Este libro es una interesante investigación sobre el cine pornográfico realizado en la Argentina. El actual desarrollo tecnológico dejó servido un menú rápido de sexo a la carta en cada computadora, en cada celular, que lo convirtió en distención de cualquier día. Las autoras captan el clima de esta época y narran el ambiente del porno y sus aledaños sin el velo de misterio y la sordidez de otros tiempos. Alejandra Cukier es periodista y productora. Cursó comunicación en la UBA y periodismo en TEA. Actualmente lleva adelante proyectos documentales y trabaja para diferentes medios españoles y argentinos. Daniela Pasik es periodista, escritora y coordina talleres de narrativa. Publicó varios libros y colabora en diferentes revistas. A continuación publicamos un fragmento del capítulo “Casting y fiesta”. Luego incluimos la definición de “cojer” del extenso glosario que contiene el libro.
El negocio del cine porno ya no está en el cine. En el cine, con butacas, pantalla grande y valijeros, hace mucho que no pasa nada. Aquel personaje furtivo que entraba en la sala para hacerse una paja viendo una película es una especie de dinosaurio, se extinguió hace mucho tiempo y de él apenas quedan unos pocos rastros que se podrían buscar arqueológicamente.
En la década de los ´80, pleno destape y con la democracia nueva, supo haber una sala triple X en cada barrio y muchísimas en el centro, sobre la calle Lavalle. La suba desmedida de impuestos como excusa para tapar, tal vez, cierta moralina sumada al auge del VHS primero y el DVD después fueron ayudando a mermar la cantidad. Los valijeros se empezaron quedar en casa, y los cines con butacas pringosas se fueron transformando en algo diferente.
En los últimos veinte años cerraron muchas salas de cine regular, así que las porno sufrieron bastante más, sin subsidios del INCAA ni ayuda de ningún tipo. Las pocas que quedan en Buenos Aires son con otra dinámica y para público gay (se apaga la luz, se enciende la película y vale todo), pero igual sobreviven apenas una docena repartidas casi todas al sur de la avenida Rivadavia. Otro factor que colaboró malamente para propiciar el cierre de tantas salas de cine porno fue la aparición del VHS y luego del DVD. Más acá en el tiempo, Internet, la piratería, las restricciones y una sucesión de eventos desafortunados fueron corriendo el eje y en la suma de todas estas cosas se puede atisbar el inicio de la respuesta: la realización de películas condicionadas dejó de ser un negocio y hacer films triple X ya no le rinde a nadie.
El porno, hoy, más que cine es todo lo que el ambiente se inventa a su alrededor. Victor Maytland, Milena Hot, Rubén Danilo y la página Poringa, todos (salvo excepciones, como Cesar Jones, pero no su amigo David Bellini) tienen sus festivales o fiestas con proyección de películas, casting triple X, gang bang en vivo, strippers, fetiches, servicios aledaños imaginables o no y las mil y una variaciones del universo hot. Es el mecanismo habitual de promoción, es la forma que encuentra la mayoría para existir en un mundo donde el porno es cada vez menos cinematográfico.
Cada cosa que hace Maytland, por ejemplo, pasa por una fiesta. Una película nueva, el casting, parte del rodaje y hasta el estreno sirven para convocar a un evento.
Por cada DVD terminado hay, como mínimo, tres representaciones: una para público y prensa, que es un evento con entrada barata 30 pesos que incluyen el DVD en cuestión); otra más cara y caliente (sin medios, festichongera y para el ambiente) y una privada (precio a consultar, que incluye “interacción” con alguna actriz).
Por eso, en realidad, aunque haya sido el único que rodó en 2013, la actividad principal de Maytland, como el reto, son las fiestas. Las más populares se llaman Sodoma, en donde hay shows eróticos que filma y luego pueden, o no, convertirse en compilados que funcionan como protopelículas.
Cojer: Con “j” y no con “g”. Acá se explica una toma de postura de las autoras del libro sobre una discusión eterna. “Coger”, con “g”, según la RAE, tiene 32 acepciones. Las primeras 15 se relacionan con variaciones de “asir”, “agarrar” y la otra mitad con eufemismos de “entender”, “chocar” y variaciones de “acoger”. La número 31 (ahora que la Real Academia Española se “modernizó” e hizo cosas insoportables como sacar los tildes de “guión” y “solo” entre otras malas interpretaciones de la oralidad) dice: “31, intr. vulg. Am. realizar el acto sexual”. Las autoras de este libro están, como la mitad que discuten esto, en desacuerdo. “Coger”, con “g”, se refiere a las otras 31 cosas que dice el vetusto diccionario, pero el acto sexual, en la Argentina y otros países de Latinoamérica, es “cojer”, con “j” (que en la RAE, por supuesto, no existe). “Cojer”, con “j” viene de “Coitus” y no de “Coger” que es igual a “tomar”. Ah, gritaran indignados los estrictos apegados a los errores de la sobrecorrección y dirán algo sobre los verbos irregulares, pero para las autoras de este libro es casi una militancia escribir el término como consideran es correcto. “Cojer” con “j”. Nos respaldan entre miles, cuatro escritores que respetamos mucho. 1. David Viñas. Se dice que fue el primero en acuñar el término “cojer” con “j” para referirse al acto sexual. 2. Julio Cortázar. “…..y nosotros cojemos, vos y yo cojemos”. El libro de Manuel. 3. Juan Sasturain. “según el metafórico Dudoso, cojer con la rusa había sido una experiencia única” Dudoso Noriega. Pedro Maral. “Cojimos así, con jota, con saliva argentina de pronunciar puteadas y ruegos”. Del cuento Coger en castellano, incluido en la antología En celo.
Porno nuestro. Crónicas de sexo y cine
Alejandra Cukar y Daniela Pasik
Editorial Marea, 139 páginas