóvenes, que padecían experiencias de violencia, alcoholismos, vínculos rotos, abusos, etc., podían sobreponerse y desarrollarse como individuos con posibilidad de crecer favorablemente y ser personas positivas para su comunidad y otros en cambio no lo lograban"(1).

 

Entonces, el concepto de resiliencia se asocia a la posibilidad que existe de superar e incluso salir fortalecido de situaciones de adversidad. El concepto tiene un importante aspecto positivo que es rescatar al sujeto. El sujeto no es el simple producto o consecuencia de lo que lo rodea, puede lograr superarse y sobreponerse a situaciones difíciles. Esto es importante en nuestra intervención de trabajadores sociales: apostar siempre a las posibilidades de las personas que atendemos es vital si queremos intervenir con la intención de, al menos, intentar generar recursos o alternativas. En este sentido, el concepto de resiliencia es casi heideggeriano, en cuanto a que el hombre es un ser arrojado al mundo y puede proyectarse a sus posibilidades (2), lejos de la previsibilidad de una cosa juzgada e inmóvil.

Pero hay otro aspecto del concepto que a veces no se alcanza a vislumbrar y considero necesario analizar. Ejemplificando, podemos tener la situación de dos hermanos sometidos al trabajo infantil u a otras situaciones adversas (violencia, alcoholismo, vínculos rotos, abusos, retomando la cita anterior) desde edades muy tempranas. Uno, encarnando el concepto de resiliencia, logra sobreponerse, consigue trabajo, construye una familia y puede desarrollar sus posibilidades. Su hermano, en cambio, cae preso de la droga o la delincuencia.

En nuestra sociedad argentina las desigualdades determinan que unos sectores se vean obligados a utilizar sus conductas resilientes mucho más que otros, a los que las crisis no afectan de la misma forma, por contar con recursos.

 

Desde el marco del concepto de resiliencia, sería atinado preguntarse:

¿Qué pasó en este último caso? ¿Por qué no pudo superar la adversidad?

¿Por qué, si su hermano pudo sobreponerse, él no?

 

El resultado puede ser cargar la culpa sobre el individuo sin reparar en el problema social de la pobreza, en esa sociedad macabra y expulsiva que les negó posibilidades desde muy chiquitos.

Creo que, ante distintos problemas sociales, cada individuo reacciona como puede: se sobrepone, se deprime, se vuelve violento o se supera. De millones de personas que se quedan sin trabajo por las habituales crisis del capitalismo fruto de la timba financiera desenfrenada, algunos quizás vuelven a conseguirlo, se sobreponen de múltiples formas; otros no, se enferman o salen a robar, o consiguen a alguien que los sostenga.

Además, es notable en nuestra sociedad argentina que las desigualdades determinan que unos sectores se vean obligados a utilizar sus conductas resilientes mucho más que otros, a los que las crisis (por caso, la del 2001 y la actual) no afectan de la misma forma, por contar con recursos o poder para evitarlas o incluso beneficiarse con ellas. En el caso de los sectores más desfavorecidos, muchas veces la única esperanza de transitar dichos períodos con cierto éxito recae en las políticas públicas eventualmente encaradas por el Estado. Pero no es lo más común, sobre todo luego de la instalación de un modelo de Estado neoliberal hacia la década del 90 en nuestro país y el resurgir de este tipo de políticas en 2015.

En una sociedad mucho más justa en la distribución de la riqueza, la resiliencia no sería sino una excepción o se circunscribiría al ámbito privado o familiar de las personas.

Ricardo Petrella (1997) consignó que, en un contexto de mundialización de las finanzas, los Estados neoliberales apuntaron a la desreglamentación y liberalización de los mercados, que pasaron a regir la vida económica de las naciones. También se produjeron la privatización de numerosas empresas y ámbitos donde intervenía anteriormente el Estado. Los efectos, apuntó el mismo autor, fueron devastadores: la mutilación de la ciudadanía y la reducción de la riqueza y los espacios públicos. Esto originó una explosión de las desigualdades y de la exclusión social. No es difícil reconocer en estas palabras el espejo de la Argentina de los 90, cuya crisis económica y social eclosionó en el 2001. Algunos pudieron sobrevivir y emplear sus recursos resilientes para superar la crisis devastadora del mencionado año, aunque lo hicieron a costa de ser más pobres: 57,8% de pobreza son las cifras del INDEC de octubre del 2002 (3).

Aún cuando se había insinuado un cambio en el modelo estatal luego de la convertibilidad, recuperando posibilidades de gestión y soberanía y desarrollando algunas políticas de ingreso ciudadano y protección social (la Asignación Universal por Hijo, quizás la más representativa), es indudable que el camino a recorrer para lograr un país equitativo es muy largo aún, más teniendo en cuenta la actual situación económica que sumerge a no pocos argentinos en una situación de extrema vulnerabilidad social.

No necesita demostrarse que, en una sociedad mucho más justa en la distribución de la riqueza, la resiliencia no sería sino una excepción o se circunscribiría al ámbito privado o familiar de las personas y sus eventuales momentos difíciles y particulares. No es casual que la investigadora que acuñara el concepto, investigara en Hawái y no en una sociedad que tuviera vigentes las políticas sociales protectoras características del Estado de Bienestar (4). En una sociedad con más oportunidades para todos, carecería de sentido investigar sobre la resiliencia.

Vulnerables pero invencibles es el título del trabajo de Werner sobre resiliencia, publicado en 1982. Lo que vemos, en realidad, es muchas veces a sectores poblacionales que son vulnerables, pero lejos de ser invencibles, son muchas veces invisibles, en una sociedad que solo se percata cuando los no resilientes se manifiestan de forma violenta y dando pávulo a la sensación de inseguridad, enrostrando la hipocresía de un sistema que los condenó a la exclusión desde edades muy tempranas.

Entonces, se vuelve necesario fomentar que desde las políticas públicas se intente dar acogida a todos, previniendo y evitando los riesgos que tienen para las personas el estrellarse contra el muro de la exclusión. No se puede tolerar ser testigos complacientes de este hecho macabro, sólo para constatar la posibilidad de superarse de los pobres y excluidos. No es viable ni ética una sociedad promotora de la resiliencia sino del bien común. Ojalá esta posibilidad de superar la adversidad sea una excepción y no la regla de un sistema social que abandone a tantas personas a sus propias fuerzas.

 

NOTAS:

 

(1) Calvo, Liliana (2005). Resiliencia, autoestima y promoción social, en revista Margen n° 38, de Trabajo Social y Ciencias Sociales. Recuperado en febrero de 2014 en http://www.margen.org/suscri/margen38/resil.html

(2) Heidegger, Martin (1927). Ser y tiempo. Edición electrónica de Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Recuperado el 24 de febrero de 2014 en http://www.magonzalezvalerio.com/textos/ser_y_tiempo.pdf

(3) INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos). Información citada en nota periodística diario Clarín del 01/02/2003: “El nivel de pobreza es cada vez más alto: 57,8 % de la población”. Recuperado el 25 de febrero de 2014 en http://edant.clarin.com/diario/2003/02/01/e-00401.htm

 

(4) Este tipo de Estado garantizaba “…el pleno empleo; un salario decente para todos los trabajadores; seguridad social para todos, sin discriminaciones ni exclusiones sociales; protección contra los riesgos de la vida; derecho a unos ingresos mínimos de subsistencia; igualdad de oportunidades de acceso a la educación, la salud y la información; la concertación social como procedimiento para solucionar los conflictos sociales; redistribución de la riqueza en beneficio del interés general gracias, entre otras cosas, a una fiscalidad progresiva; instauración de un sistema público de suministro generalizado de bienes y servicios básicos como parte de la riqueza común…” (Petrella, Riccardo. (1997) El bien común. Elogio de la solidaridad. Ed. Temas de debate. Madrid).

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

  • Calvo, Liliana (2005). Resiliencia, autoestima y promoción social, en revista Margen n° 38, de Trabajo Social y Ciencias Sociales. Recuperado el 24 de febrero de 2014 en http://www.margen.org/suscri/margen38/resil.html
  • Heidegger, Martin (1927). Ser y tiempo. Edición electrónica de Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Recuperado el 24 de febrero de 2014 en http://www.magonzalezvalerio.com/textos/ser_y_tiempo.pdf
  • Petrella, Riccardo (1997) El bien común. Elogio de la solidaridad. Ed. Temas de debate. Madrid.
  • Werner, E.E. (1982). Vulnerable but invincible: A longitudinal study of resilient

children and youth. McGraw-Hill. New York.

 

 

*Sebastián Giménez. Profesor de Enseñanza Primaria con Especialización en Intervención Pedagógica-Didáctica en Contextos de Pobreza. Licenciado en Trabajo Social. Trabaja en equipo del CEI (Centro Educativo Interdisciplinario) y en el gabinete de la Escuela de Educación Especial n° 9, todo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Publicó artículos sobre trabajo social y actualidad en distintas publicaciones digitales y de papel: revista Margen, de Trabajo Social y Ciencias Sociales; revista Debate Público, reflexión de Trabajo Social de Universidad de Buenos Aires y Revista Contextos de Educación de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Escritor. Es autor del libro “El último tren: un recorrido por la vida militante de José Luis Nell.

 

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Articulo publicado en
Octubre / 2019