Entre los muchos eventos que sintetizan y hacen relevante los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre pasado podemos tener presente que, el día anterior los obreros de Brukman toman la fábrica para defender su fuente de trabajo.
Con esto queremos afirmar que lo que se inicia con estas luchas obreras, defensivas en primera instancia, dado que tratan de preservar la fuente de trabajo, se irá convirtiendo con el correr del año en la avanzada de un movimiento social que produce comunidad. Estos conflictos retoman la más rica tradición de la clase obrera: la toma de fábrica y la lucha alejada de las organizaciones sindicales burocráticas. En ese proceso demuestran y develan todas las relaciones sociales que el capitalismo produce: una burguesía débil, una burocracia sindical funcional a las patronales y gobiernos de turno y, lo más importante, la potencialidad del movimiento obrero. Los trabajadores organizados desde sus bases en asambleas democráticas pueden llevar adelante tanto la defensa de la fuente de trabajo como pasar a pedir la expropiación de la empresa y ponerla en funcionamiento.
La fábrica Grissinopoli se encuentra en pleno barrio de Chacarita en la Capital Federal. Sus instalaciones ocupan cuatro predios de los cuales dos son ocupados por máquinas que conforman dos líneas completas para producir grissines, rebozador y bizcochitos de grasa. Los antiguos dueños la dejaron con infinidad de deudas. Entre ellas todos los servicios públicos impagos, los cuatro predios hipotecados y deudas de sueldos y previsionales, pese a haberles descontado los aportes a los trabajadores. Con este panorama la asamblea de obreros inicia en junio una huelga reclamando salarios para luego radicalizase al pedir la expropiación a favor de los obreros de la empresa que se constituyen en la cooperativa de trabajo “La Nueva Esperanza”.
La lucha va pasando por distintos momentos. En primera instancia los obreros confían y se ilusionan con que la justicia fallará a su favor, es decir confían en la legalidad. Esta ilusión se derrumba cuando, en el mes de agosto, una decisión judicial por demás sospechosa, puso la empresa en manos de un buffet de abogados que aparecía como el comprador de la empresa y sus terrenos. Este grupo especulativo tenía por objeto quedarse con los terrenos, haciendo desaparecer la empresa para venderla como propiedad inmobiliaria y eliminando de un plumazo a los obreros.
En un texto, recientemente editado (Produciendo realidad: las empresas comunitarias. Grissinopoli, Río Turbio, Zanón, Brukman y Gral. Mosconi. Compiladores Enrique Carpintero y Mario Hernández, editorial Topía), sostenemos que “El trabajo de diferentes sectores del movimiento social: asambleas barriales, organizaciones políticas, centro de estudiantes secundarios y universitarios, comisiones de fábricas y organizaciones de desocupados, las Revistas Topía y La Maza, etc., permitió” que la acción de los obreros tuviera la solidaridad necesaria para sostener la lucha y que la misma se fuera enriqueciendo con ideas y propuestas que los distintos sectores traían o proponían. En este sentido afirmamos que en este proceso, la subjetividad se encuentra con una experiencia que produce realidad: los obreros se apropian de su trabajo afirmando su potencia como colectivo social. Pero esta posibilidad solamente puede ser efectiva en la medida que establezcan una red de solidaridad con otros sectores sociales y políticos generando un espacio social que crea comunidad.
El 10 de octubre, luego de varias movilizaciones se logró que en la Legislatura porteña se votara la tenencia provisoria de la empresa por dos años. Este proyecto marca los límites dentro de los cuales la burguesía puede aceptar estas experiencias de expropiación obrera: tenencia provisoria de la fábrica, compromiso de compra por parte de los obreros. Es decir, los principios que establece la propiedad privada. Para la mayoría de los legisladores de los partidos tradiciones siempre tendrá que haber un dueño que reafirme y sostenga la ideología de la propiedad privada.
Esto pone a los obreros de la cooperativa La Nueva Esperanza ante el siguiente problema: aceptan la ilusión de que en dos años pueden comprar la empresa para asumirse como parte del sistema capitalista reproduciendo las mismas relaciones de clase que los sometieron o avanzan en la posibilidad de ir logrando nuevas formas de lucha con el conjunto de los expropiados de nuestro país.
En este sentido los obreros deben resolver tanto los problemas específicos de la producción, comercialización y distribución de las mercancías que la fábrica produce, como ir comprendiendo y develando hasta las últimas consecuencias el sistema capitalista y sus relaciones de clase.
En el libro anteriormente citado es Ivana, una de las obreras de Grissinopoli, quién plantea claramente esta perspectiva: “Esto es parir lo que hicimos hace dos meses. La toma de una fábrica es un acto político, sin saberlo nosotros hicimos un acto político, entonces vamos para adelante, como decía mi vieja: para atrás, ni para agarrar impulso”.
En relación a este encuentro entre la lucha en la fábrica Grissinopoli y Topía revista se dan ciertas relaciones novedosas que serían prematuras evaluar. Nuestra revista la integran psicoanalistas y miembros de otras áreas de la cultura. En estos doce años hemos creado un espacio pluralista de pensamiento crítico. La reflexión y el debate entre el psicoanálisis, la sociedad y la cultura caracteriza lo específico de nuestra publicación. En la actualidad se nos presenta un nuevo desafío. Desde los inicios hemos participado en el conflicto de Grissinopoli como psicoanalistas re-creando dispositivos adecuados a las posibilidades de cada situación. Difundimos las actividades que se fueron planteando a través de nuestra página Web, el boletín que regularmente enviamos por Internet y otros medios gráficos. Colaboramos activamente con otros grupos culturales, barriales y políticos en la formación del Centro de Artes y Oficios Grissicultura. Desde allí estamos creando un Espacio de Psicoanálisis con los movimientos sociales en lucha. Nuestro trabajo deviene al caracterizar estas luchas como verdaderos Laboratorios de Salud Mental al enfrentar la desesperanza que propone el poder. Pero también en ese encuentro con un “nosotros” la posibilidad de organizar una política cuyo objetivo sea lograr una democracia de la alegría de lo necesario. Es decir, una democracia basada en una distribución equitativa de los bienes materiales y no materiales. Este es nuestro compromiso en tanto psicoanalistas y ciudadanos del sur del planeta.
Diciembre de 2002